jueves, 7 de junio de 2012

Matrimonio: Pasado, presente y futuro según Asimov

Isaac Asimov, el visionario escritor de ciencia ficción, publicó un libro en 3 volúmenes llamado "La receta del tiranosaurio", donde expone sus reflexiones sobre varios temas muy distintos unos de otros y para añadirle más sabor, lo escribe suponiendo que ya pasaron 50 años, es decir, que ya estamos en el futuro.

En el primer volumen me llamó la atención su capítulo 7, "El hombre y el matrimonio", de hecho comparto muchas de las opiniones que expone ahí, así que lo reproduzco enseguida aunque debo advertir que se trata de un rollo algo extenso, por si gustan acercarse unas botanitas y una cerveza o una limonada para acompañar la lectura, que de por sí es interesante:


“El matrimonio se basa en el hecho de que existen dos sexos humanos que tienen marcadas diferencias biológicas, tanto hoy en día como en el pasado.
En primer lugar, la mujer da a luz a los hijos, mientras que el hombre no. Esto significa que, cuando la humanidad vivía enteramente de la tierra, la mujer periódicamente vivía nueve meses de embarazo, y durante los últimos tres era menos ágil y más vulnerable. El embarazo y la lactancia consumían tanta energía que la mujer, cuando se le comparaba al hombre, tenía más posibilidades de requerir que se le protegiera del mundo externo.
Otra diferencia biológica, tan verdadera hoy en día como siempre, es que el hombre —en promedio, aunque no en cada caso específico— es más grande y fuerte que la mujer. Esto, aunado a que no se ve atado al embarazo ni la lactancia, hizo posible que un hombre extendiera su protección a una mujer y que asumiera la labor de ver que ella pudiera tener sus hijos en una paz y comodidad relativas.
¡Esta protección no se daba sin obtener recompensa! A cambio, el hombre razonablemente podía esperar tener un sujeto conveniente para el contacto sexual, así como un abastecimiento de hijos que lo ayudarían en el campo y lo cuidarían en su vejez.
Todo esto reforzó la división del trabajo. La mujer, atada por hijos o los que, gracias al embarazo, trabajo y lactancia, se sentía más atada emocionalmente que el hombre, naturalmente tendía a confinar su actividad a la casa. El hombre que debía abastecer alimento y protección, tendería a aventurarse al exterior, a cazar o cultivar.
Este último aspecto constituye una diferencia social alentada por una diferencia biológica. La división del trabajo no necesita estar muy marcada. No había nada que evitara que una mujer compartiese el trabajo en el cultivo, ni que un hombre compartiera el trabajo doméstico, y así pudo haberse hecho perfectamente. Pero hasta hoy en día, el sistema tradicional de la familia pone a la mujer en casa y al hombre en el mundo exterior. Y por supuesto que la tradición tiende a ser venerada más allá de sus propios merecimientos.
Al conformar una asociación, una mujer ponía en venta su fertilidad y atractivo sexual, y un hombre su fuerza y potencia. Sin embargo, se trataba más de un mercado en el que abundaban mujeres, ya que un hombre podía —después de todo, y si quería obtener sexo por la fuerza sin dar nada a cambio.
Por lo tanto, a la mujer le quedaba la responsabilidad de hacerse toda la publicidad que le fuera posible.
Hasta hoy en día, es la mujer la que tiende a ponerse ropa diseñada para revelar y dar énfasis a características sexuales deseables, así como a colorearse artificialmente el rostro.
Todavía existe otra diferencia biológica que no se puede torrar. La mujer puede tener bebés tan sólo mientras es relativamente joven. Después de los cuarenta años, primero es difícil y después imposible tenerlos. Sin embargo, el hombre puede engendrar hijos aún en edad avanzada.
Esto significa que una mujer tenía que poner tanto énfasis en su juventud como le fuera posible, de tal forma que, hasta hoy en día, posiblemente es una mujer quien tiñe su cabello, trabaja para conservar su piel tirante, etcétera. Y por tradición, se espera que mienta respecto a su edad.
