sábado, 21 de agosto de 2021

Cuento: La nueva Tierra. Parte 7

 

  Ver Parte 1

Ver parte 2

Ver parte 3

Ver parte 4

Ver parte 5

Ver parte 6


Sin escrúpulos.


 La nueva Tierra. Parte 7

Todas las noches busco a Orión en el cielo con la esperanza de encontrar tus ojos en él…

Otro estribillo que se escucha en la radio todo el tiempo hasta volverse un sonsonete cansón, por lo menos esta canción ya no es un lamento que nos pide vivir cada quien aislado en su propio mundo, aunque dice que la felicidad está muy lejos, allá en las estrellas. Pero hoy me siento feliz porque escucho una canción en la radio y porque me parece que es un buen martes, las calles siguen casi vacías debido al miedo de la gente, pero me hace feliz recibir el calor del sol y el viento juguetón que llega a tocar mi rostro… bueno, la verdad me siento feliz y veo todo con mejores ojos porque en un rato más, voy a ver a Jade en el parque del Carmen, cerca del centro.

Al terminar la canción, la radio vuelve a transmitir las noticias abrumadoras y mi mente recrea las imágenes de gente que sigue huyendo de un estado a otro, de un país a otro formando grandes caravanas que se amontonan en las fronteras, algunos llevan meses viviendo en campos de refugiados que más bien parecen campos de concentración al más puro estilo nazi, personas desterradas de cualquier hogar que no pueden cruzar una frontera, pero tampoco pueden regresar a su país de origen. A ningún noticiero le interesa explicar lo que está pasando, tienen la consigna de repetir las mismas historias en distintas versiones para que nos las grabemos bien en los oídos, en la conciencia y hasta en las frases que decimos para que tengamos ese horror siempre presente como amenaza o advertencia… Me parece muy raro que en ningún país haya estabilidad, y que los noticieros e influencers siembren tanto odio y miedo en la gente, la discriminación y la intolerancia han crecido bastante. 

En los países más desarrollados como Estados Unidos, Canadá o en Europa, la gente que está bien instalada y trabaja, mira con odio a los migrantes que llegan de todas partes, les cierran las puertas y les niegan el trabajo que piden casi suplicando. Y es que es un círculo vicioso: también esos países que son grandes potencias económicas padecen la escasez de trabajo y alimento. Las empresas modernizan sus procesos, utilizan más tecnologías o hacen alianzas entre ellas para requerir menos personal y despiden alegremente a miles de trabajadores cada mes, con frialdad y sin consideración hacia ellos o hacia sus familias. El mundo de los negocios puede ser muy insensible, tal como era Nico con Jade: si un tipo ya no les sirve o no les gusta lo corren, ¡total! siempre hay miles de desempleados desesperados, dispuestos a ocupar cualquier puesto aunque les paguen poco.

Sin embargo, las empresas siguen trabajando y produciendo, los productos y alimentos se venden cada vez más caros, las instituciones de gobierno también están activas, la gente que puede hacerlo viaja y compra cosas… se está generando dinero, pero no sé de dónde o cómo… ¿Quién lo tiene? ¿Dónde está esa riqueza? En las grandes ciudades del mundo hay manifestaciones, marchas o mítines de multitudes que le reclaman a sus gobiernos porque quieren vivir mejor, en los países más afectados la gente está llena de desesperación y realizan actos más violentos, pues en lugar de manifestaciones hay ataques terroristas para presionar al gobierno, pero esos terroristas terminan dañando más a su propia gente… o a la de otros países, pero no resuelven problemas. El caso es que el dinero no fluye, las empresas producen bienes, ofrecen servicios, transportan mercancías y personas, anuncian, promocionan, pero cada vez parece haber más personas desempleadas y menos recibiendo algún beneficio económico.

En las manifestaciones, las multitudes casi siempre son disueltas sin necesidad de usar la violencia. No irrumpe la policía ni el ejército, nadie reprime ni golpea a los manifestantes, solamente aparecen grandes ambulancias con sus escandalosas sirenas aullando a todo volumen, escoltadas por una o dos patrullas y se estacionan alrededor de los grupos de inconformes, de ellas bajan personas uniformadas (dicen que son doctores y enfermeras) envueltas en trajes aislantes esterilizados que los cubren de la cabeza a los pies y con grandes mangueras comienzan a rociar un polvo finísimo y muy ligero que forma una densa nube de antibióticos, germicidas y otros químicos que envuelven a la gente como si fuera neblina, dentro de esa nube es casi imposible ver más allá de un metro de distancia y mientras, se escuchan indicaciones en un volumen altísimo por unos altoparlantes, recordando la gran epidemia que está viviendo el mundo y el fuertísimo riesgo de contagio que hay en las multitudes. También se escucha un sermón sobre el gran esfuerzo que se está haciendo a nivel mundial por recuperar la salud de la humanidad y de la economía. La gente termina huyendo, dispersándose por miedo a contagiarse o a asfixiarse en esa nube de polvo sanitizante, y todavía al dispersarse, cuando pasan junto a las ambulancias, los tipos de los uniformes esterilizados les entregan unas bolsitas con un kit sanitario “que les puede ayudar a prevenir el contagio, pero que aún está en fase experimental”. 

Ha habido unas pocas ocasiones en que las multitudes agreden a las ambulancias y sus ocupantes con piedras, a las personas que han atrapado haciendo eso, las detienen y las encierran, acusadas de cometer un crimen contra la humanidad.

¡Esto está de dar miedo! Ni siquiera se puede reunir la gente a exigir sus derechos, porque si pierden la salud también pierden el trabajo o la escuela: el que se contagia desaparece de todas sus actividades y si corre con suerte, recibe atención en un hospital, pero esta suerte es muy rara, las camas de los hospitales están llenas día y noche, solamente hay lugar cuando algún contagiado fallece y tras una rápida limpieza y desinfección, el lugar es ocupado nuevamente. ¡Se parecen tanto la desesperación de encontrar un trabajo y la de encontrar una cama de hospital!

En las grandes plazas públicas y en casi todos los espacios abiertos hay enormes pantallas que exhiben a los gobernantes locales y también a las figuras más famosas del mundo transmitiendo sus mensajes de paz, esperanza y apoyo para toda la humanidad y, sobre todo, para sus compatriotas. En sus mensajes, que también se transmiten continuamente por canales de televisión y de Internet, tratan de dar respuesta o por lo menos consuelo a las quejas de todos los manifestantes que se arriesgan a salir y contagiarse de esa rara enfermedad que aísla a todos, y explican que la lucha contra la epidemia está consumiendo más recursos de los que se tenían contemplados, y por eso no se ven las ganancias y beneficios que deberían tener los países: en vez de reinvertir el dinero para generar más empleos y ofrecer más servicios a la población, lo están utilizando para combatir la epidemia, encontrar su causa y erradicarla. Claro que también hay encarecimiento de productos y abundancia de especuladores, pero esto no lo dicen.

A pesar de este panorama sombrío, hoy me siento feliz caminando por estas calles sin gente pero llenas de sol. Es esa hora del año en que a los remolinos les gusta juntarse en las plazas y lugares abiertos para ponerse a bailar, y entre el polvo que levantan se deja ver a ratitos el brillo del sol jugando a saltar de un carro a otro, y a los cristales y a veces hasta en las hojas de los árboles.

Jade me espera en la plaza principal, debajo de una de esas pantallas, me la imagino haciendo intentos por hablar con la poca gente que pasa por ahí, entreteniéndose con algún gato o perro despistado, porque ellos salen a la calle igual que antes, sin miedo a ninguna enfermedad moderna, también pudo haber estado jugando sola entre los árboles del parque o mirándose en los escaparates de las tiendas. Cuando llego, esa sonrisa enmarcada en los rizos de su pelo hace que mis ojos también sonrían, esta vez trae puesto un vestido amarillo de una tela que parece muy fresca y deja adivinar la firme belleza de su cuerpo juvenil, un cinturón blanco igual que sus tenis abraza su cintura y ahí está, parada de perfil frente al enorme cristal de una tienda, parándose de puntitas para ver si así lucen mejor sus piernas y su trasero, me pide mi opinión acerca de esta importante cuestión y después de observar detenidamente el motivo de sus dudas, le respondo con naturalidad que ella siempre se ve bien.

-       ¿No quieres meterte en problemas, verdad, tipo listo? Bueno, después te voy a obligar a que me contestes cómo luzco mejor, ¡pero tengo una novedad increíble! ¿Estás listo?

