miércoles, 11 de mayo de 2011

Una felicitación, un rollo y un cuento

Una felicitación:

Antes que esta noche se lleve al 10 de mayo: ¡Feliz día de las madres! A Merceditas, a Chinés y a todas las mamacitas.


Hoy es un día especial y estoy convencido de que se pueden enviar felicitaciones y pláticas completas a todas nuestras gentes que viven con nosotros y también a las que ya están del otro lado, asumiendo el riesgo de ser diagnosticado como esquizofrénico o histérico, por lo menos.

Un rollo sobre el ciclo de la vida:

Somos transparentes, nos dejamos ver por todo el mundo tal como somos y muchas veces los últimos en enterarnos somos nosotros mismos, que invertimos grandes cantidades de tiempo, energía y a veces también de dinero en formar una fachada más o menos creíble ante los demás, pero lo único que hacemos es alterar el espejo que nos debería mostrar nuestra propia realidad. Así, ocurre que nos vamos privando de ver muchas verdades a lo largo de la vida, y muchas de estas verdades son cosas muy simples pero si no están al alcance de nuestros sentidos, pues parece que la verdad de la vida es algo muy complejo.

Esto ocurre con las cosas del espíritu, normalmente aceptamos en nuestra infancia que existe un mundo de energías que solamente de manera excepcional podemos percibir, y conforme vamos creciendo, esta creencia se desvanece ante el aplastante peso del mundo material. Al llegar a la vejez, muchas personas retoman esas creencias y buscan la manera de encontrar paz interior y de trascender espiritualmente, es decir: de regresar al estado en que estuvieron en su más lejana infancia. El ciclo de la vida, pues. 

Al principio se puede confiar en todo, pues el que nada sabe a nada le teme, y al final se puede volver a confiar en todo lo que atañe al más allá, pues hay que prepararse para el momento de la partida, ¿y en todo el ínter? Bueno, normalmente nos dedicamos a crear conflictos y a sentir que somos dueños de una vida, de una ideología, de una postura o hasta de un hijo o de una pareja, logrando formarnos una autoimagen de nosotros mismos que condiciona nuestra forma de ser y actuar en el mundo.

Un cuento: 
Sobre la "apariencia" que creamos para engañarnos a nosotros mismos:

"Dos jóvenes monjes fueron enviados a visitar un monasterio cercano. Ambos vivían en su propio monasterio desde niños y nunca habían salido de él. Su mentor espiritual no cesaba de hacerles advertencias sobre los peligros del mundo exterior y lo cautos que debían ser durante el camino. Especialmente incidía en lo peligrosas que eran las mujeres para unos monjes sin experiencia:


-Si veis una mujer, apartáos rápidamente de ella. Todas son una tentación muy grande. No debéis acercaros a ellas, ni mucho menos hablar, por descontado, por nada del mundo se os ocurra tocarlas.

Ambos jóvenes aseguraron obedecer las advertencias recibidas, y con la excitación que supone una experiencia nueva se pusieron en marcha. Pero a las pocas horas, y a punto de vadear un río, escucharon una voz de mujer que se quejaba lastimosamente detrás de unos arbustos. Uno de ellos hizo ademán de acercarse.

-Ni se te ocurra -le atajó el otro-. ¿No te acuerdas de lo que nos dijo nuestro mentor?

-Sí, me acuerdo; pero voy a ver si esa persona necesita ayuda -contestó su compañero,

Dicho esto, se dirigió hacia donde provenían los quejidos y vio a una mujer herida y desnuda.

-Por favor, socorredme, unos bandidos me han asaltado, robándome incluso las ropas. Yo sola no tengo fuerzas para cruzar el río y llegar hasta donde vive mi familia.

El muchacho, ante el estupor de su compañero, cogió a la mujer herida en brazos y, cruzando la corriente, la llevó hasta su casa situada cerca de la orilla. Allí, los familiares atendieron a la asaltada y mostraron el mayor agradecimiento al monje, que poco después reemprendió el camino regresando junto a su compañero.

-¡Dios mío! No sólo has visto a esa mujer desnuda, sino que además la has tomado en brazos.

Así era recriminado una y otra vez por su acompañante. Pasaron las horas, y el otro no dejaba de recordarle lo sucedido.

-Has cogido a una mujer desnuda en brazos! ¡Has cogido a una mujer desnuda en brazos! ¡Vas a cargar con un gran pecado!

El joven monje se paró delante de su compañero y le dijo:

-Yo solté a la mujer al cruzar el río, pero tú todavía la llevas encima."

Y si les interesa ver más cuentos de este estilo, están dentro de un libro que se titula "120 cuentos espirituales de Oriente", disponible en la página https://ebiblioteca.org/ para que lo puedan descargar si quieren.

Hasta luego.

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