domingo, 1 de febrero de 2015

Nuestro estilo de comunicación

"Los años enseñan muchas cosas que los días jamás llegan a conocer".
(Emerson)


¿Recuerdan las afirmaciones positivas? ¿Y el arte de amargarse la vida? ¿Qué tipo de lenguaje utilizamos en casa?, ¿qué tipo de ideas fluyen en la rutina diaria del hogar? Como hemos visto, nuestra mente es un nido donde llegan y se quedan a vivir las frases que escuchamos constantemente, y estás frases con sus ideas constructivas o destructivas se instalan por mucho más tiempo cuando las escuchamos de boca de la gente que queremos o admiramos.


A nosotros nos pasó, crecimos oyendo las frases que decían papá, mamá, tíos, tías, abuelitos, hermanos, amigos, y después, en nuestra juventud y nuestra vida adulta seguimos escuchando en nuestro interior esas frases y creyendo en ellas. Tal vez en estos momentos ya tienes hijos y estás criando tu propia familia, y continúas escuchando esas frases que se te grabaron allá en los lejanos años de la infancia porque "lo que bien se aprende jamás se olvida". Es muy probable que esas frases te hayan molestado en algún momento de tu vida, pero con el paso del tiempo se han vuelto parte "normal" de tu persona, y ¡por supuesto que se las vas a decir a tus hijos!

Esto se llama "modelar la conducta", lo ideal es que modelemos la excelencia, es decir que podamos discriminar entre lo que nos es útil y lo que nos es dañino, para quedarnos con la primera de estas opciones y asimilarla como una parte normal de nuestra vida a base de integrarla en nuestras afirmaciones positivas. Pero a veces esta programación no resulta como queremos, y esto se debe a que metemos en nuestra mente un programa erróneo, más frases del "arte de amargarse la vida" que de "afirmaciones positivas". Y si en la vida diaria le damos más importancia a nuestras propias quejas, será muy difícil alcanzar a reconocer nuestros aciertos y los de la gente que nos rodea.

Las frases, el estilo de comunicación, las afirmaciones que escogemos para repetir en casa y todo lo que les decimos a nuestros hijos verbal y corporalmente, son nuestra herencia educativa. Se aprende más en casa que en la escuela, así que dejo la invitación a hacernos caso, a decirle a las cosas por su nombre, a hablar de lo que queremos en lugar de hablar de lo que no queremos, y también a considerar las siguientes reflexiones:




"Podrían engendrarse hijos educados, si lo estuvieran los padres".
(Goethe)

No importa la edad que tengamos, siempre es buen momento para reconocer alguna carencia en nuestra formación personal y comenzar a reeducarnos voluntariamente.

Nuevamente nos es de mucha ayuda introducir frases asertivas, afirmaciones positivas en nuestros diálogos cotidianos con la gente que queremos y con la que nos interesa mantener una buena relación. Por ejemplo frases que inicien con:

Pienso.
Siento.
Quiero.
Me interesa.
¿Tú qué piensas?
¿Qué te parece?
¿Cómo podemos resolver esto?
Te escucho.

¡Hasta luego!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar?: