Parece simple, y lo es cuando se vuelve un hábito. Ser una persona abierta implica vivir intensamente lo que piensas, lo que sientes y lo que haces.
Por una puerta abierta entran y salen toda clase de personas, por una persona abierta pasan todo tipo de experiencias, desde las más gratas hasta las más dolorosas.
La mayoría de la gente se va cerrando cuando vive experiencias desagradables, tristes, vergonzosas, dolorosas o enojonas... Obvio: Nadie quiere que le vuelva a ocurrir algo que no le gustó y tal vez hasta le lastimó. Entonces cierra la puerta a nuevas ideas y formas de expresión, o a los sentimientos porque si los expone se los podrían dañar, o a hacer algo que antes disfrutaba bastante, como bailar, cantar, salir, hablar...
Cerrando la puerta se protege su mente, su corazón o su actitud.... O las tres cosas, y entonces solo queda una persona bastante rígida, terca y temerosa que, sin embargo, cree estar segura porque nadie puede penetrar su fortaleza personal.
Por una puerta cerrada no pasa nada. Por una persona cerrada ni entran ni salen experiencias, cuando mucho se acumulan telarañas y polvo. Abrirse implica que algo de lo que vivas puede lastimarte otra vez, y éste es un riesgo real, pero también significa que podrás seguir aprendiendo muchas cosas sin necesidad de libros, clases ni largas explicaciones, sino de la mejor manera: viviendo. Y viviendo con intensidad.
Todos vamos hacia la misma meta, quien se arriesga a abrirse a la vida termina con desgaste y algunos arañazos, tal vez hasta con unas cuantas cicatrices en la mente, el corazón o en su manera de actuar; quien sigue creyendo que solo estará seguro cerrándose a la vida, seguramente terminará oxidado, débil por falta de movimiento y con telarañas en la memoria de tan parecidos que fueron sus días.
Si te han lastimado es normal que te dé miedo abrirte de nuevo a la vida. Ahí radica el mérito de ser una persona abierta: hacerlo, abrir con todo y el miedo la mente, el corazón y la actitud. Y cuando abres la puerta a la vida, descubres que también el miedo puede pasar.
La meta de todas las vidas es la misma, ¿cómo quieres llegar?
Hasta luego.
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