miércoles, 2 de septiembre de 2015

La voz

“Tu voz no quiere cantar
Tu voz se esconde en el llanto
Si pregunto tu quebranto
No me vas a contestar”
(Mario Benedetti)

La palabra es un invento grandioso, apenas lo descubrieron, los humanos aceleraron su evolución, desarrollaron nuevas formas de relacionarse y darle vida a todos los pensamientos, sueños, ideas, ocurrencias y demás mundos que habitan dentro de la cabeza de cada quien. 

La voz sigue siendo el principal vehículo de la palabra, el más económico y fácil de usar y, como siempre, esto conlleva el riesgo de abusar, pero no importa. 

La voz es el puente que une dos mundos ajenos mediante el diálogo, o la espada que rompe los lazos de amistad y hasta familiares. La mayoría de nosotros tiene este don, hagamos puentes con él.

La voz:

Eres inconfundible cuando sales desde atrás del rostro y cuando no te guardas dentro del cuerpo que me distrae, pero a veces pasas tu tiempo escondida en la garganta, juguetona impaciente rayando y arañando sus paredes hasta que logras salir, tímido carraspeo al principio y después vida para cualquier frase.

La palabra es tu ropa de diario, te reservas el adorno colorido de tu risa y de tus gritos para esos momentos y festejos especiales. Algunos vivimos esclavos de la fantasía o del deseo, pero tú que habitas un cuerpo ajeno, te esclavizas del valor que tiene o le falta a su boca para dejarte volar.

Algunos cuerpos grises, los he visto, están rellenos de ideas hermosas que nunca alcanzan a surgir y es hasta el día de su muerte que su voz escapa y corre a meterse a otro envase corpóreo que sí la sepa lucir, que la valora tal como es y la deja expresar bien alto lo que tiene qué decir.

A veces te confundo con el cuerpo, el rostro, la boca de donde emerges. Entonces cierro mis ojos y percibo tu tamaño exacto, tu color preciso, tu altura y tu timbre musical de afinación única.


Cuando las bocas te dejan libre eres, como todos, más de lo que el cuerpo deja ver; en cambio cuando escurres gota a gota no alcanzas a nacer y el mezquino de tu dueño ni te conoce, ni te suelta ni te deja con él.

A viva voz se dice y viva voz debe ser, así desde lejos y sin mirarnos nos podemos entender y si no, pues ya sabremos si tenemos claridad.

¿Lo ves? Aunque no te puedo ver te conozco, vives en mí y en mis gentes conocidas y extrañas, a veces cantas, subes y bajas, otras veces recelas y te escondes con tus sueños, ideas y discursos, como si fuera malo salir, pero siempre estás ahí, llenando el espacio entre las personas aunque a veces no haya mucho qué decir.

Hasta luego.

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