El miedo. La sensación en tu interior de
que algo va a pasar en el exterior. El doble impulso simultáneo de moverte y al
mismo tiempo paralizarte. El bloqueo que te impide hacer lo que ya tenías
decidido hacer. Así es de contradictorio, y mientras te llenas la cabeza con un
montón de desastres que podrían ocurrir con alguien o algo allá afuera, el
verdadero desastre está ocurriendo en tu interior.
¿Has notado cuáles son los mensajes que te
dices cuando aparece el miedo? Generalmente hay una sensación corporal, puede
ser en el estómago, en el vientre, en el pecho o la garganta, y también hay
quien percibe esa sensación en la nuca si su esquema de pensamiento es más
elaborado, por no decir obsesivo:
1.
Justo
en el momento en que aparece esa sensación ya conocida y hasta familiar, se
dispara en tu interior una frase programada del tipo "¡ya valió!",
que es como el botón de inicio que desencadena el miedo.
2. Enseguida comienzan una serie de mensajes
dirigidos a esa sensación, quejándote y prácticamente ordenándole que se
detenga. Conclusión: Al final tus pensamientos están totalmente enfocados en la
sensación corporal que anuncia al miedo y olvidas lo que querías hacer, y si te
acuerdas ya es menos importante que la sensación del miedo en sí mismo.
3. Entonces aparece el tercer grupo de
mensajes, y dependiendo de tu carácter pueden ser de lamentos y autorreproches
(como castigándote) o bien, de enojo y frustración (como castigando a los demás
para dejar de poner atención en tu miedo).
Si te fijas, el miedo se hace más grande y
más fuerte entre más atención le pongas. ¿Y cómo evitar que el miedo crezca
hasta parecer más grande que tú? Bueno, una opción es dejar de pelear con él y comenzar
a tratarlo como parte de ti, esto implica cambiar tus mensajes, y sobre todo
estar consciente de que te los dices a ti y no al miedo o a otra gente. A fin
de cuentas, el miedo es tuyo.
1.
Justo
en el momento en que aparece esa sensación ya conocida y hasta familiar que
anuncia al miedo, es cuando debes dejar de presionar el botón de inicio. Es
decir, en vez de reaccionar diciendo “¡ya valió…!” habrá que cambiar el mensaje
por uno de bienvenida, del tipo “¿Ya llegaste?, gracias por avisarme, yo me
hago cargo”.
2.
Una
vez que te acostumbras a reaccionar con un mensaje como el que se indica en el
punto anterior, ya no hay necesidad de los mensajes del grupo 2 y 3.
No te exijas ni te regañes demasiado,
cambiar un hábito no es algo que se pueda lograr en un día, y si comienzas a maltratarte
tendrás el mismo resultado que tenías al enfocarte solo en el miedo. Tu miedo
está ahí para avisarte de que hay un riesgo, agradécele por darte la alarma y dile
con toda claridad que te acompañe, que tú te haces cargo y que no hay peligro.
Incluso si algo no sale como esperabas, dile a tu miedo que está bien y que lo
volverás a intentar.
Tal vez sea necesario un periodo de
entrenamiento, de aceptación hasta creer que de verdad el miedo es tuyo, es
parte de ti y por lo tanto, se pueden llevar bien. Si te ocurre algo así y
quieres ayuda para salir de esta situación puedes buscar apoyo de un
profesional, en ese caso yo soy una opción que te puede recibir con mucho
gusto.
Hasta luego.
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