Un abrigo sensible es la fina capa protectora
que envuelve todos los espacios visibles de tu ser, ahí donde se dibuja el
mapa de tu cuerpo y el relieve de tus edades.
La piel tiene, entre otros, un importante don:
el sentido del tacto en nuestro mayor órgano físico, con el poder de hacer
sentir las caricias de otras pieles, el clima y la textura del viento, el agua
y el sol.
La piel, frontera inevitable donde termina el
yo: más allá todo es ajeno, misterioso, deseable. La piel marca el afuera y el
adentro para saber lo que es tu ser y lo que deja de serlo, a través de ella
haces contacto con el mundo, conoces el color y forma de tu cuerpo y guardas en
tu memoria las mejores sensaciones para querer revivirlas y también las peores,
para que recuerdes cuidarte.
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