sábado, 26 de septiembre de 2015

Dualidad y sexualidad

"¿Qué es el amor sino comprender y alegrarse de que otro viva, actúe y sienta de manera diferente y opuesta a la nuestra? Para que el amor supere con alegría los antagonismos no debería suprimirlos, negarlos. Incluso el amor a sí mismo contiene como presupuesto suyo la dualidad (o la pluralidad) indisoluble, en una sola persona"
(Federico Nietszche)


No todo lo dual es sexual, pero todo lo sexual sí es dual. Dualidad significa que tenemos dos extremos opuestos como los polos de los imanes, y donde haya dos contrarios también habrá una interacción entre ellos. Es claro el ejemplo del día y la noche, y prácticamente en cualquier campo que nos desenvolvamos encontraremos esa relación entre los opuestos, los diferentes. La relación sexual entre hombre y mujer es una manifestación más de ese contacto con la dualidad, en su parte más física, y es la expresión de nuestro intento por fundir en una unidad a dos extremos diferentes, desaparecer la dualidad y llegar a ser uno con uno mismo, con la pareja e idealmente con el mundo, ser uno con la realidad que conocemos.

Esa es una experiencia deliciosa y momentánea, la dualidad sigue existiendo y es necesario aceptarla para evitar el conflicto y para no volvernos adictos a escapar de la realidad fingiendo ser uno al enfrascarnos en un vicio. Por cierto, los victorianos relacionaban la pereza y la pobreza con el vicio, es decir que la gente perezosa y pobre era así por ser viciosa y débil, ya que no podían superar su tentación. Todavía hay gentes que piensan así, de esta manera tan polarizada: Si yo vivo "bien", entonces todos los que no viven como yo están equivocados, por lo tanto están "mal" como personas. O dicho de otra manera: Si son pobres es porque quieren, cuando se les quite lo flojos van a hacer dinero. Como se ve, irse a un extremo de la dualidad es lo mismo que volverse intolerante.


Decía que es necesario aceptar la dualidad, las partes aparentemente contrarias que naturalmente hay en cada persona, lo masculino dentro de lo femenino y viceversa, la aceptación de las diferencias que hay entre las personas nos lleva a dejar de criticar, humillar o envidiar a los demás para sentirnos parte de este conglomerado de dualidades.

Si no podemos aceptar nuestra dualidad y la de los demás, las probabilidades de enfermar irán creciendo y en cualquier momento se manifestarán física o emocionalmente, o de ambas maneras (para reducir la dualidad). Además de esto, aceptar la dualidad ayuda a disminuir la ansiedad sexual: todos tenemos una actitud ante la sexualidad que va del rechazo (parecido a la moral victoriana) al apego desenfrenado (lo que algunos llaman libertinaje), esta actitud representa nuestra preferencia sexual y aunque se considera que toda expresión sexual es normal, cabe decir que también existen síntomas de que puede haber alguna patología tocando a la puerta: 


En principio, el rechazo o no aceptación de la dualidad (o sea la sexualidad) revela también el rechazo hacia uno mismo, lo que deriva en baja autoestima y puede provocar situaciones de agresividad impulsiva para ocultar el miedo a la intimidad sexual. El extremo opuesto, la búsqueda compulsiva de placer sexual, puede llevar a olvidarse de sí mismo volcándose hacia afuera, forzando en ocasiones a otra u otras personas a hacer cosas en contra de su voluntad y llegando a dañarse a sí mismos en sus actividades, relaciones sociales o propiedades. Una adicción, que también derivará en conflictos con la autoestima.

Un ejemplo que ilustra con claridad la no aceptación de la dualidad es el de muchas parejas que deciden unir sus vidas: Cuando se conoce la pareja, generalmente descubren infinidad de cosas valiosas en esa otra persona y literalmente se enamoran de sus diferencias, ese misterio que vuelve excitante la vida. Sin embargo ocurre con frecuencia que al vivir juntos esas diferencias comienzan a pesar y la misma pareja comienza a quejarse de cómo es esa persona con la que vive, hasta terminar por decirle que no le gusta cómo demuestra su cariño: “Quiero que me quieras como yo quiero, no como tú me quieres”. ¡Nos enamoramos de las diferencias y después las tratamos de eliminar!


En otros casos se puede ver a la pareja jugando el rol de madre e hijo o de padre e hija, que es otra forma de vivir la relación sin aceptar la dualidad y que además es motivo para desarrollar otro tema: Escogemos a una persona adulta por pareja y queremos recibir una obediencia infantil, ¡qué cosas hacemos los humanos!

Por estas y otras razones, es válido ver a la persona en un contexto más amplio, en todas las dimensiones de su dualidad y no solamente en su sexualidad.

¿Y no dicen que todo lo que hacemos refleja nuestra sexualidad? Sí, nuestra sexualidad es parte inseparable de nosotros, de nuestra naturaleza, y es al mismo tiempo dualidad. Pero la dualidad va más allá de la sexualidad y de la humanidad.

Hasta luego.

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