miércoles, 12 de septiembre de 2018

Memorias


Entretejes tus recuerdos
tu nostalgia y tus hubiera
para crear híbridos de historia
y cuento parecidos a la realidad
pero no es tu memoria la que manda
más bien recreas con nuevos sabores
las historias vividas
porque hay una necesidad menos profunda
que tiene que ver con tu aspiración
de formar parte de algo más grande
y al mismo tiempo tener identidad propia
porque eres dualidad y contradicción

Quieres ser reconocido dentro de una familia
un grupo de amigos o de compañeros
porque te han dicho que son iguales
o al menos se parecen mucho a ti

También quieres ser totalmente diferente
porque eso te da libertad y rompe esquemas
y te sientes orgulloso de aquel
niño-joven-adulto que fuiste
pero a veces en secreto
lamentas que pudiste ser mejor
y así queriendo tanto y tan poco
siempre y nomás a veces
es como le hace el hubiera
para traer tantas historias incomprobables
a la memoria de los que escuchan
y a la imaginación de quien las relata
para darle un poco de pan a su corazón

La verdadera memoria fluye
por cada poro en cada respiración
desde el interior de tu cuerpo
y solo tú que eres dueño de ese cuerpo
sabes lo que ha vivido
aunque no lo quieras recordar
tus achaques son memoria
igual que tu risa
tus olores tus voces tu llanto
tus gritos o tus movimientos
también tus silencios y tus gestos
tu dulce cansancio de un día productivo
o bien jugado
tu sensación de esperar a quien quieres
y cada uno de esos detalles
que la vida ha tatuado en tu ser físico
más adentro de tu piel
y también en tu epidermis es memoria
pero tus palabras no
tus palabras son hilos sueltos inconexos
que tratan de traducir instantes íntimos
en relatos colectivos
armando solo un menjurje
con tus recuerdos tu nostalgia y tus hubiera
menjurje que nos comemos
porque es lo que nos alcanza
cuando te escuchamos hablando
de todos esos recuerdos, de tu historia

¡Qué vida!


Hasta luego.

martes, 11 de septiembre de 2018

Psiqué te digo... de tus actitudes y tus emociones


No te gustan las personas diferentes, por eso buscas a la que coincide más con tus gustos, con tu forma de pensar, de vestir, o de cualquier otra cosa.

¿Te ha pasado?

De pronto te identificas con una persona en cuanto la conoces y te sientes bien a su lado, con su amistad. Y también te puede haber ocurrido con alguien que al principio pensaste era muy desagradable y cuando comenzaste a tratar a esa persona resultó que tenía una personalidad bastante agradable y hoy se entienden de maravilla.

Usualmente tú y casi todos juzgamos a la gente por sus rasgos más visibles, es decir por su apariencia física y sus actitudes, y por una rara deformación cultural a la que ya estamos acostumbrados, reaccionamos en contra de lo que nos parece una mala actitud con otra peor, iniciando así una escalada de rechazos y desprecios en la que siempre estaremos seguros de que esa otra persona es una "mala persona" y por eso nos seguiremos comportando así con ella... ¡claro! Con esas actitudes...

La vida es un espejo, y ciertamente un comportamiento sangrón, burlesco, prepotente o agresivo va a disparar reacciones similares en la demás gente. ¿Y las actitudes consideradas, amables, podrán despertar la misma respuesta en los demás? Sí, por supuesto, pero esa misma rara deformación cultural que nos hace reaccionar de inmediato ante las actitudes que nos desagradan, también nos hace muy lentos cuando se trata de aceptar a alguien que creemos "distinto"... (tal vez podríamos declararnos "incultos o analfabetas emocionales")

Y sin embargo, la mayoría de nosotros, tal vez tú también, nos decimos incluyentes y enemigos de los prejuicios, en tu mente puedes tener muy claros los conceptos de la igualdad y la aceptación del prójimo con todas sus diferencias, pero la discriminación va un paso más adelante que tus pensamientos. Si tu actitud de rechazo aparece espontáneamente y terminas actuando en contra de o que dices creer, es porque tu actitud está formada de emociones, y estas forman parte de tu organismo, son una respuesta automática a los estímulos del medio social en que te encuentras. Y son más honestas que tus ideas.

Esto no significa que tus emociones sean unas salvajes indomables, si son tuyas puedes usarlas a tu favor, solo necesitarás conocerlas, identificarlas y estar consciente de cómo se manifiestan para que te des cuenta de lo que estás expresando con tu comportamiento. Tal vez también entiendas por qué la gente que te conoce a veces te demuestra algunas actitudes que no te gustan.

En fin, estas son algunas formas en las que se puede manifestar tu emoción, recuerda que algunas son expansivas (te permiten expresarte más libremente) y otras son contractivas, es decir que encogen, estrechan, achican, reducen, disminuyen y acortan las posibilidades de expresión verbal y no verbal:


La envidia se manifiesta como ira.

El miedo se muestra como ansiedad o impaciencia exagerada en su búsqueda de seguridad.

La avaricia es el deseo constante de tener más que los demás (más dinero, más cosas, más conocimiento, más popularidad, más de todo) para mantener un estatus.

El asco es el rechazo supremo a un mundo o una persona que te parece sucia e imperfecta.

La tristeza aparece como nostalgia y ensimismamiento, y también es una forma de enojo reprimido.

La alegría es la plenitud espontánea y el entusiasmo.

El amor te lleva a la aceptación y gratitud.

Y así podemos continuar con todas la actitudes, descubriendo que a cada una le corresponde una, y a veces más de una emoción específica. No podrás controlar tus actitudes sin conocer tus emociones, y no podrás ser dueño de tus emociones si no estás en contacto con ellas, solo así las harás coincidir con tus pensamientos. Hazles caso. Y también hazle caso a las actitudes de los demás, pues detrás de cada actitud, incluso de la que más odias, hay una persona tratando de expresarse.

Hasta luego.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Psiqué te digo... del valor y el apego


Dice Silvio en su canción "Óleo de mujer con sombrero" que los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí nada más estancando en su cobardía a quien no se atrevió a tocar la puerta donde podría haber estado el amor. Yo coincido, sin embargo también en el lado opuesto hace falta valor para soltar a una persona cuando el amor se ha escondido en la rutina, en los malos entendidos, en las decepciones o la desconfianza. Entonces ese amor deja de ser una conexión real entre dos personas para convertirse en un apego: te sientes unido a alguien porque crees que necesitas a esa persona aunque la relación ya es tóxica y desgastante, tal vez para ambos y no solo para ti. 

El valor de reencontrarte contigo, de volver a disfrutar tu vida sin culpa y sin la sensación de tener que complacer a esa persona con tus actos.

El valor de recordar que tu vida vale tanto como la de esa persona a la que has dado un poder imaginario sobre ti.

El valor de creer, o más bien saber que puedes ir por la vida sin la compañía de esa persona y ambos van a poder continuar.

Encuentra tu valor y podrás soltar de la mejor manera, sin peleas ni discusiones enganchadoras, a esa persona que te impide ser tú, aunque a veces te haga sonreir.

Cuando encuentres tu valor y te atrevas a soltar te darás cuenta que en realidad esa persona nunca te impidió ser tú (no tiene ese poder), sino que fuiste tú quien decidió limitarse con la falsa idea, casi mágica, de que al negarte a ti mismo serías aceptado y valorado. No funciona así. Si con tus acciones le dices a una persona que decidiste aceptar que te humille y te menosprecie, es muy probable que lo haga y que tú te creas tu mentira actuando como alguien que en vez de merecer amor tiene que mendigarlo.

Rescata tu valor. Para ti. Y si es difícil hacerlo, busca a un profesional que te pueda apoyar.

Hasta luego.

domingo, 9 de septiembre de 2018

El miedo y la muerte



El miedo y la muerte son dos hermanos casi siempre no deseados ni aceptados que se mueven entre las sombras de tu conciencia queriendo ser reconocidos como una parte de ti, como si fueran hijos bastardos reclamando al padre o a la madre su abandono, entre más los ignoras más fuertes se vuelven sus señales para recordarte que existen y que son tuyos, en ocasiones te hacen pasar momentos de vergüenza, tristeza o ansiedad (todos de la misma familia), que son sus formas de gritar cuando de verdad sienten que los rechazas y sin embargo ahí están, la muerte atrás de tu hombro guiándote por la vida tal como la vio Carlos Castaneda y el miedo, ese miedo tan sincero escondido dentro de ti con la esperanza de que lo protejas tiene una forma pequeña como la infancia, como todo lo que no te gustó en tu niñez, aunque entonces parecía ser muy grande y tal vez por eso hoy aún no lo aceptas, pero el tiempo ya pasó y tu tamaño corporal, mental, moral y espiritual ahora es otro, ya eres mayor en todo y tu miedo se da cuenta más tú no. A veces no.

El miedo siempre ha querido avisarte cuando estás en riesgo o en peligro para que tomes buenas decisiones y se asusta cuando lo ignoras y te dejas ir al borde del precipicio emocional, laboral, familiar, económico o cualquiera que esté cerca de ti. Más se asusta, más grande se hace y más te desespera hasta que provoca el efecto contrario al que desea: tomas una decisión impulsiva para quitarte la ansiedad en lugar de darte un tiempo para hablar contigo acerca de los pros y contras de tu situación. Para dejar de alimentar a tu miedo es necesario dejar de prestarle tanta atención y simplemente aceptar que está ahí.

El mundo es de los valientes, dicen y dicen bien. Ser valiente no es lo mismo que ser impulsivo. Ser valiente es aceptar la compañía del miedo y con eso ampliar el horizonte de tu vida, reconociendo que hay oportunidades, ventajas y ganancias junto a los riesgos, peligros y dudas que encontrarás en el camino por cada una de tus edades hasta llegar al destino final que es la puerta de salida de tu historia en este mundo. Hasta allá llegan tus huellas y las de todos, no importa si creemos en la muerte o no. Aprovecha este día.


Hasta luego.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Psiqué te digo... de la juventud y la salud


Por fortuna. Sin embargo la forma de manifestar tu energía es diferente cuando hay juventud y cuando ya no la hay, y eso puede confundirse con una enfermedad. Cierto que entre más edad tengas también habrá más achaques, cambios de intereses y tal vez también de ritmo, aún así, la peor enfermedad se llama rendirse y puede afectarte a cualquier edad porque no depende de tu bienestar físico sino de tu voluntad.

Está bien caerse y volverse a levantar.

Está bien fracasar en tu relación de pareja y aún así desear amar y ser amado.

Está bien arriesgarte, no conseguir lo que deseabas y planear mejor la manera en que te vas a arriesgar la próxima ocasión.

Está bien sufrir una herida, raspadura o lesión jugando y tener que esperar hasta que te recuperes para volver a jugar.

Está bien llorar si te sientes mal hasta que puedas hablar de eso que te lastimó sin que te salgan las lágrimas.

Está bien equivocarse y aprender de tus errores, aunque a veces no entiendas a la primera y te vuelvas a equivocar. Está bien.

Está bien asumir el riesgo de vivir con todo lo que implica.

Lo que no está bien y por eso nos enferma, es rendirse. La persona sana tiene la firme voluntad de seguir adelante aún con miedo y dudas, y si persiste siempre encontrará su mejor camino. Confía en ti y en la gente que te apoya. Si eres joven usa el empuje de tu energía para avanzar, si eres mayor usa tu experiencia y todo lo aprendido para poder aprender más.

Libertad, confianza, respeto, compañía, compromiso, amor.

De eso está hecha la salud a cualquier edad.

Hasta luego.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

El sol murió otra vez



el sol murió otra vez
su único ojo cegado
por los oscuros párpados
de la noche que como siempre
dejó brillar su última brasa
en un guiño resplandeciente
al ras del horizonte
mientras yo esperaba
la nostálgica promesa
de su luz
como si la luz hiciera
de verdad la vida
y acabar pudiera
con tanta farsa
el sol murió otra vez
y sin embargo hay claridad
en cada esquina
que de tan obvia
no he querido ver
y aún si lo deseara
en la oscuridad las verdades
solo se pueden sentir
sentido sensación insensata
verdad que salta en silencio
si me escondo de lo que siento
y descreo lo que pienso
el farsante soy yo
el sol murió otra vez
por una noche
Dios salve al sol.




Hasta luego.

martes, 4 de septiembre de 2018

Psiqué te digo... de tu paradigma


Un paradigma es básicamente un modelo o patrón a seguir. En este sentido, también podemos decir que el paradigma es una forma específica de ver o de ser en el mundo. ¿Qué tan sano es romper tu paradigma? ¿Qué ventajas tiene enamorarte tanto de tu propia forma de ver el mundo que ya no quieres conocer otras?

Ningún extremo es sano, a medida que creces (en todos los sentidos del término) vas aprendiendo y recibiendo de la vida más experiencia y conocimiento, así que de una manera natural resulta que un día simplemente te das cuenta que ya cambiaste tu forma de ver y de ser en el mundo, porque los conocimientos previos ya no eran suficientes para entender el contexto en el que te desenvuelves y las relaciones en las que te desenvuelves. Tu línea básica de personalidad no va a cambiar, esa forma parte intrínseca de ti y por lo tanto, puede evolucionar contigo.

Sin embargo, tampoco es sano adoptar distintas filosofías de la vida y cambiar tu forma de ser en el mundo con mucha frecuencia, pues es muy probable que esto te impediría asimilar totalmente tu forma de estar en este mundo, con el riesgo de tener una pérdida de identidad y vivir queriendo imitar a aquellos que sí se han dado el tiempo de valorar su conocimiento de sí mismos y de su realidad.

Tu paradigma puede ser muy bueno, tal vez el mejor, y cuando eso ya no sea suficiente, anímate a cambiarlo por otro. A tu estilo, a tu ritmo, pero consciente de que necesitas cambiar esa capa de conocimientos apretada, por otra más cómoda y funcional.

Junto a ti, muchas otras personas también están decidiendo de manera consciente o inconsciente adoptar nuevas formas de pensar a su estilo de vida. A veces lo hacen de una forma tan sutil que no lo percibimos de inmediato, pero nos damos cuenta de que ya cambiaron. Y a veces lo hacemos antes que ellas mismas se den cuenta.

No somos los mismos, seguiremos cambiando.

Hasta luego.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Psiqué te digo... de volver la vida a tu favor



Decide cómo vas a afrontar las situaciones que la vida pone en tu camino, puedes verlas como un obstáculo o como una oportunidad, y si eliges esta última opción, entonces estás decidiendo seguir adelante y actuar, hacer algo. Cuando la situación que te preocupa se vuelve algo que te puede ayudar o que puede servirte como un medio para obtener algo más, deja de ser un obstáculo y se convierte en un recurso, algo útil que tú puedes utilizar o manejar y eso hace que la vida sea menos amenazante.

Hay situaciones que son en verdad difíciles, complicadas o dolorosas, como la pérdida de un ser querido, del trabajo o de un proyecto importante; una enfermedad grave en ti o en algún ser querido, un accidente. reprobar un examen importante, quedarte en silencio cuando tuviste la oportunidad de expresarte con quien debes expresarte... Cada situación, cosa o persona que hay en tu vida puede ser un recurso útil y valioso, aunque estando inmerso en la problemática no alcances a ver esto.

Convertir en un recurso tus dificultades o esas situaciones complicadas de la vida NO RESUELVE tu vida, pero te da la opción de manejarla. Por el contrario, decidir que tu vida está llena de obstáculos tampoco te ayudará a resolver tus dificultades, pero además te impedirá manejarlas y actuar sobre ellas.

¿Y si algo sale mal?. Sigue aprendiendo. La vida nunca se va a cansar de enseñarte.

Hasta luego.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Tu miedo, tu amigo



El miedo. La sensación en tu interior de que algo va a pasar en el exterior. El doble impulso simultáneo de moverte y al mismo tiempo paralizarte. El bloqueo que te impide hacer lo que ya tenías decidido hacer. Así es de contradictorio, y mientras te llenas la cabeza con un montón de desastres que podrían ocurrir con alguien o algo allá afuera, el verdadero desastre está ocurriendo en tu interior.

¿Has notado cuáles son los mensajes que te dices cuando aparece el miedo? Generalmente hay una sensación corporal, puede ser en el estómago, en el vientre, en el pecho o la garganta, y también hay quien percibe esa sensación en la nuca si su esquema de pensamiento es más elaborado, por no decir obsesivo:


1.   Justo en el momento en que aparece esa sensación ya conocida y hasta familiar, se dispara en tu interior una frase programada del tipo "¡ya valió!", que es como el botón de inicio que desencadena el miedo.
2.   Enseguida comienzan una serie de mensajes dirigidos a esa sensación, quejándote y prácticamente ordenándole que se detenga. Conclusión: Al final tus pensamientos están totalmente enfocados en la sensación corporal que anuncia al miedo y olvidas lo que querías hacer, y si te acuerdas ya es menos importante que la sensación del miedo en sí mismo.
3.   Entonces aparece el tercer grupo de mensajes, y dependiendo de tu carácter pueden ser de lamentos y autorreproches (como castigándote) o bien, de enojo y frustración (como castigando a los demás para dejar de poner atención en tu miedo).

Si te fijas, el miedo se hace más grande y más fuerte entre más atención le pongas. ¿Y cómo evitar que el miedo crezca hasta parecer más grande que tú? Bueno, una opción es dejar de pelear con él y comenzar a tratarlo como parte de ti, esto implica cambiar tus mensajes, y sobre todo estar consciente de que te los dices a ti y no al miedo o a otra gente. A fin de cuentas, el miedo es tuyo.

1.   Justo en el momento en que aparece esa sensación ya conocida y hasta familiar que anuncia al miedo, es cuando debes dejar de presionar el botón de inicio. Es decir, en vez de reaccionar diciendo “¡ya valió…!” habrá que cambiar el mensaje por uno de bienvenida, del tipo “¿Ya llegaste?, gracias por avisarme, yo me hago cargo”.
2.   Una vez que te acostumbras a reaccionar con un mensaje como el que se indica en el punto anterior, ya no hay necesidad de los mensajes del grupo 2 y 3.


No te exijas ni te regañes demasiado, cambiar un hábito no es algo que se pueda lograr en un día, y si comienzas a maltratarte tendrás el mismo resultado que tenías al enfocarte solo en el miedo. Tu miedo está ahí para avisarte de que hay un riesgo, agradécele por darte la alarma y dile con toda claridad que te acompañe, que tú te haces cargo y que no hay peligro. Incluso si algo no sale como esperabas, dile a tu miedo que está bien y que lo volverás a intentar.

Tal vez sea necesario un periodo de entrenamiento, de aceptación hasta creer que de verdad el miedo es tuyo, es parte de ti y por lo tanto, se pueden llevar bien. Si te ocurre algo así y quieres ayuda para salir de esta situación puedes buscar apoyo de un profesional, en ese caso yo soy una opción que te puede recibir con mucho gusto.


Hasta luego.