Y así es.
Muchos problemas en nuestras relaciones en realidad no son problemas, sino el resultado de idealizar demasiado la ilusión de que tienes que amar a todos tus prójimos como a ti mismo o misma. Y esto no es así, a menos que estés al nivel de Gandhi, Teresa de Calcuta o Jesús, en cuyo caso mereces todos mis respetos.
Pero el común de los mortales necesitamos aprender a manejar nuestro amor y nuestros afectos en un nivel más cercano, por ejemplo aceptando y entendiendo cómo es eso de amarse uno mismo. Quien se ama se trata bien, se respeta, se valora y se procura lo mejor, y entre lo mejor también entra la compañía.
Las personas con las que convives se parecen mucho a ti en que cada una es distinta, pero en ese trato diario aparecen coincidencias, similitudes, acuerdos y algunos intereses en común que nos hacen suponer, ingenuamente, que somos iguales. Entonces decides amar a la gente más cercana a ti porque esa gente es como tú, ¡qué cosa! El amor visto así suena a egoísmo o a narcisismo.
Las personas que están más alejadas de tu círculo de amistades, familiares y compañeros también se parecen a ti en lo mismo: Son distintas a ti. La relación no es cercana, y de hecho puede ser que no haya una relación como tal sino que de vez en cuando te cruces con algunas personas y por ese simple hecho ya sientes que las conoces. Pero bueno, no hay una relación cercana que permita el intercambio de opiniones, gustos, hábitos, historias, ideas y demás, entonces no existe la oportunidad de saber en qué coincides con esas personas que te topas en la calle, el trabajo o la escuela y a veces te saludan o te miran con cara de "yo también te he visto antes".
Tú no amas a estas personas que apenas conoces, aunque sí puede haber un poco de afecto hacia ellas.
Y más allá, después de ese cinturón de semidesconocidos está el resto de la gente. Millones y millones de personas con sus creencias, costumbres, idiomas y todo lo demás. En ese mosaico tan variado de personas y culturas que se observan de lejos es muy difícil encontrar similitudes contigo. Tampoco creo que puedas amar a estas personas desconocidas (no se ama a quien no se conoce), tal vez coincidas con alguna ideología, costumbre o ritual. Tal vez no. Y no tienes la obligación de amar a todo el mundo, ni tampoco de odiarlo, pero habiendo tantas formas de ser en el mundo hay una solución para desenvolverte entre cualquier persona o grupo de personas:
Acepta sus diferencias. Acepta al mundo y a su gente tal como son. Para los demás tú eres diferente y aún así has tenido cabida en uno o más grupos. Te han aceptado y saber eso, sentirlo, da paz. No tienes que amar a todo el mundo sin conocerlo, eso sería hipocrecía, pero puedes aceptarlo.
Hasta luego.
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