martes, 28 de julio de 2015

Un idioma rico, variado e incluyente

"Cada idioma es un modo distinto de ver la vida"
(Federico Fellini)




No soy un ejemplo a seguir en lo que se refiere al uso del idioma (y en muchas otras áreas): me falta aprender y practicar más para aprovechar mejor la riqueza del español, porque es innegable que nuestro idioma es muy rico y variado. 

Hay quien dice que en realidad el inglés o el francés son idiomas más ricos porque disponen de un número mayor de palabras, sin embargo la riqueza del español no radica en la cantidad de palabras que lo componen, sino en las maneras tan especiales en que las usamos. Prácticamente en cada uno de los países que hablan el español se le ha adaptado para darle un uso muy local y específico a ciertas palabras y modismos. Incluso dentro de un mismo país cambia mucho la manera de expresarnos, por ejemplo en este México lindo y querido para decir "niño" podemos escuchar palabras como huerquillo, escuincle, chamaco, chiquillo, buki, nene, rapaz, chavo, infante, criatura y otras más, dependiendo de la región y de otros rasgos sociales de los hablantes.

Lo más sorprendente que tiene nuestro idioma es que dentro de esa increíble gama de términos y modismos, todos los hablantes del español nos entendemos sin importar que lo hablemos al estilo de México, de Argentina, de España, de Cuba, Uruguay o de cualquier otro país hispanoparlante. Nos une una raíz común y esto quiere decir que nuestro idioma, además, es incluyente.


Tiene más conjugaciones verbales que el inglés, por ejemplo. Incluso para el famoso verbo "to be" con el que empezamos a aprender ese idioma, el español tiene dos significados (ser y estar). Tiene también expresiones específicas para identificar el género masculino y femenino cuando nos referimos a las cosas o personas y a sus características o cualidades, también tiene muchas palabras que se usan como género neutro, así que no tenemos que inventar palabras redundantes para demostrar que estamos a favor de lo femenino o lo masculino, ahora que está de moda ser incluyentes.

He tenido oportunidad de escuchar expresiones divertidas en pláticas serias, como "jóvenes y jóvenas", "estudiantes y estudiantas", ellos y ellas, los viejitos y las viejitas y otros pleonasmos por el estilo, que equivalen en el uso del idioma a decir cosas como "bajé para abajo", "subió para arriba", "pensé para mis adentros", "cállate la boca" o "¡qué gentío de gente!".


Abusar de las repeticiones y ser muy insistentes en el uso de estos pleonasmos puede hacer que se pierda el sentido de lo que se dice y que volvamos confusa la comunicación. Si, por ejemplo, le molesta que le ofrezcan una silla, una batería o una pelota porque se escuchan muy femeninos esos nombres, no será necesario que diga "sillo", "baterío" o "peloto", simplemente puede pedir que le ofrezcan asiento, que le den un acumulador o que le pasen un balón. Y lo mismo ocurre si los nombres que escucha le parecen demasiado masculinos. ¿Y los vocablos neutros? Pues son neutros y debemos vivir con eso: "joven" se refiere tanto a las chicas como a los chicos, lo mismo que "gente" se refiere a mujeres y a hombres, al igual que "persona", "ser humano" o "humanidad".

"No sé hasta qué punto un escritor puede ser revolucionario. Por lo pronto, está trabajando con el idioma, que es una tradición"
(Jorge Luis Borges)

La ideología es un filtro que distorsiona nuestra forma de ver la realidad. Antes de ver el mundo como es, observamos las propias creencias y si nos dejamos guiar únicamente por ellas, es muy probable que nos privemos de la oportunidad de enriquecer nuestros puntos de vista, nuestra visión del mundo y nuestra capacidad de hablar. En vez de feminizar, masculinizar o usar cualquier otro pleonasmo, tratemos de enriquecer nuestro léxico, conocer más palabras y mantener un criterio abierto, con la disposición a pensar que si aceptamos incluir en nuestro vocabulario algunos de los vocablos que ya existen en el amplio catálogo del español, no tendremos que insistir en que todos nos expresemos igual... ¡que viva la diferencia!



Por mi parte, considerando que una condición básica del trabajo terapéutico es hablarnos claro (a uno mismo primero y enseguida a los demás), pretendo erradicar algunos vicios que le quitan asertividad a mi manera de hablar:

1. Eliminar las palabras "pues", "a lo mejor" y "como que".
2. Ser menos insistente y repetitivo al exponer mis ideas.
3. Escuchar con más atención antes de expresar mi opinión.

Quiero ser constante en este propósito para tener un buen resultado y confío en lograrlo. Te hago la invitación, lector de este blog, para que identifiques el vicio que pudiera estar limitando tu buena comunicación y te decidas a buscar otras opciones al hablar ¡es un ejercicio interesante! La manera como hablamos refleja la manera como pensamos, y ésta es la que determina nuestra actitud ante la vida... 

Seguiré siendo un aprendiz eterno del idioma español... ¡me gusta mucho mi idioma tan rico, variado e incluyente!

Hasta luego.

¿Qué se pierde al dejar a la pareja?

"Estamos cultivando la sociedad del mínimo esfuerzo. En la era del consumo rápido, del lo-quiero-para-ayer, del si-no-es-sencillo-no-es-bueno, del no-tengo-tiempo-para-nada, buscamos atajos a nuestros objetivos que no nos cuesten esfuerzo ni tiempo.
(Tomado del blog www.esencialblog.es)


Según dicen, Aguascalientes presenta una tendencia de 900 a 1,000 divorcios por año, antes de que entre en vigor la nueva modalidad anunciada de "divorcio exprés". Ante esto, me atrevo a compartir algunas opiniones con base en mi experiencia personal y profesional:

Una de las principales causas de divorcio es que muchas parejas realizan el "matrimonio exprés": Dos personas deciden casarse o unir sus vidas sin pensarlo mucho ni dimensionar el paso que están dando, para escapar de una situación familiar que les parece insoportable, convencidos de que encontraron al amor de su vida aunque solamente tengan 15 años, porque están esperando un hijo y deciden casarse para darle una familia o algo que se le parezca. 

Por la razón que sea, cuando una pareja decide unirse sin prepararse para ser responsables de sus vidas con todo lo que ello implica, lo hacen considerando únicamente que van a estar con otra persona, idealmente la que aman, y sin tener en cuenta nada más. El "matrimonio exprés" provoca muchos y duros choques con la realidad inmediatamente después de la luna de miel, o desde antes que ésta termine. Obviamente la contraparte son los matrimonios preparados con suficiente tiempo y los noviazgos que permiten a la pareja conocerse un poco más... Aunque en ningún caso hay garantías...

Hay quien dice que el matrimonio es una relación esclavizante y violadora de los derechos humanos, una institución ancestral, caduca y ya no aplicable en nuestros tiempos (La Jornada Aguascalientes, 30 de agosto de 2014). Tal vez tenga razón. Sin embargo el hecho de facilitar la disolución del matrimonio no ayudará a disminuir la violencia de género ni los problemas que implican las relaciones humanas. No se ofrece una opción, solamente un vía de escape. 

Si dos personas se casan sin reflexionar acerca de lo que querían en sus vidas y también se separan sin pensar seriamente en lo que quieren para su futuro, no creo que haya mucha mejoría. ¿Por qué no hacer lo posible por rescatar la relación, cuando se den las circunstancias que así lo permitan?

En una separación las personas están tan lastimadas que solamente hacen caso a su necesidad de ser queridas y valoradas, esperando que sea su pareja quien les dé ese cariño y ese valor. Llega un momento en que cualquier cosa que la pareja diga o haga solamente ayudará a confirmar que la relación no funciona (así nos programamos), entendemos que la relación debe terminarse y ¡final feliz! Se toma la decisión reaccionando con rencor, con ira, con coraje o tristeza, con muchas vísceras y poca reflexión. 

Pero la situación no es así de sencilla, sobre todo cuando hay hijos u otros compromisos de por medio. Por eso vale la pena preguntarnos: ¿Qué se pierde al dejar a la pareja?

La gente ya no quiere ni siquiera consejos. La gente busca trucos. Y ¿qué es un truco? Algo rápido, fácil e indoloro que nos tiene que ayudar a llegar a donde queremos. Puede ser triunfar en nuestra carrera, conseguir la felicidad, encontrar el amor, conseguir más visitas a nuestra web, aprender a utilizar una herramienta informática, puede ser cualquier cosa. Pero lo que la gente no quiere es esforzarse, la gente quiere atajos."
(Tomado del blog www.esencialblog.es)

Se pierde la oportunidad de enfrentar un problema, lo cual hace que las personas crezcan y dominen más habilidades sociales, emocionales y hasta financieras. El amor es una decisión, al igual que el desamor, solo que el amor requiere más constancia y el desamor es un atajo hacia la satisfacción inmediata de los deseos. Egocentrismo, sin más.

Se pierde un proyecto de vida que en la mayoría de las parejas involucra planes, inversiones, relaciones y una serie de construcciones que tienen sus cimientos en la imaginación de ambos. Muchas veces, superar el dolor de perder el proyecto de vida cuesta mucho más que superar el dolor de perder a la pareja.

Se pierde la confianza en el amor, en las relaciones sentimentales y en la capacidad de entregarse a otra persona incondicionalmente. La relación frustrada se puede convertir en un fantasma que aparece cada vez que un nuevo prospecto de pareja se acerca al límite de tus necesidades emocionales, y aunque pocas cosas son tan tontas como dejar una necesidad sin satisfacer, una persona lastimada puede dejar pasar la oportunidad de ir acompañada por la vida, por el miedo a repetir la historia que le lastimó en el pasado. Si no se cubre la necesidad de saberse aceptados y valiosos, es muy probable que se acepte la idea contraria.

Se pierde la asertividad cuando la separación ocurre de manera brusca, sorpresiva o impulsiva. Al reaccionar y tratar de entender lo que ocurrió, muchas veces resulta que esa no era la situación esperada y que las cosas están peor ahora que antes de separarse, ¡vaya! la pareja no era el demonio y en realidad tenía muchas cosas disfrutables, pero el orgullo y el rencor esconden a la memoria y al amor. Es necesario dejarlos que se asomen de vez en cuando.

Se pierde la autoestima. Como se vea, terminar un relación deja una huella en la valía personal y esto no significa que la autoestima dependa de tener una pareja, ¡claro que no! La autoestima resulta mellada por no haber sabido resolver los problemas que presenta la relación de pareja y por ende, no se pudo continuar con el proyecto de vida formulado originalmente.

Se pierde la tranquilidad, sobre todo cuando hay hijos de por medio y ambos padres comparten el tiempo para convivir con ellos. En lugar de tranquilidad puede haber culpa, disgusto, decepción o coraje. 

Se pierden los sueños de crecer juntos, que también forman parte del proyecto de vida.

Se pierde también la estabilidad económica. Esta es una de las huellas más presentes de una separación... ¿y qué indica esta huella cuando la repetimos dos, tres o más veces?

Se pierden varias cosas cuando la relación se termina rápidamente, con la sensación de que se pudo haber intentado algo más.

Por eso cuando la relación no funciona hay que actuar, hablar, abordar los temas incómodos y tratar de buscarles solución. Los problemas no desaparecen cuando hacemos como que no los vemos: al contrario, se hacen más grandes al resguardo de las sombras y cuando por fin salen a la luz, han alcanzado un tamaño tan descomunal que ya es muy difícil manejarlos. Y todavía en ese momento es posible pedir ayuda profesional y tratar de rescatar lo que se pueda.

