"Hay una ley de vida, cruel y exacta, que afirma que uno debe crecer o, en caso contrario, pagar más por seguir siendo el mismo."
Norman Mailer
En los trabajos de crecimiento personal hay muchas similitudes, todas las técnicas y estrategias que utilizamos se cruzan, se combinan o se pueden complementar. Es el caso de dos trabajos terapéuticos: para sanar a nuestro niño interior y para llegar al perdón, en ambos procesos yo destaco estos 4 puntos en común o complementarios: Los secretos, la vergüenza, el miedo y la reconciliación.
Los secretos: Se refieren a las situaciones que se viven al interior de la familia y se guardan como tesoros que nadie más debe conocer. Aquellas cosas que hacía la tía Petrita, o las manías del abuelo Chuy, o esas "cosas malas" que hizo el primo Celedonio hace muchos años. Ejemplos sobran, y crecemos guardando secretos que aún después de muchos años se siguen hablando nada más en voz baja y cuando no hay nadie ajeno a la familia. A veces son secretos terribles y se vuelven una carga pesada, con un sentimiento de complicidad; también pueden ser secretos agradables, de auténtica complicidad entre padres e hijos, o entre hermanos. De cualquier manera, siempre es bueno sacarlos a la luz, cuidando de hacerlo en el contexto adecuado.
La vergüenza: Muy relacionada con los secretos, aunque aquellos pueden tratarse de otras personas y afectarnos de manera indirecta. La vergüenza es más personal, se refiere a cómo viví yo las cosas mientras iba creciendo, a cómo me trataban o cómo trataban a los hermanos, padres u otros seres queridos. Cuando hubo sentimientos de abandono, humillación, sometimiento, o dolor físico, o manipulación de cualquier tipo, la confusión entre sentirse culpable y abusado termina formando un bloqueo emocional y una imagen muy devaluada del YO. Hablar de esas vergüenzas, reconstruirlas y darles un nuevo sentido es un paso doloroso, pero eficaz cuando se hace contando con un apoyo externo sensible y sincero, es muy difícil superar la vergüenza a solas.
El miedo: Nos daremos cuenta si estamos atorados en alguna etapa de nuestro desarrollo entre los 0 y los 20 años, porque en situaciones sentimos un miedo que nos paraliza. No un miedo previsor, normal, que nos avisa cuando corremos algún riesgo y nos previene de no actuar sin precaución; sino un miedo irracional e ilógico, ante situaciones que no representan peligro alguno. Con frecuencia se manifiesta un miedo a ser exhibido ante los demás y por eso no bailamos, cantamos o hablamos en público; también puede tratarse del miedo a ser rechazados, porque en alguna ocasión supimos lo que es sentirse abandonados. Otra forma en que se presenta el miedo es con la adicción a sustancias, a actitudes o a realizar rituales sociales "aceptables". En todos los casos el miedo es una barrera que nos impide crecer, es el límite a nuestro desarrollo. Aceptando nuestra historia personal, podemos vencer el miedo y llevarnos mejor con nosotros mismos.
La reconciliación: Es la parte que más interesa al perdón: soltar el pasado, dejar de cargar el rencor, terminar de una vez por todas de actuar en respuesta a lo que hizo otra persona. Reconciliarse implica cambiar nuestro estilo de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos, es vivir en el presente y dejar ir lo que ya ocurrió, aceptar a la gente como es, aunque no sea como queremos que sea, y es la aceptación de que cualquier daño que nos hayan hecho, por fuerte que haya sido, ya pasó y nos permitió aprender algo. Reconciliarse no es volverme amigo de quienes nos dañan, simplemente es dejar de cargar con esas personas para hacernos responsables de nuestra propia vida. Es una meta que requiere disciplina y constancia, y es una meta realizable.
"Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes."
Jorge Bucay
Hasta luego, gracias por leer.
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