miércoles, 20 de septiembre de 2017

Yiyo está en el orfanato (Cuento)

"...le encantaba sentir que le ayudaban por el puro gusto de ayudar..."
(hemebe)

Yiyo se sienta en una banquita a la sombra de un árbol viendo cómo llegan los papás y los tíos para llevarse a sus niños. Regados en las demás bancas y en los pasillos hay muchos niños más, todos muy limpios y arreglados para salir, hoy no se ve a ningún pequeño jugando ni corriendo, porque tienen miedo de ensuciarse. Es el fin de semana en que los papás o familiares pueden venir a ver a su niño y algunos de estos hasta pueden salir e irse a pasar unos días en casa para regresar el lunes todavía con su carita de ilusión a platicar, casi presumir, su aventura fuera del orfanato. Algunos otros no salen pero ven a su familia y pasan con ellos la tarde.

Yiyo mira el desfile de adultos que salen con un niño de la mano mientras la tarde se va y después él también se va pero hacia adentro pensando que no importa tanto, porque al cabo que siempre se queda algún otro niño y tienen todos los juegos para ellos solos. Esta vez se quedaron 3 niños, con él ya son 4 y más tarde, cuando se hayan apagado las luces, se juntarán en el dormitorio a platicar sus cosas en voz baja como cómplices que son, porque esa noche los cuatro son “quedados”.

Al siguiente lunes me platica cómo estuvo su fin de semana, como hace siempre, y lo que más me gusta es que siempre que me cuenta cómo estuvo su tarde del viernes esperando ver llegar a su tía, se le iluminan los ojitos y sonríe con mucha alegría diciendo “¡Esta vez casi llegó! De veras, algo le pasó y no pudo, pero casi llegó…”.

Yiyo tiene un álbum de fotos muy bien cuidado, de todas sus páginas, las primeras 4 lo muestran como bebé rodeado de otras caras sonrientes en una casa muy iluminada, “Ella es mi mamá y el de la camisa azul es mi papá” dice, “yo no los conocí, cuando mi mamá murió mi papá se fue a trabajar bien duro para mantenerme, que porque un hombre no puede criar solo a un niño. Y se fue”. En otra foto una chica lo tiene abrazado, “es mi tía, es hermana de mi mamá y con ella estuve hasta que cumplí 6 años… es muy buena y me trataba muy bien”.

Luego se acaba el recreo y regresamos al salón, a las clases. En el salón casi no platico con él, me junto con Juan y Francisco el “Gringo”, que le dicen así porque tiene los ojos azules. Nos conocemos desde hace mucho tiempo porque somos vecinos. Nosotros no vivimos aquí, solamente nos dejan venir a la escuela y cuando terminan las clases nos vamos a la casa a comer y a hacer otras cosas. Es lo normal. Salimos y nos vamos, caminamos media hora o más hasta que cada quién se queda en su casa. Yiyo siempre se queda en el orfanato porque ahí vive, esa es su casa.

Un día, cuando mi hermana me estaba ayudando a hacer la tarea, le conté que existía Yiyo y que vivía en el orfanato y también le dije que él siempre esperaba que su tía fuera a verlo y que hasta ahorita nunca había ido por él, ni siquiera a visitarlo. Mi hermana no me quería creer, pero cuando vio que era cierto me dio un paquetito de dulces de los que mi mamá vendía en su fonda y me encargó que se los diera a Yiyo. Al otro día, en el recreo le di sus dulces y Yiyo nada más se comió uno y guardó todos los demás, ¡ni siquiera me convidó uno!

Otro día Yiyo me preguntó por mi hermana y yo le pregunté que cuál hermana porque tengo tres. A Yiyo le dio mucho gusto saber que yo tenía más hermanas y me preguntó que si todas eran iguales a la que le dio los dulces. Después de pensarlo un rato no encontré mucha diferencia entre mis hermanas y le dije que sí, que eran iguales. Les mandó saludos a todas y me dijo que le gustaría conocerlas. Cuando le conté a mi hermana, ella me prestó un álbum de fotos que todavía no estaba lleno y me dijo que se lo mostrara pero con mucho cuidado de no perder ni una foto ¡y que no se diera cuenta mi mamá! Al siguiente día nos pasamos todo el recreo viendo el álbum. Mi familia es grande, en las fotos donde estamos todos los hermanos y hermanas parece que ahí está una pandilla completa y eso era algo que Yiyo no podía entender. Decía que yo debería ser muy feliz con tanta gente de mi propia familia alrededor. Y yo pensaba que “Pues sí, claro. ¿Por qué se le ocurren esas cosas?”

Una tarde Yiyo nos alcanzó cuando iba con mis amigos a la puerta de salida y me preguntó si lo podía llevar conmigo. No le vi mayor problema y le pedí que nos acompañara, pero él me recordó que era interno y no podía salir más que acompañado de un adulto de su familia y con autorización del director, “¿Y entonces? ¿Qué hacemos?”. Yiyo ya tenía un plan, le pidió a Juan y al Gringo que se llevaran mi mochila y que se esperaran en la esquina del orfanato pero en la banqueta de enfrente, y a mí me pidió que lo acompañara porque sabía cómo salir a escondidas pero le daba miedo ir solo, así que me fui con él. El orfanato era un lugar muy grande, con unos campos llenos de pasto y árboles que me gustaban mucho; en un extremo de ese pedazo de campo estaba la escuela, la iglesia, el auditorio y los juegos, al otro lado del campo estaba el edificio de los dormitorios, a donde nunca me metí porque según lo que decían, si entrabas ahí te tenías que quedar a vivir con los niños internados, ¡no manchen! Eso me asustaba. Total que alrededor de todo el orfanato había una reja de alambre, y casi en la esquina opuesta al camino que nos llevaba a casa, había un agujero grandísimo disimulado con unos arbustos. Pasamos como si fuera una puerta, nos aseguramos que las plantas cubrieran ese pasadizo y comenzamos a correr a donde estaban Juan y Gringo esperándonos.

