lunes, 24 de septiembre de 2012

La expresión de la sexualidad

En este escrito está presente la influencia de las obras de Juan Luis Álvarez-Gayou, fundador del instituto Mexicano de Sexología, A.C., y de mi maestro Javier Castañeda, quien me presentó los libros de Álvarez-Gayou y además se esforzó bastante para enseñarme a respetar las diferencias personales y a creer en mi libertad personal. Espero un día terminar de aprender.

"El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír."
Woody Allen.

La sexualidad es una característica inherente a todos los seres vivos, sin embargo solamente el ser humano ha sido capaz de utilizarla para causar polémicas, uniones y conflictos. Desde que tenemos un registro histórico de la humanidad, hay evidencias de la fuerte influencia de la sexualidad en las expresiones plasmadas en pinturas, vasijas, herramientas, grabados y, un poco después (algunos cientos de miles de años) también en escritos. Al establecerse el arte como tal tuvimos la posibilidad de conocer los dramas pasionales, las experiencias eróticas y en general una serie de historias a veces reales, a veces ficticias y a veces combinadas, en las que se aprecia la presencia latente o activa de componentes sexuales en distintos niveles de manifestación.

Varias culturas ancestrales, de hecho la mayoría de ellas, le dieron a la sexualidad su lugar como parte natural de la personalidad y las relaciones, sin tabúes ni exageraciones y sin reducirla al coito o a los genitales como nos hemos acostumbrado a considerarla en nuestros días. ¿Qué pasó con la sexualidad? ¿En qué momento se volvió algo prohibitivo o incluso malo? Parece que, al estar tan estrechamente ligada con la expresión más honesta de nuestra personalidad y orientada al placer y la creatividad, comenzó a ser utilizada como mecanismo de control en cuanto los grupos humanos pasaron a "civilizarse", sobre todo en las culturas occidentales (Europa y la América conquistada por europeos... Esta civilización europea también se exportó a África por la misma vía de la conquista).
A pesar de ser un elemento tan apasionante, no hubo estudios consistentes sobre la sexualidad sino hasta finales del siglo XIX, cuando ya se habían arraigado muchos mitos a su alrededor, y la mayoría de ellos se tomaban como verdades. Entonces dio inicio el estudio serio y continuado de la sexualidad humana:

En el principio fue Freud, según sus teorías y siendo fiel a la cultura y las creencias del pensamiento occidental, el sexo "normal" era solamente el que se orientaba al coito y se realizaba entre una pareja formada por un hombre y una mujer. Cualquier otra manifestación de la sexualidad caía en el terreno de las perversiones o depravaciones y era considerada social y clínicamente incorrecta o anormal.

¿Cuáles son esas otras manifestaciones de la sexualidad? Existen tantas como la imaginación permita expresarlas, ya que al ser parte inherente de la personalidad, se combinan con todo nuestro ser para hacerse notar, lo queramos o no. De cualquier manera, un grupo de estudiosos se dio a la tarea de acompañar a Freud e ir complementando sus trabajos sobre este tema, de manera que se le fueron dando nombres a aquellas conductas que se descubrieron con mayor frecuencia, o que escandalizaban más a la gente más conservadora en cada tiempo. Aquí van unos ejemplos de estas etiquetas:
Homosexualidad (gays, lesbianas, jotos y cualquier otro nombre que, en sentido ofensivo, se les ha asignado) es el genérico que se utiliza para señalar a cualquier persona que siente atracción manifiesta, en mayor o menor grado, por personas de su mismo sexo.

Onanista, a persona que se autocomplace sexualmente por medio de la masturbación.

Voyeurista, bajo este concepto se agrupan las personas que disfrutan observando al objeto de su deseo sexual. En el mundo de las mal llamadas "perversiones sexuales", éste fenómeno ha sido muy explotado, pues al parecer somos bastantes los que disfrutamos dedicando nuestro sentido de la vista a disfrutar la belleza del cuerpo humano, exprese o no erotismo, y los publicistas y productores de películas y programas han sabido aprovechar esto.

Gerontofílico, se le dice a quien disfruta más estando con personas mayores que con las de su generación.

Pedofílico, es el polo opuesto de la gerontofilia, cuando una persona se siente más a gusto estando con niños que con adultos.

Y así podemos hacer una lista casi interminable, pues si nos detenemos a pensar nos daremos cuenta que hay muchas situaciones que buscamos o provocamos porque nos provocan placer... ¿qué grado de zoofilia hay en las personas que tienen mascotas y que aman y protegen a los animales? ¿Si alguien siente placer al escuchar la voz de la persona amada, ya es otofílico u otofílica? ¿Y si guardo una prenda de mi amada como recuerdo, ya soy fetichista? O si me gusta su olor, o el olor del perfume que utiliza, ¿me convertí en odofílico? Según la teoría más antigua de la sexualidad, sí.
Recordemos que en esa teoría la sexualidad solamente tiene como finalidad el coito entre parejas de distintos sexos, ya sea como placer en sí mismo o con fines de procreación.

