jueves, 21 de febrero de 2013

Las heridas de nuestro niño interior

"No tengo verdaderas convicciones acerca de por qué le ocurren cosas malas a la gente buena o por qué se abusa terriblemente de algunos más que de otros. Ninguna de las respuestas religiosas convencionales me ha convencido."
John Bradshaw, en su libro "El niño interior"


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¿Y qué es el niño interior?

Todos tenemos en nuestro interior la intuición, la creatividad y las emociones vivas de nuestra infancia, pero si en nuestra infancia real tuvimos que negar una parte de nosotros para sobrevivir en la familia o en el medio en que nos tocó crecer, nuestro niño interior quedó lastimado y seguirá reclamando atención como niño que es, sin importar la edad cronológica que tengamos. Por el contrario, un niño interior sano nos permite disfrutar la vida a plenitud, pues deja que el adulto se desenvuelva de acuerdo a su edad y le ayuda a expresar sus emociones y sentimientos sin miedo ni vergüenza.

El primer principio para rescatar a nuestro niño interior herido es “Sumar y no restar”, esto significa que lo ideal es dejar de reprimir nuestros sentimientos y emociones infantiles, para dejarlas ser parte de nosotros. Desafortunadamente, a los niños reales, los que actualmente son menores de edad, les tratamos de una manera tal que aprenden a reprimir lo que sienten, incluso pueden olvidarse de sentir.
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¿Cómo sabré si mi niño interior está herido?

Si en mi infancia real me faltó vivir algo, lo más seguro es que mi niño interior esté reclamando eso en mi vida actual como adulto, y lo manifiesta con emociones, sensaciones y actitudes. Muchas veces, cuando discutimos, sale a relucir la frase “Te estás portando como un niño”, y es verdad: Sentimos vergüenza, sentimos culpa, hacemos berrinche, nos enojamos sin razón, tomamos como personal cualquier comentario, nos lastimamos y también lastimamos a nuestra pareja y a la gente que queremos. No tenemos la capacidad de manejar adecuadamente nuestras emociones y terminamos explotando o aislándonos, sin resolver el reto que nos presentan nuestras relaciones con los demás.

El niño no piensa como adulto, no analiza ni razona, en lugar de eso generaliza: Si mi papá me abandonó, todos los hombres me abandonarán. Si mis dibujos o cantos enojan a mi mamá, a nadie le va a gustar que yo dibuje o cante. Si se ríen de mí en la escuela o en mi casa, yo tampoco me puedo tomar en serio. Si la gente que quiero me dice que le estorbo, yo me considero un estorbo. En la vida emocional, este niño continúa pensando de la misma manera, aunque en el trabajo y los estudios sea un adulto con éxito.

Si no puedo controlar mis emociones cuando pienso que alguien me afecta, lo más seguro es que el que reacciona es mi niño herido y no mi yo adulto: Vergüenza injustificada, ira o rabia exagerada, tristeza constante, burlas o chistes para evadir los sentimientos. ¿Han escuchado decir que alguien tiene un “carácter fuerte” porque se enoja con facilidad, hace mucho berrinche y discute hasta por el menor motivo? Bueno, en realidad se trata de una persona con un carácter débil, que no puede controlar al niño herido que hay en su interior y por lo tanto explota a la menor provocación. También puede ocurrir lo opuesto: En lugar de explotar y reaccionar con coraje, se reacciona con exagerada tristeza y aislamiento, como si la persona fuera culpable de todo, porque eso es lo que se le hizo creer al niño interior.
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Mi niño interior tiene miedo de crecer.

Todos los niños lastimados se aferran a algo para sentirse seguros y en su mundo, a su edad es lo más normal porque los niños no son independientes: Dependen de sus padres para sobrevivir. En el mundo de los adultos esta conducta también se da con mucha frecuencia, cuando un adulto se aferra desesperadamente a algo se llama adicción.

Las adicciones más comunes son las de consumir alcohol, tabaco o drogas, y como son mal vistas por la sociedad, normalmente se realizan en lugares privados, entre amigos o a escondidas, como cuando éramos niños y hacíamos algo que podía ser castigado. Los más rebeldes no se ocultan, más bien se esfuerzan en demostrar que no tienen miedo a nada porque nuevamente cada reacción depende del tipo de herida que sufrió el niño interior.

El niño interior no se aferra solamente a estas adicciones, puede aferrarse a la actividad, al conocimiento, a la religión o a cualquier otra cosa, incluso a los sentimientos: tristeza, enojo, alegría. No son personas que tengan tristeza, enojo o alegría, más bien son personas enojadas, tristes o alegres, así las describimos y es su manera de no dejar salir al niño interior, que tiene miedo de demostrar otros sentimientos porque aprendió a adaptarse o a “agradar” siendo de esa manera. Si ese niño pequeño tuvo que aferrarse a una actitud ante la vida para poder sobrevivir, terminó convenciéndose de que esa era la única actitud ante la vida, y su yo adulto simplemente pensará “pues ni modo, yo así soy”.
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Sentirnos dueños o parte de otra persona es otra forma de adicción que proviene de nuestro niño interior. Los celos desmedidos o injustificados reflejan el temor permanente de ser abandonados como ocurrió en nuestra infancia (el abandono puede ser físico, emocional o de ambos tipos). El adulto puede razonar y darse cuenta de que necesita cambiar algunas actitudes, y a pesar de esto sigue sintiendo como niño, lo que le impide actuar de una manera asertiva y espontánea en su mundo actual. Ante el sentimiento infantil de estar herido, prefiere protegerse para no lastimarse más.

Casi siempre que peleamos airadamente con nuestra pareja o con nuestra gente de más confianza o más cercana, sin darnos cuenta o sin querer darnos cuenta reaccionamos a emociones, sentimientos y situaciones del pasado y se las echamos encima a una persona del presente.
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¿Se puede sanar mi niño interior, si está herido?

Sí es posible. Hay heridas muy profundas que son resultado de una violación o de un abuso constante, ya sea físico, emocional o de ambos, en esos casos el niño interior está más lastimado y tal vez necesitará más tiempo para recuperarse, pero con constancia y apoyo sin duda lo logrará. Para ello habrá que tocar la herida en vez de esconderla, aunque duela, para sentir y adueñarnos completamente de nuestro potencial como adultos. Si asumimos nuestras capacidades y habilidades adultas y las combinamos con las de nuestro niño interior, llegaremos a ser personas, en el sentido más completo de la palabra.
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1.     Para sanar al niño herido se requiere querer crecer y recibir el apoyo de otra persona. Si queremos hacerlo solos, hay muchas posibilidades de que nos estemos dejando llevar por nuestro hábito de consentir a nuestro niño interior, en lugar de ayudarle a crecer y desarrollarse.

2.     El miedo y la vergüenza están en el camino para sanar al niño herido. Habremos de encontrarles y transformarles, pues hay un miedo y una vergüenza enfermizos y un miedo y una vergüenza sanos.

3.     Aceptar la propia historia de vida es la parte esencial para sanar a mi niño herido.

4.     El niño herido es capaz de perdonar y de perdonarse. Ésa es una ganancia extra que podemos obtener.
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2 comentarios:

  1. Espectacular artículo, siempre había escuchado acerca de aceptar y consentir a mi niña interior, pero no le había dado la importancia que tiene. Muchas gracias. Voy a hacer un enlace en mi blog a su página, aunque no se relaciona para nada con estos temas, me parece super interesante para cualquier mujer, más todavía si es mamá. Nuevamente muchas gracias!

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  2. Hola Carmen, muchas gracias por leer y darte el tiempo para comentar, entré a ver tus blogs y es un honor que consideres hacer un enlace para el mío en tu espacio creativo, por cierto me gustó mucho el diseño y tus trabajos. Este es tu espacio, espero te sirvan también otros artículos que he subido. Que estés muy bien.

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