El razonamiento es muy sencillo:
Cuando te acostumbras a sentir cerca tus límites los tienes al alcance de tu vista y de tu mano y, lógicamente, estás al pendiente de ellos. Cuando te alejas un poco y dejas de tenerlos a tu alcance, ocurre lo contrario: sabes que están ahí pero dedicas menos tiempo a pensar en ellos, y entre más te alejes de tus límites menos te preocuparás por ellos y más libremente te podrás mover.
Cuestión de enfoques, ¿recuerdas? Tú decides si centras tu atención en tus límites o en tus posibilidades, de tu decisión depende hacia dónde te encaminarás. No es magia, es simplemente que al decidirte hacia tus posibilidades tendrás trabajo que hacer... y mucho.
Hasta luego.
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