Por fortuna. Sin embargo la forma de manifestar tu energía es diferente cuando hay juventud y cuando ya no la hay, y eso puede confundirse con una enfermedad. Cierto que entre más edad tengas también habrá más achaques, cambios de intereses y tal vez también de ritmo, aún así, la peor enfermedad se llama rendirse y puede afectarte a cualquier edad porque no depende de tu bienestar físico sino de tu voluntad.
Está bien caerse y volverse a levantar.
Está bien fracasar en tu relación de pareja y aún así desear amar y ser amado.
Está bien arriesgarte, no conseguir lo que deseabas y planear mejor la manera en que te vas a arriesgar la próxima ocasión.
Está bien sufrir una herida, raspadura o lesión jugando y tener que esperar hasta que te recuperes para volver a jugar.
Está bien llorar si te sientes mal hasta que puedas hablar de eso que te lastimó sin que te salgan las lágrimas.
Está bien equivocarse y aprender de tus errores, aunque a veces no entiendas a la primera y te vuelvas a equivocar. Está bien.
Está bien asumir el riesgo de vivir con todo lo que implica.
Lo que no está bien y por eso nos enferma, es rendirse. La persona sana tiene la firme voluntad de seguir adelante aún con miedo y dudas, y si persiste siempre encontrará su mejor camino. Confía en ti y en la gente que te apoya. Si eres joven usa el empuje de tu energía para avanzar, si eres mayor usa tu experiencia y todo lo aprendido para poder aprender más.
Libertad, confianza, respeto, compañía, compromiso, amor.
De eso está hecha la salud a cualquier edad.
Hasta luego.
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