Una vez me dijo el maestro Sergio Vázquez que cuando se pelean el orgullo y la memoria siempre gana el orgullo, y es verdad. Para que la memoria traiga al presente todo lo vivido y podamos apreciar en su justa medida a nuestra propia persona y a la de los seres que amamos, necesitamos retirar el orgullo.
Pero los humanos somos especialistas en exhibir el orgullo, tomar las cosas a tono personal cuando nos sentimos ofendidos y eliminar las cualidades de los demás para enfocarnos únicamente en los defectos. Cada quien ve lo que quiere, no lo que existe. Cada quien escucha lo que quiere escuchar, por eso es importante insistir en volver a escuchar.
Se necesita valor para reconocer ante la pareja, el hijo, la hija, los padres, los amigos o ante cualquier persona importante que en realidad sí los quiero, pero me siento lastimado en mi orgullo y por eso me porto terco y ofensivo.
Alguna vez me dijeron también que los reclamos no son tan importantes, solo son cuestión de orgullo, y a mí me parece que el orgullo es un factor clave para sobrevivir, incluso puede llegar a ser lo único de lo que pueda sostenerme, pero si lo uso para atacar ya no podrá darme soporte. El orgullo en sí no es perjudicial, su exaltación exagerada es lo que termina convirtiendo al orgulloso en una persona más centrada en sus intereses personales que en los de grupo, pareja o familia, según sea el caso.
Hay muchas descripciones para esta conducta, pero en esta ocasión solamente mencionaré uno de los estilos en que se puede presentar el orgullo como arma para defender la postura personal a costa de lo que sea, aún si se trata de la familia o los hijos: El perfeccionismo, o sea la firme convicción de estar en lo correcto, de saber cómo se debe hacer cualquier cosa y de tener derecho a dirigir y criticar otras vidas, me lo pidan o no.
Esto tiene muchas cosas positivas, pues siempre es útil contar con una persona que sabe qué rumbo tomar, o cuál es la mejor decisión, o hasta qué decir en cada situación; sin embargo también tiene sus inconvenientes (nada es bueno en exceso): en una relación donde predomina el perfeccionismo se fomenta la codependencia (los subordinados deben esperar siempre el reconocimiento positivo por lo que hacen), cuando las cosas no funcionan bien, el perfeccionista tenderá a buscar a un culpable aunque tenga que inventarlo (no puede responder por un error si es perfeccionista) y aunque las cosas estén funcionando bien tratará de exhibir y avergonzar a otros para mantenerlos sumisos y manifestar su autoridad.
Y esta es una de las muchas caras con que se presenta el orgullo. Me siento algo triste, hoy se pelearon el orgullo y la memoria frente a mí y no logré sacar a flote los recuerdos de una historia completa, todo se redujo a los disgustos y caprichos actuales, a dos orgullos que se detienen frente a frente y obviamente, no se hablan.
Hasta luego.
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