domingo, 8 de mayo de 2011

Hacerse la víctima

Jay Haley es uno de los más respetados exponentes de la terapia familiar sistémica. Este señor y sus secuaces vinieron a aterrizar en el campo de la teoría psicológica (y la práctica) todos los conocimientos derivados de la Teoría General de los Sistemas, y aunque ahorita suena muy obvio que nadie vive aislado y nuestras acciones individuales o grupales afectan a nuestro entorno, en esa primera infancia de la psicología aún no se había sistematizado este conjunto de ideas para darle aplicación. Para no entrar en rollos históricos de los abuelitos de la psicología actual, porque me parecen muy interesantes y después se me dificulta salir de este tema, me voy a limitar a reproducir un extracto del ensayo más famoso escrito por Jay Haley: "Las tácticas de poder de Jesucristo".

Este libro se publicó en México por Paidós dentro de la serie "Terapia familiar", aunque lo he visto en otras editoriales sudamericanas dentro de la serie "Ciencias de la conducta", y me llama la atención esto porque sin que el autor lo exprese en ninguna parte de su escrito, uno se queda con la idea de que, efectivamente, las tácticas de poder que utilizó Jesucristo las seguimos empleando actualmente en las luchas diarias que se dan en los rines y campos de batalla domésticos para controlar o ceder el control de la relación. Lo que sí dice con toda claridad Haley, es que estas tácticas son explotadas ampliamente por los líderes de grupos sociales o los auténticos revolucionarios como Gandhi o Martin Luther King.

El extracto que reproduzco de su libro se llama "La táctica del vencido", y es un arma indispensable en el arsenal de cualquier chantajista... Y como decía el mismo Jesús: "El que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra".

Aquí está el texto, y la verdad es que todo el ensayo está muy interesante, o sea que les recomiendo conseguirlo (yo descargué el ensayo -no el libro completo- de la página 4shared.com), ya me estoy convenciendo de que no voy a poder compartir libros en este blog:

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En cierto momento Jesús compara a su manada con las bestias del campo y con los pájaros del aire; creemos que vale la pena comparar también sus tácticas. Como los hombres, los animales forman grupos sociales con una estructura jerárquica de poder y es inevitable que se produzcan luchas cuando los revolucionarios intentan escalar posiciones y los líderes establecidos se oponen. Entre las variadas técnicas utilizadas por los animales en esta pugna, la más relevante para un estudio sobre Jesús es la “táctica del vencido”, utilizada por algunas bestias del campo y pájaros del aire. Cuando dos lobos pelean y uno alcanza la posibilidad de matar al otro, el lobo derrotado levanta de pronto la cabeza y ofrece su cuello al adversario. Ante esa actitud, el oponente se paraliza y no puede matarle. El vencido controla así la conducta del vencedor quedándose inmóvil y ofreciendo su vulnerable yugular. También el pavo, enfrentado a un oponente más fuerte, estira el cuello a ras del suelo adquiriendo una postura indefensa, y el oponente de su misma especie no puede atacarle ni matarle.
Esta relación entre Jesús y la conducta animal es comentada por Lorenz quien, refiriéndose a la lección que se puede aprender de la conducta de los lobos, dice: «Al menos he logrado una comprensión más profunda de un dicho de la Biblia, a menudo mal comprendido y que hasta ahora me había provocado fuertes sentimientos de oposición: “Al que te hiere en una mejilla ofrécele la otra” (Lucas 6: 29). Un lobo me ha iluminado; no se le vuelve la mejilla al enemigo para que vuelva a golpear sino para imposibilitarlo de hacerlo».
Si bien puede argumentarse que la táctica del vencido es un mero recurso utilizado por los animales para sufrir derrotas sin extinguirse y que los hombres utilizan estas tácticas en la guerra, también es posible considerar el procedimiento como una manera de determinar lo que va ha ocurrir. Hay un viejo dicho sobre la imposibilidad de vencer a un oponente desvalido; si se le pega y no devuelve los golpes es inevitable sentir culpa y exasperación y dudar de quién es verdaderamente el vencedor. Esta táctica es utilizada eficazmente por esposas lloronas y padres ansiosos que descubrieron que la desvalidez vuelve sus indicaciones más tiránicas que sus órdenes. La táctica extrema de amenazar con suicidarse pertenece a una categoría similar.
La táctica del vencido, el presentar la otra mejilla, tiene también sus riesgos. Da la impresión de ser una táctica que, si no es ganadora, provoca una exterminación asesina, como lo aprendieron los primeros cristianos. El hecho de que los tres exponentes máximos de este procedimiento, Jesús, Gandhi y Martin Luther King sufrieran muertes violentas, tan violentas como si hubieran luchado con la espada, no parece accidental. Resulta obvio que Gandhi tiene una deuda con Jesús: la táctica de la resistencia pasiva. Gandhi comenta que en su juventud leyó el Sermón de la Montaña y que le impresionó profundamente. (No podemos saber si desarrollo una táctica del vencido más ampliamente que Jesús, ya que no tenemos suficiente información sobre este último mientras que conocemos mucho sobre Gandhi). Quizá la instrumentación de la debilidad para determinar el resultado de una lucha de poder tiene más eficacia si existe una amenaza de violencia de fondo para apoyar la táctica. El éxito obtenido por los negros con la no violencia se puede considerar un producto del temor de los blancos de provocar mayor violencia si asesinaban a muchos de estos jóvenes.
Durante toda su vida pública, Jesús predicó, aunque rara vez practicó, la táctica de presentar la otra mejilla, amar a los enemigos, rezar por ellos y perdonar setenta veces siete a quienes le habían causado daño (lo que seguramente haría capitular a cualquier oponente). Fue muy explícito en describir esto como un procedimiento estratégico más que como una regla religiosa, y desde entonces, así fue utilizada por los desposeídos ante las autoridades. A veces se lo llama “el juego del ejército” en el que el soldado de rango más bajo puede ganarle a su superior en la lucha por el poder con sólo hacer más de que lo que se le ordena. Si a un soldado recalcitrante se le ordena fregar el suelo, no sólo puede fregar sino hacerlo obedientemente durante ocho horas. (Los autores de un trabajo psiquiátrico describen a un soldado que se las ingenió para encontrar y usar como un arma un estropajo con un solo cordel.) Sus superiores se enfurecerán, pero se sentirán incapaces de tomar represalias, ya que no se le puede castigar por hacer lo que se le ordenó. Jesús expresó cuidadosamente esta táctica al explicar la estrategia que se debe emplear ante la autoridad.
Habéis oído que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente; pero yo os digo: No resistáis al mal, y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale también la otra; y al que quiera litigar contigo para quitarle la túnica déjale también el manto y si alguno te requisara para una milla, vete con él dos. (Mat, 5: 38-41)
Es dudoso que Jesús haya inventado la táctica del vencido, pero, por cierto, la sistematizó y enunció de un modo muy explícito. Nos dicen que los judíos la utilizaron para vencer a Pilatos. Cuando éste fue nombrado gobernador, erigió sus cuarteles en Cesárea y colocó las banderas de Tiberio en Jerusalén; los judíos protestaron por la instalación de banderas en su ciudad sagrada y entraron en manifestación a Cesárea. Pilatos los rodeó con sus tropas y anunció que si no se dispersaban los mataría. Los judíos, desarmados, “se arrojaron todos al suelo, extendieron sus cuellos y exclamaron que estaban dispuestos a morir antes de transgredir la Ley”. Las insignias de Cesar desaparecieron.
El hecho de que Jesús nunca haya entregado la otra mejilla sugiere que era una táctica deliberada, más que su filosofía personal. Ante adversarios como los escribas y fariseos que lo criticaban, Jesús no sólo devolvía crítica por crítica, sino que los vilipendiaba y amenazaba. Cuando los fariseos criticaron a sus hombres por comer trigo en sábado, Jesús señaló que David comió los panes consagrados y que además el Hijo del Hombre era Señor del sábado. Cuando lo criticaron por curar en sábado respondió que en ese día se salvaría a un animal herido y que un hombre valía más. Cuando dijeron que curaba por medio del demonio, los llamó “generación de víboras” y cuando preguntaron por qué sus discípulos no se lavaban las manos antes de comer los llamó hipócritas. (Mat. 15).
Estas no son respuestas humildes; Jesús no utilizaba con sus oponentes la resistencia pasiva; respondía con una pregunta o con un ataque. En realidad, jamás perdonó a nadie una crítica o algún daño a su persona, aunque perdonaba a los que habían causado daños a otros. Desde la cruz ofreció un perdón general para todos cuando dijo: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”, pero cuando se le presentaba la oportunidad de perdonar en un encuentro personal, la rechazaba. Por ejemplo, podría haber perdonado a Judas cuando lo traicionó, pero en cambio dijo: “Pero, ay del hombre por quien el Hijo del Hombre será entregado, mejor le fuera a ése no haber nacido”. (Mat. 26: 24).
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Sale pues, aquí queda este extracto y mi afirmación de que  Haley es un capo y cualquier parecido con la realidad cotidiana, sea doméstica o dentro de nuestro sistema social, también viene a confirmarlo, aunque el capo máximo es Jesús, obviamente.

Hasta luego.

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