miércoles, 20 de agosto de 2014

La muerte, el amor y la vida

"La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene"
Jorge Luis Borges.


¿Qué es la dualidad? En esencia se refiere a dos características o rasgos distintos que están presentes en una misma persona. La dualidad nos permite ser completos, llegar a ser una unidad.

Vida - Muerte.
Amor - Odio.
Luz - Obscuridad.
Alto - Bajo.
Bueno - Malo.
Principio - Fin.
Creación - Destrucción.
Cuerpo - Alma.
Serenidad - Impulsividad.
Razonable - Excesivo.
...


La muerte, el amor y la vida viajan juntos tomados de la mano. En nuestro paso por esta tierra es fácil inclinarnos hacia una de estas figuras y complicarnos la existencia tratando de demostrar que es mejor que las otras dos, o que hasta son enemigas. Culturalmente tendemos hacia la vida, hacia la creación, hacia el desarrollo y por lo mismo nos creamos una imagen maléfica y misteriosa de la muerte.

Sin embargo la muerte no es enemiga de la vida, sino parte de ella. En lenguaje figurado podríamos decir que la vida es la luz, la claridad, y la muerte es la sombra, lo desconocido. Y como no es posible amar lo que no se conoce, decidimos rechazar y temer a la muerte, rogando a Dios que nunca nos alcance ni a nuestros seres queridos.

Pero desde que inicia nuestra vida, la muerte viaja con nosotros. Y el amor también. Entre más amor sentimos por la vida, menos miedo tenemos a la muerte y más motivados nos sentimos con su presencia: Como nadie sabe en qué momento terminará su vida física, tenemos que aprovechar todo el tiempo que tenemos, viviendo plenamente el presente.


"Algo hay tan inevitable como la muerte: es la vida"
Charles Chaplin.

Sin embargo, insistimos en complicarnos la existencia pensando que debemos aceptar una parte de ella (la vida) y rechazar la otra (la muerte). Lo que nos dé placer será bien recibido y atesorado, lo que nos haga pensar, esforzarnos, sufrir o batallar será rechazado instantáneamente. Suena lógico en principio. Desafortunadamente el miedo a nuestra sombra, a nuestra parte mortal, puede ser tan grande que terminamos abusando del placer y nos refugiamos en él hasta perdernos, y éste es el principio de las adicciones: Por creer que el placer nos da vida, no nos atrevemos a separarnos de eso que nos gusta tanto y que puede ser una sustancia ajena a nuestro organismo (tabaco, drogas, alcohol), una emoción (tristeza, alegría, melancolía, vanidad, orgullo...), una actividad (deporte, sexo, soñar, chismear, leer, ver la tele) o una persona (pareja, padres, hermanos, hijos...). 

En cualquier caso, decidimos aceptar el lado de la "vida" tal como la entendemos, es decir, aferrándonos a lo que creemos que nos da placer y por lo tanto vida, y negando el lado de la sombra, aquello que no nos produce un placer inmediato pero que también está al alcance de nuestro potencial y nuestras capacidades. 

Quien ha superado una adicción entiende perfectamente que hay más satisfacción y trascendencia en asumir el lado oscuro de su vida que tratando de vivir siempre en la ilusión del placer. Porque una vez que abusamos de él, el placer desaparece y no nos damos cuenta de ello aunque pasen años, y mientras tanto, seguimos tratando de encontrarlo repitiendo lo mismo inútilmente.

Triqueta, símbolo celta que representa la vida, la muerte y el renacimiento, así como los elementos tierra, agua y fuego.

Quien no tiene ninguna adicción vive plenamente la dualidad de la vida y por lo tanto es una persona íntegra, en el sentido de aceptarse con su luz y su sombra sin poner ningún "pero".

Aceptar nuestra sombra es aceptar lo desconocido: Soltar a la persona que nos daña pero sin la cual creemos que no podemos vivir. Soltar las ilusiones y sueños para empezar a actuar. Dejar tabaco, alcohol o drogas para buscar algo valioso en nuestra propia persona. Dejar de culpar a otros o a las circunstancias para hacernos responsables de nuestra vida. Aceptar la muerte es asumir el riesgo de vivir y de mejorar como personas.

"La muerte es la amiga que al final te tiende la mano".
Chalío, músico tapatío de la Colonia del Sur.

Si los aceptamos, la muerte, el amor y la vida irán caminando juntos de la mano con nosotros, reduciendo nuestros conflictos personales y mejorando nuestra relación con los demás. 

Esta es la auténtica reconciliación con uno mismo, y es posible llegar a este nivel de aceptación (sobra decirlo, pero voy a insistir: aceptación NO es resignación). Solamente aceptando y viviendo nuestra dualidad podemos alcanzar la unidad esencial.

Hasta luego.

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