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Sin
escrúpulos.
La nueva Tierra. Parte 7
“Todas las noches busco a Orión en el cielo con
la esperanza de encontrar tus ojos en él…”
Otro
estribillo que se escucha en la radio todo el tiempo hasta volverse un
sonsonete cansón, por lo menos esta canción ya no es un lamento que nos pide
vivir cada quien aislado en su propio mundo, aunque dice que la felicidad está
muy lejos, allá en las estrellas. Pero hoy me siento feliz porque
escucho una canción en la radio y porque me parece que es un buen martes, las calles siguen casi vacías debido al miedo de la gente, pero me hace
feliz recibir el calor del sol y el viento juguetón que llega a tocar mi rostro… bueno, la
verdad me siento feliz y veo todo con mejores ojos porque en un rato más, voy a ver
a Jade en el parque del Carmen, cerca del centro.
Al
terminar la canción, la radio vuelve a transmitir las noticias abrumadoras y mi
mente recrea las imágenes de gente que sigue huyendo de un estado a otro, de un
país a otro formando grandes caravanas que se amontonan en las fronteras, algunos llevan meses viviendo en campos
de refugiados que más bien parecen campos de concentración al más puro estilo
nazi, personas desterradas de cualquier hogar que no pueden cruzar una frontera,
pero tampoco pueden regresar a su país de origen. A ningún noticiero le
interesa explicar lo que está pasando, tienen la consigna de repetir
las mismas historias en distintas versiones para que nos las grabemos bien en
los oídos, en la conciencia y hasta en las frases que decimos para que tengamos
ese horror siempre presente como amenaza o advertencia… Me parece muy raro que en
ningún país haya estabilidad, y que los noticieros e influencers siembren
tanto odio y miedo en la gente, la discriminación y la intolerancia han crecido bastante.
En los países más desarrollados como Estados Unidos,
Canadá o en Europa, la gente que está bien instalada y trabaja, mira con odio a
los migrantes que llegan de todas partes, les cierran las puertas y les
niegan el trabajo que piden casi suplicando. Y es que es un círculo
vicioso: también esos países que son grandes potencias económicas padecen la
escasez de trabajo y alimento. Las empresas modernizan sus procesos, utilizan
más tecnologías o hacen alianzas entre ellas para requerir menos personal y
despiden alegremente a miles de trabajadores cada mes, con frialdad y sin
consideración hacia ellos o hacia sus familias. El mundo de los negocios puede
ser muy insensible, tal como era Nico con Jade: si un tipo ya no les sirve o no
les gusta lo corren, ¡total! siempre hay miles de desempleados desesperados,
dispuestos a ocupar cualquier puesto aunque les paguen poco.
Sin
embargo, las empresas siguen trabajando y produciendo, los productos y alimentos se venden cada vez más caros, las
instituciones de gobierno también están activas, la gente que puede hacerlo viaja
y compra cosas… se está generando dinero, pero no sé de dónde o cómo… ¿Quién lo
tiene? ¿Dónde está esa riqueza? En las grandes ciudades del mundo hay
manifestaciones, marchas o mítines de multitudes que le reclaman a sus
gobiernos porque quieren vivir mejor, en los países más afectados la gente está
llena de desesperación y realizan actos más violentos, pues en lugar de
manifestaciones hay ataques terroristas para presionar al gobierno, pero esos
terroristas terminan dañando más a su propia gente… o a la de otros países, pero no resuelven problemas. El caso es que el dinero no fluye, las empresas producen bienes,
ofrecen servicios, transportan mercancías y personas, anuncian, promocionan,
pero cada vez parece haber más personas desempleadas y menos recibiendo algún
beneficio económico.
