martes, 25 de octubre de 2016

Actitud ante la vida

"¿Seguirás peleándote contigo?, ¿y al final quién será el vencedor?"
(hemebe)

¿Estamos aquí solamente para cubrir el horario de trabajo, pagar deudas y ser proveedores? 

Esa es una opción entre tantas formas de ser en el mundo. Y la relevancia de ésta o de cualquier otra opción depende del significado que cada uno le dé a lo que hace. Para los modernos guerreros que deben dominar a todos los demás, esta forma de ser en el mundo significa lo mismo que haber perdido la guerra, es común descubrir que se dirigen despectivamente a quienes viven (o vivimos) esta situación diciéndoles "asalariados", como si esta palabra fuera una ofensa.

Yo no creo que ser asalariado sea ofensivo. Tampoco creo que sea sano vivir solamente para eso. 

El punto de equilibrio está en cubrir las necesidades propias sin compararnos constantemente con el prójimo, y dedicar nuestro tiempo a hacer algo más que el trabajo para darle otro sentido a la existencia. 

Claro que estamos en este mundo para algo más que vivir pagando deudas y ser proveedores, y para llegar a ese "algo más" necesitamos conocernos y aceptarnos de tal modo que seamos capaces de volver a encontrar el encanto de las cosas sencillas de la vida.



Si no logramos recuperar esa capacidad de asombro, seguiremos cumpliendo rutinas según lo que "debe ser" y en lenguaje guerrero, no pasaremos de ser soldados rasos peleando por demostrar a otros que tenemos más y más en términos materiales, pero frustrados porque que no conseguimos nada en términos emocionales y espirituales.

Tantas formas de ser en el mundo. La diferencia está en la actitud con la que se asume la existencia, y esta actitud depende del significado que le demos a lo que vivimos cotidianamente... 

¿Con qué le das significado a tu día a día?: 

¿Con agrado?
¿con odio?
¿con aburrimiento?
¿con interés?
¿con gratitud?
¿con rencor?
¿con curiosidad?
¿con desprecio?
¿con malicia?
¿con alegría?
¿con tristeza?
¿con nostalgia?
¿con esperanza?
¿con miedo?
¿con amor?
¿con vergüenza?
¿con prisas?
¿con confianza?

Del significado que le demos depende nuestra actitud. El menú es variado, podemos probar a darle un significado distinto a cada hecho, a cada hora, a cada momento.


Vivir pendientes del qué dirán y esforzarnos por recibir siempre buenas críticas de los demás es la principal señal de que estamos muy lejos de nuestra propia esencia y por lo mismo olvidamos el significado de nuestra propia vida.

domingo, 23 de octubre de 2016

Guerras... esa estúpida invención

"Las guerras mienten.
Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: Yo mato para robar.
Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero."
(Eduardo Galeano)

En la historia tenemos sobrados ejemplos de héroes guerreros que conquistaron pueblos y países enteros, mientras más sanguinarios fueran, más se les admiraba y a los que han sido más reconocidos se les ha inmortalizado plasmando sus nombres en los libros de texto y en algunas calles y avenidas para que nadie tenga dudas de quién fue Napoleón, Hernán Cortés, Carlomagno, Julio César... Vamos, si Hitler hubiera ganado la tercera guerra mundial ahorita aparecería como uno de los más grandes héroes del siglo XX... Pero perdió, entonces no era tan poderoso como él mismo decía. No importa cuánta sangre se derrame, el vencedor aparecerá como un hombre bueno que defendió a la justicia hasta la muerte y el perdedor será casi un animal salvaje que merecía perder por ser tan malo. Claro, nadie va a decir que el vencedor peleó hasta la muerte... pero de los demás.




Las guerras siguen, y cada vez es más difícil distinguir a los "buenos" de los "malos". Narcos, policías, secuestradores, extorsionadores, políticos, adictos, codependientes y cualquiera de nosotros puede ser en algún momento una explosión violenta para defenderse o para perjudicar a otro. Si hablamos de una guerra, siempre será una competencia para ganarle a otro grupo o persona. Para someter a alguien más, como los antiguos conquistadores que se volvieron héroes robándole sus territorios a cualquier pueblo que consideraran ajeno.


Las guerras siempre han sido para que cambien de dueño las riquezas, en muy contadas ocasiones han sido para que cambien las circunstancias de las personas. 


¿Quieres pelear? Empecemos luchando una guerra interna para cambiar nuestras propias circunstancias, nuestra forma de ser en el mundo. Luchemos por una vida mejor siguiendo una regla casi utópica: que nadie salga lastimado, al menos no intencionalmente.

Hasta luego.