Las dificultades para vivir en el presente se nos aparecen constantemente y les hacemos mucho más caso que al presente mismo. Es más fácil empezar a recordar hechos y acontecimientos, a veces importante y otras veces insignificantes, pero que casi siempre nos llevan a pensar que ya sabemos "cómo deberían haber sido las cosas" y "qué debió haber hecho tal o cual persona", incluso hay veces en que repasamos todo lo que pudimos haber hecho nosotros mismos.
Pero no siempre es así, a veces le hacemos más caso a todo aquello que seguramente pasará después de que hayamos terminado tal o cual propósito o proyecto que ya tenemos empezado, o cuando hagamos la actividad que tenemos pendiente. Entonces nos enfrascamos tanto en el futuro que terminamos pensando de una manera muy parecida, curiosamente, porque ya sabremos "qué va a pasar", "qué me van a decir los demás", "a quienes no les va a gustar lo que hice" y "cómo me van a juzgar", entre otras cosas.
En ambos casos el resultado es el mismo: Me alejé de mi realidad, de lo que está ocurriendo en este momento, y me dediqué a ponerle atención a lo que creo que piensan los demás, en base a mi historia personal o a juicios muy duros que hago de mi propia persona o de los demás.
Alejarnos del presente y dejar de aceptar a las personas y las cosas tal y como son es el mejor camino para llevar una vida difícil. Es encerrarnos en la ilusión de que nuestra propia imagen de uno mismo, del mundo y de las personas es la única correcta, cerrándole la puerta a miles de opiniones y acciones valiosas solamente porque están fuera de nuestra personalidad.
Hay una mujer que elaboró un programa dedicado a enseñar a la gente a aprender cómo centrarse en el presente y atender en el momento la realidad que la vida nos va poniendo enfrfente a cada momento. Se llama Byron Katie, promociona firmemente su programa y tiene una página de Internet donde desarrolla esta propuesta. Yo no conozco a fondo su trabajo, no he seguido su programa y desconfío un poco de las recetas que prometen solucionar por igual los problemas de cualquier tipo de personas, pero lo que he conocido me parece interesante y decidí compartirlo aquí, porque puede ser una herramienta útil para adaptarla a nuestra vida.
Lo que van a leer enseguida es un extracto de su libro "Amar lo que es", tomado del portal www.thework.com/espanol y contiene varias ideas valiosas para tener en cuenta, creo que nos pueden ayudar a valorar nuestra relación con nosotros mismos y con los demás y a rescatar nuestro estar en el presente aceptando este mundo tal como es. Aquí va:
"Únicamente sufrimos cuando creemos un pensamiento que no está de acuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos.
Querer que la realidad sea diferente de lo que es, es igual que intentar enseñar a ladrar a un gato. Puedes intentarlo una y otra vez y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau». Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es desesperante.
Y aun así, si prestas atención, advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Los niños deberían portarse bien», «Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo», «Yo debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito)». Estos pensamientos son formas de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto. Todo el estrés que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.
Las personas aún no familiarizadas con El Trabajo me dicen a menudo: «Pero si renunciase a mi discusión con la realidad, perdería parte de mi poder. Si sencillamente acepto la realidad, seré pasiva. Quizás incluso pierda el deseo de actuar». Yo les contesto con una pregunta: « ¿Puedes saber que eso es verdad con absoluta certeza?» ¿Qué es más poderoso?: «Ojalá no hubiese perdido mi trabajo» o «Perdí mi trabajo; ¿qué puedo hacer ahora?»
El Trabajo revela que lo que piensas que no debería haber sucedido, sí debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque así fue y ningún pensamiento en el mundo puede cambiarlo. Eso no quiere decir que lo justifiques ni que lo apruebes.
Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior. Nadie quiere que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero cuando estas cosas ocurren, ¿de qué forma podría ayudar discutir mentalmente con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo, lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.
Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque me duele cuando discuto con la realidad. Podemos saber que la realidad está bien tal como es porque cuando discutimos con ella sentimos tensión y frustración. No nos sentimos naturales ni equilibrados. Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
Ocúpate de tus propios asuntos
Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad». La realidad es Dios porque rige. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino «los asuntos de Dios».)
Buena parte de nuestro estrés proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros propios asuntos. Cuando pienso: «Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo», me estoy inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, estoy en los asuntos de Dios. Si mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la separación. Fui consciente de esto al principio, en 1986. Cuando, por ejemplo, me inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: «Mi madre debería comprenderme», experimentaba de inmediato un sentimiento de soledad. Y comprendí que siempre que me había sentido herida o sola, había estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.
Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está aquí viviendo la mía? Los dos estamos allá. Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona.
Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos.
Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto.
Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti.
Si comprendes los tres tipos de asuntos lo suficiente para ocuparte de los tuyos propios, esto puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién son los asuntos de los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas!
Esa pregunta puede llevarte de vuelta a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas. Simplemente darte cuenta de que estás en los asuntos de otro te puede devolver a tu maravilloso ser.
Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad tú no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma.
Encuéntrate con tus pensamientos con comprensión
Un pensamiento es inofensivo a menos que lo creamos. No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento.
Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados a menudo durante años.
La mayoría de la gente cree que es lo que sus pensamientos dicen que es. Un día advertí que no estaba respirando: estaba siendo respirada. Entonces también me di cuenta, con gran sorpresa, de que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que el pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: «Creo que hoy no voy a pensar»? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando!
Los pensamientos sencillamente aparecen. Provienen de la nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través del cielo limpio. Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad.
Nadie ha sido capaz, jamás, de controlar su pensamiento, aunque la gente quizá cuente la historia de cómo lo ha conseguido. Yo no dejo ir mis pensamientos: los recibo con comprensión. Luego ellos me dejan ir a mí.
Los pensamientos son como la brisa o las hojas de los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen así, y mediante la indagación, podemos entablar amistad con ellos. ¿Discutirías con una gota de lluvia? Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los pensamientos. Una vez que has recibido un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez que aparezca, tal vez te cause risa. Y la siguiente vez, quizá ni siquiera lo adviertas. Este es el poder de amar lo que es."
También quiero incluir aquí algunas frases (no todas) de la misma Byron, que ella expone en su libro con el título de «Katie-ismos»:
"Cuando discutes con la realidad pierdes, pero sólo el 100% de las veces.
Las personalidades no aman, quieren algo.
Nadie puede lastimarme; ese es mi trabajo.
Lo peor que ha sucedido jamás es un pensamiento no cuestionado.
La mente sana no sufre, nunca.
Si yo pienso que tú eres mi problema, yo estoy loca.
Yo no dejo ir mis conceptos, los cuestiono y luego ellos me dejan ir a mí.
Te alejas totalmente de la realidad cuando crees que existe una razón legítima por la cual sufrir. La realidad es siempre más amable que la historia que contamos sobre ella.
Tengo muy claro que todo el mundo me ama. Simplemente no espero que ellos se den cuenta aún.
No existen problemas físicos, sólo mentales. La realidad es Dios porque rige.
Cuando mi mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que quiero.
¿Cómo sé que no necesito lo que quiero? No lo tengo.
El perdón es darte cuenta de que lo que creías que había sucedido, no sucedió.
Todo sucede para mí, no a mí.
La gratitud es lo que somos cuando ya no tenemos ninguna historia."
Hasta luego.
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