viernes, 30 de enero de 2015

El arte de amargarse la vida (Recomendación)

"Llevar una vida amargada lo puede hacer cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende".
(Paul Watzlawick)



Paul Watzlawick murió el 31 de marzo del 2007, tenía 85 años de edad y antes de partir hizo grandes aportes a la teoría de la comunicación humana y a la psicoterapia. Además de eso, y como respuesta a los libros de autoayuda que comenzaron a florecer abundantemente en la década de los 80 y no han dejado de hacerlo hasta nuestros días, escribió un libro casi satírico "con consejos para personas que siempre quisieron sentirse miserables pero nunca pudieron lograrlo totalmente. El autor dio allí recomendaciones sobre cómo convertir la vida propia y la de los demás en un infierno" (la cita es del periódico "elmundo.es" del 10 de abril de 2007). 

Es un libro ameno que se debe leer medio en broma y medio en serio, muchos de los ejemplos y situaciones que menciona en sus textos resultan francamente ridículos, pero aún así podremos sentir que hemos llegado a tener alguna actitud parecida en ciertos momentos...

Y justo ahora que acabo de escribir acerca de la importancia de las afirmaciones positivas para orientar nuestros esfuerzos hacia lo que queremos, dando por hecho que todos queremos hacer algo constructivo y no destructivo, se me volvió a aparecer este libro genial para recordarme que en muchas ocasiones lo que deseamos, lo que de verdad queremos hacer, no es lo que más nos conviene, simplemente porque no tenemos la claridad para ver más allá de nuestras creencias y nuestras propias conclusiones personales, aunque sean erróneas o incompletas. Por eso en ocasiones nos conformamos con aplicar "más de lo mismo".

Entonces, debo agregar una característica que deben reunir las afirmaciones positivas, tal vez la más difícil: Identificar si mi afirmación tiende a hacerme mejor persona o, por el contrario, servirá para justificarme y engrandecer mi vida miserable. No es nada sencillo, pero al ir leyendo la excelente parodia de autoayuda que escribió Watzlawick podremos aprender cómo hacerlo.

Enseguida reproduzco uno de los primeros capítulos del libro, muy ilustrativo de todo su contenido:


Paul Watzlawick.

"CUATRO EJERCICIOS CON EL PASADO


Según dicen, el tiempo sana las heridas y los sufrimientos. Puede que sea cierto, pero no hay que alarmarnos, pues es perfectamente posible escudarse contra esta influencia del tiempo y convertir el pasado en una fuente de amarguras. Al menos cuatro mecanismos ya conocidos de tiempos antiguos están a nuestra disposición.

1. La sublimación del pasado

Con alguna habilidad, hasta el principiante puede también conseguir ver el pasado a través de un filtro que sólo deje pasar con luz transfigurada lo bueno y bello. Sólo cuando este truco no funciona, se recuerdan con realismo vigoroso los años de la pubertad (ni hablar que también los de la niñez) como época de inseguridad, de dolor universal y de angustia de futuro, y no se echa de menos ni uno solo de sus días. En cambio, el aspirante a la vida amarga que esté más dotado, no tendrá seguramente mayor dificultad en ver su juventud como edad de oro perdida para siempre y en constituirse de este modo una reserva inagotable de aflicción.

Naturalmente, la edad de oro de la juventud no es más que un ejemplo. Otro ejemplo podría ser el dolor intenso por la rotura de una relación amorosa. Resista usted a lo que le insinúen su razón, su memoria y sus amigos bien intencionados que quieren meterle en su cabeza que dicha relación ya hacía tiempo que estaba quebrada sin remedio, y que usted mismo se preguntaba con frecuencia a regañadientes cómo lo haría para salirse de aquel infierno. Simplemente, no les dé crédito a los que le dicen que la separación es con mucho un mal menor. Convénzase más bien por enésima vez de que un «nuevo arreglo» serio y sincero constituiría esta vez el éxito ideal. (Sin duda, no lo será.) Déjese guiar, además, por la siguiente reflexión eminentemente lógica: si la pérdida del ser querido es tan infernalmente dolorosa, qué delicia celestial no será el nuevo encuentro. Apártese de todos sus amigos, quédese en casa junto al teléfono, a fin de que, si sonara su hora afortunada, esté usted disponible de inmediato y del todo.

En caso de que la espera se le haga larga en exceso, entonces la experiencia humana de tiempos inmemoriales aconseja trabar una nueva amistad que sea idéntica a la anterior en todos sus detalles (por distinta que ésta al principio le parezca).