En
las manifestaciones, las multitudes casi siempre son disueltas sin necesidad de
usar la violencia. No irrumpe la policía ni el ejército, nadie reprime ni
golpea a los manifestantes, solamente aparecen grandes ambulancias con sus
escandalosas sirenas aullando a todo volumen, escoltadas por una o dos
patrullas y se estacionan alrededor de los grupos de inconformes, de ellas
bajan personas uniformadas (dicen que son doctores y enfermeras) envueltas en
trajes aislantes esterilizados que los cubren de la cabeza a los pies y con
grandes mangueras comienzan a rociar un polvo finísimo y muy ligero que forma
una densa nube de antibióticos, germicidas y otros químicos que envuelven a la
gente como si fuera neblina, dentro de esa nube es casi imposible ver más allá
de un metro de distancia y mientras, se escuchan indicaciones en un volumen
altísimo por unos altoparlantes, recordando la gran epidemia que está viviendo
el mundo y el fuertísimo riesgo de contagio que hay en las multitudes. También
se escucha un sermón sobre el gran esfuerzo que se está haciendo a nivel
mundial por recuperar la salud de la humanidad y de la economía. La gente
termina huyendo, dispersándose por miedo a contagiarse o a asfixiarse en esa
nube de polvo sanitizante, y todavía al dispersarse, cuando pasan
junto a las ambulancias, los tipos de los uniformes esterilizados les entregan
unas bolsitas con un kit sanitario “que
les puede ayudar a prevenir el contagio, pero que aún está en fase
experimental”.
Ha habido unas pocas ocasiones en que las multitudes agreden a las ambulancias y sus ocupantes con piedras, a las personas que han atrapado haciendo eso, las detienen y las encierran, acusadas de cometer un crimen contra la humanidad.
¡Esto
está de dar miedo! Ni siquiera se puede reunir la gente a exigir sus derechos, porque si
pierden la salud también pierden el trabajo o la escuela: el que se contagia
desaparece de todas sus actividades y si corre con suerte, recibe atención en
un hospital, pero esta suerte es muy rara, las camas de los hospitales están
llenas día y noche, solamente hay lugar cuando algún contagiado fallece y tras
una rápida limpieza y desinfección, el lugar es ocupado nuevamente. ¡Se parecen tanto la desesperación de encontrar un trabajo y la de encontrar una cama
de hospital!
En
las grandes plazas públicas y en casi todos los espacios abiertos hay enormes
pantallas que exhiben a los gobernantes locales y también a las figuras más
famosas del mundo transmitiendo sus mensajes de paz, esperanza y apoyo para
toda la humanidad y, sobre todo, para sus compatriotas. En sus mensajes, que
también se transmiten continuamente por canales de televisión y de Internet,
tratan de dar respuesta o por lo menos consuelo a las quejas de todos los manifestantes que se
arriesgan a salir y contagiarse de esa rara enfermedad que aísla a todos, y explican que la lucha contra la epidemia está consumiendo más
recursos de los que se tenían contemplados, y por eso no se
ven las ganancias y beneficios que deberían tener los países: en vez de
reinvertir el dinero para generar más empleos y ofrecer más servicios a la
población, lo están utilizando para combatir la epidemia, encontrar su causa y
erradicarla. Claro que también hay encarecimiento de productos y abundancia de especuladores, pero esto no lo dicen.
A pesar de este panorama sombrío, hoy me siento feliz caminando por estas calles sin gente pero llenas de sol. Es esa hora del año en que a los remolinos les gusta juntarse en las plazas y lugares abiertos para ponerse a bailar, y entre el polvo que levantan se deja ver a ratitos el brillo del sol jugando a saltar de un carro a otro, y a los cristales y a veces hasta en las hojas de los árboles.
Jade
me espera en la plaza principal, debajo de una de esas pantallas, me la imagino
haciendo intentos por hablar con la poca gente que pasa por ahí, entreteniéndose
con algún gato o perro despistado, porque ellos salen a la calle igual que
antes, sin miedo a ninguna enfermedad moderna, también pudo haber estado jugando
sola entre los árboles del parque o mirándose en los escaparates de las tiendas.
Cuando llego, esa sonrisa enmarcada en los rizos de su pelo hace que mis ojos
también sonrían, esta vez trae puesto un vestido amarillo de una tela que
parece muy fresca y deja adivinar la firme belleza de su cuerpo juvenil, un
cinturón blanco igual que sus tenis abraza su cintura y ahí está, parada de
perfil frente al enorme cristal de una tienda, parándose de puntitas para ver
si así lucen mejor sus piernas y su trasero, me pide mi opinión acerca de esta
importante cuestión y después de observar detenidamente el motivo de sus dudas,
le respondo con naturalidad que ella siempre se ve bien.
- ¿No
quieres meterte en problemas, verdad, tipo listo? Bueno, después te voy a
obligar a que me contestes cómo luzco mejor, ¡pero tengo una novedad increíble!
¿Estás listo?
Asiento
con la cabeza y me dispongo a escucharla. El brillo en los ojos de Jade y la
ansiedad que se nota en su respiración no dejan dudas de que el tema es muy
importante, pero ella no empieza a hablar, me toma de la mano, camina entre los
árboles y escoge una banca desde la que podemos dominar de un solo vistazo casi
toda la plaza, excepto la Iglesia que queda a espaldas de nosotros. “Aquí está bien”, dice Jade, y con un
entusiasmo que no puede ni quiere disimular, comienza a hablar:
- Éste
es su plan: ¡Ellos ya viven en Marte!, ya se instalaron, allá tienen colonias
muy lujosas, una ciudad completa con todo lo que desean y viven como si
estuvieran en un crucero permanente, del que nunca van a regresar porque ya no
necesitan volver... Jacobo, ¡ellos no trabajan! ¡no hacen nada! ¡lo único que
hacen es divertirse! Y mientras se dan la gran vida, nos dejaron a todos los
demás acá en este planeta que se está pudriendo para que les sigamos enviando
todo lo que ellos desean y más. Acá dejaron las fábricas, las máquinas, las
tierras para que trabajemos y les sigamos entregando lo mejor de lo que
hacemos. También nos dejaron a los criminales, los que en vez de trabajar se
aprovechan de los que hacemos algo y aquí nos tienen como esclavos: saben que
vamos a trabajar, saben que vamos a tratar de cuidar este planeta sin que les
cueste ni un peso a ellos y saben que con los delincuentes y esa enfermedad que
nos inventaron es suficiente para que no nos podamos reunir con nuestros
semejantes, no podemos pensar libremente en nuestra situación ni mucho menos
organizarnos para cambiar algo...
Jade
habla de prisa, sus palabras salen tan rápido de su boca que me cuesta trabajo
asimilar todo lo que dice, pero además, no puedo creer lo que sí entiendo.
- ¿Ellos?
¿Quiénes son ellos? ¿Y por qué dices que inventaron la enfermedad?
Jade
suelta una alegre carcajada que me confunde todavía más, pero que también me
tranquiliza un poco. De verdad me está costando mucho procesar lo que acabo de escuchar.
- “Ellos”
son todos los que aparecen en las pantallas como esa de ahí enfrente (Jade
señala la gigantesca pantalla de la esquina donde me estuvo esperando), los
presidentes, los artistas y jugadores famosos, los políticos y millonarios que
ya no pueden salir ni andar entre la gente y dicen que tienen que estar
encerrados porque “se contagiaron” de esa enfermedad. ¿No te parece raro que
todos los líderes, presidentes, monarcas, primeros ministros y etcéteras estén
contagiados? Míranos: tú y yo somos de los pocos que salimos todos los días
igual que antes, saludamos a toda la gente que encontramos, aún vamos a
trabajar y no nos hemos contagiado ni de gripe. Ellos desde allá nos están
administrando, desde Marte reciben nuestras ganancias para seguir viviendo como
reyes.
- ¡Ah,
no manches! ¿En serio serán capaces de hacer eso? ¿Nos van a robar todos los
recursos? ¿Se van a chupar todo lo que puedan de la Tierra como si fueran
vampiros? ¡No lo puedo creer! ¿No les importa dejarnos trabajando en un planeta
que se va a acabar si no le invierten para cuidarlo?
- Ya
lo están haciendo… Ellos viven allá y nosotros seguimos aquí trabajando y
compadeciéndonos de ellos porque pensamos que están enfermos, ¿hace cuánto
empezó esta famosa “epidemia”? ¿2 años? ¿3? ¡Míralos! Siempre aparecen con cara
de tristeza en esas pantallas, pero siguen en pie, se ven fuertes y eso que
llevan mucho tiempo quejándose de que están muy enfermos.
- No,
esto es una aberración, Jade… No puedo creer que nos dejen abandonados y
condenados a morir… porque este planeta también se está muriendo…
- Para
ellos es mejor, así no tienen que gastar nada en cuidar este planeta: si
nosotros queremos sobrevivir, nosotros tendremos que cuidarlo y además tenemos
que seguir trabajando para tener qué comer, porque si nos rebelamos perderemos
el trabajo, pondrán a alguien más en nuestro lugar y estaremos moviéndonos a
otra ciudad o país buscando que nos vuelvan a contratar en alguna empresa.
- ¡Nos
dejaron preparados para pelear y competir entre nosotros! ¡Qué poca madre, de
veras! No lo puedo creer, ¿cómo alguien puede hacer algo así en contra de tanta
gente?
- Su
secreto es muy simple, Jacobo: No tienen escrúpulos. Yo lo he visto con Nico. Cuando
viví a su lado, él podía matar gente, podía surtir de droga a toda una ciudad,
podía secuestrar, extorsionar o hacer muchas cosas horribles que tú ni te
imaginas y cuando regresaba a casa se lavaba las manos, hacía meditación,
escuchaba sus canciones de música suave o se daba un baño para relajarse…
cuando salía estaba de buenas, me decía tranquilamente que ya se había
perdonado y se volvía un hombre muy amoroso. Mira qué fácil: ¡él solito se perdonaba
y ya estaba purificado!
Estoy
en shock. No me parece difícil creer que hay muchas personas viviendo en Marte,
lo que me cuesta trabajo aceptar es que esas personas se creen ajenas a la raza
humana, a todos los que quedamos aquí en la Tierra. Se sienten tan superiores que
ya decidieron el destino de todos nosotros con una regla muy simple: “Tanto
tienes, tanto vales”, o sea, el que no puede pagar para salir de aquí, no es de
los suyos.
- Entonces
ése es el truco, ¿por eso no tienen escrúpulos?
- ¡Claro!
Si ellos solos se perdonan, ¿para qué necesitan escrúpulos? ¿Y qué les puede
preocupar? Esas gentes no creen en nada, si acaso creen en un Dios, debe ser en
el dinero.
- ¡Estamos
jodidos!
Los
dos guardamos silencio un momento, si lo que dice Jade es verdad, la humanidad
entera ha sido engañada con un truco muy sucio. Ellos, los de Marte, nos tienen
a todos compitiendo con nosotros mismos, con la ilusión de que encontraremos un
lugar mejor en el trabajo o emigrando, por eso hay ríos de gente que van de una
ciudad a un pueblo o a otro lugar donde alguien dijo que ahí habrá mejores
oportunidades, siempre con la esperanza de encontrar el remedio a una vida
llena de carencias. Pero no vamos a encontrar ese lugar, este mundo se está
pudriendo, nos lo estamos acabando, casi todo el dinero que se genera se va a
Marte y aquí nada más se queda lo mínimo, se reinvierte lo estrictamente
necesario para que podamos seguir trabajando y funcionando.
