martes, 28 de julio de 2015

Un idioma rico, variado e incluyente

"Cada idioma es un modo distinto de ver la vida"
(Federico Fellini)




No soy un ejemplo a seguir en lo que se refiere al uso del idioma (y en muchas otras áreas): me falta aprender y practicar más para aprovechar mejor la riqueza del español, porque es innegable que nuestro idioma es muy rico y variado. 

Hay quien dice que en realidad el inglés o el francés son idiomas más ricos porque disponen de un número mayor de palabras, sin embargo la riqueza del español no radica en la cantidad de palabras que lo componen, sino en las maneras tan especiales en que las usamos. Prácticamente en cada uno de los países que hablan el español se le ha adaptado para darle un uso muy local y específico a ciertas palabras y modismos. Incluso dentro de un mismo país cambia mucho la manera de expresarnos, por ejemplo en este México lindo y querido para decir "niño" podemos escuchar palabras como huerquillo, escuincle, chamaco, chiquillo, buki, nene, rapaz, chavo, infante, criatura y otras más, dependiendo de la región y de otros rasgos sociales de los hablantes.

Lo más sorprendente que tiene nuestro idioma es que dentro de esa increíble gama de términos y modismos, todos los hablantes del español nos entendemos sin importar que lo hablemos al estilo de México, de Argentina, de España, de Cuba, Uruguay o de cualquier otro país hispanoparlante. Nos une una raíz común y esto quiere decir que nuestro idioma, además, es incluyente.


Tiene más conjugaciones verbales que el inglés, por ejemplo. Incluso para el famoso verbo "to be" con el que empezamos a aprender ese idioma, el español tiene dos significados (ser y estar). Tiene también expresiones específicas para identificar el género masculino y femenino cuando nos referimos a las cosas o personas y a sus características o cualidades, también tiene muchas palabras que se usan como género neutro, así que no tenemos que inventar palabras redundantes para demostrar que estamos a favor de lo femenino o lo masculino, ahora que está de moda ser incluyentes.

He tenido oportunidad de escuchar expresiones divertidas en pláticas serias, como "jóvenes y jóvenas", "estudiantes y estudiantas", ellos y ellas, los viejitos y las viejitas y otros pleonasmos por el estilo, que equivalen en el uso del idioma a decir cosas como "bajé para abajo", "subió para arriba", "pensé para mis adentros", "cállate la boca" o "¡qué gentío de gente!".


Abusar de las repeticiones y ser muy insistentes en el uso de estos pleonasmos puede hacer que se pierda el sentido de lo que se dice y que volvamos confusa la comunicación. Si, por ejemplo, le molesta que le ofrezcan una silla, una batería o una pelota porque se escuchan muy femeninos esos nombres, no será necesario que diga "sillo", "baterío" o "peloto", simplemente puede pedir que le ofrezcan asiento, que le den un acumulador o que le pasen un balón. Y lo mismo ocurre si los nombres que escucha le parecen demasiado masculinos. ¿Y los vocablos neutros? Pues son neutros y debemos vivir con eso: "joven" se refiere tanto a las chicas como a los chicos, lo mismo que "gente" se refiere a mujeres y a hombres, al igual que "persona", "ser humano" o "humanidad".

"No sé hasta qué punto un escritor puede ser revolucionario. Por lo pronto, está trabajando con el idioma, que es una tradición"
(Jorge Luis Borges)

La ideología es un filtro que distorsiona nuestra forma de ver la realidad. Antes de ver el mundo como es, observamos las propias creencias y si nos dejamos guiar únicamente por ellas, es muy probable que nos privemos de la oportunidad de enriquecer nuestros puntos de vista, nuestra visión del mundo y nuestra capacidad de hablar. En vez de feminizar, masculinizar o usar cualquier otro pleonasmo, tratemos de enriquecer nuestro léxico, conocer más palabras y mantener un criterio abierto, con la disposición a pensar que si aceptamos incluir en nuestro vocabulario algunos de los vocablos que ya existen en el amplio catálogo del español, no tendremos que insistir en que todos nos expresemos igual... ¡que viva la diferencia!



Por mi parte, considerando que una condición básica del trabajo terapéutico es hablarnos claro (a uno mismo primero y enseguida a los demás), pretendo erradicar algunos vicios que le quitan asertividad a mi manera de hablar:

1. Eliminar las palabras "pues", "a lo mejor" y "como que".
2. Ser menos insistente y repetitivo al exponer mis ideas.
3. Escuchar con más atención antes de expresar mi opinión.

Quiero ser constante en este propósito para tener un buen resultado y confío en lograrlo. Te hago la invitación, lector de este blog, para que identifiques el vicio que pudiera estar limitando tu buena comunicación y te decidas a buscar otras opciones al hablar ¡es un ejercicio interesante! La manera como hablamos refleja la manera como pensamos, y ésta es la que determina nuestra actitud ante la vida... 

Seguiré siendo un aprendiz eterno del idioma español... ¡me gusta mucho mi idioma tan rico, variado e incluyente!

Hasta luego.

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