La primera vez que llegó Yiyo a la casa fue como una fiesta. Mis hermanas estaban preparando lonches de jamón, de salchicha, de huevo y de frijoles para vender a la hora de la cena, y le dieron a Yiyo el más grande y sabroso de todos, con su refresco ¡a mí no me dejaban tomar refresco entre semana! Pero ese día sí tomamos todos, y a cada hermano que iba entrando yo le decía “mira, él es Yiyo” y lo saludaban como si ya lo conocieran acariciándole los cachetes o diciéndole algo chistoso. Estábamos felices. A las siete Yiyo se levantó asustado y dijo que ya se tenía que ir porque a las 8:00 pasaban lista antes de cenar y el orfanato estaba muy lejos, le dije que yo lo acompañaba y mi hermano mayor decidió ayudarnos llevándonos en su bicicleta “¡qué lujo!” pensó Yiyo. Y todavía más, mi hermana salió con un muñeco grandote de “Topo Yiyo” que tenía desde hacía mucho tiempo y se lo regaló a Yiyo diciéndole “se parece a ti, llévatelo”. En la bici no tardamos mucho en llegar, Yiyo se metió corriendo y nosotros regresamos a casa callados pero contentos.

Esa fue la primera, después hubo muchas veces más. 2 o 3 veces por semana Yiyo llegaba conmigo a la casa y aunque no siempre le daban su lonche sí comíamos algo y jugábamos, pero lo que más le gustaba era sentarse a hacer la tarea porque mi hermana se sentaba con nosotros a ayudarnos. A Yiyo le encantaba sentir que le ayudaban por el puro gusto de ayudar. Los días que Yiyo iba a la casa mi hermano nos esperaba afuera de la escuela en su bici. Era un campeón de la bicicleta: llegó a pasear a 5 niños al mismo tiempo sin que ninguno se cayera, y sin cansarse.

Nunca nos visitó durante un fin de semana, los lunes yo le platicaba lo que habíamos hecho en mi casa o con mi abuelita y Yiyo se emocionaba como si hubiera estado ahí. De repente, muy de vez en cuando, me platicaba que su tía no había ido por él.

Sería mayo o junio, ya casi para terminar el año, cuando mi papá nos dijo que nos íbamos a cambiar de casa a una colonia alejada de nuestros rumbos y que íbamos a estar mejor. La idea no me entusiasmó mucho, ¿para qué cambiarnos de casa? Yo aquí vivía muy a gusto, tenía mis amigos, salía a jugar, iba a la escuela… ¿Qué me hacía falta? ¡Nada!

El siguiente domingo mi hermano mayor me pidió que lo acompañara y salí con él. Esta vez no fuimos en su bici, tomamos un camión y nos fuimos sentados. Yo casi nunca me subía a un camión porque no tenía ningún lugar a dónde ir, así que iba contento y emocionado, era como una aventura ir solo con mi hermano viendo las casas, los parques, los carros, la gente ¡esas ventanas parecían una tele! Se veía de todo asomándose por ellas. Al final nos bajamos frente a un parque muy grande y lleno de plantas y árboles. Me gustó y seguí a mi hermano caminando por fuera de este parque, lo fuimos rodeando y de pronto se detuvo y yo junto a él. Me mostró una casa blanca con adornos rojos y ventanas muy grandes y me dijo con orgullo “aquí vamos a vivir”. ¡Qué hermosa casa! Nada que ver con el techo de lámina y la sala con un gran hueco en vez de ventana que había en la casa donde estábamos viviendo todavía… ¡esta sí era una casa! Y con ese parque tan grande enfrente ya no hubo duda: era urgente mudarnos a esta casa.

Regresando a mi casa comenté con mis hermanos más chicos de la casa imaginándomela como un palacio por dentro, ya que solamente conocí la fachada. Mis hermanos más chicos estaban igual de emocionados que yo y los mayores, un poco más tranquilos, también estaban contentos porque ese cambio de casa significaba cambiar nuestra forma de vernos a nosotros mismos, aunque en ese momento no lo entendíamos así, simplemente nos gustaba y punto.

En el recreo del lunes siguiente Yiyo y yo estuvimos platicando, le platiqué muy gustoso acerca de la nueva casa. Esta vez yo era el que tenía los ojitos brillantes y la sonrisa con esa esperanza que dice “¡ya casi!”, estaba tan feliz que no me di cuenta que Yiyo nada más me escuchaba sin hablar ni decirme nada. Y aunque me hubiera dado cuenta creo que hubiera seguido diciéndole lo emocionado que estaba con ese cambio. Cuando se acabó el recreo, antes de regresar al salón, Yiyo se animó a preguntarme “¿y está lejos tu nueva casa?” “¡Huy, sí! Ni siquiera sé cómo llegar, pero ya que sepa te digo, ¿va?”. Yiyo no dijo nada, seguramente pensó “¿Para qué? Si está lejos no voy a alcanzar a ir y venir en el rato que puedo salirme en la tarde”.

Las semanas que faltaban para que terminara el año fueron muy raras, a mí me parecía que el tiempo avanzaba muy, muy lento y Yiyo al revés, decía que se le estaban yendo muy rápido los días. Iba más seguido a la casa, casi todos los días, pero ya no jugaba tanto como antes. Prefería platicar con nosotros, a veces con todos y a veces de a uno por uno. Mi mamá siempre estaba en la cocina y él se sentaba junto a ella a preguntarle cosas secretas de sus comidas, de su familia y de sus recuerdos. Cundo se arriesgaba más se quedaba casi hasta las ocho para platicar un rato con mi papá, y mi papá siempre tenía una palabra cariñosa para él. Después lo llevábamos al orfanato y él ya no corría hacia el comedor como antes, se quedaba parado muy serio viéndonos hasta que llegábamos a la esquina o hasta que los carros que pasaban por la calle nos impedían vernos. Lo queríamos.

Se acabó la escuela y dejé de ir, el orfanato daba vacaciones a los niños que tenían la suerte de ser recogidos por sus familias y a los externos como yo. De vez en cuando íbamos a ver a Yiyo, a veces nada más mi hermano mayor y yo, a veces con alguien más. En cada visita programábamos la siguiente porque en aquellos días no había celulares para ponernos de acuerdo desde lejos. Él también se escapaba cuando podía y llegaba de sorpresa a la casa, se quedaba un buen rato y después lo llevábamos. Mi casa se veía distinta, muchas cosas ya no estaban a la vista porque las teníamos guardadas en cajas de cartón y en bolsas muy grandes. Así estuvimos hasta que un día le avisamos que el viernes de esa semana nos mudaríamos. Yiyo se echó a llorar y se sentó en la sala hecho bolita, no supimos qué hacer y ahí lo dejamos hasta que mi mamá llegó y le ayudó a levantarse para llevarlo a la cocina y darle de cenar. Platicaron, hablaron mucho rato no sé de qué, ninguno de los dos me contó.

La siguiente vez que fue con nosotros Yiyo llevaba su álbum de fotos con sus 4 páginas llenas, se las enseñó a mi mamá y a todos, nosotros le mostramos fotos nuestras, lo dejamos escoger las que quisiera y lo vimos acomodar con mucho cuidado sus fotos en las hojas vacías. Cuando se fue ya tenía más de la mitad de su álbum llena de imágenes. También llevaba fotos de nuestra gata y del perro.

Yiyo dijo que ya no lo íbamos a ver, que no quería vernos partir. El viernes se quedó en el orfanato haciendo sus quehaceres y mirando las fotos de su álbum. Toda la mañana estuvo imaginando cómo estaríamos guardando nuestras cosas y dejando vacía la casa, eso lo ponía muy triste y aunque trataba de distraerse no podía dejar de preguntarse si nos estaríamos acordando de él.

Prácticamente no había nada en la casa, a mí me agarró un poquito de nostalgia cuando vi los cuartos solos de muebles y gente, pero antes de ponerme triste escuché a mis hermanos gritando muy contentos y saludando a Yiyo, que siempre sí se animó a venir, cuando me asomé afuera, mi papá lo estaba abrazando y Yiyo levantaba en su mano derecha el juguete de Topo Yiyo que le había regalado mi hermana aquel primer día que se vieron, después vi que también traía su álbum de fotos. Se quedó a ayudarnos mientras cada uno le escribía algo en su álbum y en su muñeco. Antes de irnos mi hermano iba a bajar su bici para llevarlo pero Yiyo no quiso, quería estar ahí cuando el camión de la mudanza saliera y se llevara a su familia amiga. Nos despedimos muchas veces, no podíamos terminar hasta que mi papá dijo muy serio que ya era la hora, así que nos dimos un abrazo y nos prometimos que nos volveríamos a ver.

Mi última imagen de Yiyo es la de un niño llorando de pie frente a la casa vacía, con un Topo Yiyo de juguete en una mano y un librito de fotos en la otra, no lo vimos moverse de ahí y durante el viaje íbamos tristes, pensando cómo estaría él en su camino de regreso al orfanato. Pero al llegar a la nueva casa se nos olvidó.

Por las noches a veces me ponía muy triste acordándome de Yiyo. Lo peor es que en la nueva casa también hubo otros cambios, por ejemplo mi hermano empezó a trabajar y no tenía tiempo para llevarme al orfanato. Empezó el cuarto año y entré a una escuela cerca de mi casa, ahí no había internos, todos los niños salíamos y nos íbamos cada quien con su familia gritando y jugando. Y eso me hacía acordarme más de Yiyo. Apenas entonces empecé a entender lo solo que él estaba allá internado, y me daban muchas ganas de ir a verlo. Pero no fui.

Habrían pasado 10 años tal vez cuando me detuvo a la salida de mi trabajo un chavo que estaba parado junto a su bicicleta y al verme me gritó por mi nombre, yo me sorprendí porque no lo reconocía aunque me veía con su cara sonriente, con barba y unos brillantes ojos azules, entonces se presentó todavía riendo “soy el Gringo, ya vi que no te acuerdas de mí”. ¡El Gringo! Uf, ¡cuánto tiempo y cuántos recuerdos!, me platicó que Yiyo siguió escapándose del orfanato durante un tiempo y llegaba a la casa abandonada donde antes viví con mi familia, que a veces él y Juan salían y estaban un rato con él y que después los desalojaron y derribaron las casas para hacer un centro comercial. Según él, si yo voy a ese centro debo ubicar la sección frutas y verduras, porque ahí es donde estaban nuestras casas. A partir de ahí le perdió la pista al Yiyo, pero me contó que hace 3 años empezó a trabajar y que se hizo el propósito de regalar algo a los niños del orfanato cada fin de año, para la Navidad, y desde el primer año volvió a encontrar a Yiyo ahí adentro.


No debe haber internos de 18 años o más, pues se supone que los preparan para que salgan a hacer su vida, pero en una de sus escapadas a Yiyo lo atropelló un carro en la Av. Tepeyac y le fue muy mal. Estuvo mucho tiempo en un hospital sin que nadie lo buscara, en el orfanato pensaron que se había escapado y no se imaginaban que se hubiera accidentado. Pero llegó un día en que pudo hablar y fue así como pudo regresar al orfanato, nada más que no puede caminar. Gringo se calló un momento, yo estaba sollozando y creo que le pareció prudente dejarme sacar eso antes de seguir. Después me dijo muy serio “Tiene su muñeco de Topo Yiyo y sus fotos en su cuarto, pregunta por ti cada vez que lo vemos, porque han ido otros amigos de nuestra generación. ¿Quieres ir a verlo?”. ¡Por supuesto que quería ir a verlo! Ahora no tenía la excusa de que no tenía quién me llevara, el tiempo me había enseñado a moverme solo y ahí estaba Gringo sonriente y diciendo con tranquilidad “La verdad es que Yiyo no quería salir de ahí, estaba muy a gusto como interno. Cuando quieras vamos, o vas tú solo. Yiyo está en el orfanato”.

Hasta luego.

jueves, 31 de agosto de 2017

El mejor regalo




Todos tenemos a alguien que queremos: Pareja, hijos, padres, hermanos, amigos o quienes sean, y cuando recordamos a estas personas deseamos que estén bien donde quiera que se encuentren porque la distancia, sea mucha o poca, no elimina el cariño sino que multiplica los deseos de que nuestra gente esté bien. ¿Y si la vida nos diera la oportunidad de darle el mejor regalo posible a toda esa gente que queremos y que es importante para nosotros?

Cuando nuestra gente está bien, uno también está tranquilo y en paz. Pero basta con que una sola de las personas que amamos esté mal para que automáticamente uno también esté triste, preocupado, impotente, angustiado o enojado.

Y la gente que queremos se puede enfermar, o sufrir un accidente, o tener problemas con su pareja, o estar por perder el trabajo… 

Hay muchas formas de estar mal. Pero también hay muchas formas de estar bien: eso debemos tenerlo presente.

Seguramente la gente que amas también te quiere a ti y está contenta cuando sabe que estás bien, obviamente se preocupa y pierde la tranquilidad cuando sabe que estás mal. Por eso el mejor regalo que le puedes dar a la gente que amas es quererte más: 


Amarte a ti mismo hace que te aceptes tal como eres, eso provoca que también aceptes la vida y así puedes avanzar con una actitud más agradecida y positiva. 

Amarte a ti mismo hace que te cuides y te hagas más caso, y eso se refleja también en tu trato hacia los demás.

Amarte a ti mismo te libera y también libera a los demás de la necesidad de demostrarte siempre que te quieren para que no te vayas a sentir mal.

Amarte a ti mismo es el mejor regalo para ti y para la gente que quieres, te hace sentir bien y si te sientes bien puedes compartir bienestar, ¿es éste un pensamiento egoísta? ¡Claro que no! Si quieres ver a tu gente contenta, feliz y satisfecha de sí misma, regálale el ejemplo de amarse uno mismo. 

No es difícil: Si eres creyente sabrás que Dios  (con cualquier nombre que lo llames) te acepta y te ama tal como eres, así que a ti y a cada uno de nosotros solamente nos toca hacer lo mismo.

Espero te animes y disfrutes este regalo, la gente que amas también lo hará.

Hasta luego.

lunes, 28 de agosto de 2017

Prioridades

"Es tiempo de enfocarse en lo que realmente es importante para ti... Y solo tú sabes qué es"
(hemebe)

De vez en cuando necesitamos detenernos un momento para comprobar si nuestra vida va por el rumbo correcto y saber si de verdad tenemos claras nuestras prioridades.

Éste es un ejercicio personal, cada quien debe tener muy claras cuáles son las prioridades en su vida y también cada quién decide qué va a hacer para atender sus prioridades: Lo más importante que hay en su existencia.


¿Cuáles son tus prioridades? ¿Tus hijos? ¿Tus padres? ¿Tu trabajo? ¿Tu casa? ¿Tu carro? ¿Ahorrar? ¿Una fecha? ¿Tu salud? ¿Tu fé? ¿Tu pareja? ¿Tu libertad? ¿Hablar con alguien? ¿Ir a algún lugar? ¿Qué es lo más importante en tu vida?

Si hace 5 o 10 años te respondiste esta pregunta es hora de volverte a preguntar, porque ya no eres la misma persona de aquella época. Aún cuando es posible que sigas teniendo una misma prioridad durante todo el tiempo que sigas vivo (por ejemplo tu salud o tus hijos), muchas de las cosas que te parecen importantes en una etapa de tu vida, después pueden no ser tan prioritarias aunque sí sean necesarias.

Tus prioridades te interesan, por eso les dedicas tiempo, piensas mucho en ellas, usas tus recursos materiales, emocionales y económicos para alcanzarlas, tu vida se ve afectada si no les haces caso... ¿Cuáles son tus prioridades?

Si identificas una, dos, tres o más prioridades en tu vida actual, enfócate en ellas y en premio lograrás sentir una emoción que es prioritaria para cada uno de los que habitamos este planeta: felicidad. Para todos nosotros es importante construir y disfrutar buenos momentos de felicidad, y lo mejor es que podemos hacerlo acompañados y también solos.


¿Y si no descubres tu prioridad? ¿Si no encuentras en tu vida algo que sea tan importante como para motivarte a actuar? Mucho cuidado: si no te enfocas en tus prioridades terminarás enfocándote en las de otra persona.

