Desde
lo alto, expectantes, dos vigías redondos atisban a lo lejos y a lo cerca
mirando para ubicarte, mostrándote el mundo, aunque hay veces que no lo quieres
ver.
Dos
esferas gelatinosas que rebotan de izquierda a derecha y de arriba a abajo, dos
esferas encerradas, unas veces confiadas e inocentes descubriendo
día a día colores y formas, otras veces escondidas tras nubes de expectativas e
ilusiones que dificultan su labor de llevar luz al mundo interior.
Tus
ojos se pueden reconocer en la ventana de otros ojos cuando se miran en ese
espejo, y ven mucho mejor cuando se bajan las cortinas a la hora de dormir, porque ven
hacia adentro sin entregar reporte de espionaje al cerebro y entonces él tiene
que inventar sus propias visiones, tus sueños.
Los
ojos son los dueños de tu vista y tu forma de ver la vida, culpables de tus
miradas y sus desvíos, cuando miran también dejan ver sus colores y sus brillos,
tu luz y tu claridad.
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