domingo, 28 de diciembre de 2014

México, 2014 - 2015

¡Feliz Año nuevo 2015!

- Parte 1- 

Envío mis sinceros deseos de bienestar y paz con la mejor de las intenciones para que cada uno de nosotros sea capaz de aportar un granito de arena en la tarea de construir felicidad. Durante este año que está por terminar he tenido la fortuna de conocer a mucha gente valiosa y reencontrar a otra buena cantidad de personas interesantes y queridas, muchas a través de las redes sociables y algunas de carne y hueso, también pude recorrer todo este tiempo acompañado de la gente que quiero, sobre todo mis hijos, mi Chinita y mi familia en general. Otra bendición que me acompañó durante este ciclo fue mi trabajo con todos sus retos y logros. Una bendición extra es saber que cuento con amistades de a deveras y otra más es tener salud y amor a la vida. Termino este año con mucho que agradecer en lo personal y con mucho que hacer para seguir avanzando y acercándome a la meta de ser una mejor persona. Les comparto mi agradecimiento y mi esperanza de que el próximo año nos permita superar nuevos retos y nos bendiga con nuevas y mejores oportunidades en todas las áreas de nuestras vidas.


Pero también hay otra realidad de la que formo parte, y si tú que estás leyendo eres mexicano, también la conoces. A esa parte dolorosa y vergonzosa que vivimos en el 2014 también le dedico un recuento, deseando de todo corazón que el próximo año no resulte tan lastimado como éste.

- Parte 2 -

¡Qué año tan ajetreado! ¡Cómo ha cambiado la percepción que tenemos de nuestro país! ¿Cómo es que hoy muchos jóvenes sueñan con dedicarse a vender drogas, prostituirse, matar personas o secuestrarlas con tal de “ganar” dinero rápido y fácil? ¿Cómo hemos llegado al extremo de permitir que nuestros gobernantes nos roben, encarezcan productos básicos y reduzcan garantías laborales que parecían imperdibles? La respuesta es sencilla y muy conocida: la corrupción y la impunidad se han vuelto “normales” en todas las esferas del gobierno. Lo más preocupante es que al volverse “normales”, pareciera que en los valores actuales todo está hecho para realizarse y disfrutarse de inmediato: internet, videojuegos, realidad virtual, narconegocios, influyentismo y la ilusión de que ser jóvenes y tener mucho dinero harán feliz a cualquiera, pero trabajar, comprometerse con alguien y tratar de vivir más o menos estables es mal visto, los políticos y los otros delincuentes organizados ven a quienes quieren esforzarse por ser honrados como carne de cañón. Por eso México duele y también duele hacer este recuento del año que se va.

Así estamos hoy. México es uno de esos lugares donde todo puede pasar gracias a la corrupción y la impunidad que imperan en nuestro país. La clase política sigue enriqueciéndose a costa del trabajo de los que dice representar, o sea robando, y no pasa nada. Se va esfumando el sueño de ser un país petrolero y no hay reservas de dinero porque todo, o casi todo se repartió entre esa misma clase política y otras mafias que se le fueron asociando al ver que ahí había dinero fácil; todavía antes de empezar este susto del petróleo devaluado se atrevieron a cambiar la Constitución para ofrecer los recursos petroleros de la nación al mejor postor. Se pagan votos con tarjetas, vales, tortas y hasta efectivo cuando no hay más. Se descubren casas y “negocios” de muchos millones y nos hacen creer que está bien, que eso es normal. Se licita la construcción de un tren a nivel internacional y después de tener un ganador se cancela la licitación sin mayores explicaciones. Se mata a jóvenes diciendo que su vida no importa porque “lo más seguro es que tenían nexos con el crimen”. Se encarece la gasolina a un ritmo constante hasta rebasar el 200% del valor que tenía antes de iniciar con la medida criminal de los “gasolinazos” (gracias a una inteligente propuesta de Calderón antes de ser Presidente), lo que a su vez encarece los precios de todo lo que debe ser transportado en vehículos que consumen gasolina. Se defiende a grupos de narcos y se criminaliza a los grupos de autodefensas atacándolos hasta desprestigiarlos y dividirlos. Se ataca, asesina y desaparece a estudiantes con apoyo de la policía y el ejército queriendo aparentar que todo fue obra de un presidente municipal corrupto y del crimen organizado. Se transmiten “noticias” tendenciosas que exaltan a quienes tienen el poder y califican de “malos” a todos los que no lo tienen. Se congelan los sueldos de la gente de a pie, la que sí trabaja, mientras la clase política sube sus sueldos a alturas injustificables y los precios también aumentan a un ritmo imparable. Se libera a criminales con parientes influyentes y se les declara inocentes, llegando a extremos de ilegalidad humillantes. Se desprecia la educación y la cultura.

La ética, ese accesorio descontinuado que se usaba antiguamente para respetar los valores y normas de la sociedad, está totalmente fuera de uso y hasta causa vergüenza en quien todavía la aplica en su vida. Cuando la corrupción sustituye a la ética y todos aceptamos eso, la sociedad se vuelve un zombie que se mueve y actúa por la inercia que llevaba simplemente de estar vivo, pero se va pudriendo por dentro y llegará el momento en que ya no se pueda mover. La corrupción hace que nos parezca normal todo lo que nos daña mientras le ocurra a otros y no a nosotros, pero después de un tiempo a todos nos toca tener cerca a un amigo, un familiar o un vecino que lleva mucho tiempo desempleado, o que fue “levantado” y nunca se volvió a saber de él, o que tuvo que cerrar su negocio porque no pudo con las extorsiones, o que se volvió delincuente porque ya no le alcanzaba para mantener a la familia, o que perdió a un ser querido por una “bala perdida” o un accidente relacionado con eso que llaman genéricamente “El crimen organizado” para hacernos entender que es algo sin remedio. Entonces la corrupción y la impunidad con todo su cinismo ya son algo que nos afecta a todos y que se está comiendo a sí misma, ya se les fue de las manos a quienes creían controlarlas y están tan metidos en ellas que ya no tienen en quien confiar: cualquiera de ellos (en nuestra clase política gobernante, para que no haya dudas) es capaz de traicionar y sabotear a sus propios amigos si le ofrecen una buena cantidad o un jugoso negocio. Dinero fácil, ¿qué importa cambiar de “amigos”?


Y en medio de este cochinero que vive México se escucha un grito cada vez más alto: ¡Fuera Peña Nieto! Ciertamente ese señor representa la punta del iceberg de la corrupción, pero el solo hecho de sacarlo de la Presidencia no garantiza que se arreglen las cosas: Basta recordar que al terminar el siglo XX ocurrió algo parecido, este mismo pueblo estaba harto del PRI y quería quitarlo del poder a costa de lo que fuera, y siguiendo la consigna de que cualquier cosa sería mejor llegó a la Presidencia el tristemente célebre Fox, que pasaría a la historia con no muy buenas referencias y que hizo, entre otras cosas, despidos masivos de burócratas, congelamiento de sueldos (excepto de quienes ganaban sueldazos), cayó en sospechosismos con la fuga del Chapo y otras muchas cosas que mejor ni recordar, como sus famosas frases “¿y yo por qué?” o “comes y te vas”, y después lo siguió Calderón y su estúpida “guerra contra el narco” en medio de varios escándalos de corrupción en las más altas esferas policíacas, militares y políticas.

La solución no es tan sencilla como quitar a Peña Nieto y que su lugar lo ocupe cualquiera. Está tan viciada nuestra clase política que ya no creemos en ningún partido, todos han demostrado no tener más interés que el suyo, su propio beneficio. La red de corrupción e impunidad está tan bien tejida que aún en el supuesto de que subiera al poder un tipo honesto, habría de convertirse en un corrupto al estilo de “La ley de Herodes” o moriría en el intento de seguir actuando con aquel accesorio llamado ética, que como ya dije está descontinuado en esos niveles. ¿Entonces?

La solución se plantea más difícil y requiere de constancia y unidad entre la gente, resistiendo los cañonazos de las televisoras que difaman y desprecian a todo aquel que busca un cambio pacífico fuera del cobijo del gobierno y resistiendo también a la tentación de fregar al prójimo a cambio de un pequeño “hueso” temporal o un dinerito extra: Se requiere cambiar a todo el sistema político corrompido y no solo al grupo de gentes que actualmente ostenta el poder y lo reparte con quien quiere. Se requiere modificar las leyes para garantizar mayores beneficios a los trabajadores, a los estudiantes, a los recursos naturales y también se requiere retomar la ética para aplicarla con seriedad. Mi mayor sueño o deseo para este próximo año es que eso pueda lograrse por las buenas y que alcancemos a vivir para contarlo, aunque es un sueño muy inocente, pues todos esos corruptos que viven bastante bien del presupuesto, el influyentismo y las alianzas con delincuentes nunca van a dejar su posición privilegiada por las buenas. Tienen “el poder”, y en lugar de soltarlo, lo van a usar contra “su pueblo” disponiendo de policías, guaruras, sicarios y soldados que también son asalariados, gente del pueblo que perdió sus raíces.

En medio de este entorno, insisto en enviar mis mejores deseos a todos y hago una invitación a que en este 2015 que está por iniciar rescatemos la ética para incorporarla a nuestra vida, y tal vez también podamos invitar a alguien más a hacerlo. No es cosa sencilla en la situación de nuestro país, pero es una decisión personal que puede aportar mucho a nuestros círculos familiares, laborales, académicos, amistosos y de cualquier tipo, sin negar la realidad. ¡Que sea un año de construir!


Hasta luego.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Cuento: El árbol de Navidad

"¿Por qué no te animas a poner otro árbol?"


Esta es la historia de un joven común y corriente, tal vez como tú o como yo. Tenía su trabajo, su casa, su auto, su grupo de amistades, su novia y pasaba su vida moviéndose entre esos círculos. Todo el año trabajaba excepto en sus vacaciones, cuando podía cambiar la rutina y hacer algo distinto, aunque siempre hacía lo mismo para romper su monotonía: salir a la playa que para colmo estaba llena en esas fechas. Iba al cine, a cenar y a veces a bailar acompañado de su novia. Se llevaba bien con sus padres, hermanos y hasta con sus primos pues desde chicos habían sido cercanos y se frecuentaban unos a otros. Se daba tiempo para ir con los amigos, para recibirlos o para contactarlos desde lejos (¡qué maravilla es la tecnología!), como fuera, este hombre no se sabía solo, sino en compañía permanente y eso le gustaba.

Todo el año era así. Bueno, casi todo, porque cuando se acercaba el fin de año, a medida que se iba acabando noviembre, iba dejando de ser el típico hombre promedio para convertirse en alguien especial, diferente a todos los demás, pues al anunciarse el fin del año tenía la oportunidad de lucir lo mejor que tenía: el árbol de Navidad más grande y más adornado de toda la ciudad. Durante 10 meses, su árbol reposaba resguardado en cajas de cartón bien selladas y acomodadas en una habitación de su casa, y en otra cantidad bastante grande de cajas, dormían su siesta los adornos de ese gran árbol, como osos hibernando hasta que regresara su tiempo de ser útiles.



Al llegar el frío que anunciaba el fin del año se despertaba el árbol, despertaban los adornos y despertaba también el entusiasmo desde adentro del pecho de su dueño. Era todo un ritual y muy emocionante además, abrir una por una las cajas y sacar cuidadosamente cada pieza del árbol, hasta completarlo todo. Después sacaba todas la otras caja y repetía la operación con los adornos, sacándolos y acomodándolos con la misma paciencia y dedicación que un santo debía dedicarle a sus oraciones. Cuando todas las piezas y adornos estaban fuera, empezaba la verdadera actividad, pues armar ese árbol gigantesco y colocar correctamente sus adornos le podía tomar fácil 3 días enteros, tiempo que dedicaba satisfecho y con una mezcla de gusto y orgullo que le encantaba saborear.

En esos días tenía más visitas que de costumbre, casi nunca estaba solo desde que empezaba a armar ese gran árbol, aunque también es justo decir que atendía muy bien a todo el que se acercara a su hogar y muy rara vez les permitía auxiliarle con el armado de su árbol o la distribución de sus adornos. Más bien les pedía, a quiénes fueran, que platicaran con él mientras él hacía ese trabajo, y les indicaba dónde sentarse. Y al final, una vez terminado el árbol y debidamente embellecido con todos sus adornos, también invitaba a la gente a su casa para que lo disfrutaran mientras veían una película, cenaban o conversaban. Y llegaban, cada uno en su turno: su novia, sus papás, sus amigos, sus vecinos, sus compañeros del trabajo, sus jefes, los amigos de sus amigos y muchas gentes más, algunos por aprecio y otros por la curiosidad de ver el árbol más grande de la ciudad.


Pero era muy difícil apreciar bien este árbol. Era tan grande que llenaba toda la sala de su casa, y eso que la casa medía 15 metros de alto y la sala llegaba hasta el techo, con esa altura. Uno llegaba a la sala donde estaba el gran árbol de Navidad y tenía que caminar de lado para poder entrar y para no tirar algún adorno por un desafortunado descuido. Enseguida tenía que pasar a una recámara contigua, unida a la sala por un gran arco descubierto desde donde se apreciaba el grueso tronco y un poco más del follaje, las hojas verdes brillantes, las luces que parecían gritar alegremente con su intermitente baile y muchos, muchos adornos. Pero era solo una pequeña parte, me parece que nadie había logrado observar el árbol completo. Hacia el lado de la calle la sala tenía un ventanal y desde ahí, asomándose por fuera, se podía apreciar otra buena parte del árbol con sus coloridos colguijes que con su bullicio sugerían un clima cálido, agradable y navideño, acompañado de sus juegos de luces infantiles, juguetonas, prendiendo y apagando todo el tiempo. Pero era solo una pequeña parte también.

Este misterio le daba un encanto extra al árbol, pues podía ser como cualquier gente se lo imaginara. Toda la temporada navideña estaba así la casa, brillante y adornada por dentro, y aunque por fuera no cambiaba, en su interior se veían las luces jugando y se insinuaba el árbol con toda su magnificencia. Al dueño del Gran Árbol le complacía saberse el centro de las miradas y de los comentarios, él decía que era modesto, pero también le regocijaba la envidia que provocaba en varias personas. Casi toda la temporada navideña la pasaba en su casa, atento a mantener su árbol en perfectas condiciones y a recibir a las inevitables visitas de ocasión. Se sentía muy orgulloso.



Después pasaba la Navidad. En las calles se podían ver algunos árboles secos agonizantes, arrojados a la basura por sus ex dueños. Otros adornos también eran desechos vistosos que ya habían cumplido su corta misión en una sociedad consumidora que derrocha y tira muchas cosas simplemente porque ya no son de temporada. Hay que ir al día, con la moda. Pero el dueño del Gran Árbol no convertía su orgullo en basura, ni desechaba toda la belleza que le había costado años reunir y organizar. Cuidadosamente volvía a separar cada adorno, luz y esfera; amorosamente desarmaba y acomodaba cada pieza de su árbol en el lugar correcto para guardar todo al final en sus respectivas cajas, dejándolo listo para reposar hasta el siguiente año. Mientras tanto, él se convertía de nuevo en la persona común y corriente que acostumbraba ser durante el año, y en esos meses la humildad y la modestia sí le salían naturales. Cada vez que encontraba algo que sirviera para mejorar su árbol, lo compraba y le hacía un lugarcito donde estuviera seguro hasta el próximo invierno.

Así era cada año. Así había sido desde hacía varios años.

Pero este año fue diferente: Cuando noviembre estaba por terminar nuestro hombre fue al cuarto donde guarda su árbol de Navidad, igual que siempre, pero no encontró nada. No había ni una sola de las cajas donde guardaba su árbol y el vacío le pegaba en la cara haciéndole doler el corazón. ¿Qué había pasado? ¿Quién se robó su árbol? Y comenzó a hilar sus ideas, revisando todas las conductas sospechosas de sus amigos y sus familiares durante el año... Por si acaso, también dio un repaso a las conductas de su novia, por si hubiera algo sospechoso en ella. Después buscó huellas o algún indicio que el ladrón hubiera dejado al llevarse su orgullo, pero no encontró nada. El coraje y la incredulidad no lo dejaban pensar, pero no quiso llamar a la policía, tal vez le daba más desconfianza involucrar ese tipo de personas en la investigación de algo tan valioso.



Mejor comenzó a indagar por su cuenta, primero fue con sus padres y hermanos a preguntarles si alguien había visto su árbol de Navidad, y estaba listo para reclamarles y decirles que ese tipo de bromas tan crueles no se deben hacer, pero ninguno de ellos sabía nada de su árbol, al contrario, todos en su familia se mostraban igual de asombrados e indignados que él.

Entonces fue con sus amigos, los más cercanos se mostraron sorprendidos porque sabían todo lo que ese árbol representaba para él, casi todos lo invitaron a pasar a sus casas para que pudiera constatar con sus propios ojos que ahí no estaba su árbol, y se ofrecieron a ayudarle a buscar. El dueño del Gran Árbol estaba tan confundido que no acertaba a hacer nada, así que aceptó la ayuda. La ciudad se llenó con la noticia: ¡El árbol de Navidad más grande de todos había desaparecido! Fue un problema difundir la foto en los medios de comunicación, pues en ninguna foto aparecía completo, pero de cualquier forma se dieron a conocer varias imágenes con la leyenda de "Se busca" y ofreciendo recompensa.



Se fue noviembre, y conforme fueron llegando los primeros días de diciembre, al dueño del Gran Árbol se le fueron yendo las ganas y el entusiasmo por encontrar su árbol. Comenzó a pensar que lo había perdido para siempre y esa idea lo iba poniendo triste. Entre más se arraigaba el pensamiento de que ya no vería a su amado árbol, más triste y desanimado se sentía. Pero además tenía otros sentimientos más confusos, pues no alcanzaba a entender por qué lo que más amaba, lo que más lo llenaba de orgullo simplemente había desaparecido sin que nadie supiera nada. ¿Qué estaría pasando ahora con su árbol? ¿Cómo lo tratarían?

Sus amigos trataban de animarlo, lo mismo hacían sus compañeros del trabajo y de la escuela, pero no había ningún argumento o palabra que lo pudiera consolar y su ánimo estaba cada día peor. Ese invierno no quería recibir visitas, le molestaba muchísimo tener que explicar a todo el que llegaba la misma historia y responder las mismas preguntas.



Un día, preocupados por su estado de ánimo y por su salud, sus papás y su novia le hicieron una pregunta con muchos rodeos, temerosos porque no sabían cómo iba a reaccionar: "¿Por qué no te animas a poner otro árbol?". Esa pregunta lo hizo reir, y al principio todos rieron juntos hasta que se dieron cuenta que esa no era una risa de gusto o jubilosa, sino unas carcajadas burlescas, sarcásticas. Para él ni siquiera existía la posibilidad de que su árbol pudiera ser sustituido por otro, él mismo había pasado años ensamblando partes de distintos árboles para armar el más grande de todos. Y si acaso hubiera un árbol igual o parecido debería ser carísimo y no podría pagarlo. Su árbol era distinto porque lo fue armando poco a poco, y así no se había notado en su bolsillo su valor real. Después de las risas volvió a quedar en silencio y ya no volvió a hablar en varios días.

Los días seguían avanzando al mismo ritmo de siempre: rapidísimo para los que disfrutan y exageradamente lento para los que sufren. Al dueño del Gran Árbol le parecía que cada día era una eternidad, pero no era así, cada vez que llegaba la noche le caía encima el peso de haber vivido otro día sin su orgullo. De pronto una voz, allá en lo más profundo de su desgano, lo invitó a ver su casa, recorrió con la mirada su sala, su cocina y otra pieza vacías de adornos pero llenas de frío y entonces se dio cuenta que nunca antes había podido mirar tan amplia su casa en estas fecha del año. ¿Y si hiciera caso a los consejos de su familia y su novia?



La idea se fue enraizando poco a poco, venciendo todas sus resistencias, todas sus burlas... Y un día invitó a su novia a salir a caminar por las calles, las plazas y las tiendas. Ella se alegró al verlo tan decidido y activo, hacía varios días que no lo veía tan animado. Pero el gusto le duró poco, después de recorrer 3 centros comerciales (su ciudad era pequeña) él se dio cuenta que ya no podría encontrar un árbol como el que quería, y ya no buscaba un árbol gigantesco como el que tuvo y todavía extrañaba tanto, pero había dejado ir muchos días y ahora la Navidad ya estaba muy próxima, así que en todos los lugares a los que acudían ya se habían agotado los árbolitos o les quedaban unos muy feos y maltratados. Siguieron buscando durante toda la tarde y terminaron en un café, tristeando y maldiciendo su suerte.

Al otro día era sábado, él se levantó temprano y llamó a su novia para invitarla nuevamente a salir y eso sí fue una sorpresa para ella, porque después de la decepción del día anterior no creía que él se atrevería a salir durante el resto del invierno, por lo menos. Pero él, por el contrario, quería salir, escapar, fugarse de esa ciudad y perderse en cualquier otro lugar. La ciudad lo hacía sentirse vacío y pensaba que estando en otra parte podría sentir algo distinto, pero después de medio día de vagar ya se había dado cuenta de que llevaba su vacío con él sin importar hasta donde fuera.



Ya no estaba deprimido, la tristeza se había retirado y dejó en su lugar al coraje, un enojo tan grande que parecía que en cualquier momento iba a estallar, pero escuchaba la voz de su novia, se refugiaba en su mirada serena y pensaba que si una persona tan llena de cualidades lo quería, significaba que él sí valía algo aunque hubiera perdido su árbol, el más grande de todos.

El hambre los llevó a un restaurante enclavado sobre una colina, a unos metros de la carretera. Era un lugar fresco, rodeado de árboles y con una vista impresionante, desde las mesas de la terraza se podía apreciar un gran valle cuesta abajo, allá a la distancia, y a un costado se apreciaba una montaña alta, muy grande teñida de azules y verdes con grandes espacios de un gris canoso. A los dos les encantó el lugar, ese aire rústico, la luz del sol muy clara y sin calor, el ruido del viento entre la colina y la montaña, la sensación de estar lejos de todo y la deliciosa comida crearon una atmósfera que les hizo olvidarse por algunos instantes de todo lo que había ocurrido antes. La magia duró varios minutos, en ese lapso recorrieron los alrededores del restaurante y al arreciar el frío regresaron al interior de la posada, que en realidad era una imponente cabaña de madera muy sólida, con algunos adornos y detalles regados como al descuido por aquí y por allá.



Afuera comenzó a caer una lluvia ligera, helada de tanto invierno, así que decidieron recorrer la cabaña para conocer sus curiosidades: por aquí algunos animales disecados, por allá unos cuadros con paisajes pintados seguramente por algún amigo o pariente aficionado a los pinceles, más a la orilla algunas plantas de ornato silvestres y un tanto estrafalarias, unos pocos pericos enjaulados con sus propios ruidos y allá cerca de la puerta (quién sabe por qué no lo vieron antes) estaba un árbol de Navidad que los impactó en cuanto lo descubrieron por su originalidad. No era el típico pinito navideño que todos acostumbramos a ver en todas partes durante diciembre, más bien era como un arbusto que tenía el tronco y las ramas blancas, unas cuantas hojas desparramadas y varios adornos y luces distribuidos con gracia a lo largo de todo su cuerpo. Se sentaron a su lado tomando un café caliente y comentando qué original se veía. 

Él ya no buscaba otro árbol, se había convencido de que ya no sería posible encontrar uno, pero ahora estaba aquí delante del árbol más distinto de todos los que había visto hasta entonces. No quería sustituir a su Gran Árbol, sabía que eso no es posible, pero sí quería llenar aunque fuera un poco el hueco que tenía en su vida, así fue como se animó a buscar al dueño del restaurante para investigar dónde lo había conseguido y resultó que era precisamente su hija quien preparaba y decoraba así los arbolitos para venderlos. Los muchachos se entusiasmaron y apresuradamente quisieron conocer a la creativa chica para comprarle uno de aquellos bellos y originales árboles. Pero enseguida se enteraron que ella no estaba, había terminado los árboles que tenía planeado hacer ese año y después de venderlos se regresó a su casa, en otro estado.



El árbol que adornaba aquel restaurante no estaba a la venta, era un regalo que la chica le había hecho a su padre para que la tuviera presente mientras ella estaba estudiando, y por eso entre el árbol, la chica y su padre había la promesa de no venderlo a ningún precio, por eso los novios ya no insistieron. Sin embargo, el señor supo ver en la mirada de aquellos jovencitos la sinceridad de los que saben valorarse y cuidarse, así que respetando la promesa hecha a su hija y el profundo deseo de darle un buen hogar al arbolito, lo regaló a esos novios que habían estado toda la tarde en su restaurante, pero sin los adornos; ellos prometieron regresar otro día y él señor, acostumbrado al entusiasmo mentiroso de los que se van con gusto, solamente asintió con una sonrisa. Tras ellos quedó el espacio vacío del lugar que ocupaba el arbolito, pero el señor no se puso triste, nada más pensó que cuando viniera su hija de nuevo le haría otro, tal vez más bonito aún y se fue a guardar los adornos.

Ya era muy noche cuando los novios se despidieron, él la dejó en su casa con unos besos para soñar y también se llevó unos de ella para el camino, junto con el árbol.



Al otro día se levantó muy temprano y bajó a la sala para acomodar su arbolito, lo puso en una esquina cerca de la ventana y sintió una mezcla de risa y tristeza al ver tan vacía su sala, pero enseguida se repuso y recordó que nada iba a sustituir a su Gran Árbol, así que era lógico que este nuevo arbolito fuera diferente. Pensando esto, retomó su propósito y se dirigió al cuarto donde tenía guardados todos los adornos que año tras año le ponía a su anterior árbol. Como en sus rituales de los años anteriores, sacó todas sus cajas de adornos, después sacó los adornos y los fue ordenando pacientemente en el piso de la sala y comenzó a tomarlos para adornar su arbolito, ese montón de ramas blancas salpicadas de verde 

La tarea que le tomaba hasta 3 días con su anterior árbol estaba terminada antes de que pasaran 2 horas, y todavía le sobraron la mayoría de sus adornos. Por primera vez se sentó en la sala de su casa y pudo ver completo, enterito a su árbol de Navidad. La sala se veía algo vacía con solamente una esquina adornada por aquel arbolito, así que se animó y decidió adornar toda la sala. Tenía bastante material y la adornó bastante bien, pero todavía le sobraron muchos adornos y continuó colocándolos en las recámaras, en la escalera, en el baño, en la cocina, en el patio y en todos los rincones hasta que toda la casa estaba adornada. Pero todavía le sobraron adornos, entonces salió a la calle, vio su fachada y le pareció que desentonaba con el interior de su casa, más tardó en pensar eso que ya estaba sacando todos los adornos que le quedaban para distribuirlos cuidadosamente por el frente de su vivienda hasta que quedó a su gusto y usó todos sus adornos.

Más tarde, cuando la noche estaba bajando del cielo, su novia llegó a buscarlo y se detuvo ante la casa antes de entrar para ver el espectáculo de luces y adornos que la invitaban a entrar. Ella también adornó su cara con una sonrisa y enseguida él la llevó a recorrer el interior de su casa, orgulloso y alegre. Venciendo la pena, fue recibiendo visitas de su familia y sus amigos, descubriendo con una grata sorpresa que todos lo trataban igual que siempre, con la única excepción de que ahora no tenían que quedarse afuera o arrinconarse en un huequito de la casa para platicar, pues ahora la casa entera podía ser usada y no solo admirada.

Desde que dejó de dedicar toda su atención, su tiempo y su dinero a una sola cosa, su casa y él mismo ya no tenían nada tan especial como había sido aquel árbol gigantesco, el más grande de todos, en cambio ahora lo mejor de él ya no estaba escondido dejando ver solamente una pequeña parte de lo que podría ser, sino que se compartía plenamente consigo mismo y con los demás. Por cierto, también se hizo más dueño de su espacio interior, pues al perder aquel árbol tan grande recuperó una recámara y al decidirse a compartir varios de los adornos extras, también recuperó la mayor parte de la otra recámara donde los guardaba... bueno, donde todavía los guarda. Su mundo se hizo más grande y aunque nadie se lo dijo, quienes lo conocían se dieron cuenta que ese día él recuperó su libertad.

Hasta luego.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Amar lo que tenemos ¡No existe la persona perfecta!

"La perfección mata. La sabiduría comete un error cada día"
(Anónimo)



Hay veces que sufres mucho porque no tienes a la persona perfecta, y es que en realidad no la vas a tener: La persona perfecta solo puede ser así si es como tú quieres y no como esa persona es.

Durante el noviazgo, cuando te enamoras de esa persona especial y ambos juran que estarán juntos para toda la eternidad, se esfuerzan tanto por darse gusto y aceptar a tu pareja que se perdonan todos esos pequeños detalles que no les gustan, es decir: Muestran su mejor cara y también es la que percibe tu "prenda amada". Esto resulta muy fácil porque en el noviazgo generalmente no nos vemos tanto, hay la esperanza de llegar a vivir juntos pero no hemos vivido la experiencia de compartir responsabilidades, así que todo parece perfecto.

También durante el noviazgo, o en los primeros días de haber iniciado una relación más profunda viviendo juntos, se empiezan a darnos cuenta de que algunas cosas de su pareja no les gustan, pero tal vez prefieran no decir nada para no causar problemas ni molestar a la pareja con “cosas sin importancia” En lugar de hablarlo, pensamos que “con el tiempo va a cambiar”. Incluso hay personas que están convencidas de que van a “educar” a su pareja.

Cosa más falsa: A nuestra pareja la educaron en su casa, con su familia y a nosotros, a cada uno, nos educaron también en nuestra familia, con valores, costumbres, tradiciones, y hasta estilos de hablar muy propios y que consideramos como “normales”. Si nuestra idea es aguantarle algunas cosas a la pareja porque después la vamos a convencer de cambiarlas, ¡olvídenlo! La gente no cambia: No cambiamos radicalmente, porque a la otra persona le resulta tan difícil renunciar a sus hábitos y valores como a uno mismo.

Además aquí hay una contradicción: Si dices que amas a una persona y la quieres cambiar, ¿cuál es la persona que amas realmente? ¿La que te imaginas que debería ser o la que tienes contigo?


Las parejas llegan a otra etapa en la que se dicen sus “verdades”, como si fuera una confesión empiezan a hablar de las cosas que no les gustan o que les molestan un poquito, desde los modales al comer, la manera de decir un chiste o de reir, hasta cosas más personales como las salidas con los amigos o la forma de ser de los parientes cercanos y lejanos. En esta etapa son muy comunes las promesas de “voy a cambiar” y las esperanzas de “es por su bien, después va a ver que yo tengo la razón”.

Así empieza una loca carrera amorosa, cada uno está convencido de que aporta lo mejor a la relación y cree que ambos ya llegaron a un acuerdo para eliminar de su convivencia todo lo que no les gusta. ¡Qué fácil! Las parejas que se casan con estas promesas de “voy a dejar de ser yo para darte gusto” vivirán con un sentimiento de haber sido traicionados, pues esta es una promesa muy difícil de cumplir.

"La perfección no se alcanza cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no hay nada más que quitar"
(Antoine de Saint-Exupéry)

Obviamente sí hay un cambio: al aceptar vivir con tu pareja las prioridades cambian, el tiempo que se dedicaba a las amistades, a mamá, a papá y a los hermanos cambia, y comienza un proceso de adaptación para conjugar lo que ambos traen de sus familias de origen y encontrar sus propios valores y estilos de relación. Pero esto se logra justamente aceptándose mutuamente y no esforzándose para que tu pareja haga lo que le dices, como se lo dices y cuando se lo dices.


Si nos convencemos de que nuestra pareja no nos quiere como nosotros queremos, será muy difícil reconocer las muestras de amor, aprecio, interés y apoyo que nos quieran dar. Hacerse cargo de sus gastos; aceptar al grupo de amigos de la pareja, apoyar y animar los proyectos de la pareja, llevar buena relación con las familia, acompañar, cuidar… Todo esto son muestras de amor y entrega real, pero se opacan ante la injusticia de “no ha cambiado todo lo que me dijo que iba a cambiar”.

SI te enojas frecuentemente porque las cosas no se hacen como tú dices, tal vez sea tiempo de revisar si no estás cayendo en este estilo de relación con tu pareja, o con tus hijos, o tus papás o con quien sea: "Te amo pero solo si haces lo que yo digo, como yo digo y cuando yo digo". Tal vez lo que quieres ya está hecho, pero no vale si no se esperaron a que tú lo pidieras.

Acepta a tu pareja como es. Acéptate tú como eres. Ama lo que tienes a la mano, a la persona que te acompaña por la vida y si encuentras la misma actitud en tu pareja con el paso del tiempo descubrirás que no encontraste a la persona perfecta, sino que fue evolucionando hasta llegar a serlo, igual que tú.

Claro que esto solo aplica cuando la pareja funciona con sus dos personas comprometidas: Si uno de los dos lastima o humilla, será más importante conservar la integridad y la dignidad que esforzarse en amar a quien no te valora. 


Hasta luego.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Los hijos crecen... ¿miedo?

Hace unos días escuché Radio BI a las 6:00 de la tarde, en el programa "Para vivir mejor", a la psicóloga gestalt e hidrocálida María Teresa Verdín hablando acerca de los hijos adolescentes y de algunas problemáticas que surgen en el ambiente familiar ante esta etapa. Me gustó mucho cómo manejó el tema de una manera sencilla, amigable y bien documentada. Me gustó tanto que aquí retomo ese tema y muchas de las ideas que ella expuso, con todo el respeto y el reconocimiento que me merece.


Si tienes hijos, tal vez te hayas dado cuenta que a veces nos da miedo de que crezcan o, por el contrario, quizás te cuestionas por qué no crecen más rápido para que hagan su propia vida. Uno de estos extremos guía la vocación de los padres, y será decisivo para que el futuro adolescente o adulto aprenda a desenvolverse en el mundo por sí mismo... o a no hacerlo.

Cuando no nos atrevemos a enfrentar la realidad de que los hijos están creciendo corremos el riesgo de aumentar el nivel de sobreprotección hasta convertirlo en un chantaje permanente para que los hijos no se atrevan a irse, y muchas veces no lo hacen, pues se siente culpables de abandonar a sus pobres padres, tan desvalidos. A los papás que tienen este miedo les encantó la infancia de sus niños, porque en aquellos días los hijos les hacían caso en todo, los idolatraban y los tomaban como modelos de lo mejor que hay en el mundo. Pero aunque no lo quieran, los hijos crecen y necesitan hacer su vida. Lo único que estarán logrando estos padres es transmitir sus miedos a sus hijos, creando lazos enfermizos disfrazados de afecto y amor filial.



Por el contrario, los papás que quieren seguir haciendo su vida como cuando eran solteros o por lo menos cuando no tenían hijos, estarán enviando señales desde edades muy tempranas para que sus hijos se atrevan a probar suerte en la vida y se animen a seguir su propio camino... aunque todavía no estén listos para ello.

Como ya sabemos, ningún extremo es bueno, lo ideal es encontrar el equilibrio en la vida, la mesura: Los hijos no pueden empezar bien su propia vida si son demasiado chicos, pero tampoco lo podrán hacer si quieren empezar demasiado grandes. Y no debemos tener dudas en esto:

Los chicos de preescolar, primaria o secundaria dependen de sus papás y necesitan estar cerca de ellos, aunque sean rebeldes y hasta groseros ocasionalmente, pues estos son síntomas normales de la confusión que viven en el proceso de llegar a encontrar su propio camino.

Los chicos de preparatoria o universidad, aquellos que ya rebasan los 15 años, están en la edad de explorar su responsabilidad y prepararse para construir su propia independencia.


"Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros."
(Sócrates, 470 AC - 399 AC)

Pero si tenemos hijos de 25 años (¡un cuarto de siglo!) o más y no asumen su rol de adulto, o no los dejamos hacerlo, debemos prestar atención y asumir que tenemos un problema en casa: A esta edad uno ya no está pensando si quiere ser adulto o no, porque ya se es adulto. Ya no es una opción aunque muchos jóvenes (y papás de jóvenes) se aferran a esta bonita ilusión y se privan de alcanzar su desarrollo. 

¿Qué están esperando? La vida sigue, no se detiene por nadie y será más difícil subirse a ella y seguirle el ritmo entre más tiempo pase sin aceptar su condición de adultos, de seres autosuficientes o interdependientes. Pero si no abren los ojos a tiempo, tanto los papás como los hijos podrían quedarse esperando toda la vida... ¿a qué? a que se vayan los miedos. Pero hay malas noticias: Los miedos se van cuando actuamos, pero se quedan y se hacen más grandes cuando estamos inmóviles.



Muchos miedos están bien fundados y son razonables, los chicos pueden salir lastimados, perderse en alguna adicción o resultar en un embarazo prematuro, entre otros riesgos reales. Para ayudarles a pasar exitosamente la experiencia de la adolescencia y entenderlos, la Psic. propone prestar atención a estos 4 miedos comunes de los papás:

Miedo 1 - Los chicos pasan de la dependencia a la independencia en todos los terrenos de su vida: Empiezan a ir solos a la escuela y a las reuniones o fiestas, tratan de ganar su propio dinero trabajando, quieren hacer sus propias cosas y dejar de imitar exactamente lo que hacen mamá y/o papá. Es la edad en que los padres dicen con frecuencia "pero si era tan buen niño o niña". Y lo más probable es que lo sigan siendo, pero ahora pelean por descubrir su manera de hacer las cosas y por encontrar lo que realmente les gusta hacer, en algunos casos se apegarán a lo que hacen sus padres, pero ya no por imitación o admiración a ellos, sino porque tienen un interés propio en esas actividades. 

En otras ocasiones encontrarán actividades y ocupaciones muy distintas a lo que acostumbraban hacer en familia, y si las disfrutan y no causan conflictos con los valores familiares será una salida sana (artes, deportes, excursiones, oficios...). Incluso hay ocasiones en que esas actividades pueden causar conflicto a la familia, pero si realizarlas no implica que alguien saldrá lastimado o perjudicado, no hay razón para impedir que se dedique a eso.

"La vida no debería echarlo a uno de la niñez sin antes conseguirle un buen puesto en la juventud".
(Miguelito)

Miedo 2 - Los chicos también viven una fuerte dualidad y se debaten entre la compañía y la soledad. Tan pronto rechazan a los adultos que siempre han querido, como los vuelven a buscar con más cariño y respeto que antes. A veces parece un comportamiento caprichoso, juguetón o chantajista. En realidad es la expresión de las confusiones que vive el adolescente al descubrir su propio espacio íntimo y querer vivirlo al máximo pero también compartirlo. 

A muchos papás les preocupa y les asusta que sus hijos o hijas se vayan a aislar y se vuelvan antisociales, pero recordemos que en esta edad de cambios y justo en el conflicto de saber en quién se puede confiar realmente, los jóvenes adolescentes prefieren la compañía y el contacto de sus iguales, es decir, de otros jóvenes más que de sus papás y otros adultos. Esto no significa que le hayan perdido el respeto y el valor a esos adultos: los siguen queriendo y respetando tanto o más que antes, pero
necesitan reafirmar sus opiniones y confrontar sus ideas con otros iguales. Si tu hijo o hija adolescente tiene amistades entonces no hay que preocuparse de que llegue a aislarse. Habrá que ocuparse más bien de saber quiénes son esas amistades y qué le aportan, pero de una manera amigable y no invasiva. Después de todo, esas amistades son las personas más importantes e influyentes en su vida.

Miedo 3 - Los chicos y las chicas se vuelven conscientes de su sexualidad. Esto no significa que forzosamente empiecen a tener una vida sexual activa, pero sí es más obvia la atracción erótica hacia otras personas y el interés específico en relacionarse con una en especial. El erotismo y la curiosidad también se dirigen hacia su propio cuerpo, que está cambiando y tomando forma y tono más de adulto, despertando oleadas de hormonas que provocarán también cambios en el estado de ánimo, y en la relación con los papás. 

Lo ideal es que los papás manejen el tema de la sexualidad con sus hijos en un clima de confianza y apertura, pero si los mismos padres (o uno de ellos) tienen dudas o conflictos respecto a su sexualidad, o si vivieron experiencias difíciles con su sexualidad en algún momento de su vida, tal vez les convenga pedir ayuda terapéutica para ayudarse a sí mismos y para poder acompañar a su hijo en esa etapa de descubrimientos. La sexualidad va más allá del placer físico y la atracción hacia otra persona, implica las maneras de desenvolverse en el mundo, de saberse aceptados o rechazados, de sentirse dueños de sus decisiones y gustos.



Miedo 4 - Los chicos y chicas buscan asumir una responsabilidad, saberse útiles le da un sentido de seguridad a su existencia y al mismo tiempo les permite sentirse más libres. Por fin tienen la oportunidad de demostrarse a sí mismos que son capaces de hacer algo y de ganar su propio dinero. Ambas cosas se resumen en que se convierten en personas productivas, y éste es el primer paso para llegar a ser en el futuro adultos autosuficientes e interdependientes.


"Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta."
(Aristóteles)

Al leer esto tal vez te identifiques con una situación específica, de cualquier manera no te preocupes demasiado: La vida da opciones y la mayoría de las veces hay que seguir la intuición para seguir el camino más conveniente, claro que la pura intuición no basta y por lo mismo será importante plantear todas las dudas y comentarios que haya, en cualquier área de la vida, usando los ingredientes básicos del amor:

Comunicación, confianza, respeto, contacto y compromiso.

Si eres padre o madre de familia, confía en tus hijos, transmíteles ese sentimiento y a cambio, ellos te permitirán seguirlos acompañando en el camino de la vida, a su estilo. Si eres hijo o hija, te hago la misma recomendación: confía en tus padres y a cambio podrás ir por la vida sin miedo a la soledad, porque nunca estarás solo o sola.

Hasta luego.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Tarea

"Construir felicidad y compartirla con quienes podamos".


Algunos pacientes me han dicho, después de comentar sus avances, que esperan que yo sea con mi familia tal como soy con ellos en el consultorio. Otros, unos pocos, me han dicho además que me quieren dejar una tarea para tener siempre presente que llevo conmigo el propósito de ser una mejor persona con la gente que quiero y "para que vea lo que se siente".


Ya sé lo que se siente. He ido y seguiré yendo a ayudarme cuantas veces sea necesario (muchas gracias maestrísimo Javier Castañeda), y es justo decir que me da mucho gusto recibir esta retroalimentación tan honesta en algunas gentes que se acercan a mi. Si les gusta lo que les ofrezco y me desean lo mismo, me comprometo a aplicarme con más ganas; y si me dejan tareas con propuestas creativas igual que hago yo con ellos, me parece que estamos haciendo un trato justo, pues ambos compartimos lo que tenemos.

Eso sí: Jamás podré ser con mi familia como soy en el consultorio, afortunadamente tengo la voluntad de mostrarme como soy y convivir como esposo, padre, hermano, hijo o amigo. Sería muy cansado para mí (y mucho peor para los demás) si todo el tiempo estuviera interpretando o "terapiando" a quienes están a mi alrededor (con todo y eso, hay personas que tratan de "no ser ellas" cuando saben que hay un psicólogo cerca). 


Pensándolo bien, de las cosas que hago y recomiendo en el consultorio hay una que sí trato de llevar siempre conmigo para usarla lo más que pueda: Aceptarme y aceptar a los demás tal como son.

Hasta luego.

martes, 18 de noviembre de 2014

Amar o aguantar

"Los hombres han inventado la vida en sociedad porque les es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismos."
(Schopenhauer)


Hace unos días escribí acerca de la importancia de tener, además de amor, valor en nuestras relaciones. Y después se me vinieron a la memoria algunas parejas que no han renunciado a su relación durante años y años de estarse peleando, humillando, insultando, exhibiéndose mutuamente o, simplemente, ignorándose. Entonces pensé que es necesario hacer una aclaración obvia pero también útil (eso espero):

Una relación que dura mucho no es necesariamente una sana relación. Las personas que prefieren vivir sintiéndose mal en lugar de enfrentarse a la vida sin esa mala compañía, están viviendo una relación enfermiza.  Aunque ya lo había mencionado en alguna ocasión, vale la pena repetir esto: Aguantar a una persona no es amarla. Si amas a alguien no tienes que aguantar su presencia, sino disfrutarla y aprovecharla para que ambos aprendan y crezcan en una sana compañía.

"No se necesita mucho valor para aguantar. Se necesita mucho valor para soltarse y dejar ir."
(Anónimo)

Así que no nos engañemos: No digas que estás con una persona por valor ni porque eres valiente, cuando es todo lo contrario: Si vives inconforme por tener que aguantar a la gente con la vives, hay que reconocer que estás ahí porque no te animas a enfrentar su enojo, su decepción, sus rencores, sus reclamos o sus malos tratos. Estás ahí porque te da miedo enfrentar la vida a solas (en realidad cada uno enfrenta su propia vida siempre, pero es bonito tener la ilusión de que otra persona la enfrenta junto a uno, aunque sea limitándonos o menospreciándonos). 


En algunos casos es posible que en realidad haya amor en esa relación donde las personas se lastiman y se dañan la autoestima mutuamente. Pero sigue venciendo el miedo y solamente podrá haber amor y valor cuando se atrevan a enfrentar sus problemas. Si no pueden hacerlo solos hay que pedir ayuda profesional y para eso estamos los terapeutas familiares y de pareja, o el profesionista que te inspire más confianza. 

Lo importante es dejar de vivir aguantando y pensando que "un día van a ver...", porque mientras no llegue ese día, seguiremos viviendo con limitaciones, con miedo y con frustración, porque no es posible tener una vida emocional limitada sin que esto afecte al resto de nuestra existencia.

Por último, una breve reflexión: Si dos personas viven quejándose mutuamente sin terminar su relación, entre ellas existe una especie de sociedad en la que una está dispuesta a abusar y hacer el papel de "mala" y la otra está dispuesta a aceptar el abuso todo el tiempo que sea necesario.

Hasta luego.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Amor, valor y cobardía

"La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí. 
Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar."
(Silvio Rodríguez)



Para amar se necesita valor. Los amores cobardes no pueden durar. Si tú eres de las personas que piensan que amar es nada más sentirse bien, entonces lo que buscas no es amor, sería suficiente tener un amante para sentir pura pasión; o una persona tan cuidadosa como una madre para que te proteja y te haga sentir siempre seguro y bien cuidado; también pudiera ser una compañía para las fiestas y eventos y así pasársela bien. Si se enoja te puedes pelear e irte. Si no te hace caso puedes desquitarte ignorando a esa persona. Si te aburres puedes echarle la culpa y empezar a salir con alguien más.


Pero si lo que quieres es comprometerte con el amor, entonces hay que estar listo para sentirse bien y además para resolver algunos conflictos, porque las relaciones sanas están vivas y van cambiando conforme van creciendo los que están en ella. Enojos, reclamos, malentendidos, suposiciones, deseos, enfermedades, cambios de trabajo y tantas otras cosas que ocurren durante la vida de una pareja, le dan sabor e interés a permanecer en ese proyecto de vida.

Los amores valientes se unen para enfrentar esas dificultades que van apareciendo en toda la extensión de la palabra amor, y van construyendo su felicidad de esa manera, porque cada reto superado les permite saber que son capaces de hacer y lograr más de lo que creían.


Los amores cobardes no enfrentan, se paralizan y se quedan pensando. Simplemente se van distanciando hasta disolver la relación como si no pasara nada, o por el contrario, explotan con los problemas más pequeños e insignificantes y eso les da pretexto para acabar rápido con la relación.

Si estás convencido de que el amor es solamente pasárselo bien, lo más probable es que salgas huyendo cada vez que se presenta un problema con tu pareja y que te acostumbres a relaciones fugaces para no comprometerte mucho, porque si no sufrirías mucho. Por el contrario, si está convencido de que el amor son puros problemas y nada de paz, tú serás quien explota, se enoja e inicia los pleitos para justificar que no te animas a mantener una relación, porque se sufre.

Entre las peores consecuencias de un amor cobarde está la sensación de haber fracasado y cargar con muchos "hubieras", porque muchos de los miedos que hay en la vida de pareja son puras suposiciones: que si te va a engañar, que si piensa más en otra persona, que si se va a morir y me voy a quedar solo, que si le hace más caso a su mamá, que si me vio feo, que si me critica demasiado. Es algo muy parecido a tenerle miedo a los fantasmas, un amor cobarde se detiene cuando se imagina tantas cosas en lugar de confirmar si son reales o no...

El amor no es suficiente para mantener una relación y hacerla crecer, hace falta el valor para tomarse en serio uno mismo y animarse a ir por la vida acompañado como dicen: "en las buenas y en las malas", entonces no se sufre sino que se aprende de las dificultades al irlas venciendo en compañía de la persona que quieres y te quiere.

Hasta luego.

martes, 4 de noviembre de 2014

Mundo e hijos "reloaded" - NO a los sermones

"¿Tú, qué has hecho con el miedo de tus hijos?"
Margarita Guerra


Hace algunas semanas la página "Mundo e Hijos", hermana de este blog que fue engendrada por mi querida amiga y colega Magui y que sigue siendo alimentada y coordinada por ella, cumplió su primer año y lo festejó cambiando de vida: Al inicio, en su etapa "bebé", fue una página de facebook con mucha aceptación, bastantes visitas y suficientes "me gusta" como para motivarse a seguir adelante con más ganas. Ahora, permaneciendo aún dentro de facebook, entra de lleno a una nueva etapa como página web.

Es decir que ahora "Mundo e hijos" es en realidad dos mundos: El sociable y escurridizo facebook, donde todo transcurre muy rápido y se vuelve difícil atrapar o conservar una idea por la velocidad a la que cambian sus contenidos, y además el portal de Internet donde es posible encontrar y consultar todos los temas que Magui ha seleccionado cuidadosamente a lo largo de todos estos meses.

La ruta es http://mundoehijos.com/ y si les interesa entender más a los pequeños (hijos, alumnos, sobrinos, o lo que sean) y tener tips para saber cómo tratarlos (y también cómo tratar a los grandes de la familia), esta página radicada en Guadalajara, Jalisco, es la indicada.

Como dije al principio, este blog y "Mundo e Hijos" son hermanos, así que allá también encontrarán algunos escritos que originalmente estuvieron en este espacio y aquí comenzarán a ver algunos textos que Magui ha publicado en su propio mundo... e hijos.

En esta ocasión reproduzco su escrito "NO A LOS SERMONES, SÍ A LAS PREGUNTAS", que además de haberme gustado mucho, le da continuidad a dos ideas publicadas previamente aquí:


Hace unos días un colega y amigo Heriberto Membrila escribió en su blog “Adultos regañones” yo lo compartí el domingo 16 de Marzo (http://mundoehijos.com/2014/03/) y me gustaría seguir por esta línea que a muchos papás les llamó la atención y ayudó a que cayeran algunos veintes. Esta semana compartiré con ustedes una propuesta para dejar de ser adultos regañones. A esta propuesta yo le llamo NO A LOS SERMONES, SI A LAS PREGUNTAS y creo que también va a complementar el escrito de este mismo amigo “Dos preguntas antes de dormir” del 9 de Febrero 2014.

Los sermones no son la mejor alternativa porque se convierten en el desahogo de la frustración por la conducta inadecuada del chico y ponemos en práctica lo que aprendimos de niños… los regaños y/o los golpes.

¿Qué se dice en un regaño? (Radiografía de un regaño)

- La conducta que estuvo mal.
– Todo lo que pudo pasar, (Pedirle que se imagine lo que hubiera pasado si… y lo que no hubiera pasado sino…).
– Preguntarle porque lo hizo… obvio sin espacio a respuesta pues es más bien un reclamo (¿Cómo se te ocurre?, ¿en qué cabeza cabe?, ¿Pues qué no piensas?
– Decirle TODO lo que perderá por tan reprochable conducta y como el enojo es mucho pues lo que se antoja que pierda es exagerado (No saldrás a la calle dos meses!!, No jugaras en el X-box seis meses!!, etc.) o tal vez se considere que unos golpes no vendrían mal, (también).
– En este espacio del regaño también entra la narración del padre o madre de la infancia devastadora que tuvo y la forma en que la supero, con lo cual “se supone” que el chico regañado entrará en consciencia de “todo” lo que tiene y no lo valora y aparte se porta muy mal.
– Ocasionalmente, (ésta es opcional) el chico tendrá que escuchar la narrativa (al estilo adulto) que se hace para diferentes personas del suceso reprochable, al papá, la tía, abuelita y/o vecina. Que seguramente verán al chico con ojos de “que poca… te pasaste…. muuuy mal”.

Les quiero preguntar, si analizamos esta radiografía de un regaño… ¿De verdad creemos que le puede servir a alguien? Pensando que somos adultos y que alguien con mucha autoridad se acerca a nosotros con actitud de mucho enojo y nos dice algo parecido a lo anterior, ¿Nos ayudaría a aprender?, ¿Respetaríamos más a esa persona que se dice ser autoridad?, ¿Cómo respetar y escuchar a alguien que no se detiene a escuchar argumentos y analizar la situación?, ¿Cómo respetar y escuchar a alguien que juzga y sólo busca descargar su impotencia por su incompetencia para educar?


NO A LOS SERMONES, SI A LAS PREGUNTAS…
La estrategia de realizar preguntas no es nueva, la usó Sócrates y la llamó mayéutica que proviene del griego μαιευτικη que significa “dar a luz”, le da este nombre pues su madre era comadrona y él tenía la ideología que el saber era dar a luz un nuevo conocimiento. Es una técnica que consiste en interrogar a una persona para hacer que llegue al conocimiento a través de sus propias conclusiones y no a través de un conocimiento aprendido por otra persona. La idea es que la verdad está oculta en el interior de uno mismo.

Los sermones no funcionan porque NO son aprendizajes que el chico adquirió, son aprendizajes y conclusiones y vivencias del padre o madre que sermonean y esto no le ayuda a nadie. La idea es que los adultos ayudemos a los niños o adolescentes a pensar en sus conductas y sus repercusiones para que pueden generar alternativas, soluciones y compromisos. 
Es muy probable que si tú decides cambiar los sermones por preguntas te encuentres con un problema muy frecuente… EL SILENCIO de tu hijo, recuerda que has acostumbrado a tu chico a callar y de un momento a otro le das la palabra y lo llevas a pensar y esto implica asumir responsabilidades y compromisos y no es cómodo (es probable que se resista y se escude en un NO SÉ o SILENCIO).
Te sugiero que no violentes la plática. Sólo hazle saber que es una plática pendiente y que le darás tiempo razonable para que piense en la pregunta que le hiciste y que además tienes otras más y que te gustaría conocer su opinión. De tal manera que cambias la jugada y lo llevas a pensar en sus conductas, (para tu hijo es más cómodo escuchar tu sermón, que ponerse a pensar y reflexionar en su conducta).
Ante una conducta determinada, no importa cuál sea, es importante que le preguntes…

– ¿Qué piensas de lo que paso?, es probable que el chic@ conteste “pues que está bien” o “pues que está mal”… por lo que la siguiente pregunta deberá ser… ¿Por qué?, como padre te interesa investigas sus razonamientos e investigar qué fue lo que lo llevó a tomar las decisiones que tomó.
– Hasta este punto el chico tal vez,  ha dicho lo que  saben que tienen que decir… por lo que las siguientes preguntas podrían ser: Suponiendo que yo no me diera cuenta de tu conducta… ¿Estaría bien?…. Pensando en que te comportas igual fuera de la escuela, ¿Cómo crees que te iría? PUES MAL, TENDRÍA PROBLEMAS CON OTRAS PERSONAS ¿Qué vas a hacer para cambiar esto?, NO SÉ… Pues piénsalo y me lo dices más tarde, ¿Me gustaría saber cómo te puedo ayudar y yo voy a PENSAR (no en base al enojo), las consecuencias por esta conducta.

Esto es una sugerencia de preguntas por una conducta inadecuada. Hay situaciones en las que se puede inducir una respuesta, pero partimos de que los chicos DE CUALQUIER EDAD tiene las respuestas a las preguntas y saben lo que necesitan para que las conductas inadecuadas no se vuelvan a presentar.

Con los niños desde tres años, podemos aplicar preguntas… ¿Qué hiciste… que piensas de lo que hiciste?… Como te sientes?… porque crees que está bien o mal?…que hiciste que estuvo mal?, que pudiste hacer diferente?, Si vuelve a pasar… que vas a hacer?… que aprendes?… Si lo vuelves a hacer ¿Qué crees que voy a hacer yo?… ¿Cómo crees que se va a sentir o que me voy a sentir…?

En fin, como se pueden dar cuenta hay muchas preguntas que llevarán a los niños a darse cuenta de…. los alcances de su conducta, de cómo la pueden evitar, de las personas que salieron perjudicadas, de las opciones que tienen para evitar que vuelva a pasar, etc. ¿No es acaso todo esto lo que esperamos que aprendan nuestros hijos?, ¿Les gustaría que con el paso del tiempo ellos solos razonarán todas estas preguntas, sin tenernos a un lado realizándoselas?, Es decir ,que las aprendan y las hagan suyas y les ayuden a discernir en un problema y tomar decisiones… Este es el objetivo de preguntar. Lograr que tengan consciencia de sus actos, de las repercusiones y de las consecuencias, así como de los aprendizajes que les generó dicha vivencia.
Lo más probable es que en muy poco tiempo de que tu estés implementando este sistema, tu relación con tu hijo cambie, es muy probable que sea más cordial, menos tirante y que frente a eventos desagradables, él ya tenga razonamientos y respuestas a preguntas que ni siquiera le has realizado… es decir que tu hijo solo te brinde un razonamiento de lo que hizo mal y cómo lo va a cambiar. ¿No me crees?…. Pues te invito a que lo intentes y me compartas tus vivencias… Este es el resultado personal y de muchos papás que se han atrevido a emplearlo, tu puedes ser uno más de ellos.
Esta propuesta tal vez tiene algunos inconvenientes…


INCONVENIENTES
– No es fácil guiar con preguntas… Es más fácil el sermón.
– Reclama un grado importante de auto-control, razonamiento y paciencia.
– Tendrás que buscar alternativas de desahogo.
– Tienes que invertir tiempo en pensar en las preguntas y escuchar el discurso de tu hijo.

Alguna vez un adolescente que iba a ser regañado por su padre y empezaba con su historia de infancia (Pintaba para ser un sermón laaargo)… Y el adolescente le dijo… “Si, si, ya se que sufriste mucho de niño y en tus tiempo era diferente”… Efectivamente los adultos ya tuvimos nuestras vivencias y aprendizajes, nos toca acompañarlos en las suyas y ayudarlos a reflexionar para que no tarden tanto en aprender.

Para terminar con este tema NO A LOS SERMONES, SI A LAS PREGUNTAS, les comparto este escrito que me pareció muy interesante y que creo que continúa con esta idea de preguntar antes que regañar o castigar. En este documento la profesora nos muestra una forma de generar empatía, por lo tanto de incrementar la inteligencia emocional, espero que les agrade.

No le enseñes a tus hijos a decir “LO SIENTO”.

La profesora de pre-escolar Ann Hardesty McKinley comparte su método para enseñarle empatía a sus preescolares. Los niños a esa edad no entienden las palabras “lo siento”, ella nos dice, “entonces, les enseño lo que lo siento significa”.

Yo soy la peculiar profesora de pre-escolar que no obliga a los niños a decir “lo siento” cuando lastiman a un compañero con palabras o acciones. Lo que si hago, es que le pregunten a su compañero, “estas bien?” Algunas veces la respuesta es “Si”, pero la mayoría de las veces es “No”. Después les digo que vayan y pregunten: “Que puedo hacer para que te sientas mejor”, en ese momento, les hago sugerencias de que hacer: “Necesitas ayuda para reconstruir tu torre de bloques? Necesitas un abrazo? Una toalla de papel mojada haría sentir mejor el dolor de ese golpe? Quieres que te deje solo?”. Se que esto funciona porque pasamos por estas situaciones en otoño, y en la primavera cuando algún chico se cae en el parque juegos, otros niños corren hasta donde esta el y le preguntan: “Estas bien? Que puedo hacer para que te sientas mejor?”.
El fondo de esto es que no estamos buscando culpables, estamos marcando la diferencia.
Me parece que con esta propuesta estaremos evitando los clásicos “me perdonas o lo siento” en automático en los que es evidente que los niños cumplen con el requisito exigido por el adulto, pero no cubren con el requisito de aprender y enmendar el error.

Ayudemos a nuestros peques a reflexionar, analizar y responsabilizarse gracias a SUS reflexiones.

Psic. Margarita Guerra 3338429604