Valórate. Quiérete. Hazle caso a lo que te importa: personas, cosas, animales, lugares, planes, recuerdos... ¡lo que sea! Tu prioridad la defines tú.

Hasta luego.

sábado, 26 de agosto de 2017

Escribir


Es bueno escribir, principalmente para poner un poco de orden en nuestras ideas y sentimientos, pero también por otras razones:

Es bueno escribir para entender lo que no nos sirve y ponerlo en su justo lugar dentro de nuestra vida, también para compartir lo que nos sirve esperando que le sirva a alguien más.

Es bueno escribir para ver si podemos poner en quien nos lea un poco de aliento o un gesto de "me gusta" más sincero y duradero que los "likes" del facebook o del whatsapp.

Es bueno escribir porque hace bien ser el espejo que refleja nuestras vivencias y nos hace más bien cuando también otras gentes se ven en el mismo espejo.

Es bueno escribir, me gusta pensar que las palabras escritas pueden acompañar y también nos sentimos acompañados por quien nos lee: Nos hacemos compañía prestando atención a los pequeños y grandes detalles cotidianos.

Es bueno escribir porque formamos parte de algo más grande, "algo" donde estamos todos aunque a veces no nos hagamos caso y hasta finjamos ignorarnos o no estar.

Es bueno escribir para mí y para ti porque la compañía no es un lujo, es una necesidad.


Hasta luego.

jueves, 24 de agosto de 2017

Emociones


Es cierto. Cuando les hacemos caso a tiempo, así nos ayudan.

Si ignoramos lo que sentimos, la emoción se hace más grande en nuestro interior y termina volviéndose en contra nuestra: las emociones reprimidas y estancadas nos paralizan o nos hacen actuar impulsivamente, sin pensar y en ocasiones con las personas equivocadas. Una emoción que crece en nuestro interior sin que le hagamos caso, está destinada a llenar nuestros pensamientos y nuestro tiempo. Lo más delicado viene cuando crece tanto que parece que se sale de nuestro interior y parece que nos rodean, pues en ese momento olvidamos que esa emoción es nuestra y llegamos a pensar que es al contrario: que esa emoción nos domina y no podremos manejarla..

Es importante identificar y aceptar lo que sentimos y hacerle caso a las emociones, aunque no sean muy agradables, para que nuestros sentimientos fluyan y nos hagan más libres. Eso también nos ayudará a tener una mejor comunicación en nuestras relaciones (con uno mismo y con los demás).

Ponle nombre a lo que sientes. A fin de cuentas, son tus sentimientos y tú los usas.

Hasta luego.

sábado, 12 de agosto de 2017

Momentos

"Colecciona momentos, no cosas..."
(Anónimo)


Y cualquier día, escarbando en la memoria, descubrimos que todos tenemos mucho más de un recuerdo hermoso guardado en nuestra historia.


Lo mejor de un recuerdo propio es saber que es parte de la realidad de nuestra vida.

Puede ser también parte de la huella que dejamos o que nos dejaron nuestros seres queridos, y en todo caso, no es una simple invención.

Guardemos bien nuestros recuerdos para revivirlos siempre que sea necesario y estemos atentos para seguir construyendo y coleccionando momentos valiosos en el presente, a veces con nuestra gente querida y a veces con quien menos esperamos:

Con esos momentos se van uniendo nuestras vidas.

Hasta luego.


jueves, 10 de agosto de 2017

Reencontrarte

"Con tu experiencia y su capacidad de asombro, ¡todo lo que puedes hacer!
Déjalo regresar a casa..."
(hemebe)


La parte más importante en el trabajo para recuperar a nuestro niño interior consiste en hablarle directamente al niño o a la niña que alguna vez fuimos, hacerle saber que creemos en él o ella y sobre todo, decirle de corazón que puede contar con nosotros. ¿Quién conoce mejor al niño o niña que fuimos? Pues uno mismo, aunque a veces podemos olvidar nuestra infancia, la etapa más honesta y creativa en cada persona.

De niños todos tuvimos miedo a ser abandonados, rechazados u olvidados por la gente que queremos. Es el mayor terror de la infancia. Por eso es valioso reencontrar al infante que fuimos y que está escondido por ahí dentro de ti, así puede saber que no lo has olvidado, que es real.


Pero hay otra razón para hacerte amigo de tu niño interior: cuando nos volvemos adultos pensamos más, razonamos mucho y hacemos como que nos afectan menos las cosas de las emociones... ¡no es verdad! Seguimos sintiendo igual que cuando éramos pequeños pero le quitamos importancia a lo que sentimos, de manera que esa emoción o sentimiento se esconde en algún lugar dentro del cuerpo hasta volverse un síntoma. Es decir, hasta que nos enfermamos.

Y mientras más reprimes lo que sientes más solo te sientes, porque pelear con lo que sentimos requiere mucha energía y esfuerzo: no es fácil vivir aparentando ser "una persona fuerte que no siente nada".

Si olvidaste al niño o niña que fuiste, trata de hablarle o escribirle de vez en cuando, a solas. Te ayudará a recuperar tu capacidad de asombro, de hacerte caso y de entender a los demás, y tú le ayudarás a tu parte infantil a expresarse más libre y sin culpas.

No hay una explicación precisa de por qué a la gente buena le ocurren cosas malas, porque en realidad no se las merecen. Ni la religión, la psicología o la ciencia pueden explicarlo exactamente, pero si la vida nos coloca en una situación difícil podemos decidirnos a pasar nuestro tiempo quejándonos y renegando, o podemos decidir seguir el camino con gratitud, aprendiendo y enseñando de la vida.


Si decides seguir por la segunda opción, hacerte amigo de tu niño o niña interior te hará más fáciles las cosas y avanzarás como una persona más completa sin necesidad de buscar tantas explicaciones ni tener que repartir culpas a la gente que tienes alrededor.

Aceptar sin resignarte, aceptarte sin criticarte. Es el regalo que te da tu niño interior. ¿Quieres reencontrarlo? Yo te puedo ayudar.

Hasta luego.

lunes, 7 de agosto de 2017

"Solo un poco aquí"


Duramos poco en esta tierra, nuestra vida es una pasadita y nada más.

Hay quienes se han ido infantiles como ángeles y quienes llegaron a ser jóvenes o adultos antes de partir.

También hay quienes viven 100 años o más y aún así es poco tiempo el que están aquí.

Y aquí estamos, llevando en nuestra mente y en nuestro corazón a la gente que amamos y ya no está, porque todos tenemos una cosa en común sin importar quién dure menos y quién más: dejamos nuestra huella en la gente que tratamos, sobre todo en la que tenemos más cerca.

Vivir es maravilloso, aprovechemos nuestro tiempo en este mundo... ¿y si tomamos el reto de tratar que cada persona que llegue a nosotros se retire mejor y más feliz?

Hasta luego.

viernes, 17 de marzo de 2017

La explosión emocional y su onda expansiva

"Espera lo inesperado".

De repente te enteras que falleció alguien muy importante y querido por ti...
Acabas de descubrir que tu pareja te es infiel...
Perdiste tu trabajo...
La persona que amas se fue de tu vida sin causa aparente...
Perdiste tu salud de manera inesperada...
Tuviste un accidente grave y tienes miedo...
Fuiste víctima de un asalto o un delito...




Estas experiencias y muchas otras que también son inesperadas, causan una impresión demasiado grande para soportarla en silencio, provocan sentimientos y emociones tan fuertes que si te los guardas van a causarte enfermedades y más sentimientos estresantes como miedo, coraje, ansiedad o vergüenza.

Vivir algo así es sentir una explosión sorpresiva, tal como hace una bomba en la vida real, que destruye de golpe planes, proyectos, relaciones... la vida como la conocías hasta entonces. Una explosión de ese tamaño tiene consecuencias posteriores, su onda expansiva se amplía alrededor afectando lugares cercanos y puede durar varios días, incluso meses o años. En Iroshima y Nagasaki aún están presentes los efectos de aquellas primeras explosiones nucleares.


En las explosiones emocionales ocurre lo mismo, la estabilidad emocional se rompe sorpresivamente y provoca un estado de tensión y miedo inmenso en tu interior, por eso no alcanzas a entender qué está pasando, qué estás sintiendo y qué estás pensando. ¡No lo puedes creer! Y ése es el primer efecto de la explosión. A medida que asimilas lo ocurrido, tus ideas y emociones se mueven rápidamente y sin ningún orden dentro de ti, impidiendo que te puedas enfocar en algo en particular.

Aquí empieza la onda expansiva, el estruendo de la explosión y su nube con forma de hongo atómico se representan en la necesidad de hablar sobre lo ocurrido para entenderlo, la necesidad de que te escuchen te hará buscar personas de tu confianza para hacerles llegar un poco de lo que te ocurre, porque nunca te había ocurrido algo así y aún no lo terminas de creer, así que esa onda expansiva sigue llegando a más personas cercanas, y no todas lo aceptan o están listas para manejar una situación así. Pero hay que dejar que salga todo el efecto de la explosión, de otra manera no se podrá construir algo nuevo en tu interior. Habrá personas que se cansen de escucharte y te lo digan, pero de cualquier manera hay que hablar, hay que expresar lo que sientes.

Si no hay personas que te escuchen o no quieres hablar, resulta muy útil escribir y escribir. Este ejercicio te obliga a seleccionar palabras y armar frases para darle forma y tamaño a cada idea, sentimiento o recuerdo que te está inquietando, es decir: Te ayuda a poner orden en el mundo de confusión que gira en tu mente y tu corazón.

¡Pero escribe para ti! Las redes sociales están llenas de ondas expansivas que debieron ser escritas para uno mismo, pero quedan expuestas a la vista de prácticamente todo el mundo. Son el mejor ejemplo de los alcances que puede tener la explosión emocional, y también son un buen indicador de la intensidad de su onda expansiva: textos obsesivos, reclamos, derrotismo, rencor y más derrotismo al principio; con el tiempo, lentamente, se van colando otros temas hasta que aquella experiencia dolorosa se vuelve un recuerdo lejano y un aprendizaje muy personal. Un día, cuando te hayas reconstruido, mirarás hacia atrás y descubrirás que las palabras que soltaste fueron más sentidas que pensadas, y fueron también una excelente vía de escape para la frustración, el coraje y el rencor. Sí. Sí es posible, mejor escribe para ti, después filtrarás lo que quieres dar a conocer y lo que guardas para tu historia particular.


También podrás notar cuando otra persona se acerque a tí expandiendo el eco de su explosión, porque eso es algo que no se puede evitar: Cada quien habla de lo que le interesa, y si es una idea que ocupa mucho espacio y tiempo en sus pensamientos, lo estará mencionando constantemente aunque el tema no venga a colación en la plática. A veces nos toca estar del otro lado, donde hay que prestar atención un momento para que otros ordenen sus ideas dentro de su propia onda expansiva emocional.

"El premio a la virtud, es la virtud"


Por cierto, también podemos vivir una explosión intensa con experiencias más agradables que las anteriores:

Te graduaste de la Universidad...
Conseguiste un excelente empleo...
Esa persona especial te dio el "sí"...
Conseguiste la casa o el auto que deseabas...
Tienes una excelente reunión con la gente que quieres...
Terminaste un proyecto y eso te da mucha satisfacción...


