sábado, 23 de febrero de 2013

Creencias religiosas y fanatismo

Todos queremos ser mejores personas, pasamos por malas rachas, dudamos de nosotros mismos y en ocasiones nos refugiamos en al fé para encontrar la motivación necesaria y poder superar el sufrimiento. Es una condición humana tratar de trascender y llegar a ser mejores personas, sin embargo hay algunos que se aprovechan de esto y sin ningún escrúpulo prometen la salvación del alma y otras muchas cosas a quien adopte su fé.


Ayer vi una noticia acerca del líder de una secta religiosa en el norte de México, este señor estuvo abusando de las personas que se acercaron a su secta con la esperanza de encontrar alivio y paz espiritual. La fé es ciega. En la nota me llama la atención que el autor respeta esa condición humana que nos lleva a buscar opciones distintas para encontrar algo en qué creer, a qué aferrarnos. También hace una aclaración valiosa: Las personas que ingresan a una secta son tan normales como cualquier otra, no se trata de imbéciles ni de gentes fácilmente influenciables ni se les debe colgar ninguna etiqueta despectiva (todavía nos falta mucho en tolerancia religiosa). Son como nosotros, gentes que queremos tener fé para trascender y que escogemos una opción que nos convence y nos parece válida.


Al tener fé, se confía ciegamente en el líder, y muchas veces este líder no ve más allá de su propio beneficio terrenal, material, económico, sexual, social y etc.

Para ver la nota que motivó este texto, que viene en la revista Proceso,dé clic sobre el título de la revista.

Es necesario aclarar que para ser un fanático religioso no se requiere formar parte de una secta, conozco varios casos de personas que siguen la religión oficial o de las mayorías y de pronto se vuelven fanáticos capaces de agredir y hacer daño a quienes piensan de una manera diferente.


Aunque no domino el tema, soy creyente, y me preocupa que por inestabilidad emocional nos podamos encadenar a algo o a alguien que a la larga nos podría hacer daño. Dios no da la vida para avergonzar a las personas ni para obligarlas a castigarse constantemente. 

Si una persona empieza a dar señales exageradas de autocastigarse por sus creencias religiosas, o trata de obligar a los demás a seguir rituales extraños o hacer cosas vergonzosas y dañinas en nombre de la fé, es momento de buscar ayuda y evitar que una o más personas salgan lastimadas. 

Hasta luego.

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