En el principio fue Freud, y aunque él era médico de profesión, pudo darse cuenta de que algunos síntomas y conductas extrañas de sus pacientes no tenían nada que ver con cuestiones de salud física, sino que estaban dentro del campo de los pensamientos, las emociones, las ideas y los instintos. Freud elaboró entonces una teoría para explicar que las personas nos movemos y nos desarrollamos siguiendo impulsos o pulsiones, la lógica dice que nos debemos inclinar a seguir las pulsiones de placer (eros) y alejarnos de las pulsiones de sufrimiento (tanatos), pero el Dr. Freud estaba sorprendido de ver cuánta gente seguía con más rigor y disciplina una pulsión de eros, aunque eso le fuera a costar muchísimo tiempo de tanatos (y se sorprendería más si viviera en nuestros días).
Entonces Freud sacó de algún recóndito lugar el concepto de "inconsciente" para explicar esta extraña conducta, así, todo lo que hacemos voluntariamente y todas las cosas que por lo menos nos damos cuenta de que las hicimos, caen en la esfera del consciente, pero todo lo que hacemos "sin querer" o "sin darnos cuenta" cae del lado del inconsciente. Por ahí anda también un concepto de "subconsciente", que medio se da cuenta de las cosas pero como que no mucho, para no andarnos con medias tintas nos quedamos con los dos enteros y mandamos a volar, en esta ocasión, al subconsciente.
Total que Freud se dio a la tarea de comprobar y demostrar que hay un inconsciente y que es más común de lo que nos imaginamos, y su mejor prueba fueron las sesiones de hipnosis: Resulta que cuando una persona estaba en trance le podía ordenar, por ejemplo, que al despertar se levantara, abriera la ventana y se rascara la nariz, y cuando se levantaba esa persona, lo primero que hacía era levantarse, abrir la ventana y rascarse la nariz, y si le preguntaban por qué había hecho eso no sabía explicarlo, solamente respondía algo como "me dieron ganas de hacerlo" o "no lo sé, simplemente lo hice".
Entonces, la mente, el inconsciente existe y va con cada uno de nosotros a donde vayamos, eso vino a explicar, al menos temporalmente, muchas de las conductas llamadas "anormales" y también le dio trabajo a los terapeutas, que durante muchísimos años trataron de hacer que sus pacientes entraran en contacto con esa mente inconsciente para poder dominarla. Hoy, en la segunda década del siglo XXI, aún seguimos intentándolo sin mucho éxito, al inconsciente todavía no le gusta ser razonable.
¡Bonitos días aquellos en que las sesiones de terapia se daban el tiempo suficiente para revisar la mente de la persona que estaba ahí en su consultorio! Tiempos en que se podía dejar que el paciente conociera su mundo interno, su forma de sentir, razonar y ver su entorno a partir de su propia y única experiencia.
Entonces Freud sacó de algún recóndito lugar el concepto de "inconsciente" para explicar esta extraña conducta, así, todo lo que hacemos voluntariamente y todas las cosas que por lo menos nos damos cuenta de que las hicimos, caen en la esfera del consciente, pero todo lo que hacemos "sin querer" o "sin darnos cuenta" cae del lado del inconsciente. Por ahí anda también un concepto de "subconsciente", que medio se da cuenta de las cosas pero como que no mucho, para no andarnos con medias tintas nos quedamos con los dos enteros y mandamos a volar, en esta ocasión, al subconsciente.
Total que Freud se dio a la tarea de comprobar y demostrar que hay un inconsciente y que es más común de lo que nos imaginamos, y su mejor prueba fueron las sesiones de hipnosis: Resulta que cuando una persona estaba en trance le podía ordenar, por ejemplo, que al despertar se levantara, abriera la ventana y se rascara la nariz, y cuando se levantaba esa persona, lo primero que hacía era levantarse, abrir la ventana y rascarse la nariz, y si le preguntaban por qué había hecho eso no sabía explicarlo, solamente respondía algo como "me dieron ganas de hacerlo" o "no lo sé, simplemente lo hice".
Entonces, la mente, el inconsciente existe y va con cada uno de nosotros a donde vayamos, eso vino a explicar, al menos temporalmente, muchas de las conductas llamadas "anormales" y también le dio trabajo a los terapeutas, que durante muchísimos años trataron de hacer que sus pacientes entraran en contacto con esa mente inconsciente para poder dominarla. Hoy, en la segunda década del siglo XXI, aún seguimos intentándolo sin mucho éxito, al inconsciente todavía no le gusta ser razonable.
¡Bonitos días aquellos en que las sesiones de terapia se daban el tiempo suficiente para revisar la mente de la persona que estaba ahí en su consultorio! Tiempos en que se podía dejar que el paciente conociera su mundo interno, su forma de sentir, razonar y ver su entorno a partir de su propia y única experiencia.
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