Asiento con la cabeza y me dispongo a escucharla. El brillo en los ojos de Jade y la ansiedad que se nota en su respiración no dejan dudas de que el tema es muy importante, pero ella no empieza a hablar, me toma de la mano, camina entre los árboles y escoge una banca desde la que podemos dominar de un solo vistazo casi toda la plaza, excepto la Iglesia que queda a espaldas de nosotros. “Aquí está bien”, dice Jade, y con un entusiasmo que no puede ni quiere disimular, comienza a hablar:

-       Éste es su plan: ¡Ellos ya viven en Marte!, ya se instalaron, allá tienen colonias muy lujosas, una ciudad completa con todo lo que desean y viven como si estuvieran en un crucero permanente, del que nunca van a regresar porque ya no necesitan volver... Jacobo, ¡ellos no trabajan! ¡no hacen nada! ¡lo único que hacen es divertirse! Y mientras se dan la gran vida, nos dejaron a todos los demás acá en este planeta que se está pudriendo para que les sigamos enviando todo lo que ellos desean y más. Acá dejaron las fábricas, las máquinas, las tierras para que trabajemos y les sigamos entregando lo mejor de lo que hacemos. También nos dejaron a los criminales, los que en vez de trabajar se aprovechan de los que hacemos algo y aquí nos tienen como esclavos: saben que vamos a trabajar, saben que vamos a tratar de cuidar este planeta sin que les cueste ni un peso a ellos y saben que con los delincuentes y esa enfermedad que nos inventaron es suficiente para que no nos podamos reunir con nuestros semejantes, no podemos pensar libremente en nuestra situación ni mucho menos organizarnos para cambiar algo...

Jade habla de prisa, sus palabras salen tan rápido de su boca que me cuesta trabajo asimilar todo lo que dice, pero además, no puedo creer lo que sí entiendo.

-       ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos? ¿Y por qué dices que inventaron la enfermedad?
Jade suelta una alegre carcajada que me confunde todavía más, pero que también me tranquiliza un poco. De verdad me está costando mucho procesar lo que acabo de escuchar.

-       “Ellos” son todos los que aparecen en las pantallas como esa de ahí enfrente (Jade señala la gigantesca pantalla de la esquina donde me estuvo esperando), los presidentes, los artistas y jugadores famosos, los políticos y millonarios que ya no pueden salir ni andar entre la gente y dicen que tienen que estar encerrados porque “se contagiaron” de esa enfermedad. ¿No te parece raro que todos los líderes, presidentes, monarcas, primeros ministros y etcéteras estén contagiados? Míranos: tú y yo somos de los pocos que salimos todos los días igual que antes, saludamos a toda la gente que encontramos, aún vamos a trabajar y no nos hemos contagiado ni de gripe. Ellos desde allá nos están administrando, desde Marte reciben nuestras ganancias para seguir viviendo como reyes.

-       ¡Ah, no manches! ¿En serio serán capaces de hacer eso? ¿Nos van a robar todos los recursos? ¿Se van a chupar todo lo que puedan de la Tierra como si fueran vampiros? ¡No lo puedo creer! ¿No les importa dejarnos trabajando en un planeta que se va a acabar si no le invierten para cuidarlo?

-       Ya lo están haciendo… Ellos viven allá y nosotros seguimos aquí trabajando y compadeciéndonos de ellos porque pensamos que están enfermos, ¿hace cuánto empezó esta famosa “epidemia”? ¿2 años? ¿3? ¡Míralos! Siempre aparecen con cara de tristeza en esas pantallas, pero siguen en pie, se ven fuertes y eso que llevan mucho tiempo quejándose de que están muy enfermos.

-       No, esto es una aberración, Jade… No puedo creer que nos dejen abandonados y condenados a morir… porque este planeta también se está muriendo…

-       Para ellos es mejor, así no tienen que gastar nada en cuidar este planeta: si nosotros queremos sobrevivir, nosotros tendremos que cuidarlo y además tenemos que seguir trabajando para tener qué comer, porque si nos rebelamos perderemos el trabajo, pondrán a alguien más en nuestro lugar y estaremos moviéndonos a otra ciudad o país buscando que nos vuelvan a contratar en alguna empresa.

-       ¡Nos dejaron preparados para pelear y competir entre nosotros! ¡Qué poca madre, de veras! No lo puedo creer, ¿cómo alguien puede hacer algo así en contra de tanta gente?

-       Su secreto es muy simple, Jacobo: No tienen escrúpulos. Yo lo he visto con Nico. Cuando viví a su lado, él podía matar gente, podía surtir de droga a toda una ciudad, podía secuestrar, extorsionar o hacer muchas cosas horribles que tú ni te imaginas y cuando regresaba a casa se lavaba las manos, hacía meditación, escuchaba sus canciones de música suave o se daba un baño para relajarse… cuando salía estaba de buenas, me decía tranquilamente que ya se había perdonado y se volvía un hombre muy amoroso. Mira qué fácil: ¡él solito se perdonaba y ya estaba purificado!

