Cuando apenas estaba pensando en estudiar psicología, platicaba con mi amiguito Morfín sobre esa idea y él me comentó que, a simple vista, parecía que la función del psicólogo era la de "alinear" a la gente para que no desentonara de los convencionalismos sociales, como si el objetivo fuera nada más sentirse bien "siendo iguales" a los demás.
En esos días no tuve forma de sustentar mi postura (espero que ahora sí), pero como ya recorrí un poco más de camino en la ruta de la psicología ya supe, por ejemplo, que hay una psicología social, que hay psicólogos metidos a enfoques sistémicos y que hay tantas formas de abordar la relación del ser humano con su mundo, que para mi la función del psicólogo, o al menos una de ellas, es la de respetar la individualidad de cada persona sin fomentar el egoísmo, el narcisismo o cualquier otro "ismo" que la aísle de la sociedad. Hay un libro del maestrísimo Claudio Naranjo titulado "Eneagrama de la sociedad" donde toca este punto y me gusta el enfoque con el que se presenta:
La sociedad en general está en crisis, nos toca vivir una época de crisis planetaria y esta es una verdad que no podemos negar a menos que algo no ande bien con nosotros mismos. Al reconocer esto no se tira al drama ni a la depresión, simplemente describe la situación en la que se encuentra actualmente la humanidad en su conjunto, y propone que es responsabilidad de cada ser humano aportar algo (el famoso granito de arena) para que sigamos evolucionando. Me gusta esta postura porque le da una razón de ser al esfuerzo de tratar de ser mejores personas, no solo por estar buscando el sentirse bien, sino porque contribuimos a crear bienestar compartido, y además porque coincide con un principio básico: El que no es capaz de amar, solamente puede destruir.
En su libro, Claudio Naranjo propone 4 acciones para que cada uno de nosotros se ayude y ayude a su comunidad:
1. Trabajar por nuestro progreso espiritual.
2. Cultivar el amor hacia el tú y hacia el yo, que yo ejemplifico con el concepto "ser empáticos", aunque esto sea muy simplista.
3. Ser conscientes de las tentaciones del ego, la enfermedad o el pecado (como gusten decirle a esas fuerzas que a veces decidimos seguir para detener nuestro crecimiento espiritual) y alejarnos de ellas a tiempo.
4. Conocer las peligrosas generalizaciones de la psicopatología (enfermedad psicológica, pues) del carácter y alejarnos de la inercia institucional. Reaccionar de maneras menos mecánicas o automáticas, sería otra form de decirlo.
No son actitudes muy complicadas, aunque requieren el compromiso de ser constantes y de creer que podemos seguir evolucionando en lugar de ir involucionando.
Y bueno, no sé si cantinflée mucho, pero esta es mi forma de ver ahora a la persona ante su comunidad: no como un simple ente adaptado, sino como un elemento capaz de asimilar lo que le es útil y de compartir con los demás sus capacidades y conocimientos, hasta donde sea posible o necesario.
Si les interesa, échenle una hojeada al libro que les comento. Lo malo es que todavía no sé bien esto de los blogs y desconozco si es posible cargar el libro aquí para quien lo quiera descargar, si alguien sabe cómo hacerlo me dice, por favor.
Hasta luego, que estén bien.
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