Estómago
Bolsa
lisa, húmeda y caliente, con una puerta para entrar y otra para salir, el
estómago es como una madre que sale de la cocina llevando comida caliente a su
familia y debe comer a su hora, puntual como reloj, pero a veces no tiene
comida, la memoria de su dueño o dueña debe estar presente antes que su hambre
para cumplir su noble trabajo de distribuir generosamente el alimento y los
nutrientes que cada parte del cuerpo necesita.
El
estómago es el equilibrio se siempre recibir y dar. Cuando entrega lo que comimos
y bebimos ya está descompuesto y de nuevo listo para ser usado en otros órganos,
hasta que los últimos restos llegan a la salida, donde se debe expulsar lo que
ya no sirve.
El
estómago recibe, y si recibe mucho se estira y se acostumbra a estar lleno de
lo que sea, a cambio de vivir trabajando la digestión sin parar. Si recibe muy
poco se comienza a comer a sí mismo llenándose de úlceras y dolores ácidos. Y
si recibe la porción justa trabaja el tiempo necesario, descansa lo suficiente
y sus jugos gástricos no lo atacan.
A veces recibe corajes, tristezas, decepciones, miedos o vergüenzas, chatarra que no se deshace ni con todos sus ácidos, el dueño o dueña de ese estómago puede y debe quitarle todo eso que hace daño, para que no termine comiéndose a sí mismo otra vez. Quien dijo que “las penas con pan son buenas” fue un sabio: un bocado de alimento puede salvar al estómago de consumirse cuando solamente recibe emociones indigestas.
Hasta luego.
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