Estoy en shock. No me parece difícil creer que hay muchas personas viviendo en Marte, lo que me cuesta trabajo aceptar es que esas personas se creen ajenas a la raza humana, a todos los que quedamos aquí en la Tierra. Se sienten tan superiores que ya decidieron el destino de todos nosotros con una regla muy simple: “Tanto tienes, tanto vales”, o sea, el que no puede pagar para salir de aquí, no es de los suyos.

-       Entonces ése es el truco, ¿por eso no tienen escrúpulos?

-       ¡Claro! Si ellos solos se perdonan, ¿para qué necesitan escrúpulos? ¿Y qué les puede preocupar? Esas gentes no creen en nada, si acaso creen en un Dios, debe ser en el dinero.

-       ¡Estamos jodidos!

Los dos guardamos silencio un momento, si lo que dice Jade es verdad, la humanidad entera ha sido engañada con un truco muy sucio. Ellos, los de Marte, nos tienen a todos compitiendo con nosotros mismos, con la ilusión de que encontraremos un lugar mejor en el trabajo o emigrando, por eso hay ríos de gente que van de una ciudad a un pueblo o a otro lugar donde alguien dijo que ahí habrá mejores oportunidades, siempre con la esperanza de encontrar el remedio a una vida llena de carencias. Pero no vamos a encontrar ese lugar, este mundo se está pudriendo, nos lo estamos acabando, casi todo el dinero que se genera se va a Marte y aquí nada más se queda lo mínimo, se reinvierte lo estrictamente necesario para que podamos seguir trabajando y funcionando.

Nos han creado condiciones de vida cada vez más difíciles para que no tengamos un sentido de pertenencia hacia ningún lugar o grupo, tarde o temprano todos tendremos que emigrar con la creencia de que encontraremos otro lugar donde vamos a estar bien, pero son ellos los que emigraron, son ellos los que se fueron lejos, crearon nuevas ciudades a su gusto y se instalaron fuera de este mundo que ahora es su fábrica, su mercado, su granja y todo lo que quieran para surtirse y obtener lo que necesiten, este mundo que explotaron tanto y donde ya no les gusta vivir.

Hordas de gentes siguen transitando por la Tierra, sufren, mueren, se pelean, son víctimas de delincuentes, pierden seres queridos porque las familias se separan en ese continuo ir y venir y a veces no se vuelven a reunir, es común ver niños que viajan solos buscando trabajo sin esperanza de volver a encontrar a su familia, porque la inercia de la multitud nómada y la burocracia insensible de las fronteras los arrastra cada vez más lejos. Todos tratamos de vivir mejor.

-       ¿Tú crees en Dios, Jacobo?

-       Sí creo en Dios, pero… no sé decirte en cuál Dios. Antes yo creía que era cristiano, pero me di cuenta de que a veces confundía a Dios con Jesús ¡se parecen tanto! Después leí cosas y me han gustado algunas opiniones, vi por ahí que Dios no tiene nombre, ni forma, ni se puede mencionar un concepto acerca de él, pero a través de él podemos canalizar todo el amor y la creatividad que tenemos… y la verdad me gusta esa forma de verlo. Sí creo en ese Dios que nos motiva a ser mejores para nosotros mismos y para el mundo en general, nada más que no sé cómo explicarlo, solo sé que si existe debe estar dentro de mí y de ti y de cada persona que se esfuerza por ser mejor. ¿Y tú, Jade?

-       Yo también creo en Dios. Y yo tampoco sé en cuál Dios, ni cómo explicártelo. Pero sé que existe el amor, que es parte de mi vida y por eso tengo claro que debe haber un Dios. Aun así, el amor permite que haya problemas tan grandes como el que tiene ahorita la Tierra, pero sé que nos va a permitir encontrar una solución. También es por ese Dios de amor que existimos, Jacobo, y por eso estamos los dos aquí juntos en este momento.

Diciendo esto, Jade se recarga en mi hombro con suavidad y su contacto es tan agradable que me brota un fuerte impulso de besarla, pero ella mira hacia la esquina, observa la gran pantalla en la que siguen apareciendo sin interrupción los famosos con sus discursos de paz y esperanza, lamentándose de que no pueden hacer nada por nosotros.

¿Están en Marte? Miro las expresiones tan tristes y desoladas de sus rostros, observo las muecas que hacen porque supuestamente sufren mucho con esa rara enfermedad que los ha atacado. ¡Qué farsa! Me da mucho coraje pensar que todo es un engaño, que en realidad nos están estafando y no les importa que se acabe todo este planeta, con tal de que ellos puedan estar bien. Entiendo por qué Jade no despega la vista de ahí y con ternura la cubro con mis brazos, como si fuera una niña indefensa. Nos quedamos inmóviles mucho tiempo, estáticos, con la vista fija en la pantalla sin ponerle atención, solo dejando que los sonidos del atardecer llenen nuestros sentidos en este pequeño parque rebosante de palomas.