¡También estas vivencias deben tener su onda expansiva! ¡También deben ser contadas a las personas de tu confianza!

Hasta luego.

domingo, 5 de marzo de 2017

Lo que digo, lo que hago, lo que creo

"Hay veces que... No, olvídalo, ¿para qué te lo cuento"
(Pensamiento depresivo)

Es difícil saber cómo nos percibe la demás gente, no sabemos exactamente qué les transmitimos hasta que vemos sus reacciones, y aún así podemos creer que percibieron algo distinto de lo que queríamos expresar. Mentiras piadosas para creer que expresamos lo que queremos y además que quien nos escucha, nos entiende bien. A veces, esto le pasa a otras personas también, tal vez a las personas que tratan de decirnos algo les ha llegado a ocurrir... 

¿Estás consciente de qué es lo que percibe en ti la gente? Aquí dejo un pequeño diálogo que puede darse en cualquier familia:

Ella: Nuestra hija está triste porque tuvo un mal día en la escuela y también le fue mal con su equipo de deportes.

Él: ¿Ya hablaste con ella? En la noche, antes de dormir, voy a tratar de animarla.

Ella: De hecho me preocupa que tiene pensamientos muy negativos, dice que esta vida es una cochinada y que no vale la pena esforzarse.

Él: ¡Ah caray! Eso es más delicado, con más razón voy a platicar con ella para ver si está teniendo problemas con alguna de sus amigas, o saber qué está pasando...

Ella: Sí, me preocupa mucho, quiero verla alegre y juguetona otra vez.

Él: Y también sería bueno que nosotros dejáramos de quejarnos de nuestra vida, al menos enfrente de los niños.

Ella: ¿Qué te pasa? Yo puedo quejarme y si creo que esta vida es una porquería voy a decirlo: ya estoy grande.

Él: ¿O sea? ¿?

¿Cuál es el mensaje? ¿Algo así como "la felicidad solo es cosa de niños"? O peor aún: "La vida es mala, pero a los niños debemos hacerles creer que es buena".



Aquello en lo que creemos es lo que de verdad transmitimos a los demás, más allá de las palabras. Lo que creemos se expresa aunque no nos demos cuenta en nuestros gestos, en nuestros actos, en nuestros hábitos, y si no coincide con lo que decimos, el mensaje más sincero que percibe nuestro interlocutor no es el de nuestras palabras, sino el de nuestro cuerpo. Tal vez por eso no recibimos las respuestas que esperamos.



Como este ejemplo hay muchos otros en nuestras pláticas diarias con familiares, amigos y compañeros. Se les conoce con el nombre de "pensamientos negativos", pensamientos distorsionados" o "distorsiones cognitivas". Conviene conocerlos e identificarlos en nuestra manera de hablar, pues generalmente ocurre que los utilizamos sin darnos realmente cuenta que estos pensamientos son los que marcan nuestro estilo personal en la comunicación, es decir, según nuestro patrón de pensamiento negativo es como nos percibirá quien reciba nuestros mensajes:

(Cuadro tomado de la página https://pensamientospositivoscortos.com)



Como sugerencia, conviene darte un tiempo personal para hablar claro contigo mismo y decidir si de verdad crees firmemente en las frases que dices, sobre todo cuando hablas con tus seres queridos. Si descubrimos que usamos una o más distorsiones cognitivas, hay una buena noticia: Con suficiente práctica podemos sustituir los pensamientos negativos por su extremo opuesto: pensamientos positivos, más cercanos a nuestra realidad.


¿Y si resulta que en algunos momentos, o con algunas personas, no somos congruentes? Muy bien, ahí tendremos la oportunidad de decidir si queremos cambiar algo para que coincidan nuestras palabras con nuestras creencias. Al conocernos más también nos dejamos conocer más. Estaremos más a gusto con nuestro propio ser y además, la gente que queremos nos percibirá más como realmente somos.


Hasta luego.

En esta página encontrarán más información interesante sobre las distorsiones cognitivas, y además interpretadas por Homero Simpson: http://jaimeburque.com/blog/las-distorsiones-cognitivas-por-homer-simpson/ 

martes, 28 de febrero de 2017

Método infalible para NO tener problemas en el matrimonio

(Tomado del facebook, o sea anónimo)


Si aceptas casarte, también aceptas afrontar los problemas que surgen en la vida matrimonial.

Casarse o iniciar vida de pareja en unión libre significa asumir el compromiso de vivir con otra persona que viene con su propia historia de vida, en la que intervino otra familia con costumbres distintas a la tuya y también con una forma muy particular de ver la vida y los problemas. Lo que para tí es un problema, tal vez para esa persona con la que elegiste vivir solo sea un inconveniente... Y a la inversa. 

Cuando ambos ven el mismo problema pueden darse distintas formas de abordarlo y resolverlo, incluso puede ser que los métodos de cada uno para afrontarlo sean opuestos. En todo caso, lo más valioso de la vida en pareja es la decisión personal de mantenerse unidos y afrontar las dificultades y problemas cotidianos aprendiendo de sus diferencias. Sumando a lo que ya sabes la experiencia de esa otra persona. Y a la inversa.

Porque en la vida seguirán habiendo problemas. Cuando resuelvas uno descubrirás que tienes la capacidad para enfrentar otro más complejo. O tal vez puedas manejar sin angustia ni ansiedad situaciones que antes suponían un problema, porque al enfrentarlo dejó de serlo. El matrimonio, la vida en pareja, permite afrontar esos problemas en compañía, y entre más flexibles sean los dos miembros de la pareja, más opciones tendrán para actuar.


