sábado, 1 de septiembre de 2018

Tu miedo, tu amigo



El miedo. La sensación en tu interior de que algo va a pasar en el exterior. El doble impulso simultáneo de moverte y al mismo tiempo paralizarte. El bloqueo que te impide hacer lo que ya tenías decidido hacer. Así es de contradictorio, y mientras te llenas la cabeza con un montón de desastres que podrían ocurrir con alguien o algo allá afuera, el verdadero desastre está ocurriendo en tu interior.

¿Has notado cuáles son los mensajes que te dices cuando aparece el miedo? Generalmente hay una sensación corporal, puede ser en el estómago, en el vientre, en el pecho o la garganta, y también hay quien percibe esa sensación en la nuca si su esquema de pensamiento es más elaborado, por no decir obsesivo:


1.   Justo en el momento en que aparece esa sensación ya conocida y hasta familiar, se dispara en tu interior una frase programada del tipo "¡ya valió!", que es como el botón de inicio que desencadena el miedo.
2.   Enseguida comienzan una serie de mensajes dirigidos a esa sensación, quejándote y prácticamente ordenándole que se detenga. Conclusión: Al final tus pensamientos están totalmente enfocados en la sensación corporal que anuncia al miedo y olvidas lo que querías hacer, y si te acuerdas ya es menos importante que la sensación del miedo en sí mismo.
3.   Entonces aparece el tercer grupo de mensajes, y dependiendo de tu carácter pueden ser de lamentos y autorreproches (como castigándote) o bien, de enojo y frustración (como castigando a los demás para dejar de poner atención en tu miedo).

Si te fijas, el miedo se hace más grande y más fuerte entre más atención le pongas. ¿Y cómo evitar que el miedo crezca hasta parecer más grande que tú? Bueno, una opción es dejar de pelear con él y comenzar a tratarlo como parte de ti, esto implica cambiar tus mensajes, y sobre todo estar consciente de que te los dices a ti y no al miedo o a otra gente. A fin de cuentas, el miedo es tuyo.

1.   Justo en el momento en que aparece esa sensación ya conocida y hasta familiar que anuncia al miedo, es cuando debes dejar de presionar el botón de inicio. Es decir, en vez de reaccionar diciendo “¡ya valió…!” habrá que cambiar el mensaje por uno de bienvenida, del tipo “¿Ya llegaste?, gracias por avisarme, yo me hago cargo”.
2.   Una vez que te acostumbras a reaccionar con un mensaje como el que se indica en el punto anterior, ya no hay necesidad de los mensajes del grupo 2 y 3.


No te exijas ni te regañes demasiado, cambiar un hábito no es algo que se pueda lograr en un día, y si comienzas a maltratarte tendrás el mismo resultado que tenías al enfocarte solo en el miedo. Tu miedo está ahí para avisarte de que hay un riesgo, agradécele por darte la alarma y dile con toda claridad que te acompañe, que tú te haces cargo y que no hay peligro. Incluso si algo no sale como esperabas, dile a tu miedo que está bien y que lo volverás a intentar.

Tal vez sea necesario un periodo de entrenamiento, de aceptación hasta creer que de verdad el miedo es tuyo, es parte de ti y por lo tanto, se pueden llevar bien. Si te ocurre algo así y quieres ayuda para salir de esta situación puedes buscar apoyo de un profesional, en ese caso yo soy una opción que te puede recibir con mucho gusto.


Hasta luego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar?: