miércoles, 11 de diciembre de 2013

Volver a empezar

"Ten en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren de grandes riesgos".
Dalai Lama



Cuando una pareja busca ayuda quiere resolver de inmediato todos sus problemas para que su relación funcione de lo mejor. Que el marido sea como ella lo quiere, así como era de novio. O que la mujer sea como él quiere, tal vez no como era de novia, pero sí como él quiere. Lamentablemente esto no es posible, y si una de las dos partes insiste en que la otra debe ser "como yo quiero" o más directamente "como yo digo", la relación no va a funcionar. Es más: ya no funciona. 

Si ambas partes están de acuerdo en esforzarse por cambiar el estilo, la dinámica de su relación, hay más esperanzas de que la pareja siga avanzando junta por la vida. Para bien o para mal, no hay garantías de que la relación se salve simplemente yendo a terapia, se requiere algo más que hacer acto de presencia ante un asesor o terapeuta. Se requiere voluntad para romper el molde de la relación y hacer uno nuevo, rescatando lo que hace crecer a ambas partes y no solo a una. 


Cuando una pareja se pelea, discute, chantajea, humilla, ignora o realiza cualquier otra forma de comunicación no asertiva (o sea, con ganas de fregar) y esta forma de comunicarse se vuelve cotidiana, es como si esa pareja ya estuviera separada, porque está lejos de la meta que se propuso al emprender un proyecto de vida en compañía de la persona que ama.  La pareja que hace eso se está traicionando: uno de sus miembros, si no es que los dos, están actuando en contra de sus propias creencias y valores.

Si en la relación no hay respeto, se da esa traición al compromiso. Después viene la decepción ¡Claro! Si únicamente mostramos la peor de nuestras facetas, nos olvidaremos de que tenemos otras mejores, más agradables. Después viene la etapa de reclamos, las quejas y la sensación de estar soportando a la otra persona... y a uno mismo. En ese momento es muy fácil justificar la ruptura con el menor pretexto, o hacer como que seguimos pero deseando no estar ahí.



Las vidas falsas, como pantallas para que los hijos u otras personas crean que están viviendo con una pareja feliz, son uno de los peores intentos por rescatar la relación: En una pareja se ama o no se ama; no se puede hacer "como que se ama." Además, ni los hijos ni las demás personas son tontos y rápidamente se dan cuenta de que algo anda mal en la relación. Tal vez le sigan la corriente a esa pareja que se dedica tan bien a la actuación, pues a los hijos también les da miedo perder a los papás, y a otras personas tampoco les interesará mucho interferir en la obra que representan esas dos personas que juegan a la casita, pero todo eso sigue siendo una pantalla. 

Vivir así se vuelve peligrosamente "normal": La gente puede pasar mucho años de su existencia haciendo "como que vive". Y entre esa gente puede haber niños que crecen pensando que vivir así es lo correcto.


"Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna"
Oscar Wilde

Aunque no hay garantías, una pareja dañada puede recuperarse si vuelve a encontrarse con su parte más honesta, si ambos se comprometen de nuevo (como si volvieran a casarse) y deciden creer en que pueden ser mejores personas. Curiosamente, cuando la pareja se recupera, primero cada uno de sus miembros se reconcilia consigo mismo.



Cuando una pareja vuelve a emprender un proyecto de vida conjunto, no regresa al mismo lugar ni a la misma situación de antes. Al reconciliarse cada uno con su propia persona, crean las condiciones para hacer de su hogar un mejor lugar, con una dinámica más creativa, respetuosa y amorosa.

Hacer crecer a la pareja es el trabajo de dos personas que están cambiando mientras conviven entre ellas, con su familia, trabajo, amigos y demás. No es forzoso que las dos personas crezcan o cambien al mismo tiempo y de la misma manera como si fueran siameses, tampoco se trata de que siempre piensen igual ni que estén de acuerdo en todo, pero sí es necesario que las dos estén dispuestas a aceptar la evolución en sí mismas y en la persona que se convirtió en su compañía durante esta vida. 




Si no aceptamos esta condición, aparece de nuevo el reto de querer que mis deseos estén por encima de la realidad: Que mi pareja sea como yo quiero, o que yo tenga que ser como mi pareja quiere.

¿Y si las dos personas se reencuentran consigo mismas y al mismo tiempo se dan cuenta que ya no quieren o no pueden seguir en esa relación? 

Esta es otra posibilidad (recordemos que no hay garantías), si ambas personas llegaron al punto de reconocer sus sentimientos y sus responsabilidades dentro de la pareja, y son capaces de hablar de ello sin lastimarse ni tratar de culpar o chantajear al otro, también serán capaces de cerrar bien su relación. Terminar bien es posible cuando se hace con amor y respeto a uno mismo y a la otra persona, y en ocasiones es la mejor opción.


"No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas."
Paulo Coelho

Por último, tengamos presente que cada pareja es distinta, es única, y lo mejor es que cada una atienda a su situación específica, sin querer imitar lo que le funcionó a los Vargas, a los Gómez o a los Méndez.

Hasta luego.

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