lunes, 27 de agosto de 2018

50 y más



Me preguntaba dónde habrían quedado todas esas gentes de cincuentaytantos y más que quieren aprender a volar como no lo hicieron antes, entonces me acuerdo que estamos en una jaula distinta cada quien, esperando que alguien llegue y nos saque de ahí porque ya olvidamos que nosotros mismos nos encerramos y nadie tiene la llave, ni siquiera la puerta que siempre ha estado sobrepuesta pero nadie se atreve a empujarla, no sea que se vaya a abrir.

Algunas jaulas nos encierran en el rol del trabajo o la familia y pensamos que ya volamos lo que teníamos que volar y ya no existen otros cielos que alcanzar, sacudimos las alas con orgullo presumiendo aquel día en que las usamos, las ejercitamos, las arriesgamos y hoy, convertidas en piezas de museo casi no las miramos para que no se vayan a maltratar.


Algunos a veces salimos de esas jaulas muy nuestras, vemos a otros como nosotros de distintas edades, reímos, jugamos, lloramos, hablamos, escuchamos, salimos y también dejamos entrar. Tal vez no lo sabemos, pero si seguimos así seremos los únicos capaces de volar.

En una esquina del tiempo habemos otros que solo queremos ser testigos de las muchas historias diarias que hacen otras gentes para ver y para contar a veces juzgando y a veces disfrutando pero siempre creyendo con mucha fe que un día vamos a hacer mejor lo que nunca hemos hecho, cualquier cosa que ya hacen otros y así se pasan los años, enjaulados en la espera.

Por cierto, ¿cómo están tus alas?

Hasta luego.

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