2. La mujer de Lot

Otra ventaja de aferrarse al pasado está en que no deja tiempo de ocuparse del presente. Si esto se hiciese, podría suceder muy bien que uno, por pura casualidad, en un viraje de 90 o hasta 180 grados de su ángulo visual, tuviese que comprobar que el presente no sólo le ofrece contrariedades suplementarias, sino también alguna que otra contra-contrariedad; no hablemos de muchas novedades que podrían hacer tambalear nuestro pesimismo adoptado una vez para siempre. En este punto, contemplamos con admiración a nuestra maestra ejemplar de la Biblia, la mujer de Lot —usted lo recuerda, ¿verdad?—. El ángel dijo a Lot y a su familia: «Escapa, por tu vida. No mires atrás, ni te detengas en toda la llanura...» Pero su mujer «miró atrás y se convirtió en estatua de sal» (Gen. 19, 17.26).

3. El vaso de cerveza fatal

Un maestro antiguo del cine cómico americano, W. G. Fields, enseña en su película, The Fatal Glass of Beer, la ruina espantosa e inevitable de un joven que no puede resistir ante la tentación de beber su primer vaso de cerveza. El dedo levantado en señal de advertencia (si bien una risa reprimida lo hace temblar) no puede pasar inadvertido: el hecho es breve, el arrepentimiento largo. ¡Y tan largo! (Piénsese en nuestra primera madre de la Biblia: Eva, y el bocado de manzana...)

Esta fatalidad tiene sus ventajas innegables que hasta ahora, en nuestra época iluminada, se silenciaron vergonzosamente, pero que ya no se pueden ocultar por más tiempo: arrepentimiento va, arrepentimiento viene. Para nuestro tema es mucho más importante el hecho de que, si las consecuencias irreparables del primer vaso de cerveza no disculpan los vasos que siguen, sí los determinan. Dicho de otro modo: muy bien, uno carga con la culpa, entonces debiera uno haberlo sabido mejor, pero ahora ya es demasiado tarde. Se pecó entonces, ahora se es víctima del propio paso dado en falso. Naturalmente, esta forma de construcción de desdicha no es la ideal, pero puede pasar.

Intentemos, pues, afinarla. ¿Qué pasa en el caso de que no haya habido participación alguna de parte nuestra en el suceso original?, ¿en el caso de que nadie pueda acusarnos de cooperación? Sin duda, entonces somos puras víctimas. ¡Y que intente alguien sacudirnos de nuestro status de víctima o esperar que adoptemos medidas en contra! Lo que nos hayan podido causar Dios, el mundo, el destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los padres, los parientes o, sobre todo, los amigos, es tan grave que la simple insinuación de que quizás podríamos intentar poner algún remedio a la situación, ya sería una ofensa. Y por si fuera poco, desprovista de todo rigor científico.

Cualquier manual de psicología nos abre los ojos para que nos percatemos de que la personalidad ya viene determinada por unos factores del pasado, principalmente situados en la más tierna infancia. Y hasta los niños saben que los sucesos, una vez hechos, ya no se pueden deshacer nunca más. De aquí -dicho sea de paso- la enorme seriedad (y duración) de los tratamientos psicológicos especializados. ¿A dónde iríamos a parar, si fuera en aumento el número de los convencidos de que su situación es desesperada, pero no seria? Basta mirar la advertencia ejemplar que nos ofrece Austria al mantener como himno nacional la canción placentera que la oficialidad insiste en negar: «O du lieber Augustin, alies ist hin» (Agustín querido, todo está perdido).

Si alguna que otra vez -no es fácil que pase-, el mismo curso independiente de las cosas compensa, sin intervención nuestra, por el trauma o fallo del pasado y nos da gratuitamente lo que deseamos, el experto en el arte de amargarse la vida no se desalienta ni mucho menos. La fórmula «ahora ya es demasiado tarde, ahora ya no quiero», le permite permanecer inaccesible en su torre de marfil de indignación y evitar así que, lamiéndose las heridas infligidas en el pasado, éstas vayan a curar.

Pero el non plus ultra, que naturalmente es cosa de genios, consiste en responsabilizar el pasado incluso del bien, y sacar de ahí un capital a cuenta de la desdicha presente. Un ejemplo insuperable de esta variante del tema es la sentencia, que ha pasado a la historia, de un marinero veneciano después que marcharon los Habsburgo de Venecia: «¡Malditos austríacos que nos han enseñado a comer tres veces al día!».

4. La llave perdida o «más de lo mismo»

Un borracho está buscando con afán bajo un farol. Se acerca un policía y le pregunta qué ha perdido. El hombre responde: «Mi llave». Ahora son dos los que buscan. Al fin, el policía pregunta al hombre si está seguro de haber perdido la llave precisamente aquí. Éste responde: «No, aquí no, sino allí detrás, pero allí está demasiado oscuro».

¿Le parece a usted absurda la historia? Si es así, busque usted también fuera de lugar. La ventaja de una tal búsqueda está en que no conduce a nada, si no es a más de lo mismo, es decir, nada. En estas pocas y simples palabras, más de lo mismo, se esconde una de las recetas de catástrofes más eficaces que jamás se hayan formado sobre nuestro planeta en el curso de millones de años y que han llevado especies enteras de seres vivientes a la extinción. Se trata de un ejercicio con el pasado que ya conocieron nuestros antepasados en el reino animal antes del sexto día de la creación.

A diferencia del mecanismo anterior que atribuye la causa y la culpa a la fuerza mayor de unos sucesos pasados, este ejercicio cuarto se basa en el aferrarse tercamente a unas adaptaciones o soluciones que alguna vez fueron suficientes, eficaces o quizás las únicas posibles. El problema de toda adaptación a unas  circunstancias determinadas es que éstas cambian. Entonces es cuando empieza el ejercicio.

Está claro que ningún ser viviente puede comportarse con desorden -es decir, hoy así y mañana de un modo totalmente distinto- en su medio ambiente. La necesidad vital de adaptarse conduce inevitablemente a la formación de unos modelos de conducta que tienen como objetivo conseguir una supervivencia lo más eficaz y libre de dolor posible. Pero, en cambio, por unos motivos todavía enigmáticos a los mismos investigadores de la conducta, animales y hombres tienden a conservar estas adaptaciones óptimas en unas circunstancias dadas, como si fueran las únicas posibles para siempre. Ello acarrea una obcecación doble: primero, que con el paso del tiempo la adaptación referida deja de ser la mejor posible, y segundo, que junto a ella siempre hubo toda una serie de soluciones distintas, o al menos ahora las hay.

Esta doble obcecación tiene dos consecuencias: primera, convierte la solución intentada en progresivamente más difícil; y segunda, lleva el peso creciente del mal a la única consecuencia lógica aparentemente posible, esto es, a la convicción de no haber hecho todavía bastante para la solución del mal. Es decir, se aplica más cantidad de la misma «solución» y se cosecha precisamente más cantidad de la misma miseria.

La importancia de este mecanismo para nuestro propósito es evidente. Sin necesidad de recursos especializados, el principiante puede aplicarlo; en realidad está tan difundido que ya desde los días de Freud va ofreciendo buenos ingresos a generaciones de especialistas; de todos modos queremos observar, de paso, que ellos no lo llaman «receta de más de lo mismo», sino neurosis.

Pero lo importante no es el nombre, sino el efecto. Éste está garantizado, mientras el aspirante a la vida desdichada se atienda a dos normas sencillas: primera, no hay más que una sola, posible, permitida, razonable y lógica solución del problema, y si estos esfuerzos no consiguen el éxito, ello sólo indica que uno no se ha esforzado bastante. Segunda norma, el supuesto mismo de que sólo hay una solución no puede ponerse nunca en duda; sólo está permitido ir tanteando su aplicación."

Después de leer este libro uno se pregunta si efectivamente estamos preparados para seguir nuestras afirmaciones positivas o si decidimos ir detrás de las afirmaciones negativas, más comodinas y facilonas, aunque con resultados desastrosos...

Hasta luego.

miércoles, 21 de enero de 2015

Afirmaciones positivas

"Sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio".
(Sigmund Freud)


Hace pocos meses en el colegio donde estudian mis hijos impartieron una plática sobre programación neurolingüística y asertividad a su personal, y como parte de las tareas realizadas le entregaron a cada asistente una hoja titulada "Metas existenciales". Después, las maestras del colegio socializaron esa información y yo conocí esa hoja a través de mi hija. A ella le gustaron mucho las frases, las repite todos los días junto con sus compañeros en el aula y ya se las aprendió de memoria. Claro, también nos pide en casa que las digamos porque le gustan, le parece que son algo positivo y además le permiten saber que está aportando algo bueno a su hogar.

Así funcionan estas frases, su nombre en psicoterapia es "afirmaciones positivas" y una vez que encuentras tu afirmación positiva, la que va con tu persona o con tu situación actual, la puedes repetir todas las veces que quieras, pues se trata de que además de memorizarla te la creas: Con frecuencia nos ocurre que cuando se trata de algo tan positivo, tan favorable, no lo podemos creer.

Hacer una afirmación positiva es fácil: 

Primero pensamos en lo que nos hace falta, lo que no tenemos o en algo que deseamos mejorar. Después pensamos en cómo queremos que sea eso que elegimos. Enseguida se arma la frase considerando estos puntos:


1. Escribirla exclusivamente en positivo. Hablar de lo que queremos en lugar de lo que no queremos. Si nos descubrimos hablando, pensando o escribiendo en negativo habrá que volver a empezar (decir frases en negativo es hablar de lo que no quiero en vez de lo que sí quiero, es utilizar la palabra "no").

2. Escribirla en tiempo presente. Vsualizar lo que dice nuestra frase como algo que ya está ocurriendo, si usamos palabras como "Tengo que...", "Debo de...", "Voy a..." u otras por el estilo, no va a funcionar, porque siempre que digamos esa frase parecerá que nuestro objetivo está en el futuro, y eso sabe cuándo llegará.

3. Escribirla en primera persona. Una frase que hable de mi, de lo que yo quiero, de lo que me interesa, de lo que necesito. Si escribo la frase pensando en que sea otra persona la que cambie o en darle gusto a alguien más, tampoco va a funcionar.



Como es bien sabido, nuestro subconsciente ignora la palabra "NO", así que cuando decimos frases del tipo "No pienses en una hamburguesa" o "No te la imagines con doble carne, unas papas fritas a un lado y una coca cola bien fría", nuestro cerebro hace a un lado la palabra "no" y se dedica a hacer eso que le habían prohibido... eso explica también por qué hay tantos adultos malcriados, probablemente cuando eran chicos sus mamás les decían cosas como "no seas grosero", “no seas peleonero”, “no seas flojo” o "no digas malas palabras" y ellos aprendieron exactamente eso, pero sin el "NO".


"El ideal está en ti. El obstáculo para su cumplimiento, también".
(Thomas Carlyle)

Puede ser que cueste un poco acostumbrarse a hablar en positivo, pero si puedes creer en las frases pensadas y dichas así, podrás realizar cambios en tu persona (te sugiero escribir, escribir y escribir las frases hasta que queden como te gusta y en positivo, obviamente). Para ofrecer algunas opciones en cuanto a estas frases, reproduzco enseguida una versión de las afirmaciones positivas que mi niña trae bien puestas en su cabeza. Es válido aclarar que estas frases no son exactamente las mismas que ella utiliza, pero sí están basadas en su hoja de "metas existenciales":


1.- Soy una persona decidida.
Practico mucho para ser mejor. Tomo decisiones bien razonadas y con rapidez. Entro a todos los concursos. Me gusta que me conozcan. Me gustan los retos.

2.- Soy fuerte.
Las caídas me ayudan a aprender. Prefiero hacer mis cosas sin mucha ayuda. Cuando necesito ayuda la pido directamente. Me gusta hacer mis propias cosas.

3.- Soy ordenado y ahorrativo.
Pongo los objetos en su lugar. Cuido mis pertenencias y las de otros. Planeo mis gastos.

4.- Soy reflexivo.
Analizo todo. Investigo mucho. Me gusta aprender. Sueño grandes cosas y me imagino cómo realizarlas.

5.- Soy sociable.
Me gusta ayudar a la gente, comprenderla y tratarla con paciencia. Mi misión es servir y dar amor. Me encanta recibir amor.

6.- Soy digno.
Me quiero tal como soy. Acepto a mi persona y a mi pasado. Vivo con la cara en alto. Rechazo e ignoro las burlas y bajezas. Acepto mi vida entera.

7.- Soy sano.
Amo el deporte. Detesto el alcohol, el tabaco y cualquier sustancia nociva. Vivo con entrega y respeto mi sexualidad y mi amor.

8.- Soy asertivo.
Tengo derecho a cambiar de opinión y a decir lo que siento. No permito que me manipulen ni me hagan sentir culpa, vergüenza o miedo.

9.- Soy leal, honrado y ético.
Realizo mis actos basado en la bondad y la rectitud. Promuevo deshacernos de las mentiras y las trampas.

10.- Soy de corazón humilde.
Amo a Dios. Aprendo todos los días algo nuevo.


"No puedes confiar en tus ojos cuando tienes la imaginación desenfocada."
(Mark Twain)

Construir afirmaciones como estas, convencerse de lo que dicen y repetirlas hasta que formen un mantra personal no es garantía de que tu vida va a cambiar mágicamente, pero sí garantizan que te vas a enfocar en lo que quieres, vas a orientar tus pensamientos, tus acciones y tus decisiones hacia ese objetivo sin distraerte con otras tentaciones, y así será más fácil alcanzarlo. 



Conozco gente muy capaz que no alcanzó el éxito en sus objetivos simplemente porque se le olvidó su prioridad y perdió el rumbo, cuando esa gente recordó lo que quería ya se había encaminado a otra meta y ahora le implicaba más trabajo retomar y cumplir su objetivo original... y aún así, es posible lograrlo. 

Ante una situación de crisis emocional, laboral, una pérdida o cualquier otra experiencia dolorosa, las afirmaciones positivas también se convierten en un excelente apoyo para encontrar y utilizar lo mejor de uno mismo para afrontar la situación por difícil que parezca, en lugar de ceder a las ideas y conductas autodestructivas o negligentes que suelen aparecer cuando las cosas no resultan como uno quiere.

De ahí la importancia de estas afirmaciones, de creer en ti de una manera realista y funcional.


Hasta luego.

martes, 20 de enero de 2015

Antes y después de la iluminación

"Antes de la iluminación recoge agua, corta leña.
Después de la iluminación recoge agua, corta leña."
(Anónimo).

Este texto lo tomé de facebook, desconozco quién es su autor pero me gustó mucho el mensaje, me sirve para tener bien plantados los pies sobre la tierra en las buenas y en las malas:


"Un buscador interroga a un maestro Zen acerca de la naturaleza de la iluminación:

-Maestro, por curiosidad, ¿qué hacía usted antes de su iluminación?

-Cortaba y acarreaba leña para el fogón y traía agua del pozo -responde el maestro.

-Ahá, una vida simple y laboriosa. Y ahora que se ha iluminado, su vida debe haber cambiado mucho…, debe estar dedicado a la meditación, la oración, los viajes astrales… ¿qué es lo que hace ahora?

-Corto y acarreo leña para el fogón y traigo agua del pozo -responde imperturbable el maestro.

-Pero, maestro, no comprendo -dice el discípulo, extrañado-. ¿Acaso la iluminación no transformó su vida? Yo habría supuesto que ahora usted estaría dedicado a actividades más nobles.

-No comprendes -le responde el maestro-. Lo que cambia no es lo que haces –a menos que antes estuvieras dedicado a cosas muy ajenas a tu naturaleza-; lo que cambia es la cualidad de lo que haces.

-¿A qué se refiere con eso? -pregunta el discípulo, intentando comprender.

- Es algo muy simple, en realidad… para nada misterioso o sobrenatural: 

Antes, cuando cortaba y acarreaba leña, por ejemplo, mi mente estaba en cualquier otra parte, quizás soñando con la iluminación, quizás irritado por tener que realizar actividades tan innobles, quizás esforzándome por ser humilde y por aceptar la situación, quizás enfrascado en remordimientos o fantasías respecto a situaciones con otras personas, etcétera.

Ahora, cuando corto y acarreo leña y traigo agua del pozo, simplemente estoy ahí, en lo que estoy haciendo, y sin un propósito ulterior. No tengo deseos de estar en otra parte ni dejo que mi mente me lleve de la nariz a donde le plazca. 

Y eso -tan simple- cambia todo de raíz."


Hasta luego.

domingo, 18 de enero de 2015

Los martes en Cablecanal

Éste es un año de cambios, y uno de ellos ocurrió con mi participación dentro del canal 11 de Telecable (Cablecanal) de Aguascalientes:

Me da mucho gusto compartirles la novedad de que desde el pasado martes 13 estoy apareciendo los días martes a las 8:00 de la mañana dentro del noticiero "Mi ciudad AM", con una breve plática en la que sigo tratando temas que considero de interés acerca de las relaciones humanas, la pareja, la comunicación, la autoestima, la educación, el bullying y muchos otros tópicos relacionados con la psicología y la sociedad.


Espero que quieran y puedan darse un tiempo para ver mis participaciones y se animen también a retroalimentarme, así podré saber qué temas les gustan y qué cosas puedo corregir para lograr mi objetivo, que sigue siendo el mismo al formar parte de este noticiero: acercar la psicología a toda la gente tratando de hacerla más amigable y entendible.

Gracias a todo el equipo de Telecable Aguascalientes por su confianza al invitarme a seguir en este proyecto, especialmente a mi tocayo el Lic. Heriberto Martínez.