Nos
han creado condiciones de vida cada vez más difíciles para que no tengamos un
sentido de pertenencia hacia ningún lugar o grupo, tarde o temprano todos tendremos
que emigrar con la creencia de que encontraremos otro lugar donde vamos a estar
bien, pero son ellos los que emigraron, son ellos los que se fueron lejos,
crearon nuevas ciudades a su gusto y se instalaron fuera de este mundo que
ahora es su fábrica, su mercado, su granja y todo lo que quieran para surtirse
y obtener lo que necesiten, este mundo que explotaron tanto y donde ya no les
gusta vivir.
Hordas
de gentes siguen transitando por la Tierra, sufren, mueren, se pelean, son
víctimas de delincuentes, pierden seres queridos porque las familias se separan
en ese continuo ir y venir y a veces no se vuelven a reunir, es común ver niños
que viajan solos buscando trabajo sin esperanza de volver a encontrar a su
familia, porque la inercia de la multitud nómada y la burocracia insensible de
las fronteras los arrastra cada vez más lejos. Todos tratamos de vivir mejor.
- ¿Tú
crees en Dios, Jacobo?
- Sí
creo en Dios, pero… no sé decirte en cuál Dios. Antes yo creía que era cristiano,
pero me di cuenta de que a veces confundía a Dios con Jesús ¡se parecen tanto!
Después leí cosas y me han gustado algunas opiniones, vi por ahí que Dios no
tiene nombre, ni forma, ni se puede mencionar un concepto acerca de él, pero a
través de él podemos canalizar todo el amor y la creatividad que tenemos… y la
verdad me gusta esa forma de verlo. Sí creo en ese Dios que nos motiva a ser
mejores para nosotros mismos y para el mundo en general, nada más que no sé
cómo explicarlo, solo sé que si existe debe estar dentro de mí y de ti y de
cada persona que se esfuerza por ser mejor. ¿Y tú, Jade?
- Yo
también creo en Dios. Y yo tampoco sé en cuál Dios, ni cómo explicártelo. Pero
sé que existe el amor, que es parte de mi vida y por eso tengo claro que debe
haber un Dios. Aun así, el amor permite que haya problemas tan grandes como el
que tiene ahorita la Tierra, pero sé que nos va a permitir encontrar una
solución. También es por ese Dios de amor que existimos, Jacobo, y por eso
estamos los dos aquí juntos en este momento.
Diciendo
esto, Jade se recarga en mi hombro con suavidad y su contacto es tan agradable
que me brota un fuerte impulso de besarla, pero ella mira hacia la esquina,
observa la gran pantalla en la que siguen apareciendo sin interrupción los
famosos con sus discursos de paz y esperanza, lamentándose de que no pueden
hacer nada por nosotros.
¿Están
en Marte? Miro las expresiones tan tristes y desoladas de sus rostros, observo
las muecas que hacen porque supuestamente sufren mucho con esa rara enfermedad
que los ha atacado. ¡Qué farsa! Me da mucho coraje pensar que todo es un
engaño, que en realidad nos están estafando y no les importa que se acabe todo
este planeta, con tal de que ellos puedan estar bien. Entiendo por qué Jade no
despega la vista de ahí y con ternura la cubro con mis brazos, como si fuera
una niña indefensa. Nos quedamos inmóviles mucho tiempo, estáticos, con la
vista fija en la pantalla sin ponerle atención, solo dejando que los sonidos
del atardecer llenen nuestros sentidos en este pequeño parque rebosante de
palomas.
Es
la hora en que los pájaros vuelven a sus nidos haciendo un gran alboroto
mientras los gatos pasean escurridizos entre los troncos de los árboles, con la
esperanza de que algún polluelo resbale para asegurarse su cena. Las flores
cierran sus pétalos, las mariposas desaparecen mágicamente y otros insectos
ocupan su lugar. Poco después comienza el canto de los grillos y una lechuza
deja salir su ulular, tal vez desde una torre de la iglesia. El viento se
vuelve cada vez más fresco y corre alegremente por el parque y más allá,
recorriendo la calle.
¡Este
planeta está vivo! No es justo dejar morir todas estas maravillas solo por la
indiferencia y el egoísmo de unas cuantas personas.
Esta
hora también tiene otro encanto, el calor de Jade junto a mí en este momento hechizante
hace despertar mi propio calor y mi energía, me siento bien y guardo este
instante en mi colección de momentos para no perderlo, para que el tiempo no se
lo vaya a llevar. El tiempo se ha llevado muchas cosas y personas de mi vida,
las roba y las trata de esconder en el olvido, de donde uno nunca las puede
recuperar. Lo peor de esto es que a la mayoría de las personas que conozco les
ha pasado lo mismo, todos tenemos el vacío de algún ser querido. Me da miedo la
muerte, sé que el tiempo nos va acercando a ella sin remedio, cuando pienso en
estas cosas creo que he vivido muy poco y se lo digo a Jade.
- ¿Vamos
a morir, Jade?
- ¡Claro
que sí, Jacobo, todos vamos a morir! ¿Qué te puedo decir que tú no sepas? –Jade
ríe, me abraza y después intenta ponerse seria, hablando bajito en mi oído-
Pero yo no quiero morir en un mundo desolado, desconfiando de todos los que estén
a mi alrededor. En mi último día me gustaría estar en paz, rodeada de las
personas que quiero y satisfecha por haber hecho lo mejor que pude con mi vida,
aunque me haya equivocado varias veces.
- También
yo. ¡Defendamos nuestro derecho a morir dignamente! ¿Qué te parece?
- Me
parece, tipo listo, que hoy estás más vivo que nunca, y eso me gusta.
- A
mí también… No me había dado cuenta que me siento tan vivo junto a ti…
pero tengo miedo, Jade.
- Está
bien. Yo estoy asustada también. El mal existe y ya ves que no tiene
escrúpulos, pero te quiero pedir un favor, ¿va?
- Va,
tú dime rana y yo brinco.
- Rana,
¡ja, ja, ja!
Doy
3 saltos frente a ella y después intento ponerme serio, cosa difícil pero casi
lo logro.
- No,
ya en serio, lo que necesites nada más dímelo, Jade.
- Quiero
que recuerdes que el amor existe. Cualquier cosa que vayamos a enfrentar hay
que encararla con amor, no con miedo. El favor que te quiero pedir es que
tengas esto presente y que me lo recuerdes cuando me veas asustada o derrotada,
¿sí?
- Sí.
-Sus palabras tienen un efecto tranquilizante en mí, casi mágico. El amor
existe y ella también.
Nuestro
abrazo nos mantiene unidos y como ya no encuentro palabras, dejo de buscarlas y
me pierdo en el espejo de sus ojos, es cierto, me siento vivo y también siento
sus labios en los míos, sellando un largo beso mientras mantengo mis ojos bien
abiertos buscando su mirada que ya se escondió bajo sus párpados, sigo su
ejemplo cerrando mis ojos y nos abandonamos, dejando que esa dulce sensación
nos llene una, dos, muchas veces, muchos besos. ¡Estamos juntos! Esta es la
mejor forma de comprobar que existe el amor, compartiendo mi vida.
Esa
noche me fui con un mundo de sensaciones que creía extintas en mí desde hacía
muchos años. Escuchar a Jade, hablarle, sentirla, estar con ella, todo eso me había
llenado tanto y me hizo sentir tan pleno que casi me olvidé del importante
mensaje que me compartió esta tarde, que cambió mi forma de ver el mundo y que
ahora me hace preguntarme... ¿Qué vamos a hacer con eso? ¿Qué se puede hacer para
detener a esas personas sin escrúpulos que tienen tanto poder? ¿Qué hace a Jade
tan atractiva? ¡Qué difícil será poder dormir hoy!