"Los sentimientos de valía sólo pueden florecer en un ambiente en el que puedan apreciarse las diferencias individuales, donde el amor se manifieste abiertamente, los errores sirvan de aprendizaje, la comunicación sea abierta, las normas flexibles, la responsabilidad (compaginar las promesas con el cumplimiento) sea modelada, y practicada la sinceridad: la clase de ambiente que observamos en una
familia nutricia."
(Virginia Satir)
Virginia Satir es uno de los grandes pilares de la psicoterapia. Los psicólogos gestaltistas, sistémicos, familiares, humanistas y muchos más le debemos bastante a su honestidad. Por ejemplo, en el texto que reproduzco hoy (tomado también de su obra maestra "Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar") explica con un lenguaje sencillo y muy claro qué es la autoestima, cómo funciona y qué pasa cuando no funciona bien o, dicho con sus palabras, cuando la olla está medio vacía.
Por si fuera poco, sus conceptos también me ayudaron a concebir mi propia versión de esa olla en el cuento "La cajita de la autoestima", que queda como humilde homenaje a esta maestra y su obra. Me gusta mucho cómo comparte sus ideas y creencias Virginia Satir, espero que también a ustedes les guste leerla y les sirva de ayuda:
"La autoestima, la olla que nadie vigila
La autoestima es un concepto, una actitud, un sentimiento, una
imagen, y está representada por la conducta.
De niña viví en una granja en Winsconsin; en el patio trasero había
una enorme olla de hierro negro, con los costados redondeados y tres patas. Mi
madre hacía su propio jabón, así que, durante una parte del año, la olla estaba
llena de jabón. Cuando llegaban los grupos de trilladores en verano, llenábamos la olla de cocido; en otras ocasiones, mi padre almacenaba en ella
estiércol para los lechos de flores de mamá. Con el tiempo llegamos a llamarla
la olla de "tres usos" y cualquiera que quisiera utilizarla debía
enfrentar dos interrogantes: ¿De qué estaba llena la olla en ese momento? Y
¿qué tan llena estaba?
Mucho
después, cuando la gente me hablaba de sí —diciendo que se sentían llenos,
vacíos, sucios o incluso "agrietados"— Recordaba esa vieja olla. Un
día, hace muchos años, había una familia sentada en mi consultorio tratando de
encontrar palabras para comunicarse lo que sentían unos por otros; muy pronto
los miembros de la familia comenzaron a hablar de sus “ollas"
individuales, las cuales podían contener sentimientos de ira o culpa, de
vergüenza o inutilidad. Después me dijeron que esta metáfora les resultó muy provechosa.
En
poco tiempo, este término sirvió a muchas familias a expresar los sentimientos
que no podían manifestar. Un padre decía: "Mi olla está llena hoy," y
el resto de la familia sabía que ese día se sentía superior a cualquier cosa,
pleno de energía y bucn humor, seguro de su importancia. O tal vez un hijo decía:
"Me siento con la olla vacía," y esto comunicaba a los demás que
tenía la sensación de ser insignificante, que estaba fatigado, aburrido o
lastimado, que no era digno de ser amado; que tenía que aceptar lo que recibía
sin quejarse.
Olla
es
una palabra muy simple en este sentido, un término casi ridículo. Muchas de las
palabras profesionales que la gente utiliza para hablar de su autoestima tienen
un sonido estéril y carecen de imágenes vivas. A menudo las familias pueden expresarse
con mayor facilidad en términos de olla, y comprender
a los miembros que desean comunicarse de esta manera; de repente se sienten más
a gusto, liberados de nuestro tabú cultural que nos impide hablar de los
sentimientos. Una esposa que vacila ante la posibilidad de decirle a su marido
que se siente inadecuada, deprimida o indigna, puede manifestar con franqueza:
"No me molestes ahora; ¡mi olla está por los suelos!"
En
este libro, al hablar de "olla," me refiero a la valía personal o autoestima; puedo
utilizar los términos de manera alterna (si prefieren otra palabra graciosa que
tenga más sentido para ustedes, utilícenla). Como dije antes, todo individuo
tiene un sentimiento de valía, positivo o negativo. Como sucedía en el caso de
mi olla familiar, las interrogantes son: ¿mi autoestima es negativa o positiva
en este
momento? y ¿cuánta tengo?
