martes, 5 de julio de 2016

Tensión + miedo = Relaciones hostiles

"Un dolor como el que tienen los niños asustados cuando despiertan en la noche oscura e impenetrable y sienten que están por completo solos..."
(Stefan Zweig)


Hace algunos años, cuando todavía estudiaba en la U de G, vimos en un jardín a varios niños jugando al lado de un edificio de departamentos y a su alrededor, rondando y acercándose para ver si lo incluían en los juegos, un perro grande que me parece era un pastor alemán. Nosotros estábamos enfrente en una tienda tomando un refresco y como no teníamos nada más que hacer, veíamos la escena. Después de un rato los niños se comenzaron a separar y como dicen, ahí se rompió una taza y cada quien para su casa, uno de ellos al parecer vivía en uno de los departamentos que estaba al lado del jardín, porque cruzó la entrada, subió las escaleras y desapareció en alguna puerta.

El perro siguió dando saltitos y correteando un rato en el jardín, después vio la entrada del edificio abierta y se encaminó hacia allá, tal vez por casualidad o porque sabía que ahí había entrado el niño unos momentos antes.

Para su mala suerte, a los inquilinos de la planta baja parecían no gustarles los perros (y probablemente ninguna clase de animal), así que cuando lo vieron subir salieron de sus departamentos y comenzaron a gritarle al perro para que se saliera. La escena era divertida, porque esas personas estaban de verdad enojadas y le gritaban toda clase de insultos y órdenes al pobre perro, que se había quedado parado en la escalera, un piso más arriba, y solamente volteaba hacia abajo de vez en cuando. Pasado un rato dio 4 o 5 ladridos que se escucharon bastante alto, pero no eran agresivos, incluso el perro estaba moviendo la cola. Con el ruido se asomaron otros vecinos y ahí comenzó la parte dramática. Los vecinos de arriba le gritaban al perro para que se alejara y también le gritaban a sus niños que se metieran porque había un perro rabioso (ya hasta lo habían diagnosticado), y los vecinos de abajo también le gritaban, así que el perro no se movía, pues en ambas direcciones le daban la misma orden ¡vete de aquí!

Para completar el cuadro, unos chavos que iban pasando escucharon los gritos y ladridos que salían del edificio y decidieron entrar a ayudar a los pobres vecinos del edificio de departamentos, así que ahora el perro sí se movió pero no hacia afuera sino más arriba hasta llegar al último piso, tratando de escapar de los muchachos que iban con una actitud más agresiva. En la parte de arriba el perro quedó acorralado y rodeado por muchas personas que le gritaban, lo amenazaban y trataban de empujarlo hacia abajo. Entonces sus ladridos cambiaron, se comenzaron a escuchar gruñidos y ladridos feroces, también oímos que la gente a su alrededor cambiaba sus gritos de amenaza por unos de espanto y se hacían hacia atrás. Uno de los muchachos bajó corriendo y tomó una rama del jardín para regresar al edificio mientras allá arriba todos seguían gritando, el perro se agitaba y tiraba mordidas a todo el que tratara de acercarse. Nosotros pensamos que iban a matarlo, el ruido era ya muy alto y no se entendía casi lo que decían, salvo los ladridos y gruñidos del perro.

Nos parecía increíble que ése fuera el mismo perro alegre y juguetón que habíamos visto apenas unos momentos antes, pero también nos asustó ver al muchacho que subía decidido a matarlo con esa rama. Entonces llegó otro muchacho al edificio y también entró gritando que lo esperaran, detuvo al que llevaba la rama y pasó entre el montón de gente que tenía rodeado al perro, con gritos les pidió que se alejaran y esas personas, que en ese momento eran solo una masa excitada, reaccionaron haciendo lo que él les pidió. Entonces el joven se inclinó frente al perro y comenzó a hablarle en voz baja, mostrándole sus manos abiertas y lentamente se fue acercando a él. El perro fue dejando de ladrar y finalmente volvió a acurrucarse en un rincón como cuando lo acorralaron ahí hacía unos instantes. El perro volteó la cara hacia el piso y metió la cola entre sus patas en señal de indefensión y en ese momento el muchacho se acercó más y lo abrazó, el perro respondió al abrazo y se dejó acariciar (si hubiera sido una persona, en ese momento se hubieran escuchado sus sollozos o su llanto de alivio), después el chavo se levantó y por su lenguaje corporal vimos que estaba pidiendo permiso para pasar entre la gente. Bajó despacio, tocando el lomo del perro todo el tiempo y en cuanto pisaron el primer nivel, el perro salió corriendo feliz, meneando la cola y sin voltear hacia atrás se fue rápidamente a quién sabe dónde.

Ese día aprendimos mucho sobre lo fácil que es crear tensión y dirigirla hacia una persona (o un perro, en este caso). Es decir, lo determinante que es el ambiente para nuestras emociones.

Esto también pasa entre las personas.

La intolerancia ante alguien "diferente" puede ocasionar que lo etiquetemos de peligroso.

Si no le damos la oportunidad de expresarse, estaremos seguros de que tiene malas intenciones.

Si no nos damos la oportunidad de conocer a esa persona, nosotros mismos justificaremos cualquier maltrato que le hagamos, jurando que es lo correcto y que es para protegernos (aunque en realidad solo etiquetamos al otro como "malo" sin que nos conste que haya peligro).

Si dos o más personas le gritan y le piden cosas contradictorias al que es "distinto", lo van a confundir y no va a saber qué hacer.

Si después de un tiempo esa persona discriminada y hostigada se da cuenta que la están atacando (a veces el "amor familiar" impide que creamos que estas conductas son ataques), va a tratar de defenderse... y entonces los demás van a poder justificarse más porque ahora sí tendrán pruebas de que esa persona es "mala". ¡Y a darle con más ganas!

Una de las personas que ataca y discrimina puede romper el círculo vicioso que está volviendo "feroz" a una persona que es igual a las demás, pero con su forma particular de expresarse y comportarse.

A veces no es posible que alguien del mismo círculo lo rompa, pero sí puede buscar ayuda y entonces una persona externa ayuda a cambiar las actitudes hostiles, dando oportunidad a que la persona discriminada se exprese y sea escuchada.

Tensión acumulada = enojos garantizados.

Normalmente ocurre que esa persona tampoco se escuchaba a sí misma y cuando comienza  hacerlo, reconoce sus propios sentimientos y emociones: miedo, coraje, vergüenza, tristeza... Y cuando los reconoce, puede dejar entrar otros más agradables como la seguridad, la confianza, la alegría... Es decir, se libera de la tensión.

Reconocer y expresar toda nuestra gama de emociones y sentimientos es una de las más hermosas formas de libertad. Vivir ocultando cualquier expresión honesta de nuestra personalidad para ser aceptados por alguien más, equivale a vivir encadenado. Por eso tanto el perro que vi en mis años de estudiante como las personas que dejan de vivir bajo presión, se mueven con más soltura, felicidad y libertad.

Esto también pasa en nuestra sociedad.

Pero a escala social no se le llama tensión ni presión al "bullying" que se le aplica a la gente, se le dice represión, y la aplican quienes tienen el poder a quienes son incómodos para ellos, a quienes los critican o a quienes pueden demostrar que están haciendo mal las cosas. Nuestro México lindo y querido está lleno de ejemplos de esta discriminación, intolerancia y corrupción. La cultura del terror comienza con actitudes prepotentes y amenazantes contra los que son "distintos"  y hasta "inferiores" (así piensan los dictadores). Pero esos distintos e inferiores somos una gran mayoría y unidos podemos dar miedo. Y de hecho a quienes están en el poder les da miedo que la gente se una. Así que la cultura del terror también se encarga de mantenernos divididos, de remarcar las diferencias entre nosotros con cualquier motivo. 

Cuando el abuso es demasiado y la gente se rebela, la hacen parecer como delincuente y entonces pueden seguir aplicando la represión pero elevada a la décima potencia... o más. Ahí está Oaxaca y los maestros de la CNTE como el ejemplo más reciente y todavía vigente.

Revisemos

¿Hay alguien en especial o algún tipo de persona que consideras más malo o inferior a ti, simplemente porque no es como tú quieres? 

¿Solamente te llevas bien con quienes están siempre de acuerdo contigo? 

¿Puedes aceptar la presencia y escuchar las opiniones de una persona que no conoces bien sin descalificarla de inicio? 

Casi todos respondemos que somos muy tolerantes. Pero a veces reaccionamos como la gente del edificio cuando vio subir al perro por la escalera, eso es lo que nos toca revisar en nuestras relaciones diarias.

Hasta luego.

2 comentarios:

  1. Cuanto para reflexionar, muchas gracias por tu análisis.
    Y pensar que vivimos a diario con tensión acumulada que luego se vuelve estrés colectivo. Lo puedes ver en las grandes ciudades
    los viernes por la tarde cuando manejas del trabajo a casa.

    ResponderEliminar
  2. Cuanto para reflexionar, muchas gracias por tu análisis.
    Y pensar que vivimos a diario con tensión acumulada que luego se vuelve estrés colectivo. Lo puedes ver en las grandes ciudades
    los viernes por la tarde cuando manejas del trabajo a casa.

    ResponderEliminar

¿Quieres comentar?: