La memoria no es de fiar, la seduce fácilmente
esa falsa historia que uno mismo se quiere contar.
Colección de momentos, experiencias y vivencias
a veces reales y a veces imaginarias, los sueños
también quedan en la memoria y sirven para saber
que hay algo más de lo que alcanzamos a percibir
cuando estamos despiertos y a veces conscientes.
La memoria nos habla por medio de recuerdos
vividos por uno mismo o por otra persona
lo importante es que los recuerdos reposan
en todo el cuerpo, esperando cualquier señal
que les haga espejo para activarse: a veces una voz
un sonido o una canción, a veces un olor, un sabor
o un antojo también despiertan con una sensación inesperada
o al llegar a un lugar que tiene ese algo especial y familiar
que solamente los recuerdos pueden identificar.
La memoria vive en todas las moléculas del cuerpo
coleccionando vivencias para seguirnos conociendo
para seguir creciendo porque estamos hechos
de tiempo, de momentos bien resguardados.
Todos los planes que no llegan a ver la luz
trascienden escondiéndose en la memoria
que es nuestro pasado y algunos lo logran
pero otros no duran mucho, ése no es su lugar.
Los sueños rotos se convierten en hubieras
que debemos enviar a la sombra
para no confundirlos con recuerdos.
El recuerdo a veces duele o aprieta o cala
y hay que acomodarlo para que siga presente
sin hacerle ruido a los demás recuerdos que se van
guardando y haciendo campo en el mismo cuerpo,
en la memoria, refugio de la realidad eterna, atemporal.
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