"Ser leal a sí mismo es el único modo de llegar a ser leal a los demás"
Vicente Aleixandre
Cada uno de nosotros tiene una misión en esta vida. Si mientras crecíamos fuimos nutriendo y llenando nuestro interior con experiencias creativas y enriquecedoras, hay más posibilidades de que enfoquemos nuestra misión a transmitir eso a los demás. Por el contrario, si supimos asimilar más las partes destructoras y desmotivadoras, no tendremos otra cosa para compartir que eso mismo: Quien puede amar, ama y quien no puede, odia; quien puede crear lo hace y quien no, destruye. Nadie da lo que no tiene y en esto no hay términos medios.
La meta para terminar satisfechos de la vida es ser fieles a uno mismo. Cuando tratamos de hacer feliz a otra persona, o de actuar como otros dicen que es correcto, o criticamos y culpamos a los demás, o nos autocriticamos duramente... Nos estamos traicionando.
Hay una forma de medir si nos estamos traicionando o no, y lo mejor es que es un método privado que uno puede hacer a solas y sin que nadie más se entere: Se trata de revisar cuáles de mis acciones me dejan con una sensación desagradable, como si hubiera hecho un mal trato: Si creo que abusaron de mi, estaré criticando a la otra persona durante mucho tiempo o tal vez explote y le diga hasta insultos nuevos y recién inventados para sentir que ya estamos parejos, si creo que abusaron de mí también me sentiré con derecho a demostrar que se las verán conmigo cuando eso vuelva a ocurrir. Ojo: No importa que no me hayan ofendido en realidad, con que yo lo crea es suficiente para reaccionar.
Así funciona nuestra misión en la vida, no somos más que lo que creemos ser y eso determina nuestro sentimiento de ir por el camino correcto en esta vida... o no ir.
Las personas que no son fieles a sí mismas, a lo que creen, con frecuencia se convierten en criticones constantes e incansables. Critican por igual a los demás que a sí mismos, alejan a la gente que los aprecia debido a esta característica y no se dan cuenta que es su misma actitud de crítica destructiva, de negación y rechazo, la que los va aislando del resto de la gente. Y lo más grave es que esta crítica también se vuelve contra ellos mismos y por lo mismo se niega a sí mismos la posibilidad de encontrar su propio valor y autoestima. A las personas que creen que no son fieles a sí mismas les cuesta mucho trabajo quererse, y una persona que no se atreve a quererse, tendrá fuertes dificultades para querer a otros, porque antes de amar es necesario creer en el amor.
¿Cómo se puede ayudar a una persona que critica a los demás y también se critica demasiado? ¿Le decimos que debe cambiar? Eso demuestra una buena intención pero rara vez funciona, por lo general, la gente que critica ya se ha dicho eso muchas veces y es casi seguro que todas esa veces ha terminado por regañarse y criticarse nuevamente, creando un círculo vicioso: ¡Tengo que cambiar y no lo he hecho! ¡Tengo que hacerlo!
Atrás de una crítica permanente hay un afán de perfeccionismo, un deseo de hacerlo todo bien para sentir que realmente somos aceptados. Si persiste la creencia de que las cosas no están bien hechas, entonces no merezco ser reconocido o reconocida. Si alguna otra persona no hace las cosas bien (según nuestra creencia) entonces se le debe hacer ver que no está haciendo bien las cosas para que sepa que uno (o sea yo) sí sabe hacerlas bien. Entonces también está la creencia de que seremos aceptados porque estamos ayudando a otros a corregirse (según nosotros: en realidad lo que se está buscando es que los demás piensen igual que uno).
"Sean fríos o calientes, tibios jamás"
Jesucristo
Tanto afán de perfeccionismo y tanta crítica a todo y a todos es dolorosa. Duele estar consciente de que haga lo que haga nunca estaré satisfecho con mi persona, y hagan lo que hagan los demás, siempre serán criticados. Ese sentir que nos estamos traicionando porque no somos como quisiéramos en la vida, es en realidad el reflejo de una profunda herida emocional, profunda porque se hizo en los primeros años de vida, como mencionaba al principio de este escrito.
Y entonces vuelve la pregunta: ¿Cómo ayudarle a la gente que se critica y critica tanto a los demás?
El niño o la niña que sufrió esa herida ha crecido sin tener la seguridad de que puede ser feliz tal y como es. Sigue creyendo que siempre debe ser perfecto o perfecta de acuerdo a los estándares que le inculcaron en su niñez, y aunque llegue a su edad adulta y alcance la vejez irá acompañado de esa sensación, pues la perfección es inalcanzable.
Si su herida les impide aceptarse tal como son, porque eso significa traicionarse (creen que su misión en la vida es llegar a la perfección), entonces la única manera de ayudarles es aceptarlos, demostrarles que son aceptados tal como son, con errores y virtudes como somos todos los humanos. La autocrítica, esa herida dolorosa formada durante las críticas que nuestra gente valiosa nos hizo en la infancia, seguirá viva mientras no hagamos caso a nuestra autoestima.
Solo el amor puede curar las heridas de la crítica y la autocrítica, solo el amor nos puede ayudar a aceptarnos y aceptar el mundo tal como es, y solamente con amor dejaremos de exigirnos y de exigirle a los demás que sean como nosotros queremos que sean. Ofrezcamos a los demás un poco de aceptación en nuestro trato. El solo hecho de sentirse aceptados le ofrecerá un sabor distinto al deteriorado gusto del eterno criticón, y eso es un buen paso para que llegue a aceptarse sin ningún pero.
Podemos ser fieles a nuestra misión cuando nos aceptamos tal como somos, y entonces descubrimos que lo que nos tenía frustrados era, precisamente, la necesidad de darle gusto a esa voz y esas frases que tantas veces escuchó el niño o la niña que alguna vez fuimos.
Hasta luego.
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