Todavía otra diferencia biológica es que una mujer sabe que un bebé es de ella, ya que emerge de su vientre. Un hombre no tiene la misma certidumbre, Si un hombre deseaba tener una seguridad razonable respecto a que el hijo de una mujer también era de él, probablemente querría asegurarse de que su esposa no estaba disponible para otros hombres. Por este motivo era probable que se tuvieran recluidas a las esposas, bajo una celosa vigilancia.
La consecuencia natural es un doble criterio. El hombre podía galantear libremente, porque, como resultado, a ninguna mujer se le impone un hijo que no sea de ella. Sin embargo, a la mujer no le era permitida la infidelidad porque le podría dar al marido un hijo que no fuera de él. Por este motivo no es rara la poligamia (un hombre con varias esposas) en las sociedades pequeñas, en tanto que la poliandria (una mujer con muchos maridos) es bastante rara.
Y, ¿cómo han cambiado las cosas hoy en día? Se conservan las diferencias biológicas. Se conservan las viejas tradiciones basadas en dichas diferencias. Pero, con toda seguridad, han cambiado muchos factores de la sociedad.
Por ejemplo, los bebés ya no tienen la misma importancia que antes. En los primeros tiempos, la mortalidad infantil era tan elevada que las mujeres se veían forzadas a tener muchos hijos para garantizar que algunos vivieran lo suficiente para ayudar a sus padres. Hoy en día, en algunas porciones del globo la mortalidad infantil es bastante baja, y dos o tres hijos son suficientes para asegurar una familia intacta que se continúe bajo condiciones normales.
También en épocas primitivas una mujer deseaba tener bebés porque, de hecho, era la única contribución que se le permitía hacer a la sociedad. Si no tenía hijos era inútil, tanto para su marido como para su comunidad. Es más, la mujer cargaba plenamente con la culpa por la falta de hijos. El marido proporcionaba la semilla y la mujer era la tierra. Si la semilla no crecía se debía a que la tierra era estéril, y así se llamaba a las mujeres que no tenían hijos a pesar de tener relaciones sexuales: "estériles".
Fácilmente se llegaba a la suposición de que las mujeres estériles estaban malditas debido a que habían pecado, lo que las ponía en lugar todavía peor.
En la Biblia, Sara y Raquel no tuvieron hijos durante mucho tiempo, por lo que se sentían inmensamente desdichadas, temiendo el repudio. La madre de Sansón, al igual que la madre de Samuel, fueron estériles durante algún tiempo y vivían en la más profunda desdicha. Y cuando Micol, primera esposa del rey David, tuvo una conducta impúdica frente a su esposo, recibió el castigo de quedarse estéril el resto de su vida.
Hoy en día se reconoce que hombre y mujer contribuyen por igual para tener un hijo, y que el no tenerlos se puede deber a alguna deficiencia tanto en el hombre como en la mujer. Es más, se trata de una falla biológica, no moral.
De hecho, como ahora habemos cinco mil millones en la Tierra, con lo que la sobrepoblación representa un gran peligro para todos nosotros, en muchas partes del mundo se alienta a las familias para que tengan menos hijos.
Todos estos cambios significan que ahora es completamente aceptable que una mujer tenga menos hijos, o que no tenga ninguno si así lo desea o si las cosas así quedan dispuestas (por supuesto que la familia tradicional sigue teniendo muchos hijos, pero la tradición nunca se nivela con el cambio). A su vez, esto significa que la mujer tiene poco tiempo para desempeñar otros papeles en la sociedad, Es más, usted puede presentar esta situación desde el extremo opuesto: la mujer no tan sólo debería poder desempeñar otros papeles en la sociedad, diferentes al de la "madre", sino que se les debería alentar a hacerlo. De otra manera, se podrían ver forzadas a apoyarse tan sólo en la procreación como una forma de obtener prestigio, y ya no podemos darnos el lujo de tener un alto índice de natalidad.
