“Tu
voz no quiere cantar
Tu
voz se esconde en el llanto
Si
pregunto tu quebranto
No
me vas a contestar”
(Mario Benedetti)
La palabra es un invento grandioso, apenas lo descubrieron, los humanos aceleraron su evolución, desarrollaron nuevas formas de relacionarse y darle vida a todos los pensamientos, sueños, ideas, ocurrencias y demás mundos que habitan dentro de la cabeza de cada quien.
La voz sigue siendo el principal vehículo de la palabra, el más económico y fácil de usar y, como siempre, esto conlleva el riesgo de abusar, pero no importa.
La voz es el puente que une dos mundos ajenos mediante el diálogo, o la espada que rompe los lazos de amistad y hasta familiares. La mayoría de nosotros tiene este don, hagamos puentes con él.
La voz:
Eres inconfundible
cuando sales desde atrás del rostro y cuando no te guardas dentro del cuerpo que
me distrae, pero a veces pasas tu tiempo escondida en la garganta, juguetona impaciente rayando y arañando sus paredes hasta que logras salir, tímido
carraspeo al principio y después vida para cualquier frase.
La palabra es tu
ropa de diario, te reservas el adorno colorido de tu risa y de tus gritos para
esos momentos y festejos especiales. Algunos vivimos esclavos de la fantasía o
del deseo, pero tú que habitas un cuerpo ajeno, te esclavizas del valor que
tiene o le falta a su boca para dejarte volar.
Algunos cuerpos
grises, los he visto, están rellenos de ideas hermosas que nunca alcanzan a
surgir y es hasta el día de su muerte que su voz escapa y corre a meterse a otro envase
corpóreo que sí la sepa lucir, que la valora tal como es y la deja expresar
bien alto lo que tiene qué decir.
A veces te confundo
con el cuerpo, el rostro, la boca de donde emerges. Entonces cierro mis ojos y
percibo tu tamaño exacto, tu color preciso, tu altura y tu timbre musical de
afinación única.
Cuando las bocas te
dejan libre eres, como todos, más de lo que el cuerpo deja ver; en cambio
cuando escurres gota a gota no alcanzas a nacer y el mezquino de tu dueño ni te
conoce, ni te suelta ni te deja con él.
A viva voz se dice
y viva voz debe ser, así desde lejos y sin mirarnos nos podemos entender y si
no, pues ya sabremos si tenemos claridad.
¿Lo ves? Aunque no te puedo ver te
conozco, vives en mí y en mis gentes conocidas y extrañas, a veces cantas,
subes y bajas, otras veces recelas y te escondes con tus sueños, ideas y
discursos, como si fuera malo salir, pero siempre estás ahí, llenando el
espacio entre las personas aunque a veces no haya mucho qué decir.
Hasta luego.
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