La
autoestima es la capacidad de valorar el yo y tratarnos con dignidad, amor y realidad.
Cualquier persona que reciba amor, estará abierta al
cambio. Nuestros cuerpos no son distintos en este sentido; a lo largo de muchos
años de enseñanza con niños, de tratar familias de todos los niveles sociales y
económicos, de conocer personas de toda extracción, a partir de las experiencias
cotidianas de mi vida profesional e íntima, he llegado a convencerme de que el factor fundamental implícito en lo que sucede dentro y entre los individuos es la autoestima, la olla personal.
La integridad, sinceridad, responsabilidad,
compasión, el amor y la competencia, todo surge con facilidad en
aquellos que tienen una elevada autoestima. Tenemos la sensación de ser importantes, de que el mundo es un mejor lugar porque nos encontramos en él. Tenemos fe en
nuestra competencia; podemos pedir ayuda a los demás, a la vez que conservamos la confianza de que podemos tomar
nuestras propias decisiones y, a la larga, contamos sólo con nuestras capacidades. Si respetamos nuestra valía, podremos
percibir y respetar el valor de los demás; irradiamos confianza y esperanza. No tenemos reglas que limiten nuestras
sensaciones y sabemos que no tenemos que actuar basados en lo que sentimos.
Podemos elegir; nuestra inteligencia es lo que dirige los actos.
Nos aceptamos por completo como seres humanos. La gente vital siente que tiene
la olla llena todo el tiempo.
Por supuesto, todos tenemos momentos en que desearíamos alejarnos de todo, cuando la fatiga nos domina y el mundo nos ha dado muchas desilusiones en un mismo
día, cuando los problemas de la vida de pronto parecen superiores a nuestras fuerzas. Empero, la gente vital trata estas sensaciones temporales
de olla vacía como lo que son: una crisis momentánea. Es posible que esta crisis sea los dolores
de parto de una nueva posibilidad personal; nos sentimos incómodos en el
momento, pero no tenemos que ocultarnos, pues sabemos que
saldremos intactos de la crisis.
Cuando la gente siente que vale
poco, espera el engaño, el maltrato y el desprecio de los demás; esto la abre a la posibilidad de convertirse
en víctima. Cuando alguien espera lo peor, baja la guardia y permite que lo peor suceda. Para defenderse, tendrá que ocultarse detrás de un muro de desconfianza y hundirse en la terrible sensación de
soledad y aislamiento. De esta forma, al verse separado de los demás, se vuelve apático, indiferente
hacia sí mismo y quienes le rodean. Para estas personas es útil ver, escuchar o pensar con claridad y,
por tanto, tienden a sufrir el maltrato y
el desprecio de otros. La gente queriente se erige una monstruosa muralla
psicológica detrás de la cual se oculta, y luego se defiende negando que lo ha
hecho.
El temor es la consecuencia natural de esta desconfianza y aislamiento. El temor nos limita y
ciega; impide que probemos nuevos medios para solucionar los problemas. Por el
contrario, adoptamos una conducta aún más derrotista (por cierto, el miedo
representa siempre un temor de algo futuro. He observado que tan pronto
como un individuo enfrenta o desafía aquello que le causa temor en el momento
presente, el temor se desvanece).
Cuando las personas que tienen sentimientos constantes de olla
vacía experimentan una derrota, suelen calificarse cono fracasados. La
respuesta interna es: "Debo ser un inútil, pues de lo contrario estas
cosas no me ocurrirían." Después de sentir con suficiente frecuencia estas
respuestas, el yo se vuelve vulnerable a las drogas, el alcohol u otras formas de fuga de la realidad.
La depresión no es equivalente a una olla vacía. La sensación de
vacío significa, en esencia, que cuando uno tiene sentimientos indeseables, trata de conducirse como si dichas emociones no existieran. Se requiere de una gran autoestima para reconocer los
sentimientos de depresión.
También
es importante recordar que las personas que poseen una alta autoestima pueden
sentirse deprimidas. La diferencia radica en que quienes se sienten deprimidos
no se califican de inútiles ni fingen que esos sentimientos de depresión no existen.
Tampoco proyectan sus sensaciones en los demás. La depresión es algo normal que
sucede a veces; existe una gran diferencia entre la persona que condena a su yo
y quien considera que el momento depresivo es una condición humana que necesita
resolver. Con frecuencia llamaré su atención hacia este proceso de resolución.
Un
sentimiento de depresión y su negación, es una forma de engaño ante uno mismo y
los demás. Al devaluar así los sentimientos, estamos devaluándonos también y,
en consecuencia, acentuamos el estado de olla vacía. Mucho de lo que nos sucede
es resultado de nuestra actitud. Y como se trata de un
problema de actitud, podemos cambiarlo.
Relájate un momento. Cierra los
ojos y percibe tu condición actual.
¿Qué sientes hacia ti? ¿Qué ha
ocurrido o está sucediendo en este momento? ¿Cómo respondes a este suceso? ¿Qué
sientes por tu manera de responder a los acontecimientos? Si te encuentras
tenso, comunícate un mensaje de amor, relaja tu cuerpo y entra en contacto con
tu respiración.
Ahora, abre los ojos. Te
sentirás más fuerte.
Este
sencillo remedio te ayudará a incrementar tu sentimiento de valía: puedes
cambiar tu estado de ánimo en cuestión de momentos. Después, enfrentarás los
acontecimientos con una mente clara y un fundamento personal más firme.
Invita a tu familia a realizar
el siguiente experimento. Toma a un compañero, luego expresen sus sentimientos
("En este momento siento miedo/tensión/vergüenza/alegría/etcétera.")
Después, cada uno dará las gracias al otro sin emitir juicios o hacer
comentarios.
De
esta forma, han escuchado los sentimientos de la otra persona y ambos conocen
al otro un poco mejor. Necesitamos practicar mucho para romper el tabú que nos
impide compartir las emociones.
Practica tanto como puedas con
las personas en quienes confíes.
Ahora, digan qué es lo que les
deprime, o estimula. Es posible que descubran nuevas dimensiones en la persona
con la que han vivido todos estos años y, en consecuencia, se sentirán más
unidos o reales en su presencia Cuando
hayan terminado con el ejercicio, trata de compartir tu impresión de lo que ha
ocurrido.
El
niño que llega al mundo no tiene pasado, no sabe cómo conducirse, no cuenta con
una escala para juzgar su valor. El bebé depende por completo de las
experiencias de otras personas, así como de sus mensajes sobre el valor que
tiene como individuo.
Durante
los primeros cinco o seis años, la autoestima del niño quedará conformada casi
exclusivamente por
su familia. Después que inicie sus estudios escolares, recibirá otras
influencias; empero, la familia conserva su importancia. las fuerzas externas
tienden a reforzar los sentimientos de valía o inutilidad que el niño aprendió
en el hogar: el pequeño valorado podrá superar muchos fracasos, tanto en la
escuela como
con
sus compañeros; el niño de baja autoestima experimentará muchos éxitos, pero
siempre le asaltará la duda de su verdadero valor. Una experiencia negativa
única podría producir respuestas desproporcionadas al acontecimiento.
Cada
palabra, expresión facial, ademán o acto de un progenitor, envía al niño un
mensaje de autoestima. Es deprimente comprobar que muchos padres no se percatan
de los mensajes que envían. Una madre puede aceptar un ramo de flores
de manos de su hija de tres años y decir: "¿De dónde las
sacaste?" —a la vez que su voz y una
sonrisa expresan: "¡Qué maravilloso regalo! ¿En dónde crecen estas flores
tan hermosas?" Este mensaje fortalecerá el sentimiento de valía de la
pequeña. O tal vez podría decir: "¡Qué lindas!," pero concluir con
tono de reproche: "¿Las tomaste del jardín de la vecina?," implicando
que la niña actuó mal al robarlas. Este mensaje hará que la pequeña
de tres años se sienta mala e indigna.
¿Qué clase de autoestima fomenta
tu familia en los niños, y refuerza en
los adultos?"
Todos los días, a todas horas, estamos llenando o vaciando nuestra olla (o nuestra cajita), y además estamos contribuyendo a que la gente cercana a nosotros tenga más alta o más baja su autoestima, aunque muchas veces no nos queremos dar cuenta que tenemos algo que ver con las ollas de otras personas. Usemos la autoestima a nuestro favor para crecer como personas y superar los problemas que inevitablemente nos seguirá poniendo la vida en el camino que vamos recorriendo, en las relaciones con la demás gente y en las decisiones que debemos de tomar. Funcionará mejor entre más nos aceptemos y nos amemos a nosotros mismos.
Hasta luego.