martes, 11 de septiembre de 2018

Psiqué te digo... de tus actitudes y tus emociones


No te gustan las personas diferentes, por eso buscas a la que coincide más con tus gustos, con tu forma de pensar, de vestir, o de cualquier otra cosa.

¿Te ha pasado?

De pronto te identificas con una persona en cuanto la conoces y te sientes bien a su lado, con su amistad. Y también te puede haber ocurrido con alguien que al principio pensaste era muy desagradable y cuando comenzaste a tratar a esa persona resultó que tenía una personalidad bastante agradable y hoy se entienden de maravilla.

Usualmente tú y casi todos juzgamos a la gente por sus rasgos más visibles, es decir por su apariencia física y sus actitudes, y por una rara deformación cultural a la que ya estamos acostumbrados, reaccionamos en contra de lo que nos parece una mala actitud con otra peor, iniciando así una escalada de rechazos y desprecios en la que siempre estaremos seguros de que esa otra persona es una "mala persona" y por eso nos seguiremos comportando así con ella... ¡claro! Con esas actitudes...

La vida es un espejo, y ciertamente un comportamiento sangrón, burlesco, prepotente o agresivo va a disparar reacciones similares en la demás gente. ¿Y las actitudes consideradas, amables, podrán despertar la misma respuesta en los demás? Sí, por supuesto, pero esa misma rara deformación cultural que nos hace reaccionar de inmediato ante las actitudes que nos desagradan, también nos hace muy lentos cuando se trata de aceptar a alguien que creemos "distinto"... (tal vez podríamos declararnos "incultos o analfabetas emocionales")

Y sin embargo, la mayoría de nosotros, tal vez tú también, nos decimos incluyentes y enemigos de los prejuicios, en tu mente puedes tener muy claros los conceptos de la igualdad y la aceptación del prójimo con todas sus diferencias, pero la discriminación va un paso más adelante que tus pensamientos. Si tu actitud de rechazo aparece espontáneamente y terminas actuando en contra de o que dices creer, es porque tu actitud está formada de emociones, y estas forman parte de tu organismo, son una respuesta automática a los estímulos del medio social en que te encuentras. Y son más honestas que tus ideas.

Esto no significa que tus emociones sean unas salvajes indomables, si son tuyas puedes usarlas a tu favor, solo necesitarás conocerlas, identificarlas y estar consciente de cómo se manifiestan para que te des cuenta de lo que estás expresando con tu comportamiento. Tal vez también entiendas por qué la gente que te conoce a veces te demuestra algunas actitudes que no te gustan.

En fin, estas son algunas formas en las que se puede manifestar tu emoción, recuerda que algunas son expansivas (te permiten expresarte más libremente) y otras son contractivas, es decir que encogen, estrechan, achican, reducen, disminuyen y acortan las posibilidades de expresión verbal y no verbal:


La envidia se manifiesta como ira.

El miedo se muestra como ansiedad o impaciencia exagerada en su búsqueda de seguridad.

La avaricia es el deseo constante de tener más que los demás (más dinero, más cosas, más conocimiento, más popularidad, más de todo) para mantener un estatus.

El asco es el rechazo supremo a un mundo o una persona que te parece sucia e imperfecta.

La tristeza aparece como nostalgia y ensimismamiento, y también es una forma de enojo reprimido.

La alegría es la plenitud espontánea y el entusiasmo.

El amor te lleva a la aceptación y gratitud.

Y así podemos continuar con todas la actitudes, descubriendo que a cada una le corresponde una, y a veces más de una emoción específica. No podrás controlar tus actitudes sin conocer tus emociones, y no podrás ser dueño de tus emociones si no estás en contacto con ellas, solo así las harás coincidir con tus pensamientos. Hazles caso. Y también hazle caso a las actitudes de los demás, pues detrás de cada actitud, incluso de la que más odias, hay una persona tratando de expresarse.

Hasta luego.

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