Hasta luego... ¡Nos vemos el martes!

viernes, 16 de enero de 2015

Tolerar para evolucionar

“Entre los hombres, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”
(Benito Juárez)

Religión: ¡Nuestro Dios es más poderoso que el suyo! ¡Harán lo que nosotros decimos y como nosotros decimos!

Política: ¡Nuestros "amigos" son más influyentes que los suyos! ¡Harán lo que nosotros decimos y como nosotros decimos!

Familia: ¡Yo sé mejor que tú lo que necesitas! ¡Harás lo que yo digo y como yo digo!


Hace pocos días un grupo religioso realizó ataques en Francia y mató a 17 personas, entre ellas 4 excelentes caricaturistas de la revista Charlie Hebdo. Parece que lo hacían para vengar a Mahoma, ya que en esa misma revista se habían burlado de él poco tiempo antes. El año pasado, 43 estudiantes fueron “desaparecidos” en el estado de Guerrero y en otro hecho más de 20 jóvenes fueron asesinados en el estado de México, en ambos casos hubo una acción directa de las autoridades y aún tratan de culpar al “crimen organizado”.

En Francia se realizó una movilización urgente y sin miramientos cazaron a los culpables. En México no se va a castigar a los culpables, y pasarán muchos años para saber qué ocurrió realmente, si es que se llega a saber.

Los dos hechos mencionados tienen en común el profundo desprecio a la vida que demuestran sus autores (hacia quienes son "diferentes" a ellosy el convencimiento de que están haciendo lo correcto. Unos por fanatismo religioso y otros por saberse a salvo gracias a la corrupción, que también parece una secta con más adeptos conforme pasa el tiempo, aunque en esta congregación no se persigue el cielo sino la impunidad.

Más que la delincuencia organizada, es la intolerancia generalizada la que puede tomar el lugar de la autoridad y arrebatar vidas, propiedades, familias, trabajos, sueños y esperanzas.

El otro lado de la moneda, la tolerancia, es un arma que nos permite evolucionar y dejar de actuar de maneras extremistas para poder debatir y discutir acerca de nuestras diferencias. Sin tolerancia no hay evolución.


La religión, cualquiera que sea su nombre, también evoluciona, por ejemplo en la actualidad los católicos y cristianos aceptan las críticas con mucha mayor apertura que en el pasado, y se permiten una cierta flexibilidad sin apartarse de su fe, pero hace 500 años los cristianos mataban y torturaban con crueldad a los que consideraban herejes o blasfemos, y lo hacían convencidos de que tenían la razón. Todavía el siglo pasado en nuestro México lindo y querido tuvimos la guerra cristera (con el famoso grito de "¡Viva Cristo Rey!"!), otra muestra de intolerancia al amparo de la justicia divina. Hacían lo mismo que hoy hacen los extremistas religiosos ¡y con la misma justificación!

Actualmente también hay un nuevo curso en la religión musulmana, como ejemplo recordemos que hace pocos años fue muy sonado el caso de un líder religioso que precisamente en Francia aceptó que las niñas que profesan esa religión pudieran salir y acudir a las escuelas sin cubrir su rostro con la tradicional burka. Para quienes no profesamos la religión islámica puede no significar mucho, pero ése fue realmente un cambio revolucionario.

La tolerancia dio paso a la apertura, de ahí nació la búsqueda de nuevas formas de convivencia y estas han permitido que se vaya forjando la nueva vertiente de la religión musulmana, sobre todo en los países europeos. Incluso hay quien dice que en uno o dos siglos más, las poblaciones de Alemania y otros países europeos podrían ser mayormente musulmanas, dentro de la nueva corriente que se está gestando en esa religión.

Desafortunadamente la intolerancia es más espectacular, se nota mucho más que los pasos discretos de la tolerancia y usa métodos brutales para llamar la atención.

La incapacidad de reconocer y aceptar las diferencias de los demás no nos permite evolucionar y por el contrario, genera grupos extremistas y radicales que se aferran a la idea de que las cosas nunca deben de cambiar. Si las cosas cambian, mejor las destruyen. Cuando la intolerancia gana muchos adeptos se vuelve aún más peligrosa, pues se convierte en una gran masa con la vista puesta en el fanatismo pero con el cerebro ciego.


En la política ocurre lo mismo, con la salvedad de que en este caso los intolerantes no defienden una fe, una creencia o la esperanza de alcanzar una vida mejor después de esta. Los intolerantes que escalan puestos importantes en la política, en la economía, en la iniciativa privada o en la delincuencia gozan de un excelente cinismo que les permite actuar sin remordimientos mientras abusan de todo aquel que se deje. Como además ostentan el poder y deciden con quien compartirlo y con quien no, les resulta muy sencillo decidir sobre los bienes y los habitantes de una nación entera como si fueran suyos. Prácticamente están en otro mundo y la gente, esas multitudes que integran la población del país, parecen pertenecer a otra especie. Los intolerantes son depredadores de la humanidad y no toleran a los que son distintos a ellos por ser prescindibles, asalariados y en muchos casos honestos y tolerantes, tal vez incluso porque les recuerdan su propia condición humana. Los intolerantes de esta naturaleza viven creando barreras legales, económicas, criminales o de cualquier tipo para seguir viviendo igual, en el culto al dinero y al poder humillante. Claro que no quieren que cambien las cosas.

¿Y en casa? También pasa lo mismo, respetando las distintas escalas: Basta con que un miembro de la familia sea intolerante para que todo el ambiente familiar se vuelva difícil de sobrellevar, porque al intolerante le cuesta mucho trabajo aceptar que alguien “distinto” pueda tener la razón. Cuando existen diferencias tan profundas al interior de una familia, la tolerancia es una virtud que se debe cultivar por todas las partes que viven en desacuerdo, y no solamente por una de esas partes. Si no ocurre así, el intolerante pensará que sigue teniendo razón porque sometió a la persona que prefiere no discutir y seguirá cerrando sus oídos y su mente a otros argumentos e ideas distintos a los que ya conoce.

Entonces comienzan los embarazos a muy temprana edad, los divorcios o las separaciones, los hijos que se van de casa muy jóvenes o que no trabajan aunque pase el tiempo… La intolerancia puede llevar a las víctimas a asumir actitudes autodestructivas, porque pensamos que con esas acciones nos desquitamos de la persona que siempre impone su voluntad por la fuerza o con chantajes. La intolerancia, nuevamente, no nos permite evolucionar. 

En el hogar, el trabajo o la escuela la intolerancia se está volviendo "normal" y hasta le pusieron un nombre muy pop, ahora le llaman "bullying". El bullying es la puerta de entrada a las acciones extremistas.

La tolerancia y la soberbia no se llevan: Una persona soberbia puede soportar o aguantar estar cerca de una persona "diferente", pero vivir aguantando a alguien no es ninguna muestra de tolerancia, más bien es vivir con la sensación de estar haciendo un sacrificio por ser capaces de soportar a "esa gente". 

La tolerancia y la aceptación sí se llevan: Aceptar a una persona que tiene gustos, creencias, opiniones, o cualquier otra cosa diferente a mi no implica que deba estar de acuerdo con ella en todo, significa simplemente que acepto que esa persona es así, sin querer cambiarle nada mientras no me dañe o amenace, y también soy capaz de debatir con argumentos cuando sea necesario. Aceptar es darse cuenta que en este mundo hay tantas formas distintas de ser, como personas lo habitan.


Volviendo al comentario con el que inició este texto, y para cerrar por el momento estas ideas que me siguen dando vueltas en la cabeza desde que supe la noticia, retomo algunas palabras del papa Francisco I, sin ánimo de decir que es el único que tiene la razón, pero sí compartiendo su punto de vista. Sobre todo, resaltando que lo que él dice para las religiones aplica también para cada persona en este mundo:

“Matar en nombre de Dios es una aberración”

“Todas las religiones tienen dignidad”

Puedes practicar (tu religión) con libertad, pero sin imponer o matar”.

Hasta luego.

jueves, 8 de enero de 2015

Buenos propósitos

"El camino al infierno está lleno de buenas intenciones"
(Walter Scott)


...y esos buenos propósitos...

¿Por qué no los cumplimos?

Hay muchísimas razones por las que no se cumplen los propósitos, y algunas de verdad escapan a nuestro control pues en el transcurso del año nos esperan muchas vivencias de todo tipo. Un evento afortunado puede cambiar las posibilidades que tenemos actualmente y facilitar la realización de uno o más propósitos: Igualmente, un evento desafortunado cambiará nuestras prioridades y nos obligará a replantear cómo manejamos nuestros recursos para resolver situaciones más inmediatas.

Claro que tampoco vivimos a la deriva esperando que el viento sople casualmente a nuestro favor, sino que tenemos la posibilidad de prever algunas situaciones y planear otras. Dentro de este contexto, considero que algunas de las causas que dependen de cada uno de nosotros son:


1.  Porque tenemos tooooooooooodo un año para hacerlos y ¡decidimos esperar!

2.  Porque en realidad no nos interesa cumplir un propósito, pero es bonito seguir la moda cuando cambia el año.

3.  Porque nos proponemos metas demasiado altas, y cuando las queremos llevar a cabo ya no parecen estimulantes sino muy difíciles.

4.  Porque nos proponemos cambios que van contra nuestra educación o nuestros valores, negando lo que somos, y no es posible hacer estos “cambios mágicos”.

5.  Porque lo que queremos cambiar no es lo que necesitamos cambiar.

6.  Porque nos echamos encima propósitos para darle gusto a otra persona y no a uno mismo.

7.  Porque queremos conseguir nuestros propósitos sin esfuerzo ni dedicación, y a los pocos días de iniciar el año vemos que esto generalmente no es posible.


¿Cómo podemos cumplirlos?

Aunque no hay garantías ni recetas que nos sirvan igual a todos, tengamos en cuenta que los propósitos más fáciles de conseguir son los que realmente queremos cumplir. Los siguientes tips pueden ser de mucha ayuda si tenemos la voluntad de ser mejores, de actuar mejor, o de adquirir algo mejor:

1.  Dejar de hacer buenos propósitos una vez al año, para empezar a hacer buenos propósitos de corto plazo (semestrales, trimestrales, mensuales, semanales o diarios). Todos los días estamos a prueba, así que todos los días podemos tener un buen propósito ¡y hacerlo conscientemente!

2.  Asumir si en verdad tenemos el deseo de hacer un buen propósito o no. Si en este momento no tengo la claridad para decidir a qué carajos me voy a enfocar, entonces por lo pronto mi primer y único propósito puede ser encontrar ese objetivo en mi vida.

3.  Si el propósito que me puse es muy alto y escapa a mis posibilidades actuales, lo más probable es que lo abandone de inmediato diciendo “luego, después, primero haré esto otro” o cosas así. En estos casos lo más sano es dividir ese propósito en metas más pequeñas y de esta manera ir actuando para conseguir pequeños logros que nos conduzcan a la meta principal. Esto nos evitará frustraciones prematuras y nos ayudará a ser más ordenados en nuestra planeación.

4.  Es común desear lo que hace felices a otras personas. Pero cuando lo probamos nosotros puede ser que no funcione igual. Lo más recomendable es hacer que nuestros propósitos salgan de nosotros mismos, aunque la tentación de seguir el modelo de otros sea muy grande.

5.  Identificar primero qué es lo que necesitamos en realidad. Suena lógico: Si no sabemos lo que necesitamos, nos propondremos cualquier cosa y a mitad de la tarea le perderemos el interés porque… necesitaremos hacer otra cosa, o gastar en otra cosa. Muchas veces compramos a crédito así, pensando en lo que queremos y no en lo que necesitamos, y eso hace más desesperante pagar las deudas adquiridas de impulsivamente.

6.  Darle gusto a otra persona es tener la ilusión de conquistarla o de ganársela, de hacer que se fije en uno y nos dé preferencia sobre otras personas. Pero eso no funciona si para darle gusto tenemos que sacrificar lo que necesitamos o lo que queremos. No nos engañemos: Si tus propósitos están hechos pensando en otra persona, entonces tu único propósito es agradarle a esa persona. Es mejor asumir este propósito como tal y, si es así, esforzarse por lograrlo. Si no es así, hay que volver a plantearse para qué haces tus propósitos con base en lo que prefiere alguien que no eres tú.

7.  Armar una estrategia. Los propósitos son una buena oportunidad para llevar a cabo cambios importantes en nuestros hábitos de vida, y eso es lo mejor que nos pueden dejar. Si queremos ahorrar debemos reducir nuestros gastos o aumentar nuestros ingresos. Si queremos llevarnos mejor con alguien, debemos estar dispuestos a ser más tolerantes nosotros y no solamente ese “alguien”. Si queremos estar más sanos debemos replantear cómo estamos usando nuestro tiempo y cómo nos alimentamos.


¿Y mis propósitos para este año?

Básicamente es uno: Me he propuesto ser más asertivo, utilizar mejor las palabras para decirle a cada cosa, emoción, conducta, hecho o persona por su nombre. Hablar con asertividad lleva a actuar con asertividad y esa es mi mayor meta. Confío en seguir las 7 recomendaciones que aparecen en la segunda parte de este texto para cumplir este objetivo día a día.


Hasta luego.