miércoles, 21 de septiembre de 2011

2 visiones de la evolución

La evolución, tal como nos la enseñan en la escuela, es el predominio de los más fuertes sobre los más débiles, por lo tanto solamente sobreviven los primeros. Bueno, no es exactamente así, parece que en esta teoría también pueden sobrevivir aquellas especies que no son las más fuertes pero sí tienen alguna habilidad especial para escapar de las garras de sus depredadores y crear sus sistemas de vida. Esta teoría de la evolución sugiere que unos siempre estarán cuidándose de otros, la dualidad. Aquellas especies que han sobrevivido hasta nuestros días están más evolucionadas, pero la lucha por la supervivencia para seguir avanzando por el camino evolutivo aún sigue.

En otra teoría, más reciente, existe otro tipo de evolución que no depende únicamente de la fuerza, la depredación y las habilidades de supervivencia. Según esta visión de la vida, en la especie humana hay algunos seres más evolucionados por su alto desarrollo espiritual, intelectual o mental, que les permite contar con una visión del mundo más unitaria, y citan por ejemplo a un Carl Jung, un Einstein, Gandhi, Jesús, la Madre Teresa de Calcuta o hasta Carl Sagan. Casi todos estos seres, altamente evolucionados según esta teoría, carecen de las características para sobrevivir por medio de la fuerza ante sus semejantes y ante otras especies.

¿Cuál teoría es la correcta? ¿O será una combinación de ambas?

La lucha evolutiva de la primera teoría es la lucha por el poder externo, por dominar únicamente el mundo material a través de poseer dinero, un cuerpo hermoso, residencias, autos último modelo, o pertenecer a una minoría que por contar con más recursos (armas, influencias, religión o control sobre la opinión pública) puede dominar a las personas que tienen menos recursos materiales. Todo ello representa el poder externo, y obviamente hace que la persona salga de sí misma.

En la segunda teoría, la lucha evolutiva depende de que las personas puedan percibir valores y conceptos intangibles y tratar de avanzar hacia ellos. Así tenemos, por ejemplo, la honestidad, la tolerancia, el progreso, el bienestar compartido... Conceptos que no se ven, por ello no hay guerras para poseerlos, dominarlos o quitárselos a quienes los llevan consigo, por ello se puede decir que esta lucha evolutiva se basa en el dominio del poder interno y requiere de una percepción que va más allá del mundo físico inmediato, para alcanzar un mundo que se percibe con algo más que 5 sentidos.

¿En cuál teoría creer? ¿Seremos capaces de actuar de acuerdo a una teoría que busca la unidad y el poder interno? ¿O nos dejaremos envolver por la ilusión del poder externo?

La corrupción, la delincuencia organizada, los narcos y sicarios, la impunidad para quien daña a sus semejantes, la extorsión, el abuso en la distribución de la riqueza en pocas manos, son ejemplos de esa evolución que busca capturar el poder externo, y a mi modo de ver puede terminar en una involución, un retroceso que detenga el desarrollo humano, o peor aún: que nos consuma a todos, como cáncer autodestructivo. Si cada uno de nosotros termina buscando el poder externo, la competencia para sobrevivir será cada vez más violenta y despiadada. Para que una persona obtenga más poder externo, es inevitable que haya otras perdiéndolo.

Ante los embates de la violencia, la intransigencia y la ignorancia, entre otras manifestaciones de los fieles creyentes de la primera teoría de la evolución mencionada aquí, es importante tener claro si pertenecemos a la especie que cree en los valores y conceptos intangibles. Se requiere cultura y educación, no es solamente una cuestión de tener fé, sino de adquirir conocimientos que permitan ver más allá del éxito inmediato para una sola persona. A largo plazo, el poder interno permite unir a varios seres para crear mejores condiciones de vida, y los ejemplos están en los países que consideramos más civilizados.

No hay medias tintas: los pleitos que se viven al interior de un matrimonio o en cualquier oficina para estar mejor que los demás, se alimentan del mismo sabor y contenido que las guerras por dominar a los "enemigos", o sea a las personas diferentes. Todos estos casos se distinguen porque los que pelean buscan el poder externo para decir el clásico "¡me los chingué!".

Hasta luego.

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