Con
sus paredes húmedas e inquietas
tratando de seguir el ritmo de la respiración
y
el de los latidos del corazón
pequeños
orificios tapizan todo su interior
abriendo y cerrando sin parar...
ya
entra una bocanada de aire fresco
y
todos los orificios se abren
para
que pase el oxígeno y se llenen de vida
ya
sale una exhalación de aire denso y pesado
y
los orificios se vuelven a cerrar para
que
el aire usado no regrese al interior:
todo
el aire que entra debe salir,
si
se queda dentro se echa a perder,
los
pulmones siempre despiertos vigilan
que el aire circule en el sentido correcto
y a veces no es aire sino humo.
Vistos
desde afuera los pulmones parecen
dos
bolsas colgando del cuello
como
al descuido,
no
parece que estén trabajando.
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