Es la hora en que los pájaros vuelven a sus nidos haciendo un gran alboroto mientras los gatos pasean escurridizos entre los troncos de los árboles, con la esperanza de que algún polluelo resbale para asegurarse su cena. Las flores cierran sus pétalos, las mariposas desaparecen mágicamente y otros insectos ocupan su lugar. Poco después comienza el canto de los grillos y una lechuza deja salir su ulular, tal vez desde una torre de la iglesia. El viento se vuelve cada vez más fresco y corre alegremente por el parque y más allá, recorriendo la calle.

¡Este planeta está vivo! No es justo dejar morir todas estas maravillas solo por la indiferencia y el egoísmo de unas cuantas personas.

Esta hora también tiene otro encanto, el calor de Jade junto a mí en este momento hechizante hace despertar mi propio calor y mi energía, me siento bien y guardo este instante en mi colección de momentos para no perderlo, para que el tiempo no se lo vaya a llevar. El tiempo se ha llevado muchas cosas y personas de mi vida, las roba y las trata de esconder en el olvido, de donde uno nunca las puede recuperar. Lo peor de esto es que a la mayoría de las personas que conozco les ha pasado lo mismo, todos tenemos el vacío de algún ser querido. Me da miedo la muerte, sé que el tiempo nos va acercando a ella sin remedio, cuando pienso en estas cosas creo que he vivido muy poco y se lo digo a Jade.

-       ¿Vamos a morir, Jade?

-       ¡Claro que sí, Jacobo, todos vamos a morir! ¿Qué te puedo decir que tú no sepas? –Jade ríe, me abraza y después intenta ponerse seria, hablando bajito en mi oído- Pero yo no quiero morir en un mundo desolado, desconfiando de todos los que estén a mi alrededor. En mi último día me gustaría estar en paz, rodeada de las personas que quiero y satisfecha por haber hecho lo mejor que pude con mi vida, aunque me haya equivocado varias veces.

-       También yo. ¡Defendamos nuestro derecho a morir dignamente! ¿Qué te parece?

-       Me parece, tipo listo, que hoy estás más vivo que nunca, y eso me gusta.

-       A mí también… No me había dado cuenta que me siento tan vivo junto a ti… pero tengo miedo, Jade.

-       Está bien. Yo estoy asustada también. El mal existe y ya ves que no tiene escrúpulos, pero te quiero pedir un favor, ¿va?

-       Va, tú dime rana y yo brinco.

-       Rana, ¡ja, ja, ja!

Doy 3 saltos frente a ella y después intento ponerme serio, cosa difícil pero casi lo logro.

-       No, ya en serio, lo que necesites nada más dímelo, Jade.

-       Quiero que recuerdes que el amor existe. Cualquier cosa que vayamos a enfrentar hay que encararla con amor, no con miedo. El favor que te quiero pedir es que tengas esto presente y que me lo recuerdes cuando me veas asustada o derrotada, ¿sí?

-       Sí. -Sus palabras tienen un efecto tranquilizante en mí, casi mágico. El amor existe y ella también.

Nuestro abrazo nos mantiene unidos y como ya no encuentro palabras, dejo de buscarlas y me pierdo en el espejo de sus ojos, es cierto, me siento vivo y también siento sus labios en los míos, sellando un largo beso mientras mantengo mis ojos bien abiertos buscando su mirada que ya se escondió bajo sus párpados, sigo su ejemplo cerrando mis ojos y nos abandonamos, dejando que esa dulce sensación nos llene una, dos, muchas veces, muchos besos. ¡Estamos juntos! Esta es la mejor forma de comprobar que existe el amor, compartiendo mi vida.

Esa noche me fui con un mundo de sensaciones que creía extintas en mí desde hacía muchos años. Escuchar a Jade, hablarle, sentirla, estar con ella, todo eso me había llenado tanto y me hizo sentir tan pleno que casi me olvidé del importante mensaje que me compartió esta tarde, que cambió mi forma de ver el mundo y que ahora me hace preguntarme... ¿Qué vamos a hacer con eso? ¿Qué se puede hacer para detener a esas personas sin escrúpulos que tienen tanto poder? ¿Qué hace a Jade tan atractiva? ¡Qué difícil será poder dormir hoy!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar?: