jueves, 25 de febrero de 2016

El poder de los gritos y los dobles mensajes



Esculcando en Facebook encontré un texto que mi amiga Brenda Ramos compartió y me gustó mucho por lo bien que se ilustra la idea. Parece que el texto original lo tomó de la página de Gaby Alcázar, a quien no tengo el gusto de conocer, y espero no se moleste por divulgarlo aquí:




"Según informes, en las Islas Salomón del Pacífico los isleños practican una forma especial de “la magia de la maldición”. Si un árbol se debe de cortar y es demasiado grande para ser cortado, es derribado por los esfuerzos combinados de los isleños.


Se supone que la gente de estas islas se levanta temprano en la mañana a esas horas entre las 4 y 5, (Antes del amanecer) para efectuar el proyecto. Aparentemente los nativos rodean el árbol luego proceden a maldecir y gritar a él. Esta energía negativa empieza a dañar la energía de la vida del árbol. Y el resultado es que después de 30 días, mueren las raíces y cae al suelo el árbol. EN SOLO 30 DÍAS.

¡¡¡Wow!!! Si tienen que recurrir a regaños y gritos para matar a un árbol tan grande que ni un serrucho lo puede tumbar, ¡¿imagínate lo que hacen los gritos y los comentarios negativos a un pequeño niño o niña?! Y no por 30 días; sino por toda su infancia y adolescencia.


Si los gritos tienen el poder de matar a un árbol, tus gritos hacia tus hijos matan su creatividad, sus sueños, su inspiración, su confianza, y tristemente en algunos casos, hasta puede matar el amor que le tiene a sus propios padres. Amigos dejen de utilizar los gritos para corregir a sus hijos, NO FUNCIONAN; los resultados y repercusiones de esta acción son desastrosos.


Y yo agregaría que no solo los gritos, sino todas esas palabras aparentemente amables o cariñosas que reconocen únicamente los errores, lo que está mal hecho o lo que no te gusta de tu hijo o de tu hija, pero ignoran sus virtudes, logros y cualidades... Esas palabras, como las que dice Madre Gothel a Rapunzel en la conocida película de Disney, son dobles mensajes y también van dejando una huella que mata el alma infantil poco a poco pero en silencio, a diferencia de lo que ocurre con los gritos. 





Los gritos y los dobles mensajes "amorosos" son expresiones de desamor mal disfrazadas de cariño que dejan en los hijos una extraña confusión que podría durar toda la vida: "¿me quieren?", "¿me odian?", "¿me tratan así por mi bien o por el suyo?", "¿soy una persona tan mala?", "¿no sirvo?"...



Hasta luego.

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