Amor no es sacrificio, es decir que no se trata de aferrarse al matrimonio nada más porque sí, sino de resolver y crecer como pareja. Amor no es tampoco lo único que se necesita para que una relación de pareja permanezca unida, ya hemos visto que el amor no es suficiente y también hace falta valor, aceptación y los 5 ingredientes básicos de las relaciones humanas. Aceptar la vida en pareja no quiere decir que debas resignarte a la vida en pareja, al contrario: Aceptar es un paso indispensable para poder hacer cambios de una forma más objetiva. 

Y también hay que decirlo: para algunas parejas y familias la opción más sana es la separación. Aún en este caso, es posible que cada uno de los involucrados rescate lo mejor que pueda terminando bien la relación.

Es posible rescatar o reconstruir el proyecto de vida personal, y éste se puede seguir de manera individual o en pareja. Vale la pena reflexionar un poco acerca de cómo quieres ir por la vida. Mi consejo es resolver lo que puedas para llevar menos lastre: seguir la vida sin culpa, rencor ni vergüenza, sino con autoestima y asertividad.

Hasta luego.

domingo, 26 de julio de 2015

Un cuento visionario de Augusto Monterroso

"Escribo para que mis amigos me quieran"
(Gabriel García Márquez)



Como bien dice el maestro Monterroso, autor del siempre citado cuento del dinosaurio que todavía estaba ahí cuando despertó, todos los seres humanos tenemos una indiscutible necesidad de comunicarnos, de saber que alguien está interesado en lo que nos ocurre o en lo que pensamos y hacemos. 

Con el surgimiento de las nuevas y cada vez más accesibles tecnologías de información, las manifestaciones de esta necesidad de comunicarse han llegado a alcanzar proporciones increíbles y en algunas personas han rebasado la condición de necesidad para convertirse en una obsesión. Una diferencia radical entre la obsesión y la necesidad es que la primera nos priva de la libertad al condicionar nuestros actos a un solo fin sin poder encontrar satisfacción, mientras que la segunda sí se puede satisfacer y con eso nos dejan libres para hacer otras cosas: comer es una necesidad, al igual que dormir, respirar o hablar. Desear acaparar la atención de los demás por cualquier medio y a costa de lo que sea es una obsesión.


En este cuento, escrito hace más de 50 años, Monterroso explora esa obsesión por ser escuchado (sin escuchar, valga la aclaración) que muchas personas tienen... "Uno de cada tres", como dice el título del cuento. No había facebook, whatsapp, twitter, teléfonos celulares ni computadoras. La televisión estaba lejos de formar parte de la vida diaria en los hogares y el costo del teléfono fijo todavía era alto para la mayoría de la población. Sin embargo la necesidad de ser escuchado y entendido por los demás ya se percibía entonces como ahora, solo que no era tan bien vista como ocurre en estos días en que podemos abusar de las facilidades y comunicar hasta los detalles más insignificantes de nuestra vida o de nuestras ocurrencias ¡por ejemplo con un blog como éste!

La descripción que hace el autor de su solución al problema de comunicación coincide fielmente con la de una red social, en la actualidad Facebook nos permite hacer lo que en el cuento se le ofrece al protagonista desconocido. Y quienes tengan el tiempo y la disposición para hacerlo, pueden recurrir a la red social durante las 24 horas del día si lo desean.


Estas facilidades parecen mejorar nuestra experiencia de comunicación entre humanos, y en muchos casos funciona. Pero en otros casos ocurre que se ha perdido de vista la función básica de la comunicación como acto que satisface la necesidad de estar en contacto con los demás, de permitirnos conocer a nuestro interlocutor y a nosotros mismos por medio del diálogo, de lograr acuerdos o discutir diferencias, de compartir experiencias, opiniones y sentimientos. La comunicación asertiva parte de uno mismo: inicia con una persona que se habla claro a sí misma, que está consciente de sus pensamientos, sentimientos, deseos y limitaciones. La mala comunicación toma como referencia a los demás, busca cumplir las expectativas de otra u otras personas antes que las propias y si bien puede alcanzar buenos niveles de rating y popularidad, pocas veces resulta tan honesta como la asertiva, además de que no permite al emisor conocerse a sí mismo tampoco.


La dificultad de las redes sociales radica en que es muy fácil romper la barrera de la asertividad. Es fácil caer en el estereotipo o el lugar común queriendo seguir la "originalidad" que esté de moda o los hábitos de comunicación que se estén usando por los demás para "estar al día", para encajar con "todos". Y esto resulta en un círculo vicioso: Al ocultar la comunicación real expresando lo que creemos que la gente quiere escuchar, perdemos libertad y nos aislamos en lugar de hacer contacto con los demás.


No nos engañemos: Llegar a mucha gente con nuestros mensajes no garantiza una comunicación efectiva, ni ser entendidos ni hacer contacto con "los demás".


La necesidad de comunicarnos cubre uno de los miedos básicos de la humanidad: estar solos, ser rechazados o abandonados. Las redes sociales convertidas en desahogo obsesivo pueden ofrecer una alternativa de comunicación con la seguridad de no tener que confrontar a nuestro propio ser con otra personalidad, esta es la impunidad que da el mundo virtual, pero no sustituye a una compañía real y, por lo tanto, puede acrecentar el miedo a la soledad en lugar de reducirlo.

¿Suena exagerado? Lean este cuento que a mi modo de ver ilustra generosamente el origen y las cualidades de las redes sociales con un sabroso toque de sarcasmo:

Uno de cada tres
Augusto Monterroso


"Más querría encontrar quién oyera las
mías que a quien me narre las suyas."
(Plauto)


"Está dentro de mis cálculos que usted se sorprenda al recibir esta carta. Es probable, también, que al principio la tome como una broma sangrienta, y casi seguro que su primer impulso sea el de destruirla y arrojarla lejos de sí. Y, no obstante, difícilmente caería en un error más grave. Vaya en su descargo que no sería el primero en cometerlo, ni el último, desde luego, en arrepentirse.

Se lo diré con toda franqueza: Me da usted lástima. Pero este sentimiento no solo resulta natural, sino que está de acuerdo a sus deseos. Pertenece usted a esa taciturna porción de seres humanos que encuentran en la conmiseración ajena un lenitivo a su dolor. Le ruego que se consuele: su caso nada tiene de extraño. Uno, de cada tres, no busca otra cosa, en las más disimuladas formas. Quien se queja de una enfermedad tan cruel como imaginaria, la que se anuncia abrumada por el pesado fardo de los deberes domésticos, aquel que publica versos quejumbrosos (no importa si buenos o malos), todos están implorando, en el interés de los demás, un poco de la compasión que no se atreven a prodigarse a sí mismos. Usted es más honrado: desdeña versificar su amargura, encubre con elegante decoro el derroche de energía que le exige el pan cotidiano., no se finge enfermo. Simplemente, cuenta su historia, y, como haciendo un gracioso favor a sus amigos, les pide consejos con el obscuro ánimo de no seguirlos.

A usted le intrigará cómo me he enterado de su problema. Nada más sencillo: es mi oficio. Pronto le revelaré qué oficio sea ése.

Continúo. Hace tres días, bajo un sol matinal poco común, abordó usted un autobús en la esquina de Reforma y Sevilla. Con frecuencia las personas que afrontan esos vehículos lo hacen con expresión desconcertada y se sorprenden cuando encuentran en ellos un rostro familiar. ¡Qué diferencia en usted! Me bastó ver el fulgor con que brillaron sus ojos al descubrir una cara conocida entre los sudorosos pasajeros, para tener la seguridad de haberme topado con uno de mi favorecedores.

Obedeciendo a un hábito profesional agucé furtivamente el oído. Y en efecto, no bien había usted cumplido, de prisa, con los saludos de rigor, se produjo el inevitable relato de sus desgracias.Ya no me cupo duda. Expuso los hechos en tal forma que era fácil ver que su amigo había recibido las mismas confidencias no más allá de 24 horas antes. Seguirlo durante todo el día hasta descubrir su domicilio fe como de costumbre la parte de mis disciplinas que, me gustaría saber la razón, cumplo con más placer.

Ignoro si esto le servirá de enojo o de alegría; pero me veo en la urgencia de repetirle que su caso no es singular. Voy a exponerle en dos palabras el proceso de su situación presente. Y si, aunque lo dudo, me equivoco, tal error no será otra cosa que la confirmación de la infalible regla.


Padece usted una de las dolencias más normales en el género humano: la necesidad de comunicarse con sus semejantes. Desde que comenzó a hablar, el hombre no ha encontrado nada más grato que una amistad capaz de escucharlo con interés, ya sea para el dolor como para la dicha. Ni aun el amor se iguala a este sentimiento. Hay quienes se conforman con un amigo. Existen aquellos a quienes no les bastan mil. Usted corresponde a los últimos, y en esa simple correspondencia se originan su desgracia y mi oficio.

Me atrevería a jurar que se inició usted refiriendo su conflicto amoroso a un amigo íntimo, y que éste lo escuchó atento hasta el fin y le ofreció las soluciones que creyó oportunas. Pero usted, y de aquí arranca el interminable encadenamiento, no consideró acertadas esas fórmulas. Si le propuso con firmeza cortar, como se dice, por lo sano, usted encontró más de un motivo para no dar por perdida la batalla; si, por el contrario, su consejo fue seguir el asedio hasta la conquista de la plaza, usted se inundó de pesimismo y lo vio todo negro y perdido. De ahí a buscar el remedio en otra persona apenas si hay algo más que un paso. ¿Cuántos dio usted?

Emprendió un esperanzado peregrinaje, hasta agotar su concurrida libreta de direcciones. Incluso trató (con éxito creciente) de entablar nuevas relaciones para apurar el tema. No es extraño que de pronto reparara en que el día tiene tan sólo veinticuatro horas, y en que esa desconsideración astronómica constituía un monstruoso factor en su contra. Fue preciso multiplicar los medios de locomoción y planear un horario de sutil exactitud. El uso metódico del teléfono vino en su auxilio y ensanchó, es cierto, sus posibilidades; pero este anticuado sistema todavía es un lujo, y el setenta por ciento de aquellos a quienes usted quiere mantener enterados carecen de esa dudosa ventaja.

No contento con los desvelos y el insomnio, principió usted a madrugar para ganar un tiempo cada vez más fugitivo e irreparable. El descuido de su aseo personal se hizo notorio: la barba le creció montaraz; sus pantalones, antes impecables, se vieron invadidos por las rodilleras, y un terco polvo gris cubrió de pesadumbre sus zapatos. Le pareció injusto, pero tuvo que aceptar el hecho de que, si bien usted madrugaba lleno de entusiasmo, escaseaban los amigos dispuestos a compartir esa vehemencia matinal. Así, ¿hay que decirlo?, ha llegado el momento ineludible en que usted es físicamente incapaz de conservar bien informado al amplio círculo de sus relaciones sociales.

Ese momento es también mi momento. Por una modesta suma mensual yo le ofrezco la solución más apropiada. Si usted la acepta—y puedo asegurar que lo hará porque no le queda otro remedio—relegará al olvido el incesante deambular, las rodilleras, el polvo, la barba, los fatigosos telefonemas.

En pocas palabras: estoy en condiciones de poner a su disposición una excelente radiodifusora especializada. Dispongo en la actualidad (por el sensible fallecimiento de un antiguo cliente afectado por la Reforma Agraria) de un cuarto de hora que si tomamos en cuenta lo avanzado de sus confidencias, sería más que suficiente para sostener a sus amistades ya no digamos al día, pero al minuto, de su apasionante caso.

Creo de más enumerar a usted las ventajas de mi método. Sin embargo, le insinuaré algunas.

1.a El efecto sedante sobre el sistema nervioso está garantizado desde el primer día.

2.a Discreción asegurada. Aun cuando su voz podrá ser recibida por cualquier sujeto poseedor de un aparato de radio, juzgo improbable que personas ajenas a su amistad quieran seguir una confidencia cuyos antecedentes desconocen. Así, se descarta toda posibilidad de curiosidad malsana.

3.a Muchos de sus amigos (que hoy escuchan con desgano la versión directa) se interesarán vivamente por la audición radiofónica con sólo que usted mencione en ella sus nombres en forma abierta o alusiva.

4.a Todos sus conocidos estarán informados al mismo tiempo de los mismos hechos. Circunstancia que evita celos y reclamaciones posteriores, pues solamente un descuido, o un azaroso desperfecto en el aparato propio, colocaría a alguno en desventaja respecto de los demás. Para eliminar esa contingencia deprimente cada programa se inicia con una breve sinopsis de lo narrado con anterioridad.

5.a El relato cobra mayor interés y variedad, y puede amenizarse, cuando así se considere oportuno, con ilustrativas selecciones de arias de ópera (no insistiré sobre la riqueza sentimental de las italianas) y trozos de los grandes maestros. Un fondo musical adecuado es obligatorio por reglamento. Además, una amplia discoteca, en la que se recogen hasta los más increíbles ruidos que el hombre y la naturaleza producen, está al servicio del suscriptor.

6.a El relator no ve la cara de los oyentes, lo que evita toda suerte de inhibiciones, tanto para él como para los que lo escuchan.

7.a Siendo la audición una vez al día y por un cuarto de hora, el confidente dispone de veintitrés horas y tres cuartos de hora adicionales para preparar sus textos, impidiendo así, en absoluto, contradicciones molestas y olvidos involuntarios:

8.a Si el relato alcanza éxito y al número de amigos y conocidos se suma una considerable cantidad de oyentes espontáneos, no es difícil encontrar casa patrocinadora, lo que une a las ventajas ya registradas cierta factible ganancia monetaria que, de ir creciendo, abriría las posibilidades de absorber las veinticuatro horas del día y convertir, así, una simple audición de quince minutos en un programa ininterrumpido de duración perpetua. Mi honestidad me obliga a confesar que hasta ahora no se ha producido este caso, pero ¿por qué no esperarlo de su talento?

Este es un mensaje de esperanza. Tenga fe. Por lo pronto, piense con fuerza en esto: el mundo está poblado de seres como usted. Sintonice su aparato receptor exactamente en los 1373 kilociclos, en la banda de 720 metros. A cualquier hora del día o de la noche, en invierno o en verano, con lluvia o con sol, podrá escuchar las voces más diversas e inesperadas, pero también más llenas de melancólica serenidad: la de un capitán que refiere, desde hace más de catorce años, cómo se hundió su barco bajo la aciaga tormenta sin que él se decidiera a compartir su suerte; la de una mujer minuciosa que extravió a su único hijo en la poblada noche de un 15 de septiembre; la de un delator atormentado por el remordimiento; la de un ex dictador centroamericano, la de un ventrílocuo. Todos contando interminablemente su historia, todos pidiendo compasión."



Hasta luego.

sábado, 25 de julio de 2015

Recordatorio - Terapia Guestalt

"Una rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa..."
(Fritz Perls)

¿Qué buscamos al acudir a psicoterapia? Quererse uno mismo y valorarse más. Ser más leal a uno mismo. Respetarse más. Llegar a ser un buen amigo de uno mismo y tratarse como tal. Tomar en serio a uno mismo. Confiar en uno mismo, en la vida y en Dios (con el nombre que sea).

Este video ofrece un excelente repaso de las vivencias y metas que seguimos durante un proceso de crecimiento y desarrollo personal como el que se puede vivir en psicoterapia. Me gustó mucho porque me recuerda el avance que he apreciado en mucha gente que decide llegar a ser una mejor persona, y también lo que he visto al seguir mi propio camino en ese mismo sentido. Espero les guste también:


Es un mensaje fuerte y para considerarlo con todo lo que implica a nivel muy personal, como dice mi buen amigo y colega Enrique Vázquez, que fue quien lo compartió. Y es precisamente en la profundidad de su mensaje donde radica la belleza y el atractivo de este video.

Hasta luego.