Tu cuerpo es la casa que habitas.
También es el habitante de esa casa y también es
todo lo que siente, cree y piensa ese habitante.
Y además, es todas sus relaciones con otras casas.
El cuerpo humano es una maravilla de perfección y funcionalidad. No tenemos un cuerpo, en realidad somos un cuerpo formado al menos por tres niveles o estados diferentes que identifico como “cuerpo físico”, “cuerpo emocional-racional”, y “cuerpo social-espiritual”. Hay otras representaciones de estos tres niveles del cuerpo con distintos nombres, por ejemplo en la escuela nos enseñan que tenemos un cuerpo “biológico, psicológico y social”, no en vano el 3 es un número cabalístico: en la religión católica, la imagen de Dios se presenta en 3 divinidades o cuerpos.
En fin, retomo esta idea para hacer un reconocimiento a nuestro cuerpo, nuestra compañía durante toda la vida, el vehículo en que nos movemos, la máquina del tiempo donde avanzamos hasta recorrer todas las edades. Nuestro cuerpo, la Unidad, el Todo que funciona en más niveles de los que alcanzamos a ver.
Por lo general, se representan los 3 niveles como si fueran 3 cuerpos colocados uno sobre otro, tengo presente la imagen del cuerpo físico al centro, cubierto con una silueta de ese mismo cuerpo de tamaño más grande y ésta a su vez está dentro de otra silueta del mismo cuerpo, pero de tamaño aún mayor. Generalmente el cuerpo más pequeño, situado al interior y con un detalle más fino, representa al físico, dando a entender que es el más básico y está rodeado de cuerpos de luz o energía, que de acuerdo a la imagen representan niveles superiores al físico. Esta representación me recuerda a esas muñecas rusas que al abrirlas tienen otra muñeca en su interior.
Hay una relación constante entre los elementos que conforman cada nivel del cuerpo y por lo mismo, lo que le pasa a uno afecta a los demás, a veces de maneras tan drásticas que provocan cambios importantes en la vida del dueño o la dueña de ese cuerpo, de manera que en el nivel físico también se encuentra el nivel espiritual y el psicológico. Lo que sentimos más nuestro o más privado encuentra su lugar y se manifiesta en el cuerpo físico, como los sentimientos, las emociones, los pensamientos, las creencias o la actitud. Ignorar la relación que hay entre los tres niveles del cuerpo y pensar que cada uno funciona aislado de los demás, o que uno está por arriba de otro, nos enferma.
Los síntomas de nuestro cuerpo físico, los problemas en nuestras relaciones, las dudas acerca de nuestros principios y valores, son todas ellas enfermedades, mensajes que se pueden y se deben atender en cualquiera de los 3 niveles del cuerpo para que la totalidad funcione bien, puesto que están entrelazados. No atender el síntoma o la señal a tiempo equivale a querer “divorciar” nuestros niveles corporales, y la consecuencia será que aparecerán nuevos síntomas más fuertes, hasta que dejemos de ser indiferentes.
Hay mucha bibliografía acerca de las repercusiones que tiene el cuerpo emocional o el espiritual sobre el cuerpo físico, y viceversa, sin embargo le seguimos dando más importancia al cuerpo tangible, al que podemos ver y sentir. Esto es completamente normal, de hecho es más común que los síntomas, sensaciones e impulsos de cada parte de nuestro cuerpo físico los que nos digan lo qué está ocurriendo con los otros planos corporales (porque le hacemos más caso al cuerpo físico).
Conocer nuestras emociones y pensamientos, así como nuestra espiritualidad y forma de relacionarnos, no implica que debamos ser maestros de la meditación ni que tengamos que realizar complicados rituales místicos para llegar a entender nuestros tres niveles. Ya que los 3 cuerpos están interconectados y son interdependientes entre sí, al poner atención en el cuerpo físico y hacer caso de lo que necesita, también estamos haciendo caso de los otros dos niveles corporales.
Cuando hay malestar o incomodidad, generalmente se debe a que se está forzando al cuerpo a hacer algo que en realidad no desea hacer en ese momento. Esto se debe a que en alguno de los otros niveles corporales hay otra necesidad que debe atenderse antes para que el cuerpo físico cumpla su función de manera correcta. Éste es el principio básico de todas las enfermedades, desde el cáncer hasta la gripe, la dislexia, la impotencia o cualquier otra (excepto cuando hay un daño orgánico causado por algún accidente o lesión).
Lo mismo ocurre cuando descuidamos nuestro cuerpo material causando daños a nuestra dentadura por falta de higiene, a nuestros ojos por no atenderlos adecuadamente, a nuestro cerebro y músculos por no ejercitarlos o a nuestro organismo en general por abusar de alguna sustancia como el alcohol, el tabaco, la grasa, el azúcar u otras. Cada parte de nuestro cuerpo físico que se daña o que funciona mal, afecta de igual manera a una parte de nuestros otros niveles corporales.
Hacer caso a las señales del cuerpo no significa que viviremos “sanos” desde el nacimiento hasta la muerte, sin embargo, es la clave para afrontar asertivamente las situaciones que la vida nos presenta, identificar los problemas y dificultades en cuanto aparecen y mantener relaciones nutritivas con uno mismo y con los demás. También es indispensable para tener una autoestima sana, esa que permite sacar de la vida íntima lo que ya no le sirve al organismo.
En los tres planos corporales consumimos “cosas” (comida, bebida, creencias, actitudes, relaciones…) que en un momento de nuestra historia son nutritivas y con el paso del tiempo, si abusamos de ellas pueden volverse tóxicas, pero también tenemos la opción de desecharlas. Desecharlas no significa rechazarlas, a veces desechar la comida chatarra significa reducir su consumo para darle lugar a alimentos más sanos, de la misma forma que desechar una relación tóxica implica evolucionar y tratar de manera distinta a uno mismo y a los demás. Esto aplica para cualquier nivel corporal.
Aspiro a despertar la curiosidad y el respeto
necesarios para conocer un poco más de nosotros mismos
y tratar mucho mejor a todos nuestros niveles corporales.
El cuerpo físico es el nivel en el que podemos identificar
más fácilmente lo que ocurre y lo que hacemos con nuestro ser.
Sigue tu propia rutina diaria, acostumbra a tu cuerpo a la disciplina de mantener una serie de acciones o rituales diarios, como despertar a la misma hora, vestirte aunque no haya que salir al trabajo o a la escuela, hablar con alguien, regar las plantas, practicar lo que te gusta hacer, pasear a tu mascota o lo que decidas hacer en tu día. Esto te ayuda a mantener control sobre tu persona, un paso básico para que puedas confiar en ti.
Consume alimentos nutritivos para el cuerpo físico, para el emocional y para el espiritual, si te descubres abusando de la chatarra como frituras, golosinas, o sustancias adictivas, descubrirás que en los otros niveles harás lo mismo, abusando de los equivalentes como la codependencia, la ansiedad, la intolerancia o las quejas constantes. El amor propio y la gratitud siempre son buenos nutrientes.
En resumen: hacer caso a las señales del cuerpo y considerar sus 3 niveles nos permite aprender de la vida, desarrollar habilidades para resolver las situaciones que la vida nos presenta y aceptarnos tal como somos, en vez de vivir peleándonos con nosotros mismos.
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