"Dime, ¿a quién asustaste para que te metieran en este manicomio?"
Dr. Paul Frey
Una vez, paseándome por los callejones de Guanajuato, me encontré una escena tragicómica que he guardado, muy grabada en mi memoria: Un señor harapiento de edad indefinida -porque la mugre y las greñas le escondían los años- estaba en una plaza siguiendo a los paseantes, no sabía o no podía hablar y solamente emitía sonidos guturales cada vez que se acercaba a cualquier persona, mientras estiraba el brazo y la mano en un ademán para pedir limosna, pero al mismo tiempo parecía que en ese estirón de su extremidad iba a jalar al pobre transeúnte al que se dirigía, provocando que éste se asustara y se alejara, ya fuera con cara de espanto, con sonrisas nerviosas mal disimuladas o con un aspecto que quería ser seriedad. El pobre hombre subía cada vez más el volumen de sus gemidos y manoteaba más fuerte conforme pasaba el tiempo y la gente seguía alejándose sin darle nada, entre más se desesperaba, más se asustaban las personas a su alrededor.
Estuve viendo un buen rato a este señor y a la gente que pasaba. A muchas personas les daba risa porque efectivamente su aspecto y su manera de actuar eran cómicos, esa insensibilidad social de sentirnos ajenos a los que son distintos a nosotros condenó al pobre hombre a la burla y el rechazo de todos, como si todos nos hubiéramos puesto de acuerdo, lo dejamos solo. Tardé un rato en darme cuenta de mi actitud, tal vez un poco más reprochable que la de los demás paseantes porque yo, además de haberlo rechazado, me detuve a grabar esa escena en mis sentidos, observando impasible lo que ocurría mientras él se mostraba cada vez más ansioso y desesperado. Una moneda lo calmó un poco y me fui pensando qué fácil fue para todos ignorar a ese ser humano con hambre, que necesitaba ayuda pero inspiraba risa.
Eso fue hace muchos años, todavía iba a la Universidad en ese tiempo, pero hace poco estuve releyendo un libro de Wilson Van Dusen que me hizo recordar aquella impresión, en su capítulo 9 ofrece unas reflexiones sobre la locura que me gustaron mucho y además, me ayudaron a entender más lo que ocurría con aquel señor de Guanajuato. El libro se titula "La profundidad natural en el hombre", es de la editorial "Cuatro Vientos" y aquí extraigo algunos de los puntos que me llamaron más la atención en el tema que me ocupa esta vez:
- La gran mayoría de las personas hospitalizadas están ahí debido a incidentes en que asustaron a personas queridas.
- Hay dos modos fundamentales con los cuales uno puede salirse o ser removido del juego de la vida. Se pueden violar las leyes generadas por la sociedad y ser encerrado en la cárcel. O sencillamente se puede actuar en forma extraña y ser encerrado en el psiquiátrico.
- La locura es un volcarse hacia el interior de uno mismo, lo cual nos convierte en una inutilidad constreñida, incapaz de desarrollar nuestros potenciales más altos.
- La gente loca es relativamente inútil a sí mismo y a los demás. Estas dos formas de inutilidad son esencialmente la misma cosa.
- Los locos se vuelcan en sí mismos de diversas maneras.
- El espacio vital del loco es restringido. Su espacio vital es un espacio de ilusiones irregulares.
- Los locos tienen en mayor o menor grado, una capacidad disminuida para cuidar de sí mismos.
- La locura se profundiza a medida que uno se aleja de los demás para meterse en uno mismo.
- Este nivel más o menos corriente de alienación de uno mismo y de los demás, se profundiza verdaderamente cuando el individuo encuentra una explicación demasiado rebuscada.
Aunque aquí expongo estos puntos con la frialdad de un resumen bastante compactado, el libro encierra varias anécdotas y comentarios que hacen atractiva y envolvente su lectura. Por cuestiones de espacio y tiempo, aquí me limito únicamente al resumen general del capítulo que les comento:
Una pérdida de los potenciales propios y de sus tendencias naturales. Corresponde a esto un florecimiento de señales provenientes de los procesos internos.
Un alejamiento del sí mismo e igualmente del mundo compartido con las personas.
Un fracaso doloroso o bien una serie de fracasos dolorosos con uno mismo y con los demás.
Una restricción en la perspectiva del mundo propio y del significado de la propia existencia.
Una evolución hacia la inutilidad y la improductividad, tanto en el sentido de cuidarse a sí mismos como a los demás.
El camino de salida de la locura es:
Hacer cosas útiles para contribuir al ambiente.
Actuar con tanta consideración y comprensión con los demás como sea posible.
En ambos casos, uno puede olvidar el sí mismo adolorido, al menos por un tiempo, y restablecer al mismo como una parte significativa del mundo.
Correspondiendo a esto, la relación de los sentimientos internos y los símbolos mejorará.
El sumergirse en la psiqué es útil únicamente en la medida en que se traduce en algún tipo de resultado socialmente activo.
Tal vez sea una paradoja curiosa, pero la locura es inutilidad. La salud es utilidad. Lo interior está revuelto tanto cuanto lo externo está revuelto.
Misteriosamente, la realidad de lo interno es lo externo."
Hasta luego.
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