martes, 17 de abril de 2012

El culto a San Carro

A veces, cuando voy por las calles de esta ciudad que ha cambiado tanto en el último cuarto de siglo, y que he visto como se transforma en los últimos 12 años, me doy cuenta que mi sensación al desplazarme por sus barrios, colonias y fraccionamientos también ha cambiado mucho.

En un principio, como es lógico, toda la ciudad era un misterio y el ir conociendo sus rincones era una mezcla de aventura y grabación, para retener en mi mente los lugares de interés y para irlos asociando con otras cosas. Poco a poco las calles, parques, plazas, tiendas y demás se fueron llenando de nombres y rostros familiares, con experiencias significativas, a veces agradables y otras no tanto, pero el hecho es que la ciudad me dejó volverme parte de ella.

Después de esa primera etapa vinieron mis recorridos solo o con algún amigo o amiga, y en esos días me invadía una confianza infinita, como si esta ciudad no tuviera fronteras y cualquiera pudiera desplazarse por sus calles sin temor a perderse, ni a nada. Un amigo me decía que la ciudad cambia tan rápido que la gente mayor no acababa de asimilar su transformación.

Ahora me parece que la capacidad de adaptación debe ser mayor. En una ciudad pequeña el desarrollo urbano se basa en la gente, sin embargo, cuando en la mente de quienes planean entran expectativas de llegar a ser una metrópoli en el corto plazo, el interés central puede cambiar.

Ahora, cuando recorro las calles de esta ciudad me parece dividida, incluso percibo una especie de marginación entre zonas muy cercanas, sobre todo con el auge de las vías rápidas, la reducción de espacios peatonales y el casi nulo interés por mejorar el transporte público.

En el inconsciente colectivo se están grabando algunas creencias erróneas (aunque el Reglamento de tránsito diga lo contrario), y con esta mentalidad van a crecer las nuevas generaciones, los niños que ya viven en Aguas. Esto es lo que percibo actualmente en mi ciudad adoptiva:

Cómo puede pensar el conductor inconsciente:

  • Los autos son más importantes que las personas.
  • Las colonias y barrios “desaparecen” cuando voy por las vías rápidas, pues la velocidad no me deja verlos. Ésta es una forma de marginación, todas las casas y construcciones que antes eran parte del paisaje ahora están lejos, si uno se pasa del lugar al que debería salir, ya no tiene que regresar una cuadra, sino varias.
  • Los autos tienen preferencia sobre los peatones, ¡claro! por eso solo hay avenidas y en ellas no hay forma de que pueda cruzar la gente.
  • Puedo conducir rápido aunque esté manejando en la ciudad, para eso hicieron estas vías. 

Cómo puede pensar el peatón promedio:

  • Los autos son más importantes que las personas.
  • Las colonias y barrios están divididos y aislados: cada vía rápida  se convierte en una frontera entre las gentes que viven de uno y otro lado de ella. Antes éramos vecinos, ahora somos dos colonias lejanas, porque ya no es fácil cruzar (otra forma de marginación).
  • Transitar en la calle es más lento, los puentes peatonales están lejos unos de otros y además de cruzar la vía rápida debo recorrer otras cuadras de ida y vuelta para subir el puente y regresar al punto al que quiero ir.
  • Transitar en las calles es peligroso, los autos no nos ven (o hacen como que no nos ven) cuando queremos cruzar.
  • Las calles no son para niños ni para personas mayores, se requiere agilidad para cruzar una vía rápida.
  • Los autos tienen derecho a correr tan rápido como quieran, para eso hicieron estas vías.

Quienes están planeando esta ciudad -y muchas otras- no piensan en que todavía habemos personas caminando. Con un transporte público caro, mal atendido y poco confiable, se está dando el tiro de gracia al peatón: Arréglatelas como puedas, o cómprate un carro, aunque los discursos ecologistas digan que debemos manejar menos.

No estoy en contra del progreso, sino del concepto de "progreso" como se está manejando actualmente. ¿Será posible equilibrar en el desarrollo urbano la comodidad de ir en auto con la necesidad de caminar?

Todos somos en algún momento gente de a pie y gente de carro, no estaría mal ver las cosas desde un ángulo más humano, sin tanta presión de tiempo y sin tener que pensar en función del auto, aunque sigue habiendo libertad de cultos y por lo tanto corremos el riesgo de que nuestras autoridades sigan adorando a San Carro.

Si se invirtiera una cuarta parte de lo que se gasta en desarrollo automotriz y sus alrededores (accesorios, vías rápidas, gasolineras) en desarrollar un medio de transporte más económico y eficaz (aunque no fuera velocísimo y apantallante), la percepción de nuestras ciudades sería menos estresante que como las conocemos hoy, pero eso ya es parte del reino de Utopía.

Hasta luego.

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