"No me gusta que me conduzcan, me gusta que me dirijan"
(Concha Velasco)
La vida es fluir, cuando uno escucha esta frase parece que es suficiente con dejarse llevar y nada más... Y muchas veces así es, pero hay otras ocasiones en que nos toca guiar o dirigir, y esto también es fluir.
Para que las relaciones funcionen debemos ser capaces de seguir y de ser seguidos, de guiar y también de ser guiados. Así en las relaciones familiares, de pareja, de amistad, de trabajo y en la relación con la misma vida, por supuesto.
Pensando en que fluir no es solo recibir y seguir la inercia, sino también ofrecer y dejar huellas para alguien más, distingo un amplio abanico de opciones que simplifico en tres formas de ser seguidos por otros. Es decir, 3 formas de liderazgo, de dirigir, que igual aplican en una empresa, en la escuela, en la familia o hasta en grupos de amigos:
1. Vigilar y castigar.
2. Acompañar y orientar.
3. Consentir y solapar.
A todos nos gustaría decir que nuestro estilo es el número 2, pero la realidad es que en ocasiones resbalamos hasta el extremo demasiado rígido del 1 o al exageradamente permisivo del 3. Y como sabemos, ningún extremo es bueno.
"El arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta"
(Herbert Von Karajan)
Y hemos de dirigir, de tomar decisiones y de influir en los demás en alguna ocasión, así que tratemos de hacerlo sin llegar a estos extremos tan distintos pero muy parecidos en una cosa: los dos sirven para "controlar" a otros, más que para dirigir.
Vigilar y castigar sirve para usar el miedo, la amenaza y el castigo como medio de control. Consentir y solapar sirven para causar una deuda afectiva y hacer sentir culpables a los demás, con una imagen bonachona y buena onda.
Estos dos extremos también se parecen en que ambos impiden la posibilidad de negociar y de hablar de los problemas. En un extremo todo se reduce a un "¡Porque yo lo digo!" y en el otro todo termina con un "Está bien, como tú quieras".
¿Qué más hay en los extremos?
¿Qué más hay en los extremos?
Vigilar y castigar: Vivir enojados, con coraje, la vida no es fácil, tienes que ganarte todo, no te dejes humillar, gánale a los demás, no puedes equivocarte, ¿ya ves por no hacerme caso?, si me hubieras preguntado antes lo hubieras hecho mejor, tenías que haberlo hecho bien y a la primera...
Consentir y solapar: Esperar que la vida te premie por cualquier cosa que hagas, tomar a broma cualquier equivocación, rehuir las discusiones y hacer como que no hay problema, esforzarse poco y exigir poco también a los demás, no confiar en las capacidades propias ni en las de los demás, creer firmemente que siempre habrá alguien que te ayude y se preocupe por que las cosas te salgan bien.
Hay que fluir. Identifiquemos nuestro estilo de liderazgo para tratar de mejorarlo sin llegar a los extremos.
Antes de dirigir o guiar a alguien, es importante ser capaz de seguir a otra persona cuando sea necesario. Llegar a ese nivel implica ser un buen guía para tu propia persona.
¿Cómo diriges tus acciones: desde el 1, el 2 o el 3? Si te acompañas y te orientas a tí mismo te estás tratando bien, y podrás hacer lo mismo con otros sin regañarlos de más ni minimizar sus problemas. También serás capaz de recibir orientación externa sin sentirte presionado ni desvalorizado.
Hasta luego.
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