"En el análisis y gestión de los conflictos, la tentación de buscar culpables es más intensa y estimulante que la de encontrar las causas y soluciones."
José Luis Rodríguez Jiménez
Lo más deseable es que todas las personas que participan en una relación estén aportando actitudes y emociones constructivas y nutritivas, según lo último que escribí en esta bitácora... Después estuve pensando en este tipo de negociación y me quedé con la sensación de que tal vez mis palabras pudieran interpretarse como si fuera obligatorio estar dando siempre una buena cara o una buena actitud, pase lo que pase.
Y entonces me encontré un texto que habla de algo parecido, es decir, de reconocer que no podemos vivir siempre de buenas ni sentirnos plenos y realizados las 24 horas de todos los días del año, pues si así fuera, ¿a qué hora enfrentaríamos nuestros miedos y resolveríamos nuestros problemas? ¿Cómo llegaría a conocernos realmente la gente que convive con nosotros, si siempre traemos puesta la máscara de "no hay problema, todo está bien"? ¿y llegaríamos a conocernos nosotros mismos? El texto me gustó mucho, me lo presentó mi amiga Niña Lupita (saludos hasta Monterrey) y al parecer lo escribió una terapeuta de Coyoacán, lo pueden leer aquí y estoy seguro que les va a gustar, porque es bueno quitarse de encima esa sensación de que si no somos siempre felices no somos "normales".
Pero aclaro una cosa también: El ejercicio que propuse en el escrito de "Hacer tratos justos" es útil, nos puede ayudar a mejorar la relación en la medida en que lo tomamos objetivamente y nos sirve de referencia para darnos cuenta si en verdad sacamos lo mejor de nosotros de una manera honesta y no por aparentar una imagen ante los demás.
Vamos a descubrir defectos, conductas dañinas, actitudes destructivas y emociones que no nos hacen elevarnos ni unirnos con los demás... También vamos a descubrir cualidades y virtudes, actitudes de apoyo y emociones que nos reconcilian con la vida y con los demás. Estos son los sabores de la vida, estamos hechos de todos estos ingredientes y cada uno es nuestro, forma parte de nuestra persona y está ahí para ser usado por nosotros.
En alguna ocasión anterior también hablaba de la dualidad, y la dualidad vuelve a salir a colación ahorita porque es la base de nuestra existencia, el motor que nos impulsa a movernos y a cambiar, a evolucionar. Solamente hay que tener cuidado de no usar esa dualidad como un escudo a nuestro favor:
En el intercambio diario de actitudes y emociones con los demás, con frecuencia caemos en la tentación de buscar culpables: cuando decidimos que otra persona tiene la culpa de que algo haya salido mal, podemos descansar y esperar tranquilamente a que el supuesto "culpable" sea castigado como se merece... como si eso fuera a arreglar todos los problemas en esa relación. Cierto que los chivos expiatorios son muy útiles y muy solicitados, pero rara vez dura mucho el efecto distractor y generalmente, sin importar que el culpable se ofrezca voluntariamente o sea designado de manera prepotente, la realidad demuestra que cualquiera puede cometer un error, o varios, ¿y entonces? Entonces podemos afrontar nuestra conducta para buscar una solución... O designar otro chivo expiatorio y seguir creyendo que uno está bien y tooooooooodos los demás, están mal. En ese caso podemos pensar sin ningún remordimiento algo más o menos como esto: "¿Qué haría el mundo sin mi?"
Tampoco es sano irse hasta el otro extremo y asumir el rol del chivo expiatorio (aunque todos quieren uno, es muy raro que alguien los aprecie en verdad), igual como no funciona culpar siempre a otro sin analizar, tampoco es funcional vivir siempre culpándose de todo, en primera porque es muy difícil que alguien tenga un poder tan grande como para afectar tooooooooodo lo que hacen los demás, y en segunda porque un "equivocador" profesional no podría hacer que su autoestima sobreviviera mucho tiempo.
¿Y cómo llega una persona a creerse verdaderamente un culpable incondicional? A veces por una cuestión de afecto mal entendido, a veces por ganar favores a futuro, a veces para cobrar después el sacrificio que se está haciendo en el presente... Y a veces porque no ha aprendido a sentirse responsable de sí mismo.
Sea cual sea el caso, estamos ante una trampa que nos impedirá hacer tratos justos con los demás, ya sea que nuestra tendencia nos lleve a culpar a otros o a nosotros mismos, no estamos siendo conscientes del intercambio real de actitudes y emociones, así que nunca vamos a hacernos responsables por las actitudes no creativas que aportamos a nuestra relación.
"A veces, lavándonos las manos nos ensuciamos la conciencia".
Anónimo.
Dejemos de buscar culpables (dentro y fuera de uno mismo) y comencemos a vivir con responsabilidades*. Si con frecuencia te descubres culpando a alguien o a ti mismo, ya sea en broma, con indirectas, distrayendo, con tono sarcástico, con agresión muy directa o de cualquier otra forma (la creatividad no tiene límites), tal vez sea hora de revisar si tu propia actitud está aportando a la creatividad y el crecimiento de la relación, o si estás optando por la salida del sacrificio, en la cual los problemas solamente se remedian castigando a un culpable.
Amor no es sacrificio. Ninguna persona debe sacrificarse, voluntaria o involuntariamente, para que otra persona viva feliz y tenga éxito.
Aquí queda nuevamente la invitación a tener presente lo que cada uno de nosotros aporta a sus relaciones, asumiendo la responsabilidad de sus actos y tomando las decisiones que crea convenientes para mejorar lo que aporta.
Hasta luego.
* Responsable: La persona que es capaz de responder por sus actos.
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