Entre todas las opciones está la de salir huyendo y dejar ahí tirado el "problema" de la relación con otra persona en vez de afrontarlo. Pero antes de hacerlo conviene detenerse un poco a pensar si no fue por esa misma opción que antes decidiste salir de la casa de tus padres para dejar allá el "problema" de tu relación con ellos. En casos donde se aplica con rigor esta opción, tal vez también se haya abandonado la escuela para terminar de una vez por todas con el "problema" de la relación con los maestros o con algunos compañeros. Si no aceptamos otra forma de afrontar los problemas podemos terminar solos, o más bien aislados porque nadie está realmente solo, y si descubres que ya te aislaste de los demás, todavía entonces tendrás el problema de llevarte bien en tu relación contigo.

"Lo que critico en ti, lo corrijo en mí".
(Anónimo... o autor desconocido, que a mí gusto se escucha más triste)

Si la vida nos deja siempre un problema y decidimos aceptar esto con gratitud, como la oportunidad de aprender y evolucionar, podremos desarrollar una habilidad que solamente se adquiere con la experiencia y el contacto con otras personas: Negociar. Hablar con otra persona (u otras personas) para ponernos de acuerdo en algo que nos afecta a ambos. Ganar un poco, ceder un poco hasta llegar al punto más cercano a "ganar-ganar". Y ganar es una experiencia que se disfruta más en compañía. 

La relación de una pareja no se trata solo de amor o de sexo, básicamente se trata de acompañarse libremente.


Además hay un secreto egoísta en esto de negociar con los demás: Lo que ocurre afuera también ocurre adentro, así que también es posible aprender a llevarse bien con uno mismo. Una de las mejores formas de resolver problemas sin repartirle culpas a toda la gente que está a nuestro alrededor es convertirse en el mejor amigo de uno mismo.

¿Entonces ya sabes cuál es la mejor manera para NO tener problemas en el matrimonio? ¡Fácil!: NO te cases. 

Pero también sabes que esa solución NO impedirá que tengas problemas fuera del matrimonio.

Hasta luego.

domingo, 26 de febrero de 2017

3 etapas en psicoterapia

"El ser humano tiene un típico error: buscar culpables fuera de sí mismo, para cualquier problema. Si acertamos, es nuestra virtud, pero si erramos, seguramente será responsabilidad del otro."
(lamenteesmaravillosa.com)

¿3 etapas en la psicoterapia? Bueno, la verdad es que no todos pasamos por estas etapas. Y si pasamos por ellas, no todos las vivimos igual, pero en términos generales sí son aplicables a la mayoría de las intervenciones en psicoterapia:


Primera etapa: 

Casi siempre empezamos hablando de cómo es la gente con la que nos relacionamos, y nos damos cuenta que nuestros seres queridos han influido en nuestra historia personal. Muchas de nuestras actitudes, conductas y formas de reaccionar ante el mundo tienen que ver con la manera en que nos relacionábamos en casa mientras íbamos creciendo, como esponjas que absorben todo lo que ocurre en el entorno familiar. Algunas actitudes que entonces funcionaron, tal vez con el tiempo ya no resulten útiles e incluso ahora puede ser un problema seguir reaccionando como lo hacíamos en la infancia o en la adolescencia. Si nos damos cuenta de esto, es hora de cambiar algo en uno mismo.

Principal tentación en esta etapa: Culpar a los demás por habernos criado mal o por habernos "obligado a ser malos", con frases como "¡Por su culpa soy así!"


Segunda etapa:

Actualizar las reacciones a nuestra realidad actual. En esta etapa se descubre el libre albedrío y se trata de encontrar el rumbo hacia el que queremos dirigir nuestra vida, dejando de creer que estamos predestinados a seguir haciendo lo mismo que hicimos en la infancia, la adolescencia o con la pareja. Descubrimos que los demás han hecho lo mejor que han podido y que tienen también sus cualidades únicas y no solo defectos. Básicamente se trata de adueñarnos de nuestra propia historia, nuestras emociones, nuestros errores, nuestros aciertos, nuestra compañía, nuestro quehacer y en general todo lo nuestro sin juzgar si es bueno o malo, para contestar una pregunta: ¿Qué hacer con todo lo que tengo?

Principal tentación en esta etapa: Creer que "ya entendimos" por qué somos así y ya no necesitamos esforzarnos, como si fuera cosa de magia: "Ya entendí por qué soy así, con eso es suficiente para mejorar mi relación conmigo y con los demás".


Tercera etapa:

Aceptación e integración. Bajando del ladrillo que nos hacía creer que "ya sé todo de mí y por eso entiendo a todos los demás", estamos listos para ver la vida con agradecimiento y tomar decisiones más realistas, en el sentido de que son decisiones propias que vienen desde el interior. De nuestras propias necesidades y no como reacción a lo que hacen o dejan de hacer otras personas. Para muchos esto puede parecer egoísmo, narcisismo o hedonismo, pero no es así: Cuando estamos conscientes de que todo lo que hacemos es igual de importante que todo lo que hacen los demás, nos colocamos en una posición de aceptación y respeto con nuestro propio yo y con nuestros semejantes, confiamos en uno mismo y en las personas que queremos y dejamos de querer cargar con ellas o que nos carguen a nosotros, empezamos a ir al lado de la gente que queremos como compañía por la vida, no arriba ni abajo sino al lado.

Principal tentación en esta etapa: Aferrarse al gurú o terapeuta sin terminar de confiar en que nunca estaremos solos y podemos avanzar por la vida.


Hasta luego.