Pero la investigación en los terrenos de la sexualidad no se ha detenido, y gracias a eso surgieron investigadores más arriesgados que, más allá de teorías, creencias, valores sociales y especulaciones, se atrevieron a realizar sondeos y experimentos con gente real, encontrando que las formas que tienen las personas, las parejas y los grupos de personas para expresar su sexualidad no están para nada reducidas al concepto freudiano o al religioso.

En este punto del relato ya no es el principio, será algo así como el renacimiento en la historia de la sexualidad, cuando aparecen autores como Masters y Johnson (los más famosos, por eso los recuerdo, je) y en sus estudios comienzan a "descubrir" que las personas expresamos nuestra sexualidad de maneras muy variadas, sin que esto nos convierta en depravados o degenerados. Aquí algunos de los resultados más valiosos obtenidos de estos estudios en las últimas décadas (en mi opinión, claro, seguramente estoy excluyendo otros logros igual o más importantes):
La sexualidad no se reduce al coito, a buscar el orgasmo, ni a los genitales. Ahora se acepta como un elemento que forma parte relevante de la personalidad, tan importante que nos permite definirnos en muchos aspectos.

Las caricias, el jugueteo romántico, las palabras y frases en voz baja, el admirar la imagen de otra persona, o admirar la imagen propia, el sentir atracción hacia otra persona de cualquier sexo, son expresiones libres de la sexualidad.

La sexualidad puede expresarse en términos eróticos y no eróticos. Esto implica la atracción y el gusto que sentimos al convivir con otras personas sin que estas deban ser, forzosamente, el objeto de nuestro deseo sexual. Podemos ser amigos, compañeros, familiares, incluso podemos ser desconocidos y sentirnos atraídos por una cara agradable o un gesto gracioso, expresiones de la sexualidad no erótica.

Podemos ser conscientes o no de nuestra sexualidad y expresarla sin que necesariamente estemos buscando seducir a alguien, simplemente como una forma más de expresión.

El lenguaje corporal, aquel donde las palabras importan menos que nuestra actitud, postura, tono de voz o movimientos, es donde nuestra sexualidad encuentra el medio más amplio para hacerse notar. Con la expresión de nuestra sexualidad va también la manifestación más sincera de nosotros mismos, pues nos mostramos como realmente somos, o al menos, como realmente nos percibimos.

Uno de los logros más importantes de todos estos estudios (siempre a mi criterio), es la tolerancia: Nos hemos dado cuenta de que somos diferentes y si aceptamos esas diferencias, o más bien si nos aceptamos con nuestras diferencias, enriquecemos nuestro mundo y el de los demás.
¿Entonces, ya todo es "normal"? ¿Todo se vale?

Bueno, en el breve repaso de logros en materia de sexualidad me olvidé de mencionar uno que, de manera radical, vino a romper con las teorías sexuales iniciales: No existe una conducta "normal" ni una conducta "anormal" en la expresión de la sexualidad. Lo que existe son ciertas reglas o criterios para identificar que la conducta que realiza una persona al expresar su sexualidad le está funcionando:

1. La persona que lleva a cabo una conducta cualquiera para expresar su sexualidad, no entra en conflicto consigo misma, es decir, se acepta y está emocionalmente estable consigo misma al llevar a cabo esa acción (los que saben de esto le llaman "egosintonía": actuar y pensar de acuerdo a uno mismo).

2. Si la conducta sexual involucra a dos o más personas, todas las que participan están de acuerdo en la manera en que se manifiesta su sexualidad y sienten algún grado de satisfacción. Es decir: Hay consentimiento mutuo y se respetan los acuerdos de la relación, seguimos hablando de una sana expresión de la sexualidad.

3. No se provocan daños a terceros: no se está obligando ni violentando a alguien para que haga algo que dará placer o satisfacción a otra persona. No se infringe ninguna ley ni se busca provocar daños o lesiones físicas, psicológicas o emocionales

Considerando todo lo anterior, lo único que falta tomar en cuenta es el contexto social en que se desenvuelve cada individuo, vivimos en culturas que esperan determinadas conductas y expresiones socialmente aceptadas, por eso lo que resulta aceptable a cierta hora y en cierto lugar, se convierte en un hecho reprobable cuando ocurre en otras circunstancias: No es lo mismo que una pareja se bese y se acaricie en la intimidad de su recámara o de un hotel, a ser descubiertos en su auto, a plena calle; tampoco resulta raro que los asistentes a un table dance observen a las bailarinas  o bailarines desnudos (exhibicionistas, les pondrían de etiqueta), según sea el caso, pero si descubren a un tipo espiando a la vecina, sí se considera algo indebido.

La libertad propia termina donde comienza la libertad del prójimo, esto aplica en todos los casos y no solamente con la expresión de la sexualidad. Así que, en el contexto adecuado y con quien lo conscienta y lo acepte, podemos expresarnos a plenitud.

Se aceptan comentarios, hasta luego.

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