"Le tengo rabia al silencio por lo mucho que perdí
que no se quede callado quien quiera vivir feliz"
Atahualpa Yupanqui
Vivir sin deudas es una bendición, te permite sentirte dueño de tu vida y de tus posesiones, te da una sensación de tranquilidad y libera mucho espacio en tu mente para pensar en situaciones del presente en lugar de vivir angustiado porque se acerca la siguiente fecha de pago o porque el monto de tu deuda ha crecido increíblemente a causa de los intereses y otros trucos financieros (los robos legales, tan permitidos en nuestro México lindo y querido, pero ése es otro tema).
Cierto que hay ocasiones y momentos muy específicos en los cuales un préstamo es la mejor solución para salir adelante de una situación de emergencia, como en una enfermedad grave, un accidente o hasta para adquirir una casa o un auto de oportunidad, pero el secreto para vivir sin angustias, con los dos pies bien plantados en la tierra y no en el infierno de los cobradores, es no pedir más de lo que podrás pagar.
Y aún hay otro elemento a considerar en los créditos, y que afectará tu vida durante todo el tiempo que estés abonando para liquidar el préstamo: No eres dueño de lo que estás pagando, aunque ya lo estés usando y disfrutando. Si por azares del destino te has atrasado alguna vez con un pago, seguramente recibiste varios recordatorios de que tu casa, tu auto, o lo que sea que hayas obtenido a crédito, no es de tu propiedad sino del banco o financiera que te prestó el dinero.
¿Te suena familiar esta situación? Casi estoy seguro que sí, a menos que pertenezcas al selecto grupo de afortunados que puede adquirir todos sus bienes y servicios de contado, con dinero contante y sonante en mano.
¿Y eso que tiene que ver con la psicología, además de ser una fuente potencialmente segura de estrés, ansiedad e insomnio? Para entender cómo se relaciona la dinámica de los créditos con nuestra psiqué, hay que hablar de algo que podría llamarse "economía emocional", porque también en nuestra vida emocional es una bendición vivir sin deudas.
En el mundo materialista usamos como moneda el peso, el dólar, el euro o cualquier otra, y en el mundo de las emociones y los sentimientos la moneda de cambio es el rencor: Entre más rencor sientas en tu interior, más sientes que "te debe" una persona, y por lo tanto estás seguro de que "te las va a pagar" y de que "se la vas a cobrar".
Igual que ocurre con las deudas materiales, el rencor comienza ocupa muchos de nuestros pensamientos y con el tiempo genera "intereses", es decir nuevas emociones que se le van sumando en nuestro interior, donde fácilmente entran el odio, la angustia, la vergüenza, el enojo y hasta el miedo... ¡Quién sabe qué podrá ocurrir si te encuentras nuevamente con esa persona por la que sientes tanto rencor!
Y ahí vas, cargando esa deuda inmensa que crece y crece conforme pasa el tiempo por no sacar el rencor de tu interior. Si pasa suficiente tiempo te acostumbrarás a vivir con esta deuda, sin paz, y te convencerás de que eso es "lo normal": Si alguien te humilló, te avergonzó, te dañó o lo que haya sucedido, entonces "lo justo" es odiarlo y desearle el mal.
Si la persona que siente rencor se da cuenta del daño que se está ocasionando a sí misma, comenzará a sacar su rencor en "abonos facilitos": Primero un comentario sarcástico, de pronto una indirecta, tal vez un rechazo a cualquier idea o propuesta de esa gente que sentimos odiar, y con el paso del tiempo los ataques se volverán más directos y frecuentes, para que esa persona no tenga ninguna duda del rencor que le tenemos. Y así pueden pasar años enteros, pero esos "abonos" no reducen en nada la deuda del rencor, si acaso reducirán un poquito los "intereses" y te harán creer que ya no sientes odio, enojo ni vergüenza, al menos por un breve tiempo.
"Sentir rencor es como tomarse un veneno y esperar que se muera la persona que odias".
Anónimo
El rencor solo se elimina pagando de contado y en la ventanilla adecuada. Es común ver personas actuando con coraje y resentimiento hacia la vida, es decir hacia cualquier persona que se les ponga enfrente, pero no le expresan su enojo a la persona que les inspira el rencor. Y es que en ocasiones llegamos a sentir rencor hacia la gente que más "debemos querer y respetar".
Para pagar de contado esta deuda debemos tener muy claras estas situaciones:
Cualquier cosa que te haya hecho esa persona, voluntaria o involuntariamente, ya pasó. Está en el pasado, forma parte de tu historia y eso no puede cambiar, pero vivir con rencor es revivir permanentemente la ofensa que sentiste hace mucho tiempo. No puedes cambiar tu pasado, solamente puedes cambiar tu actitud hacia tu pasado.
Aceptar tu vida tal como ha sido y como es actualmente NO es resignarse; es el primer paso para tomar decisiones basadas en el presente.
Si vives centrado en el pasado y reaccionando con rencor a lo que viviste hace meses o años, significa que no dispones de tu capital emocional y por lo tanto, no puedes invertirlo en proyectos de tu presente: Tu amor, tu pasión, tu dedicación, tu entrega, tu confianza y tu respeto están comprometidos con el rencor, y de esa manera puedes dejar pasar muchas oportunidades tan solo porque no puedes verlas, tu atención estará enfocada en vengarte o desquitarte de esa persona que "te la debe". No puedes disfrutar tu presente porque no lo alcanzas a ver tras el velo de tu rencor.
Dedicarle tanto tiempo a esa persona por la que en teoría solo sientes rencor, es convertirla en la persona más importante de tu vida, y puede ser que le des incluso más importancia que la que le otorgas a las personas que amas, ¿así de grande es tu deuda? Vivir en una deuda emocional significa que no eres dueño de tus emociones, aunque las sientas y las sufras: decidiste dedicárselas a una persona ajena a ti.
El tiempo no va a borrar ni a curar lo que pasó. Salvo que pierdas la razón o te practiquen una lobotomía, no puedes olvidar tu historia. En algunos casos es posible ocultar una mala experiencia de la memoria, pero las sensaciones y reacciones emocionales seguirán presentes, así que hay que trabajar con ellas para madurar y crecer.
El tiempo no va a borrar ni a curar lo que pasó. Salvo que pierdas la razón o te practiquen una lobotomía, no puedes olvidar tu historia. En algunos casos es posible ocultar una mala experiencia de la memoria, pero las sensaciones y reacciones emocionales seguirán presentes, así que hay que trabajar con ellas para madurar y crecer.
Si quieres pagar tu deuda de contado y liberarte del rencor de una vez por todas, habla a las claras contigo mismo y trata de descubrir PARA QUÉ le dedicas tanto tiempo, tantas emociones, tantos pensamientos a un recuerdo que te lastima y te daña. No te preguntes ¿Por qué? Eso lo haces muy seguido y solamente te sirve para justificar tu rencor: Respondiendo PARA QUÉ, tal vez te des cuenta que te estás estafando a ti mismo y que, salvo para mantener vivo un orgullo malentendido, no hay otra razón para vivir cargado de rencor.
Después de hablar contigo mismo, dirígete a la persona que te despierta el rencor y regrésale lo que no te sirve. Esto lo puedes hacer personalmente o simbólicamente (hay ocasiones en que esa persona ya falleció, o se mudó a vivir a Alaska o cualquier otro lugar lejano e inalcanzable, pero no soltamos el rencor), lo importante es que te des cuenta que estás soltando tu deuda justo con quien la tienes. Es como en la vida material: Si pides un préstamo a un banco, una caja popular o una financiera, es a esa entidad a la que le tienes que pagar y no a otra, aunque haya muchas.
Es una bendición vivir sin deudas emocionales, solo así te puedes sentir dueño de tus emociones y disponer de ellas en el presente para afrontar los retos que te presenta la vida, para crecer en cuerpo y alma.
Hasta luego.
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