domingo, 23 de octubre de 2016

Guerras... esa estúpida invención

"Las guerras mienten.
Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: Yo mato para robar.
Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero."
(Eduardo Galeano)

En la historia tenemos sobrados ejemplos de héroes guerreros que conquistaron pueblos y países enteros, mientras más sanguinarios fueran, más se les admiraba y a los que han sido más reconocidos se les ha inmortalizado plasmando sus nombres en los libros de texto y en algunas calles y avenidas para que nadie tenga dudas de quién fue Napoleón, Hernán Cortés, Carlomagno, Julio César... Vamos, si Hitler hubiera ganado la tercera guerra mundial ahorita aparecería como uno de los más grandes héroes del siglo XX... Pero perdió, entonces no era tan poderoso como él mismo decía. No importa cuánta sangre se derrame, el vencedor aparecerá como un hombre bueno que defendió a la justicia hasta la muerte y el perdedor será casi un animal salvaje que merecía perder por ser tan malo. Claro, nadie va a decir que el vencedor peleó hasta la muerte... pero de los demás.




Las guerras siguen, y cada vez es más difícil distinguir a los "buenos" de los "malos". Narcos, policías, secuestradores, extorsionadores, políticos, adictos, codependientes y cualquiera de nosotros puede ser en algún momento una explosión violenta para defenderse o para perjudicar a otro. Si hablamos de una guerra, siempre será una competencia para ganarle a otro grupo o persona. Para someter a alguien más, como los antiguos conquistadores que se volvieron héroes robándole sus territorios a cualquier pueblo que consideraran ajeno.


Las guerras siempre han sido para que cambien de dueño las riquezas, en muy contadas ocasiones han sido para que cambien las circunstancias de las personas. 


¿Quieres pelear? Empecemos luchando una guerra interna para cambiar nuestras propias circunstancias, nuestra forma de ser en el mundo. Luchemos por una vida mejor siguiendo una regla casi utópica: que nadie salga lastimado, al menos no intencionalmente.

Hasta luego.

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