jueves, 7 de mayo de 2015

La olla de la autoestima de Virginia Satir

"Los sentimientos de valía sólo pueden florecer en un ambiente en el que puedan apreciarse las diferencias individuales, donde el amor se manifieste abiertamente, los errores sirvan de aprendizaje, la comunicación sea abierta, las normas flexibles, la responsabilidad (compaginar las promesas con el cumplimiento) sea modelada, y practicada la sinceridad: la clase de ambiente que observamos en una
familia nutricia."
(Virginia Satir)

Virginia Satir es uno de los grandes pilares de la psicoterapia. Los psicólogos gestaltistas, sistémicos, familiares, humanistas y muchos más le debemos bastante a su honestidad. Por ejemplo, en el texto que reproduzco hoy (tomado también de su obra maestra "Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar") explica con un lenguaje sencillo y muy claro qué es la autoestima, cómo funciona y qué pasa cuando no funciona bien o, dicho con sus palabras, cuando la olla está medio vacía. 

Por si fuera poco, sus conceptos también me ayudaron a concebir mi propia versión de esa olla en el cuento "La cajita de la autoestima", que queda como humilde homenaje a esta maestra y su obra. Me gusta mucho cómo comparte sus ideas y creencias Virginia Satir, espero que también a ustedes les guste leerla y les sirva de ayuda:


"La autoestima, la olla que nadie vigila

La autoestima es un concepto, una actitud, un sentimiento, una imagen, y está representada por la conducta.

De niña viví en una granja en Winsconsin; en el patio trasero había una enorme olla de hierro negro, con los costados redondeados y tres patas. Mi madre hacía su propio jabón, así que, durante una parte del año, la olla estaba llena de jabón. Cuando llegaban los grupos de trilladores en verano, llenábamos la olla de cocido; en otras ocasiones, mi padre almacenaba en ella estiércol para los lechos de flores de mamá. Con el tiempo llegamos a llamarla la olla de "tres usos" y cualquiera que quisiera utilizarla debía enfrentar dos interrogantes: ¿De qué estaba llena la olla en ese momento? Y ¿qué tan llena estaba?

Mucho después, cuando la gente me hablaba de sí —diciendo que se sentían llenos, vacíos, sucios o incluso "agrietados"— Recordaba esa vieja olla. Un día, hace muchos años, había una familia sentada en mi consultorio tratando de encontrar palabras para comunicarse lo que sentían unos por otros; muy pronto los miembros de la familia comenzaron a hablar de sus “ollas" individuales, las cuales podían contener sentimientos de ira o culpa, de vergüenza o inutilidad. Después me dijeron que esta metáfora les resultó muy provechosa.


En poco tiempo, este término sirvió a muchas familias a expresar los sentimientos que no podían manifestar. Un padre decía: "Mi olla está llena hoy," y el resto de la familia sabía que ese día se sentía superior a cualquier cosa, pleno de energía y bucn humor, seguro de su importancia. O tal vez un hijo decía: "Me siento con la olla vacía," y esto comunicaba a los demás que tenía la sensación de ser insignificante, que estaba fatigado, aburrido o lastimado, que no era digno de ser amado; que tenía que aceptar lo que recibía sin quejarse.

Olla es una palabra muy simple en este sentido, un término casi ridículo. Muchas de las palabras profesionales que la gente utiliza para hablar de su autoestima tienen un sonido estéril y carecen de imágenes vivas. A menudo las familias pueden expresarse con mayor facilidad en términos de olla, y comprender a los miembros que desean comunicarse de esta manera; de repente se sienten más a gusto, liberados de nuestro tabú cultural que nos impide hablar de los sentimientos. Una esposa que vacila ante la posibilidad de decirle a su marido que se siente inadecuada, deprimida o indigna, puede manifestar con franqueza: "No me molestes ahora; ¡mi olla está por los suelos!"

En este libro, al hablar de "olla," me refiero a la valía personal o autoestima; puedo utilizar los términos de manera alterna (si prefieren otra palabra graciosa que tenga más sentido para ustedes, utilícenla). Como dije antes, todo individuo tiene un sentimiento de valía, positivo o negativo. Como sucedía en el caso de mi olla familiar, las interrogantes son: ¿mi autoestima es negativa o positiva en este momento? y ¿cuánta tengo?


La autoestima es la capacidad de valorar el yo y tratarnos con dignidad, amor y realidad. Cualquier persona que reciba amor, estará abierta al cambio. Nuestros cuerpos no son distintos en este sentido; a lo largo de muchos años de enseñanza con niños, de tratar familias de todos los niveles sociales y económicos, de conocer personas de toda extracción, a partir de las experiencias cotidianas de mi vida profesional e íntima, he llegado a convencerme de que el factor fundamental implícito en lo que sucede dentro y entre los individuos es la autoestima, la olla personal.

La integridad, sinceridad, responsabilidad, compasión, el amor y la competencia, todo surge con facilidad en aquellos que tienen una elevada autoestima. Tenemos la sensación de ser importantes, de que el mundo es un mejor lugar porque nos encontramos en él. Tenemos fe en nuestra competencia; podemos pedir ayuda a los demás, a la vez que conservamos la confianza de que podemos tomar nuestras propias decisiones y, a la larga, contamos sólo con nuestras capacidades. Si respetamos nuestra valía, podremos percibir y respetar el valor de los demás; irradiamos confianza y esperanza. No tenemos reglas que limiten nuestras sensaciones y sabemos que no tenemos que actuar basados en lo que sentimos.

Podemos elegir; nuestra inteligencia es lo que dirige los actos. Nos aceptamos por completo como seres humanos. La gente vital siente que tiene la olla llena todo el tiempo.

Por supuesto, todos tenemos momentos en que desearíamos alejarnos de todo, cuando la fatiga nos domina y el mundo nos ha dado muchas desilusiones en un mismo día, cuando los problemas de la vida de pronto parecen superiores a nuestras fuerzas. Empero, la gente vital trata estas sensaciones temporales de olla vacía como lo que son: una crisis momentánea. Es posible que esta crisis sea los dolores de parto de una nueva posibilidad personal; nos sentimos incómodos en el momento, pero no tenemos que ocultarnos, pues sabemos que saldremos intactos de la crisis.


Cuando la gente siente que vale poco, espera el engaño, el maltrato y el desprecio de los demás; esto la abre a la posibilidad de convertirse en víctima. Cuando alguien espera lo peor, baja la guardia y permite que lo peor suceda. Para defenderse, tendrá que ocultarse detrás de un muro de desconfianza y hundirse en la terrible sensación de soledad y aislamiento. De esta forma, al verse separado de los demás, se vuelve apático, indiferente hacia sí mismo y quienes le rodean. Para estas personas es útil ver, escuchar o pensar con claridad y, por tanto, tienden a sufrir el maltrato y el desprecio de otros. La gente queriente se erige una monstruosa muralla psicológica detrás de la cual se oculta, y luego se defiende negando que lo ha hecho.

El temor es la consecuencia natural de esta desconfianza y aislamiento. El temor nos limita y ciega; impide que probemos nuevos medios para solucionar los problemas. Por el contrario, adoptamos una conducta aún más derrotista (por cierto, el miedo representa siempre un temor de algo futuro. He observado que tan pronto como un individuo enfrenta o desafía aquello que le causa temor en el momento presente, el temor se desvanece).

Cuando las personas que tienen sentimientos constantes de olla vacía experimentan una derrota, suelen calificarse cono fracasados. La respuesta interna es: "Debo ser un inútil, pues de lo contrario estas cosas no me ocurrirían." Después de sentir con suficiente frecuencia estas respuestas, el yo se vuelve vulnerable a las drogas, el alcohol u otras formas de fuga de la realidad.

La depresión no es equivalente a una olla vacía. La sensación de vacío significa, en esencia, que cuando uno tiene sentimientos indeseables, trata de conducirse como si dichas emociones no existieran. Se requiere de una gran autoestima para reconocer los sentimientos de depresión.


También es importante recordar que las personas que poseen una alta autoestima pueden sentirse deprimidas. La diferencia radica en que quienes se sienten deprimidos no se califican de inútiles ni fingen que esos sentimientos de depresión no existen. Tampoco proyectan sus sensaciones en los demás. La depresión es algo normal que sucede a veces; existe una gran diferencia entre la persona que condena a su yo y quien considera que el momento depresivo es una condición humana que necesita resolver. Con frecuencia llamaré su atención hacia este proceso de resolución.

Un sentimiento de depresión y su negación, es una forma de engaño ante uno mismo y los demás. Al devaluar así los sentimientos, estamos devaluándonos también y, en consecuencia, acentuamos el estado de olla vacía. Mucho de lo que nos sucede es resultado de nuestra actitud. Y como se trata de un problema de actitud, podemos cambiarlo.

Relájate un momento. Cierra los ojos y percibe tu condición actual.

¿Qué sientes hacia ti? ¿Qué ha ocurrido o está sucediendo en este momento? ¿Cómo respondes a este suceso? ¿Qué sientes por tu manera de responder a los acontecimientos? Si te encuentras tenso, comunícate un mensaje de amor, relaja tu cuerpo y entra en contacto con tu respiración.

Ahora, abre los ojos. Te sentirás más fuerte.

Este sencillo remedio te ayudará a incrementar tu sentimiento de valía: puedes cambiar tu estado de ánimo en cuestión de momentos. Después, enfrentarás los acontecimientos con una mente clara y un fundamento personal más firme.

Invita a tu familia a realizar el siguiente experimento. Toma a un compañero, luego expresen sus sentimientos ("En este momento siento miedo/tensión/vergüenza/alegría/etcétera.") Después, cada uno dará las gracias al otro sin emitir juicios o hacer comentarios.

De esta forma, han escuchado los sentimientos de la otra persona y ambos conocen al otro un poco mejor. Necesitamos practicar mucho para romper el tabú que nos impide compartir las emociones.

Practica tanto como puedas con las personas en quienes confíes.

Ahora, digan qué es lo que les deprime, o estimula. Es posible que descubran nuevas dimensiones en la persona con la que han vivido todos estos años y, en consecuencia, se sentirán más unidos o reales en su presencia Cuando hayan terminado con el ejercicio, trata de compartir tu impresión de lo que ha ocurrido.


El niño que llega al mundo no tiene pasado, no sabe cómo conducirse, no cuenta con una escala para juzgar su valor. El bebé depende por completo de las experiencias de otras personas, así como de sus mensajes sobre el valor que tiene como individuo.

Durante los primeros cinco o seis años, la autoestima del niño quedará conformada casi exclusivamente por su familia. Después que inicie sus estudios escolares, recibirá otras influencias; empero, la familia conserva su importancia. las fuerzas externas tienden a reforzar los sentimientos de valía o inutilidad que el niño aprendió en el hogar: el pequeño valorado podrá superar muchos fracasos, tanto en la escuela como con sus compañeros; el niño de baja autoestima experimentará muchos éxitos, pero siempre le asaltará la duda de su verdadero valor. Una experiencia negativa única podría producir respuestas desproporcionadas al acontecimiento.

Cada palabra, expresión facial, ademán o acto de un progenitor, envía al niño un mensaje de autoestima. Es deprimente comprobar que muchos padres no se percatan de los mensajes que envían. Una madre puede aceptar un ramo de flores de manos de su hija de tres años y decir: "¿De dónde las sacaste?" —a la vez que su voz y una sonrisa expresan: "¡Qué maravilloso regalo! ¿En dónde crecen estas flores tan hermosas?" Este mensaje fortalecerá el sentimiento de valía de la pequeña. O tal vez podría decir: "¡Qué lindas!," pero concluir con tono de reproche: "¿Las tomaste del jardín de la vecina?," implicando que la niña actuó mal al robarlas. Este mensaje hará que la pequeña de tres años se sienta mala e indigna.


¿Qué clase de autoestima fomenta tu familia en los niños, y refuerza en los adultos?"


Todos los días, a todas horas, estamos llenando o vaciando nuestra olla (o nuestra cajita), y además estamos contribuyendo a que la gente cercana a nosotros tenga más alta o más baja su autoestima, aunque muchas veces no nos queremos dar cuenta que tenemos algo que ver con las ollas de otras personas. Usemos la autoestima a nuestro favor para crecer como personas y superar los problemas que inevitablemente nos seguirá poniendo la vida en el camino que vamos recorriendo, en las relaciones con la demás gente y en las decisiones que debemos de tomar. Funcionará mejor entre más nos aceptemos y nos amemos a nosotros mismos.

Hasta luego.

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