Por lo tanto, también se han diluido partes del doble criterio. Siempre ha sido posible que un joven soltero sea sexualmente activo porque no puede quedar embarazado y, si además carece de escrúpulos, no necesita preocuparse por el embarazo de la mujer. Sin embargo, una joven soltera tenía que arriesgarse al embarazo con cada contacto sexual llevado a cabo sin contraceptivo y, si se quedaba embarazada, tenía que cargar con toda la culpa y descrédito (después de todo, se esperaba que un joven "hiciera sus travesuras").
Sin embargo, hoy en día tenemos "la píldora", así como otros métodos con los cuales la mujer puede protegerse del embarazo. Resultado: puede ser sexualmente activa con cierta impunidad. De hecho así es, y la desaprobación ha disminuido considerablemente. Ha llegado a1 punto en que una joven soltera puede tener un hijo sin sufrir el aislamiento (sin embargo, nuestra sociedad está ordenada de tal manera que una mujer soltera con un hijo recibe poca ayuda económica, por lo que casi siempre está condenada a la pobreza... al igual que su bebé).
Por lo tanto, debido al cambio social, es más fácil que una mujer obtenga trabajo, y con una mayor oportunidad de elecciones. Ya se han ido los días en que la única alternativa para que una mujer evitara el hambre eran los trabajos de dama de compañía, institutriz, costurera y sirvienta, trabajos que pagaban sueldos bajísimos y en los que se le trataba como una inmundicia. Hoy en día, si puede sobrevivir al odio de sus compañeros masculinos, una mujer puede ser abogado, bombero o cualquier otra cosa.
Es más, puede ser sexualmente activa al mismo tiempo que evita hijos. El resultado es que no hay tanta presión para que se case. En los viejos días, una mujer sin marido tan sólo podía enfrentarse a la pobreza y la desgracia de convertirse en una solterona. Por lo tanto, la mujer tenía un enorme deseo de casarse con alguien, quien fuera, nada más por desesperación. Pero hoy en día la mujer puede ser más exigente y casarse con alguien con quien ella quiera vivir, y mientras se casa puede permanecer soltera sin caer en la ignominia, Por lo tanto —naturalmente— el matrimonio tradicional de "hasta que la muerte nos separe" se ha convertido en una especie de peligro. Después de todo hasta hace ciento cincuenta años el ciclo de vida, aún en las sociedades avanzadas, era de unos treinta y cinco años, de tal forma que el matrimonio promedio terminaba con la muerte de uno de los dos integrantes después de diez o quince años, No es demasiado difícil que un matrimonio sobreviva este periodo.
En estos días la gente alcanza un promedio de vida de hasta setenta y cinco años, y los matrimonios tienen la posibilidad de durar medio siglo, si es que no interviene un divorcio. Como es difícil enfrentarse al pensamiento de cincuenta años con una persona cuyos defectos se vuelven absolutamente visibles después de cinco, el divorcio se ha generalizado y se llega a aceptar sin demasiada desaprobación social.
Se trata de algo difícil para los niños que deben vivir en un "hogar roto", pero en tiempos pasados los hogares rotos eran igual de comunes, aunque los rompía la muerte y no el divorcio. Se entiende bien que los niños sufren tanto, o quizá más, cuando forman parte de una familia en la que el padre y la madre viven juntos compartiendo un odio mutuo porque, por motivos religiosos o económicos, no pueden divorciarse.
Respecto al matrimonio, ¿dónde queda el hombre? Mi propio sentimiento es que la liberación de la mujer también libera al hombre.
En los viejos días, la rutina era que la mujer no tuviera ninguna instrucción (¿para que querían una educación formal?). También se suponía, generalmente, que el cerebro de la mujer era biológicamente inferior al del hombre. Como resultado, un hombre daba por seguro que tenía que ser más brillante que su esposa, y que sería insoportablemente humillante que ella llegara a mostrar señales de ser más brillante que él. Ahí se originó el pensamiento (todavía generalizado, gracias a la tradición) de que una mujer joven debe ocultar su inteligencia y pretender que es tonta, y hasta imbécil, o "ningún hombre la buscará". Normalmente, en una mujer la tontería es considerada "encantadora". Y, por supuesto, si una mujer — por prudencia— nunca utiliza su cerebro, finalmente pierde la posibilidad de ponerlo en acción.
Estas cosas significaron que se suponía que un hombre viviera con una mujer estúpida. El deseo por el sexo se diluye rápidamente cuando se vuelve una actividad consuetudinaria, y una compañía tonta no es ningún placer. Entonces, y no a largo plazo, marido y mujer se cansaban uno del otro y vivían vidas de lo que Thoreau llamó "desesperación silenciosa", o se divorciaban.
Hoy en día la mujer recibe instrucción, y el hombre puede esperar que su esposa sea tan inteligente como él y, en algunos aspectos, todavía más inteligente.
Si puede desprenderse de la reverencia tradicional hacia la tontería femenina, tendrá una mejor compañía y la apreciará durante más tiempo (la compatibilidad mental dura más que la física y, a la larga, es más grata).
A su vez, una mujer vivirá más satisfecha con un marido que no desconfíe de su inteligencia.
En pocas palabras, el matrimonio puede convertirse en una verdadera sociedad, que revela delicias ocultas para la mayoría que vive tradicionalmente. Es más, tal "nuevo" matrimonio podría hacer más para estabilizar a la familia que lo que alguna vez podría llegar a realizar el matrimonio tradicional.
Si una mujer acepta más responsabilidad fuera de casa, b que sigue es que un hombre bajo presión tenga más responsabilidad dentro del hogar. Naturalmente ¡se presenta cierta resistencia! Las labores domésticas tienden a ser aburridas y tediosas (motivo por el cual, precisamente, los hombres insistían en que las realizaran las mujeres); pero con frecuencia un hombre puede disfrutar —por ejemplo— al cocinar, si no lo considera una infamia. Hasta tiene la oportunidad de preparar algo que a él le guste, en lugar de estar condenado para siempre a comerse lo que su esposa prepara para delicia de ella misma.
Otras labores son más fáciles si se comparten, lo que además tiene la virtud adicional de intensificar el lazo que une a marido y mujer (me apresuro a decir que yo no ofrezco un buen ejemplo). Mi esposa, una psiquiatra jubilada y ahora escritora de tiempo completo por sus propios méritos, hace casi la mayor parte — aunque no todo— del trabajo doméstico. Pero, como escritor "prolífico" conservo una semana de setenta horas, y ella lo comprende. El día que me sorprenda con una cerveza en la mano viendo un juego de fútbol será el día que me pase la aspiradora.
Entonces, también, la mayor actividad de la mujer fuera de casa hace que para un padre sea necesario comenzar a compartir la tarea de cuidar a los niños. ¿Por qué no? Mejor. Establece un lazo más estrecho y deja ir el papel tradicional de un ogro remoto ("espera a que regrese tu padre. —él te castigará").
Un hombre podría contemplar todo esto bajo una luz de egoísmo. ¿Por qué no podría tener el placer de convivir estrechamente con sus hijos? ¿Por qué es la esposa la que debe tener todos los momentos felices? Es más, si la familia llega a desintegrarse, tendría una mejor base para derechos de visita y quizá una misma oportunidad de obtener la custodia.
Para expresarlo tan brevemente como sea posible, un matrimonio entre iguales es más valioso que uno entre dos personas desiguales y que no se entienden. Tenemos la suerte suficiente para vivir en una época en la que, en una sociedad donde, ahora es posible. Debemos considerar nuestras bendiciones e intentar que esta posibilidad siga abierta en el futuro.”


Para quienes estén interesados en leer las demás reflexiones de Asimov, aquí están las ligas a los 3 volúmenes de esta receta:




Hasta luego.


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